En regular estado de conservación, esta representación de san Onofre, de grandes dimensiones, destaca por el realismo de sus facciones que nos muestran una larga barba ondulada, unos pómulos salientes y la boca entreabierta mostrando los dientes, y con un rictus de dolor. La cabeza de cabello ondulado deja descubiertas unas bien talladas orejas. Nuevamente se da el caso similar a otros en la misma iglesia: sin la identificación, el santo hubiera sido irreconocible, porque no lleva ninguno de los atributos característicos de esta anacoreta del siglo IV. Como resabio quizás de la forma medieval de representarlo -con el largo cabello como único atuendo que cubría el cuerpo desnudo- el pelo y la barba se mantienen largos y rizados y se evitó estofar o policromar el traje, se intentó imitar el talar con un diseño sencillo.