Capa realizada en brocado sobre fondo oro, al frente se observan dos cenefas de terciopelo con aplicación de tres cruces doradas por lado, lleva sobre capa del mismo material que por la espalda tiene una inscripción sobre terciopelo rojo.
La capa pluvial deriva de la lacerna, una especie de manto o capa circular abierta por delante, con cucullum (capucha) o sin ella, que se cerraba sobre el pecho mediante una trabilla o fíbula. Los romanos utilizaban esta prenda para protegerse de las inclemencias del tiempo. Fue usada en las ceremonias sagradas durante los cuatro primeros siglos de la cristiandad para abrigar a los cantores en época de frío. El ritual cristiano la adoptó en el siglo IX para protegerse de la lluvia (capa pluvial) en las procesiones por el campo y posteriormente se utilizó en las funciones eucarísticas. Se fabricaba en diferentes colores: blanca, roja, verde o violeta y se le añadieron ricas franjas a la apertura. A partir del siglo XII comenzó a decorarse la capa con el escapulario. La capucha fue suprimida en el periodo gótico, sin embargo vestigios de ella se conservan en el capillo, que en un principio fue solamente un colgante triangular de pequeñas dimensiones y puramente decorativo. A partir del siglo XIV comenzó a bordarse en él el escudo del donante, la imagen del titular del templo u otras advocaciones, por lo que se hizo más espléndido. En México, los primeros obispos de las sedes mexicanas, Fray Julián Garcés de Tlaxcala y Fray Juan de Zumárraga en México usaban capas pluviales con cenefas bordadas con oro y seda, que también incluían gemas.
Se considera un símbolo del ropaje eterno con el que serán vestidos los elegidos.
