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La Asunción (San Marcial) (Catedral)
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000353
Estado, Municipio, Localidad
Estudio Monográfico
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Contenidos
1.-ANTECEDENTES
El obispado de Oaxaca, el tercero erigido en la Nueva España se creó mediante el decreto del 14 de enero de 1534 en la antigua Provincia de los Mixtecas, con sede en la Ciudad de Antequera, una ubicación intermedia a las diócesis de México y de Yucatán.
Una de las causas que determinaron la fundación de esta nueva provincia eclesiástica era la necesidad de dominar el vasto territorio, necesidad indispensable aún en el segundo decenio posterior a la Conquista.
Fray Francisco Ramírez, uno de los franciscanos llegados a México en 1524, fue designado titular de la nueva diócesis, cargo que no llegó a ocupar. En su lugar Clemente VII nombró a Juan López de Zárate, licenciado en teología y en derecho civil y canónico. Consagrado en 1538 sería, posteriormente, el descubridor de las canteras de piedra verde cercanas a Antequera, piedra que ha caracterizado desde entonces las construcciones de la ciudad. A su muerte, en 1555, el Cabildo Eclesiástico pasó a gobernar la diócesis.
La iglesia de San Juan de Dios fue la primera catedral, por haber sido la sede del obispo. Su fundación es obra de Fray Bartolomé de Olmedo, capellán de las fuerzas de Cortés, quien inició la construcción en 1526. Esta iglesia de muros de adobe y techo de paja era atendida por el primer clérigo Juan Díaz, quien acogió en ella a los dos primeros dominicos que arribaron a Oaxaca y fueron sus primeros capellanes. San Juan de Dios fue erigida en catedral en 1535, bajo la advocación de Santa Catarina.
2.-EMPLAZAMIENTO
Oaxaca comparte con otras capitales fundadas al inicio del periodo virreinal diversas características formales, tales como su retícula de manzanas cuadradas y la posición céntrica de su plaza principal, donde también se ubican la iglesia-catedral y los principales edificios de gobierno. Aquellas constantes son ahora comunes en la estructura urbana de las ciudades mexicanas, pero entre 1526 y 1529, cuando la ciudad se funda con el nombre de Antequera, la noción de urbanismo de los españoles era muy diferente. España apenas estaba saliendo de la Edad Media y sus ciudades más importantes eran amuralladas, compactas, de trazo irregular, y con localizaciones separadas para la catedral y los edificios públicos. Al sur de la Península, la disposición de las ciudades moriscas, recién incorporadas al dominio español, no era menos diversa e intrincada. Por eso cabe señalar la convergencia de una serie de factores que propiciaron la adopción del trazo urbano ajedrezado y la posición central de los espacios y edificios públicos más relevantes en un conjunto único. Uno de esos factores fue, probablemente, la influencia de los tratadistas italianos del Renacimiento, quienes -sin poder materializar sus ideas en Europa, ya urbanizada- imaginaron desde el siglo XV ciudades semejantes a las que los españoles fundarían más tarde en América. Las consecuencias de esta innovación se pueden observar en la vida contemporánea de centros urbanos como Oaxaca. En efecto, la concentración de actividades cívicas, comerciales y religiosas hace que se congreguen cientos y a veces miles de personas en las dos plazas jardinadas que flanquean la Catedral. La más pequeña es la conocida como Alameda de León. Es rectangular y ocupa la mitad de la manzana frente a la portada del templo. El Palacio Municipal y el Correo se encuentran entre los edificios que la delimitan. Un poco más lejos, sobre la Avenida Independencia, están el antiguo palacio arzobispal (que hoy aloja dependencias del Gobierno Federal, y que desde hace varias décadas ostenta una curiosa fachada remodelada en estilo neomixteco), así como la Facultad de Derecho y la de Ciencias Sociales de la Universidad.
Al sur, la Plaza de la Constitución, más grande y cuadrada, está rodeada por los cuatro lados por edificios con portales, algo de lo que ya pocas capitales mexicanas pueden enorgullecerse. El del Palacio de Gobierno, de fines del siglo pasado, es el más formal. En cambio, en los otros tres portales, que todavía llevan los pintorescos nombres de Mercaderes, Clavería y Las Flores, imperan la convivencia y la tertulia en las mesas de café bajo las arcadas. Un kiosco porfiriano, de influencia francesa, con estructura y barandales de fierro colado, se eleva en el centro de la plaza, y cuando no lo ocupan las bandas musicales o los espectáculos, sirve de mirador a los paseantes y de refugio ocasional a los cientos de palomas, que también son huéspedes habituales del área.
El ambiente de las dos plazas jardinadas no sería el mismo si faltasen los frondosos laureles que les dan sombra. Un cuadro de José Ma. Velasco pintado en 1887 muestra los mismos árboles en su exigua talla inicial. De paso, permite constatar que la Catedral y su entorno casi no han cambiado en los últimos cien años.
3.-HISTORIA
La primera sede episcopal propiamente dicha se comenzó a construir en 1535, a instancias del Obispo de Santo Domingo, Don Sebastián Ramírez de Fuenleal, y se concluyó en tiempos del Obispo Juan López de Zárate, en 1544. Según Heinrich Berlin, ya era una basílica de tres naves, con muros y pilares de piedra (1) Su techumbre era de vigas de madera, y entre 1553 y 1581 comenzó a sufrir diversas reparaciones por los desperfectos que causaban los temblores. Para entonces debe haber contado con las capillas laterales, porque durante casi veinte años, entre 1574 y 1594, mantuvo ocupado al célebre retablista Andrés de la Concha, según se desprende de un contrato de 1582 en el que se le encargaban retablos para el Sagrario y varias capillas (2). Desgraciadamente no han quedado rastros de esas pinturas. El proceso de deterioro sísmico y de reconstrucciones continuó en el siglo XVII. Así, en 1649 se encomiendan reparaciones mayores al maestro de carpintería Cristóbal Ramírez y al maestro de albañilería Vicencio Varrocio Escallola. Este último habría de ser más tarde el primer arquitecto de la catedral de Morelia.
En 1661, el Obispo Cuevas y Dávalos recomendaba reparar de nuevo el maderamen de las cubiertas y elevar un poco la altura de las naves. Para ese trabajo se llamó de Puebla al maestro arquitecto ensamblador Esteban Gutiérrez, quien efectuó la reparación entre 1661 y 1663. Pero el resultado no parece haber satisfecho a los miembros del cabildo. En 1665, al quedar vacante la sede, el cabildo decidió rehacer parte de los trabajos, mismos que encomendaron al maestro mayor Joseph González, conocido por su intervención en las obras de reconstrucción de La Compañía. Al ocupar la sede episcopal, Monterroso, el nuevo obispo, propuso al cabildo que las naves se prolongasen dos entrejes más hacia el fondo, y que las cubiertas se hiciesen de bóveda, siguiendo el ejemplo de la Catedral de Puebla, lo que desató una encendida polémica. No obstante, el mismo Joseph González fue encargado de proseguir sobre estas bases, y debe haber concluido las obras alrededor de 1680.
Pero los terremotos de 1694, y especialmente el de 1714, uno de los más serios registrados en Oaxaca, deben haber deteriorado bastante el edificio. Después de infructuosos intentos de contratar algún alarife poblano, en 1723 se hizo venir a un arquitecto de la Ciudad de México, Joseph Manuel de la Mata, quien no logró convencer con sus proyectos de reconstrucción ni a los interesados, ni a sus prestigiosos colegas Miguel Rivera y Pedro de Arrieta, comisionados por el virrey para revisarlos. Se optó entonces por encomendar las obras de reconstrucción a Miguel de Sanabria, quien las dirigió de 1724 a 1736. En la Navidad de 1730 se pudo ya inaugurar el templo. La consagración por el Obispo Santiago y Calderón no ocurrió sino hasta 1733; todavía después de esa fecha se seguía trabajando en las torres. Finalmente, en 1740 se encomendaron las últimas reparaciones el deán Pablo de Velasco y al canónigo Dr. Felipe Núñez de Guzmán. Este último actuó de hecho como maestro mayor, y según Berlin, debe acreditársele ante todo la unificación estética de la portada (3), pues es poco creíble que los restos de la construcción anterior no se hubiesen aprovechado en buena parte para lograr el resultado final que ahora se admira.
Pocas transformaciones hubo hasta la segunda mitad del siglo XIX. Pero en 1870, a raíz de nuevos temblores y serias cuarteaduras en las bóvedas, se inició otro proceso de remode lación que cobró ímpetu a partir de 1887, cuando Monseñor Eulogio Guillermo Gillow se hizo cargo de la sede episcopal, elevada en 1891 al rango de arzobispado.
Bajo su iniciativa se decoraron y alinearon las capillas laterales para que coincidiesen los frentes de cada lado; se construyeron las verjas de hierro, y se pusieron los canceles traídos de Europa. El interior del templo se pavimentó con cantera de Santo Tomás, de Puebla. Se restauraron el órgano y la sillería del coro, y fueron instalados candiles de bronce fundido traídos de Florencia, así como vitrales emplomados en las ventanas. A fines del siglo se sustituyó el ciprés existente por un altar construido en Europa con mármoles procedentes de canteras griegas en el que se instaló la imagen en bronce de la Virgen de la Asunción. También se levantó una torrecilla especialmente para el reloj.
El 7 de abril de 1907 fueron consagradas y bendecidas las once capillas laterales e inaurugados sus murales, elaborados entre 1904 y 1905 por Daniel Dávila. Ya en pleno siglo XX, y dentro del proyecto de remodelación de la plaza frente a la catedral, desapareció la barda atrial de cantera; se reconstruyeron los campanarios cuarteados por los temblores de 1928 y 1931 y fue instalado el actual remate con el símbolo del Espíritu Santo en el lugar que ocupaba el reloj, mismo que fue trasladado a la fachada sur. El 4 de mayo de 1933 la Catedral de Oaxaca fue declarada Monumento Histórico.
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1. BERLIN, pp. 308 a 309.
2. ROMERO FRIZZI (1978), pp. 12 a 14.
3. BERLIN, p. 327.
4.-DESCRIPCION ARQUITECTONICA
La disposición basilical de tres naves con capillas laterales define las principales características arquitectónicas de la Catedral de Oaxaca y la emparenta con las Catedrales de México y Puebla, donde también se adoptó el mismo principio de distribución. Lo que caracteriza a las basílicas es la perspectiva espacial que se establece desde el ingreso hacia el fondo del templo. Su planta, en forma de crucero, se remonta a la arquitectura romana de mercados cubiertos y a las primeras iglesias cristianas, especialmente aquellas donde se ubicaba la sede o cátedra del obispo, de ahí que se les llamara iglesias-catedral, o simplemente catedrales. La persistencia de la planta basilical en las catedrales tiene mucho que ver con la propia perseverancia y continuidad de la jerarquía episcopal dentro de la Iglesia Católica. No obstante, en la Catedral de Oaxaca hay un margen de interpretación respecto al patrón descrito, pues el crucero no se encuentra, como es usual, en el último tercio del trayecto longitudinal de la basílica, sino en una posición adelantada. Esto probablemente se debe a que la reconstrucción de la segunda mitad del siglo XVII aprovechó para ampliar el espacio la parte posterior del templo. Esto último quizá también explicaría el hecho de que la nave principal carezca de ábside.
Otra peculiaridad que el vetusto edificio comparte con sus homólogos de México y Puebla es la sucesión de tres altares, coro y espacios para la feligresía, que se alternan a lo largo de la nave principal. El altar del Perdón antecede al ingreso principal del templo. Sus funciones y su posición se asocian con el carácter popular que tradicionalmente tuvieron los ritos en él celebrados. Otra cosa ocurre con el severo compartimiento donde se acomoda la sillería del coro, y con el amplio presbiterio donde se encuentra el Altar Mayor. Como ambos espacios funcionaban estrechamente asociados en las grandes ceremonias, todavía hoy comunican entre sí a través de un pasillo flanqueado por barandales de hierro forjado que cruzan por la mitad el área destinada a las bancas de los feligreses. A lo largo de la nave mayor, la secuencia termina en el muro del fondo, donde antes estuvo el Altar de los Reyes. En torno al vitral en el óculo, una gloria o símbolo de rayos esplendentes de madera tallada y dorada preside ahora la composición del Altar del Espíritu Santo.
Este carácter polifuncional de las catedrales, acentuado por la gran cantidad de ceremonias particulares que se llevan a cabo en las capillas menores, hace que las naves laterales en una disposición basilical funcionen casi exclusivamente como circulaciones, no sólo por razones prácticas de comunicación, sino también por motivos litúrgicos, como en el caso de procesiones, o en el tránsito del Viacrucis. Desde las naves laterales de la Catedral de Oaxaca se accede a los espacios centrales, a seis capillas del lado norte y a otras cinco, más la sacristía, en el lado sur. A las dos grandes capillas anexas se entra indistintamente desde la calle de Macedonio Alcalá o desde el interior del recinto catedralicio. Una de ellas, a la izquierda del altar del Espíritu Santo, es el Sagrario, que cuenta con un pequeño coro sobre el ingreso interior. La otra está dedicada a la Virgen de Guadalupe.
Aunque muchas de las características espaciales de la catedral vienen definidas desde su desplante, otras tantas se derivan de sus alzados y de la estrecha relación que éstos guardan con la estructura del edificio. Como es de s uponer, la frecuencia y la intensidad de los movimientos sísmicos en la región han determinado muchas de las previsiones que se tomaron para asegurar la estabilidad del templo. Ello explica no solamente la prudente altura de 16 metros de la nave principal, sino también las secciones de dos metros que tienen las pilastras compuestas de orden toscano, y los espesores similares en los muros y contrafuertes. Vista desde el exterior, parece como si una cascada de volúmenes y elementos soportantes, arbotantes y contrafuertes, todo ejecutado en piedra verdosa, fuese descendiendo desde la cúpula de planta octagonal a las bóvedas vaídas -también llamadas bóvedas de pañuelo- que cubren la nave mayor, los brazos del crucero y las naves laterales. Más abajo, las bóvedas de cañón cubren las capillas laterales. Sin duda se comprende la ventaja que significó su construcción: los muros que las dividen debían levantarse de todas maneras, ya que actúan como contrafuertes que soportan los poderosos empujes laterales de las bóvedas sobre las naves.
El vigor y el peso resultantes de tal volumetría son característicos de la arquitectura colonial oaxaqueña, como lo es también la finura del labrado en sus portadas. En la Catedral, la portada principal asume una función equilibradora que comienza desde sus proporciones cercanas al cuadrado, lo que de alguna manera prepara el cambio de dirección de la horizontalidad que predomina en el paramento poniente del templo, hacia la tendencia vertical que en mayor o menor grado insinúan los quince cuadrantes en que lo divide la retícula de columnas y cornisas. Consta de tres cuerpos o niveles horizontales, y cinco calles o franjas verticales. De estas últimas, la central y las dos laterales extremas coinciden con los ejes de las tres naves en el interior, así que cada una aloja una puerta con arco de medio punto en el primer cuerpo. En cambio, en las intermedias, se disponen nichos con figuras de santos en el intercolumnio. Los recuadros sobre las puertas muestran relieves diversos. El central, en el segundo cuerpo, representa a la Virgen de la Asunción coronada por la Santísima Trinidad, y en el tercero, al Santísimo Sacramento bajo un palio sostenido por ángeles. Por cierto que en las calles extremas se practicó un óculo octagonal encima de las puertas laterales, -las que muestran obispos mártires y arcángeles- lo que interrumpe inesperadamente la horizontalidad de la cornisa que remata el primer cuerpo de la portada.
El remate superior que describe un amplio arco sobre la portada, y las dos pequeñas torres sobre columnas salomónicas, completan la composición de esta fachada.
El aspecto general de la portada corresponde a lo que Toussaint ha definido como barroco rico (4) y que algunos otros autores, como Hellendoorn (5) y Tovar de Teresa (6) consideran ecos tardíos del manierismo renacentista. Las columnas decoradas hasta un tercio del fuste, los plintos, arcos y franjas -totalmente saturadas con entrelazos, motivos vegetales y ocasionalmente con rostros- cóntribuyen a incrementar el efecto de vibración visual que tiene esta portada, como si la piedra fuera apenas un delgado y fino textil bordado, bajo el cual palpita la vida del edificio.
Las portadas laterales son más sencillas y de idéntica composición. Cada una consta de tres cuerpos. En el primero, dos pares de columnas jónicas sobre plintos flanquean la puerta de medio punto. Sus fustes llevan decorado manierista hasta el primer tercio. En el segundo cuerpo hay pináculos que rematan la trayectoria de las columnas del nivel inferior, mientras que otras columnas de orden compuesto de menor proporción, y más cercanas entre sí, enmarcan una hornacina con peana sobre la que se apoya una figura esculpida. En la portada norte, se trata de Moisés mostrando las Tablas de la Ley. En la que ve hacia el sur, está Santa Rosa de Lima. Finalmente, el tercer cuerpo es semejante al segundo, sólo que aquí la columnas de orden compuesto, decoradas en los tres tercios del fuste y abalaustradas, flanquean un óculo de forma octagonal.
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(4) TOUSSAINT (1962) p. 105.
(5) HELLENDOORN, pp. 102 a 104.
(6) TOVAR DE TERESA, pp. 156 a 157.
5.-OBRAS DE ARTE
Las pinturas del período virreinal que aún existen en la Catedral se concentran en las entradas principal y laterales, y en la sacristía. Cuando se ingresa al templo desde la Alameda de León se descubre a mano izquierda un enorme óleo fechado en 1720, que representa a San Cristóbal. A la derecha se pueden apreciar las milicias celestiales en una pintura que data probablemente de la misma época. Varios autores coinciden en señalar que ambas obras podrían atribuirse al Maestro Marcial Santaella. Al centro se encuentran dos cuadros, que representan el primero a Nuestra Señora del Perdón y el segundo a San José. Sobre la puerta principal hay una de las diversas versiones de la Asunción que existen en el templo.
En los brazos del crucero están situadas seis pinturas de diferentes temas y formatos, todas de factura colonial. La más sobresaliente es la que representa La Inmaculada Concepción. El cuadro es interesante, porque su formato apaisado contribuye a detener el movimiento ascendente con que normalmente se trata este tema. Parece como si su autor hubiese querido dejar las figuras suspendidas en la atmósfera celestial. El tratamiento es bastante verosímil y cuida, por ejemplo, el tamaño de las figuras de ángeles en perspectiva. Por lo tanto, el efecto final se acerca más al moderno espíritu del surrealismo que a las convenciones de la pintura religiosa virreinal.
Las ocho pinturas en la sacristía son también muy antiguas, especialmente la que representa en un semicírculo de seis metros el Triunfo de la Iglesia. Se trata de una intrincada composición con más de sesenta figuras. Las pinturas de San Bartolomé, San Esteban y la Asunción, que se encuentran en el mismo lugar, también son de gran calidad.
Sobre los pilares entre las naves laterales y las capillas hay 22 cuadros de fines del siglo pasado con retratos de obispos y efigies de santos. Pero una vez traspuesta la zona del presbiterio, cerca del Altar del Espíritu Santo, hay 12 pinturas de apóstoles atribuidas a Miguel Cabrera. De la misma época es una representación de la Santísima Trinidad que se encuentra en la Capilla de la Divina Providencia. Ahí también se puede ver una obra de mármol que representa al Obispo Gillow y expresa admirablemente la recia personalidad del prelado.
Muchas de las pinturas de principios de este siglo que decoran las capillas laterales se atribuyen al pintor poblano Daniel Dávila, quien se expresaba dentro de las normas del espíritu a la vez académico y romántico de su época. También las pinturas en lo alto de la Capilla del Sagrario son de época reciente y no están exentas de interés. En cuatro lunetos del lado izquierdo y en uno del lado derecho se representan escenas del Nuevo Testamento. En el tímpano de fondo hay una última cena que se alza por encima del retablo neoclásico reciente, al que flanquean dos figuras policromadas antiguas de excelente factura.
En el coro, aparte de la sillería labrada en madera, destaca el gran órgano de tubos en siete cuerpos, con soportes y cornisas labradas y doradas. Otro elemento de valor artístico es, sin duda, el Altar Mayor, obra importada de Europa por el Obispo Gillow en las postrimerías del siglo XIX. Combina mármol y bronce en finos detalles en relieve, de muy buena calidad. Sobre este altar se yergue el grupo alegórico de figuras de bronce, del que sobresale la Virgen de la Asunción, ejecutada en Italia por el escultor Tadollini.
Son digno de mención otros accesorios como el púlpito en la Capilla del Sag rario, excelente obra de ebanistería de estilo neogótico, cubierto por un tornavoz del que sobresalen espiras; los vitrales del fondo, del siglo XIX, que representan a San Pedro, San Pablo y al Espíritu Santo, y los vidrios en los canceles de las entradas, con figuras grabadas.
6.-OBRAS REALIZADAS
Se han repuesto azulejos en las cúpulas del templo y de los campanarios. En las demás bóvedas se reparó el enladrillado. El deterioro de la fachada principal se atacó desde cuatro frentes: reposición de elementos de cantera para restituir el trabajo estructural de la fachada; reposición de claves, cornisas y otros elementos de protección; reposición mínima de piezas faltantes para conservar vestigios de valor histórico o artístico; y protección de la superficie expuesta de las cornisas con enladrillados para dar pendientes al escurrimiento del agua. Cuando se hizo necesario substituir piezas completas, su labrado y colocación se hizo sobre plantillas del original. En la consolidación se emplearon técnicas de inyección de resinas epóxicas y morteros con aditivos expansivos en las grietas de la portada. La misma técnica se empleó en las esculturas y en las bóvedas del templo, con el auxilio de elementos de sujeción tales como grapas y pernos. La fachada se lavó con agua, jabón neutro y cepillo de raíz, y las puertas de madera se trataron con pentaclorofenol y aceite de linaza.
ELABORO: ARQ. ALBERTO GONZALEZ POZO
FECHA: 1986.
Inmueble de pertenencia
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La Asunción (San Marcial) (Catedral)