Nombre del Inmueble
Santa Cruz
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000578
Estado, Municipio, Localidad
Estudio Monográfico
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000578
Contenidos
1.-ANTECEDENTES
Esta población, como algunas otras ubicadas en el valle de Toluca, es producto de una serie de transformaciones de las que no queda ninguna evidencia: en efecto, de Santa Cruz Atizapán no se conservan informaciones ni documentos y todo cuanto se sabe ha trascendido por la vía de la tradición oral. Los antecedentes de los pueblos aledaños y varias de las circunstancias propias de la localidad permiten, sin embargo, formular las siguientes presunciones: el poblado se debe a colonizadores de linaje matlatzinca que se expandieron por las orillas de los lagos del valle de Toluca antes de incursionar por territorios situados más al sur; se desconocen el nombre y las condiciones que caracterizaron a la población hacia el final del siglo XV, cuando ocurrió la conquista de estas tierras por guerreros de Tenochtitlan enviados durante el reinado de Axayácatl (1). Es evidente, empero, que al pasar éste y otros poblados a formar parte de las jurisdicciones aztecas, adoptaron una larga serie de usanzas y costumbres entre las que destacó el idioma; puede afirmarse, en esa perspectiva, que en la historia de la localidad juega un papel relevante el periodo de ocupación mexica pues no sólo es lo primero que se antoja comprobable sino que hasta su denominación corresponde a aquel momento. Atizapán es una voz del náhuatl que se forma de atl, agua, y tizitl, tiera blanca, y que eventualmente puede interpretarse como en agua blanca o cerca del agua blanca (2).
La población debe haberse desarrollado como fue usual que lo hicieran las provincias agregadas a los territorios controlados por los mexica y que, en un número muy considerable, quedaron registrados en el instrumento fiscal más interesante del México antiguo y al que se deben muchos conocimientos sobre la capacidad de expansión de los aztecas: la Matrícula de Tributos. Es probable que Atizapán no haya sido un sitio tan destacado como para dar lugar a una fundación española, de manera que es atendible una suposición en el sentido de que el pueblo, al que ya se había encomendado a la advocación de la Santa Cruz, comenzó la etapa virreinal de su vida hacia 1526 (3), época que coincide con la formación de la hacienda de ganado bravo de Atenco, notable por haber sido el primer establecimiento de su género en el mundo. No sería pues demasiado aventurado suponer que uno o varios poblados como Santa Cruz Atizapán se comenzaron a organizar cuando Juan Gutiérrez Altamirano o sus descendientes promovieron labranza en campos cercanos a la hacienda de Atenco: esos pueblos colaboraron al desarrollo de la región con varias clases de alimentos, de cuya distribución se hacían cargo las autoridades locales, así como proporcionando el alojamiento que se hacia indispensable para los peones y, en general, todos los que de un modo u otro realizaban actividades vinculadas con la hacienda.
Quienes habitaron Santa Cruz Atizapán durante el virreinato, lograron prosperar y desvincularse de la sujección de la hacienda de Atenco; desde un punto de vista político, sin embargo, no hubo autonomía relativa sino hasta fines del siglo XIX cuando al crearse el municipio de su nombre, la actual cabecera y una pequeña extensión de tierras de cultivo fueron segregadas a la municipalidad de Almoloya del Río; a partir de entonces, y de nuevo haciendo un grupo con otras localidades del valle de Toluca, ha atravesado por las épocas buenas y malas que siempre tiene un sistema agrícola sujeto a presiones y decisiones que buscan beneficiar a habitantes de otros sitios: la antigua laguna de Lerma y el noble río de ese mismo nombre que recorre una gran porción del territorio nacional han cedido su vigor y sus caudales a satisfacer las necesidades de quienes viven hacinados en el cercano y complicado valle de México.
2.-EMPLAZAMIENTO
La localidad de Santa Cruz Atizapán forma parte del grupo de pueblos que se han desarrollado en los alrededores del nacimiento del río Lerma; en efecto, las fuentes de uno de los ríos más importantes del país hicieron propicia la actividad en un número muy elevado de comunidades, hasta que la sobreexplotación, y otras circunstancias atribuibles a la presión que ejerce la Ciudad de México, terminaron por desligar entre sí a los centros urbanos que habían adquirido mayor relevancia relativa.
Las características del suelo y del clima de la región encabezada por Atizapán han condicionado la vocación agrícola de la mayor parte de los pobladores del sitio, de manera que el pueblo es una interesante sucesión de viviendas campesinas organizadas y vinculadas mediante calles y espacios en los que se advierte la supervivencia de las normas de composición urbana que produjo la primera etapa del virreinato.
La capilla de La Santa Cruz, en esa perspectiva, ocupa el lugar de mayor jerarquía en el asentamiento, acompañada de la plaza central y de los edificios que alojan a las instituciones comunitarias. La ubicación de este recinto religioso no es particularmente distinta de las de otros inmuebles semejantes en localidades formadas y dispuestas de modo similar, pero lo que sí constituye una de las peculiaridades locales es que la actual fisonomía por lo menos del centro del pueblo se debe a la construcción de la iglesia en el mismo sitio que sirvió de asiento al primer templo con que contó la comunidad y que se quemó unos años antes de que se iniciara la segunda mitad del siglo XIX. El grupo que más destacaba entonces en Atizapán tuvo la capacidad de promover una nueva fábrica en la que se expresaran cierto tipo de voluntades tanto sociales como arquitectónicas y urbanas; es digno de consideración que se haya tomado la decisión de emprender las obras en el predio destinado desde muy antiguo al recinto de culto, con lo cual no sólo se atendió a una de las tradiciones formales del pueblo sino que se dió portunidad para replantear, con algunas adiciones de modernidad, el área abierta que ordena los trazos y hasta los rumbos que luego han de seguir las circulaciones por las que se accede a los terrenos de expansión de la localidad.
Un conjunto de trabajos llevados a cabo en Atizapán en los últimos doce o catorce años tuvieron por objeto revitalizar algunos de los espacios públicos de mayor interés. La plaza y las calles que conducen hacia las carreteras de acceso recibieron diversos grados de atención con lo que se buscó integrar la imagen urbana del pueblo. En la plaza y en los edificios que la definen se practicaron labores de distinta índole con fortuna francamente poco habitual, pues se mejoró de manera sustancial la calidad de los emplazamientos de los distintos edificios: la capilla, como el palacio municipal, que no son en verdad obras cuyos valores formales puedan considerarse como ejemplares, adquirieron una cierta relevancia en la medida en que la plaza se integró a sus propios espacios sin la interrupción de una circulación o de varios estacionamientos de vehículos.
La capilla cuenta con un atrio suficientemente generoso para crear no sólo una separación entre las varias construcciones, sino para limitar las funciones de las áreas exteriores del centro; la plaza, a su vez, no intenta sustituirlo ni ampliarlo sino quizá solamente contribuir a que en los ejes y remates visuales urbanos haya una mayor continuidad.
3.-ASPECTO HISTORICO
Igual que ocurre respecto de otros tópicos de la historia de Atizapán, poco es lo que se sabe acerca del desarrollo del inmueble de carácter religioso que ha contribuido a formar los perfiles más característicos de la población. No hay informaciones relativas al establecimiento de frailes en la zona, de manera que la localidad debe haber sido solamente visita de alguna parroquia cercana, probablemente Metepec, durante los dos primeros siglos del virreinato. El edificio desde el cual se atendió a la comunidad en una primera etapa bien pudo ser una instalación provisional o de materiales perecederos: esta suposición se funda en que la construcción inmediatamente anterior a la actual, y que fue uno de los valores sociales de la localidad, se inició a principios del siglo XVIII en el mismo terreno que se fijó para las obras comunitarias poco después de la definición de la traza. De las dos capillas primitivas, pues, no trascendieron más datos que los relativos a la ubicación y a la orientación toda vez que no se consignaron otras noticias en documentos o en testimonios.
La actual capilla dedicada a La Santa Cruz es el tercer inmueble que se construye en el espacio que señala el centro del poblado: la anterior,, como se anotó, fue comenzada hacia principios del siglo XVIII y, según afirman algunas tradiciones, terminada en el transcurso del segundo tercio de esa misma centuria. Aquel conjunto, del que algunos habitantes del pueblo afirman que fue el primero, se incendió y desapareció alrededor del 1870. El nuevo edificio, que ha llegado a nuestros días, se proyectó para el mismo terreno aunque con la salvedad de modificar la orientación: la portada de esta nueva fábrica comunica con la plaza principal del pueblo, de manera que contribuye a organizar uno de los ambientes más logrados de la zona, pues aún tratándose de obras más bien modestas, el palacio municipal, la iglesia, el jardín y algunas casas tienen en común las circulaciones y los remates visuales de mayor interés.
Los trabajos de edificación del nuevo templo se iniciaron en 1880 y se completaron después de varios períodos. La mayor parte de las labores se llevaron a cabo siguiendo un proyecto unitario, con lo que se ganó en unidad formal una parte de lo que se había perdido en riqueza arquitectónica. No podrían citarse momentos o fechas que, con precisión, correspondan a terminaciones parciales de la obra, pero basta señalar que, gracias a lo prolongado de algunas intervenciones, un sector de la población llegó, en tono festivo, desde luego, a modificar el nombre del pueblo: en efecto, gracias a la apariencia de los trabajos de construcción, la comunidad llevó la denominación de Santa Cruz Torremocha hasta que se terminó el campanario sur cerca del año 1945. La segunda torre también se continuó y fue terminada unos años después pero bastante antes de que se dieran por concluídos los trabajos en la capilla.
En los últimos años se han confundido la parte final de la fábrica y la inicial de las labores de rescate y puesta en valor: la fachada principal, que según informan los mayordomos y los cofrades, se acabó en 1974, también podría pasar por ser el primer motivo con el que arrancan una nueva serie de intervenciones. Los cambios en la decoración, en el mobiliario y en varias disposiciones de los elementos del interior de la nave son, evidentemente, el principio de los trabajos de reorganización, aunque vistos de otro ángulo, podrían pasar no solamente por la última etapa de la fábrica sino por ser integrantes del conjunto de trabajos complementarios que en verdad no se realizaron en su oportunidad pero que pueden considerarse como fundamentales.
4.-DESCRIPCION ARQUITECTONICA
Los espacios exteriores de la capilla de La Santa Cruz tiene el atractivo de formar el atrio al tiempo que se ostentan como partes importantes de las áreas abiertas del poblado. La barda que limita la propiedad federal, lo mismo que la portada por la que se accede al predio, son obras particularmente modestas que han adquirido un cierto valor en la medida en que desempeñan papeles de alguna relevancia en la organización de la plaza, y en los remates de las calles y las circulaciones que comunican tanto a la iglesia como al palacio municipal y a otros de los conjuntos que se ubican en el centro de la localidad.
La sección del terreno que se utiliza como atrio está pavimentado casi en su totalidad, de manera que tampoco en los pisos hay diferencias entre la vía pública y el vestíbulo del recinto de culto; los únicos elementos construidos sobre la plataforma atrial son algunos arriates que protegen tanto a árboles como a una serie de palmeras que no dejan de llamar la atención toda vez que han crecido en un medio que no puede considerarse entre lo más propicios para su especie. Al edificio se accede, por una sola puerta, pero tanto las fachadas laterales como la posterior se muestran sin obstáculos gracias a las dimensiones del atrio y a la calle que limita al terreno por el lado poniente.
La capilla ha sido completada a lo largo de diversas etapas constructivas y de acuerdo a un proyecto que se ha ido adaptando a las cambiantes circunstancias de la sociedad y de las disponibilidades de quienes contribuyen con aportaciones, con trabajo o con recursos. El diseño formal y constructivo del templo sigue, con las limitaciones propias de una comunidad como Atizapán y con la carga que pueden significar algunas interpretaciones, varias de las normas de composición que se consagraron en México como parte de la escuela neoclásica que se recreó durante muchos decenios del siglo XIX; en efecto, aunque los trabajos fueron iniciados hacia los últimos años de aquella centuria, son ostensibles las influencias de los arquitectos y constructores que encontraron en las formas clásicas medios de expresión que, junto con otras aportaciones locales, terminaron por dar carácter a numerosas ciudades y comunidades de México en el siglo XIX.
La fachada principal del edificio, que mira al oriente, está integrada por varios elementos que le dan no sólo sentido al conjunto sino una cierta jerarquía a toda la zona central del pueblo. Esa fachada, además, es sustancialmente distinta de los otros alzados pues mientras aquella incluye a una portada formal, éstos no son sino las elevaciones geométricas de los distintos componentes del arreglo estructural del conjunto. Los muros laterales y posterior, que son de sillares de piedra, se interrumpen solamente con los contrafuertes, y terminan en pretiles curvos que no hacen sino seguir las curvaturas de las bóvedas de la cubierta.
Los volúmenes que concurren a formar la fachada de acceso al templo se organizan en torno de la portada principal: se trata de dos torres de distintas calidades y dimensiones que rematan los lados del imafronte. Las dos se alzan sobre sendos cubos integrados al muro de apoyo: ambas constan de dos cuerpos de plantas cuadrangulares y ostentan vanos en forma de arcos de medio punto en cada una de sus caras. La del extremo sur es la más ancha y quizá la mejor proporcionada respecto de la masa de la iglesia, y, como la otra, termina en un remate abovedado que se distingue porque incorpora un reloj y u n juego de tres campanillas que forman parte del sistema sonoro del mismo instrumento. Las dos torres fueron construidas con piedra de la región a la que se agregó, en los marcos de los vanos y en las molduras y cornisas, una aplicación de canteras en tonos más claros que de alguna manera contribuyena aligerarlas.
La portada es una pieza arquitectónica muy peculiar por la libre interpretación que se hizo de las formas y proporciones clásicas ya mencionadas: dos pares de esbeltas columnas apoyadas en altas basas reciben, mediante dos secciones de entablamento, un frontón triangular en cuyo centro se labró una cruz de doble brazo. El vértice del triángulo señala un eje vertical que se utiliza para localizar los dos vanos que se abren en el muro, y que son la puerta de entrada a la iglesia, inscrita en un arco de medio punto, de cantera, y la ventana de coro que sigue trazos de arco apuntado para luego resolverse como ventana geminada, o doble ventana separada por una columnilla de metal que recuerda la disposición de un ajimez. En un segundo plano, peor también formando parte del remate, se alza un pretil de líneas mixtas en cuya zona central aparece un nuevo frontón de muy reducidas dimensiones. Los trabajos en piedra y de labrado en cantera que dan finalmente forma a la portada son, como todo en los exteriores de la capilla, de una humildad muy particular.
El interior del recinto sorprende por la aparente estrechez y la gran altura de la única nave. El esquema en planta de la iglesia corresponde a la disposición de una cruz latina, con crucero y cúpula entre el área de fliegresía y el presbiterio. La primera sección de la nave está dividida en cuatro tramos iguales a los que se cubrió, como al resto del edificio, con bóvedas de arista. Los cambios de plano de esas estructuras, lo que se llama las aristas, no se llegan a tocar porque al interrumpirse dejan lugar, en cada caso, a un medallón en el que se han pintado, muy recientemente, escenas de la Pasión de Cristo. La cúpula es una obra de interés pues aunque su apariencia exterior es apenas la de un volumen influido por soluciones de otros sitios, debe subrayarse que, por dentro, resulta una pieza de excelentes proporciones dada la altura de los elementos que la soportan, la inclinación de las pechinas y lo luminoso del tambor que distribuye los esfuerzos de su volumen. Cabe añadir que la decoración a base de pintura mural alcanza, además de las pechinas, a las ocho secciones de la cúpula y a los tramos que cubren los brazos del crucero y el presbiterio; todas las pinturas son de factura contemporánea y sus temas, como los mencionados antes, son los acordes a la advocación del templo.
El coro descansa sobre una bóveda similar a las anteriores pero, como el arco que la soporta, acusa un trazo rebajado gracias al cual se pudo salvar el claro entre los muros laterales. La solución estructurall de ese elemento corresponde a la época de la primera fábrica del templo, pero tanto el barandal como el mobiliario, incluido el de la nave, son aportaciones que se han hecho al conjunto en los últimos años.
El motivo principal de organización del interior de la capilla es el retablo que ocupa la zona central del presbiterio y que respalda al altar mayor: es un trabajo en que se hacen evidentes las intervenciones de carácter popular en el edificio pues se agruparon, de una manera tan ingenua como desinhibida soluciones de las más diversas procedencias en lo conceptual como en lo ornamental. Sobre un pedestal que sustituye a la predela y que permite la observación desde toda la nave, se alza la pieza, dividida en dos cuerpos y un remate; el primer sector muestra una caja central, en forma de arco apuntado, dentro de la que va un Santo Niño al que flanquean, en nichos laterales terminados como conchas barrocas, las imágenes del Sagrado Corazón y de la Virgen. El segundo cuerpo lleva un solo nicho en el que se aloja a la Santa Cruz a la que está dedicado el templo: en sus laterales, a modo de acompañantes se encuentran relieves decorativos que terminan en caras de ángeles. Esos pequeños trabajos escultóricos son interesantes porque se hallan sobre paños a los que definen unas peculiares columnas helicoidales que soportan a una sección salediza del entablamento. El remate del retablo, como frontón semicircular, sigue la forma del tímpano del ábside, en el que se pintó una más de las escenas que aluden a la Pasión de Cristo.
5.-NOTAS Y BIBLIOGRAFIA
(1) Enciclopedia de México, tomo 8, segunda edición, México, 1977, págs. 558 a 560
(2) Gobierno del Estado de México, Monografía del Municipio de Santa Cruz Atizapán, Toluca, 1973, pág. 14
(3) Gobierno del Estado de México, obra citada, pág. 13
Israel Katzman, Arquitectura del Siglo XIX en México, UNAM, México, 1973
Gobierno del Estado de México, Panorámica Socio-Económica en 1975, Toluca, 1975, 3 tomos
J. Trinidad Basurto, El Arzobispado de México, jurisdición relativa al Estado de México, edición preparada por Mario Colín con adiciones y notas a la obra original del padre Basurto publicada en 1901; Biblioteca Enciclopédica del Estado de México, tomo LX, México, 1977
José Rogelio Alvarez Noguera, El Patrimonio Cultural del Estado de México, primer ensayo, Biblioteca Enciclopédica del Estado de México, tomo CX, México, 1981
ELABORO: ARQ. JOSE ROGELIO ALVAREZ
FECHA: 1984
Inmueble de pertenencia
Nombre del Inmueble
Santa Cruz