San Bartolomé Apóstol

Antecedentes históricos

La parroquia de San Bartolomé Apóstol, en la cabecera municipal de Tuxcueca, es una de las iglesias que mejor podrían representar la arquitectura religiosa del siglo XIX y, por extraño que parezca, también a las intervenciones que han tenido lugar en el curso de los decenios de la primera mitad del siglo XX.

La iglesia ocupa un lugar de relativa importancia en el centro de la población, al norte de la plaza principal pero sin que su fachada principal participe de ese espacio público abierto. La obra está orientada de oriente a poniente, como fue una tradición desde los primeros años de la ocupación española en varios sitios del país. En la parroquia, y particularmente en su atrio, ocurre una circunstancia tan importante como lamentable: en el curso de los años más recientes fue construida una nueva iglesia en frente de la obra histórica. Ello con el propósito de sustituir el antiguo espacio por uno nuevo, objetivo que finalmente no fue alcanzado toda vez que el nuevo edificio -de un volumen mucho mayor que la parroquia original- presentó fallas en su sistema estructural y ha debido ser abandonado justo en frente y a metros de la obra histórica.

El atrio de la parroquia, en esas circunstancias, es un espacio ocupado por un gran volumen que no cumple ninguna función y que de varios modos agrede a la obra del siglo XIX sin que nada lo impida y sin que nada parezca que podrá impedirlo en el futuro. El atrio se convirtió por ello en un espacio ilegible y la parroquia apenas si puede ser observada en su totalidad.
Más allá de la mala situación visual en la que se encuentra la obra, conviene precisar que se trata de un edificio completo y en buen estado de conservación. La presencia -y sobre todo la cercanía- de la nueva obra no impide finalmente establecer algunas apreciaciones específicas de la iglesia: vista desde el noroeste, la obra se ostenta construida con mamposterías de piedra que luego fueron aplanadas y pintadas. La fachada principal fue resuelta con una interesantísima solución que vincula a dos vanos, la puerta de acceso, abajo, y la ventana de coro, arriba. La primera es un arco rebajado que va flanqueado por dos columnas cuyos capiteles contribuyen a soportar un entablamento a la manera clásica, primero, y la plataforma de un balcón, después. Esa solución de una ventana de coro con balcón es francamente poco frecuente en este tipo de edificios. Así como dos columnas acompañan al arco de acceso, dos pilastras lo hacen con el vano del coro y todavía se prolongan hacia arriba hasta encontrar la cornisa que corre a lo largo de la portada tanto para rematarla como para protegerla.

Sobre el nivel de esa cornisa se eleva la torre del campanario, que es una sola y que fue construida sobre una planta de trazo cuadrado y con dos cuerpos y remate. Los vanos que ostenta en cada cara son iguales entre sí y son arcos de medio punto en los que destacan sus molduras, desde las impostas hasta las cornisas de los entablamentos. La única diferencia entre los vanos del cuerpo bajo respecto de los del nivel superior son los acabados de pintura en sus jambas y sus intradós. Cabe decir, además, que el entablamento del primero es un tanto más discreto en dimensiones mientras el del piso alto es más alto y vuela más respecto del muro que lo sostiene.

El interior de la nave de la parroquia es el de un salón con planta en forma de cruz latina si bien los brazos del crucero que se presentan son ampliaciones que proceden de una obra relativamente reciente. La nave originalmente fue de trazo rectangular y sus muros de mampostería fueron terminados a la altura del entablamento que recorre el recinto para luego ser, a la altura de las bóvedas, paramentos de tabique en los que se abrieron las ventanas. La solución de muros mixtos hizo posible la construcción de las bóvedas de arista que la obra conserva hasta el momento. Los soportes de esas cubiertas son, aparte de los muros mencionados, pilastras del lado interior y contrafuertes dispuestos en el exterior.

El complejo visual más interesante del templo es el que forman el presbiterio y su retablo, una pieza de linaje popular con una grave ascendencia de carácter neoclásico: se trata de una obra de madera, yeso y otros materiales que forma un pórtico muy elaborado de un solo cuerpo y un remate. El cuerpo inferior lleva dos pares de columnas que soportan un grueso y complejo entablamento que aloja abajo un ciprés y que recibe, arriba, una nueva composición a base de pilastras. En el ciprés se encuentra un Cristo en la Cruz de buena factura y en el nicho superior va la figura del apóstol San Bartolomé. En las calles laterales, a ambos lados del pórtico central van las imágenes de la Purísima Concepción y de San José con el Niño, a la izquierda y a la derecha, respectivamente.

El objeto que hace las veces de retablo se encuentra en muy buenas condiciones, lo que revela la existencia de programas de mantenimiento y de atención constante al edificio, todo lo cual, sin duda, es incompatible con la ya mencionada decisión de construir una nueva parroquia frente al acceso de este edificio. Si bien todas las esculturas y la imaginería del templo en general son piezas populares, es un hecho que el Cristo y el San Bartolomé son obras de mérito.

El nuevo edificio es una obra de planta en forma de L que aloja varios tipos de espacios: al lado de lo que podría considerarse la nave principal se extiende un salón de uso comunitario y frente a ambos se hallan algunas dependencias que no han entrado en uso. Como se mencionó antes, la construcción presentó fallas estructurales suficientes como para retrasar, o evitar, su puesta en operación y fue cerrado por razones de seguridad. Es una lástima que los recursos de una comunidad -siempre insuficientes para la mayor parte de sus necesidades- hayan sido aplicados en una obra tan costosa como inútil. Ahora, en marzo de 2009, habría que ver la manera de demoler un edificio riesgoso para cualquier tipo de uso pero cuya desaparición simbólicamente también puede representar una pérdida de fondos para el pueblo.