Es difícil hablar de un retablo porque en realidad este presbiterio está ocupado por un gran camarín colocado debajo de un baldaquino, rodeado por dos nichos muy ornamentados. Estos nichos de poca profundidad, formados por un arco de medio punto, rematan con un alfiz con ornamentación fitomorfa dorada y un remate curvo en forma de guirnalda también dorado. En absoluta simetría y correspondencia se ubican uno a cada lado del baldaquino de la Virgen. A la izquierda está San Buenaventura, el franciscano que defendió a la concepción inmaculada de María y a la derecha San Francisco de Asís, fundador de la orden de frailes menores. Entre ambos nichos se encuentra el baldaquino de cantera, formado por tres columnas de fuste estriado, con el tercio moldurado y dorado. que se encuentran en grupo de tres a cada lado, rematados con capitel corintio dorado. Un friso circular ornamentado da pie a una cornisa moldurada, sobre la que se levanta un cupulín que sirve de coronamiento a la estructura. En el centro, se ve el escudo franciscano con los dos brazos cruzados, el de Cristo y el de San Francisco y detrás de él, a Cristo soltando el brazo de la cruz y abrazando a San Francisco. El conjunto resulta de un neoclásico abarrocado, un buen ejemplo de lo que Francisco de la Maza llamó barroco (neoclásico) republicano, donde las formas del repertorio clásico reinterpretado, y unido a un lenguaje formal barroco, da como resultado algo diferente.
