Pintura en la que se observa a la Santísima Trinidad, vemos arriba al Espíritu Santo en la forma de una paloma, rodeado de querubines; abajo a la derecha, a Dios Padre, representado como un hombre calvo, de edad avanzada y barba larga; viste de blanco con una túnica rosa y sostiene un cetro; a su derecha está Cristo, de pelo largo y barba, vistiendo de azul, se observan los estigmas en pies y manos; con la mano izquierda señala una cruz que sostiene con la derecha. En la parte superior de la cruz se observa una corona de espinas y en la parte inferior de la cruz está enroscada una serpiente; la cruz se apoya en el libro de siete sellos. En el extremo izquierdo hay un angelito rezando y otro sostiene las tablas de la ley. En el extremo inferior hay una esfera azul sobre la cual observamos a unos angelitos rodeados de nubes. Según el Dogma católico definido en el Primer Concilio de Constantinopla (381), las tres personas de la Trinidad son realmente distintas pero son un solo Dios verdadero. Esto es algo posible de formular pero inaccesible a la razón humana, por lo que se le considera un misterio de fe. Dios no es creado, Dios es, no está limitado por el espacio ni el tiempo. El Espíritu Santo es Dios y no una fuerza como pretenden otros grupos minoritarios por lo tanto el Espíritu Santo es una persona y como tal tiene cualidades. En clases de catequesis se suelen utilizar símiles sencillos para entender la trinidad, por ejemplo, comparándola con el agua, pues el agua tiene tres estados: sólido, líquido y gaseoso, pero en cualquiera de los tres sigue siendo agua, aunque este ejemplo no aclara la problemática de la relación entre las personas divinas. Agustín de Hipona, por su parte, comparó la trinidad con la mente, el pensamiento que surge de ella y el amor que las une. Finalmente, otros teólogos clásicos, como Guillermo de Occam, afirman la imposibilidad de la comprensión intelectual de la naturaleza divina y postulan su simple aceptación a través de la fe. El misterio de la fe cristiana que más ha hecho pensar a los teólogos y ofrece mayor dificultad a nuestra mente ha constituido siempre un arduo problema para los artistas, al tener que expresar gráficamente la consustancialidad de tres personas que son un solo Dios. Los límites de la imaginación humana obligan, a recurrir al antropomorfismo para representar seres sobrenaturales, cuya conformación ignoramos. En el caso de la Santísima Trinidad, este recurso a la figuración humanizada de las tres personas tiene el riesgo de desorientar en cuanto a la unicidad de Dios y hacer pensar en tres dioses, conduciendo a la idolatría. El símbolo esquemático de la Trinidad es el triángulo equilátero, que a veces se complementa con un círculo tangente exterior que pasa por los vértices o interior, tangente a los puntos medios de los lados. La combinación de ambas figuras geométricas simbolizará la Trinidad y al Universo. Del triángulo pueden salir fulgores o rayos. Suele representarse a Dios Padre con aureola triangular. La tendencia antropomorfista del arte cristiano imagina a las personas de la Santísima Trinidad representadas por tres varones. Los tres visten túnicas y tienen análoga apariencia, posiblemente con esfera y cetro en las manos. Pueden diferenciarse llevando tiara el Padre, mostrando sus llagas Cristo y dotado de alas el Espíritu Santo. Una variante de esta representación reservará el aspecto humano al Padre y al Hijo, pero mantendrá la figura tradicional de paloma blanca para el Espíritu Santo. En otra versión, el Padre está caracterizado con amplias barbas y entronizado, sostiene ante Él la cruz de la que pende Cristo y sobre la que se posa la paloma del Espíritu Santo.
