En esta doble representación tenemos a la izquierda, un calvario que da la impresión de haber sido repintado. El crucifijo está a un lado de la calavera de Adán, pero sobre todo hay una desproporción absoluta entre la calavera y la cabeza de Cristo. El color café se siente ajeno. A la derecha pasa lo mismo. El Padre Eterno en el sillón se siente monstruoso y la pintura café como una mancha.