Conversión de San Pablo

Descripción del bien mueble

Representación del momento de la conversión de San Pablo, al dirigirse rumbo a la ciudad de Damasco al perseguir a todo creyente cristiano que encontraban, al ver una luz en el camino, caen del caballo Saulo y todos los que le acompañan. En la parte superior del lienzo aparece Jesús sobre una nube, de medio cuerpo con túnica roja, Le pregunta el porqué de la persecución de los cristianos. Esta escena se basa en la narración de los Hechos de los Apóstoles: "...Con ese propósito me dirigía a la ciudad de Damasco, autorizado y comisionado por los jefes de los sacerdotes. Pero en el camino, oh rey, vi a mediodía una luz del cielo, más fuerte que la luz del sol, que brilló alrededor de mí y de los que iban conmigo. Todos caímos al suelo, y oí una voz que me decía en hebreo: "Saulo, Saulo, ¿Por qué me persigues? Te estás haciendo daño a ti mismo, como si dieras coces contra el aguijón. Entonces dijo: "¿Quién eres, Señor?" El Señor me contesto "Yo soy Jesús, el mismo a quien estas persiguiendo". Pero levántate, ponte en pie, porque me he aparecido a ti para que me sirvas y para que seas testigo de los que ahora has visto y de lo que todavía has de ver de mí. Te voy a librar de los judíos y también de los no judíos, a los cuales te envío. Te mando a ellos para que les abras los ojos y no caminen más en la oscuridad, sino en la luz; para que no sigan bajo el poder de Satanás, sino que sigan a Dios; y para que crean en mí y reciban así el perdón y una herencia en el pueblo santo de Dios. Así que, oh rey Agripa, no desobedecí a la visión del cielo, sino que primero anuncié el mensaje a los que estaban en Damasco, luego a los de Jerusalén y de toda la región de Judea, y también a los no judíos, invitándolos a convertirse, y a volverse a Dios, y a hacer obras que demuestren esa conversión. Por ese motivo, los judíos me arrestaron en el templo y quisieron matarme. Pero con la ayuda de Dios sigo firme hasta ahora, hablando de Dios a todos, pequeños y grandes. Nunca les digo nada aparte de lo que los profetas y Moisés dijeron que había de suceder: que el Mesías tenía que morir, pero que después de morir sería el primero en resucitar, y que anunciaría la luz de la salvación tanto a nuestro pueblo como a las otras naciones..." (Hechos 26: 12-23).