La imagen del pastor como símbolo cristiano se remonta a la época del paleocristianismo, y se encuentra ya utilizada en las catacumbas. Aunque su uso fue de origen popular, la Iglesia aceptó el paralelismo de Cristo como el Buen Pastor y el de su Madre como la Divina Pastora, que intercede y vela por el género humano, representado por las ovejas. En el año de 1703, bajo el vestido y aspecto de una pastora, la celestial Señora se apareció al capuchino Isidoro de Sevilla y le pidió que se le honrara bajo esta imagen. Erigida en patrona de los Misioneros Capuchinos de Cataluña, este nuevo tipo iconográfico de la Divina Pastora, se extendió pronto por todas las regiones españolas y sus posesiones en América. En este lienzo la Divina Pastora, apacienta a su rebaño, compuesto por ovejas que llevan en el hocico una rosa, símbolo del amor a la Virgen. En segundo plano se observa la lucha de San Miguel Arcángel contra el demonio para salvar a una oveja descarriada. ("Pintura Novohispana", t. II. p. 97)
Observaciones del bien mueble
Presenta el lienzo flojo por lo que requiere de cambio en los bastidores, además de desprendimientos de la capa pictórica en la parte inferior.