Representación del Espíritu Santo en forma de paloma vista en perspectiva, con las alas extendidas hacia los lados y un resplandor de madera tallada y dorada. La paloma ha llegado a ser la representación simbólica por excelencia del Espíritu Santo. Según el relato del Génesis, la paloma anuncia el final de la catástrofe (Gen. 8, 1-12), lo cual la hace emblemática de la Paz. En el arte paleocristiano, la paloma simbolizaba también el alma del justo; la muerte se representaba por la salida de una paloma de la boca del creyente: iconografía que recoge la tradición anterior del pájaro como forma visible del alma.