Se trata de la imagen sintetizada de la figura de María en el misterio de su inmaculada concepción. A partir del siglo XVII en España, con el tratado de Francisco Pacheco y la trascendencia de las obras de Murillo, la representación de esta imagen quedó fijada como una mujer núbil de cabello suelto, vestida de túnica blanca y manto azul (colores que aluden a su pureza) con las manos llevadas al pecho, juntas y en oración y la rodilla flexionada como un efecto de movimiento a la figura. Ésta se encuentra posada sobre la luna y un banco de querubines que le sirven de peana.