Según el evangelio de san Lucas, el ángel Gabriel fue enviado a ver a una mujer llamada María, casada con José, de la casa de David, en la ciudad de Nazareth, para anunciarle que iba a tener un hijo. La saludó diciéndole: Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo. Ante el anuncio de Gabriel, la virgen respondió con turbación que no conocía varón. El ángel le anunció entonces la venida del Espíritu Santo. Este es el momento que se representa en esta pintura, donde la Virgen María está recibiendo al Espíritu Santo con los brazos abiertos. Su gestualidad unida a la serena y dulce expresión de su rostro, abundan en la aceptación de su milagrosa maternidad. La vestimenta rompe los cánones de la tradición, pues su vestido es amarillo, que ciñe con un fajo verde claro y se cubre con un manto rojo. Lleva un pañuelo blanco en la cabeza. Como es tradicional, la escena transcurre en un interior. Sobre la mesa hay un vaso con azucenas como símbolo de pureza y en el piso un cesto con labores de costura que acentúan la intimidad del espacio.