Escultura de una mujer que representa a la virtud de la esperanza, una de las tres vitudes teologales; se la reconoce porque lleva en sus manos el ancla, símbolo de la llegada a puerto seguro, motivo iconográfico usado desde los primeros cristianos para representar la certeza de la vida eterna. Sus ropas son de tonos verdes, color comunmente asociado a la vida y la esperanza.