Este cuadro presenta a San Pedro, al que reconocemos por llevar las llaves en la mano, que son las del reino de los cielos concedidas por Jesucristo a Pedro por ser cabeza de la Iglesia.
San Pedro tiene el seño fruncido y las lágrimas le corren por las mejillas en señal de arrepentimiento, por haber negado a Jesucristo la noche del prendimiento.