En el justo medio de la composición se encuentra el sacerdote que está celebrando la unión de José y María, tomando las dos manos de los contrayentes. José tiene en la otra mano la vara florida y María sostiene el manto azul que lleva sobre el vestido rosa. Ella tiene algunos adornos, aretes y un broche con el que sostiene un pañuelo sobre el pecho. Pero ya se han limitado los escotes y los brillos y las joyas que comenzaron a usarse a fines del siglo XVII y que provocara la censura absoluta del IV Concilio Mexicano. Detrás de san José hay un personaje que mira directamente al espectador. Era una costumbre muy extendida entre los pintores hacer un autorretrato o incorporar el retrato de un donante. Esto también causó muchas críticas, especialmente del arzobispo Pérez de la Serna en el siglo XVII, pero se siguió haciendo, pues era una práctica heredada de siglos anteriores.