En Mesopotamia y Egipto se usaron sobre las cabezas elementos para distinguir a los divinos y semidioses del resto de los mortales. En el cristianismo es conocido, también, con el nombre de "halo" y es representado en forma de un aro flotando sobre la cabeza como símbolo de la santidad. También, se representa como un resplandor en forma de diadema especialmente en las imágenes de Dios en sus diversas personas y en la de Santa María.