El año de 1764, se mandó construir el primer retablo, con columnas salomónicas y roleos tallados en madera, el cual fue pagado por el señor González, existen testimonios del mismo en los archivos de la congregación. De este retablo sólo queda la pintura original de la Virgen de Guadalupe realizada por Miguel Cabrera, además de las dos puertas de madera tallada. Los inicios del siglo XIX señalaron el triunfo de un nuevo criterio estético, que denotaba el resurgimiento del estilo neoclásico como modelo por excelencia; esta tendencia elimina la madera y otros materiales y los sustituye por mármoles y canteras; ejemplo de ello es el actual retablo. Retablo neoclásico, de un cuerpo con tres calles y remate. La base o sotabanco está decorado con cinco fustes en forma de roleos dorados. Se distinguen sendas puertas de madera tallada con arco conopial. Sobre la base, en la parte central, se ubica el Sagrario. En el primer cuerpo hay tres calles, en cada entrecalle se localiza una escultura religiosa: a la izquierda, San Joaquín, y a la derecha, Santa Ana, ambos con dos pilastras decoradas con roleos y jarrones como remates. En la parte central, la pintura de la Virgen de Guadalupe resalta entre dos columnas jónicas. En la parte superior hay un frontón roto como remate, también el estofado de San Juan Nepomuceno, dentro de un nicho rectangular, con una pilastra decorada con roleos a los lados.
Observaciones del bien mueble
Retablo de cantera recubierta con estuco que pretendió imitar las características del mármol. Para evitar un mayor deterioro la cubierta de cantera del altar se cubrió de madera.
