San Antonio tuvo una visión durante un viaje a Francia, según el cual la Virgen María le entregó a su hijo. Este tema tardío, se convirtió en uno de los preferidos por la pintura barroca de la Contrareforma, especialmente en la española y flamenca. A partir de este momento es cuando el Niño Jesús se convirtió en el atributo común de san Antonio de Padua. Lo que ha variado algo con el tiempo es la relación entre el santo y Jesús. En esta pintura la relación física no solamente es muy cercana, pues ambos personajes se están abrazando, sino también acariciando de una manera amorosa. Este tipo de acercamiento pertenece a períodos como el avanzado siglo XVIII, cuando los sentimientos se expresan más claramente. Obedece además a otro tipo de reflexión religiosa, que busca una filiación sentimental en el devoto.