Esta escultura de tamaño natural nos muestra un santo de rostro y mirada apacible que sonríe mientras contempla el rostro del niño Jesús. La sensación de movimiento que se desprende de la figura es producto de la actitud del niño que intenta alcanzar las gladiolas que San Antonio sostiene con su mano derecha, y por la misma posición del santo que mantiene flexionada una pierna como si estuviera caminando.