Este apóstol rompe con el esquema adoptado por el pintor para la realización de esta serie, ya que el rostro fuertemente individualizado se acerca más a un retrato. La mirada es firme y frontal, el gesto de la boca imperativo, el frunce del ceño da mayor severidad al conjunto. Lo demás sigue las convenciones del resto. Con una sola mano detiene el libro y la cruz latina que es siempre su atributo. En la parte lateral inferior izquierda del cuadro se ven simultáneamente, la llegada de Cristo resucitado, triunfante, con su estandarte blanco con cruz roja y adelante de esta escena, otra en la que el mismo Cristo saca a los muertos de las tumbas.