En la escena, San Francisco de Asís y San Antonio de Padua aparecen vestidos con el hábito marrón de la Orden, capuchón y arrodillados frente a un altar donde está colocado un crucifijo y un libro abierto; San Francisco lleva la huella de los estigmas, mientras que San Antonio porta un libro cerrado sobre el que se apoya la figura del Niño Jesús.