San Joaquín acompaña a su hija María en este retablo. La imagen absolutamente convencional, muestra al santo como un anciano de barba blanca. Lleva un cayado y un manto rojo cae sobre el hombro. La cabeza muestra ciertas arrugas y enfatiza el hundimiento de los pómulos para darle mayor edad. Las manos son grandes y están abiertas intentando un cierto movimiento.