La situación de san José en los libros canónicos es mínima y como es sabido, su historia se completó y difundió a través de los evangelios apócrifos y la Leyenda Dorada. De todos modos, su participación en la iconografía cristiana no se fue modificando sino hasta el siglo XVIII, cuando su protagonismo aumentó considerablemente. Este es un buen ejemplo de los anteriores razonamientos; San José está parado sobre el mundo y lleva corona: es el rey del mundo. Jesús está en sus brazos como un niño, no solamente es pequeño en tamaño, sino también en cuanto a su posición de recogimiento en el abrazo paterno. Además lleva la cruz en sus manos, como anticipación de sus futuros sufrimientos.