Esta imagen debe haber formado parte de una crucifixión, pues San Juan Evangelista eleva los ojos hacia una cruz donde transcurre el drama de la muerte de Cristo. Las manos se abren y los brazos se levantan. La cabeza está inclinada hacia arriba. La recuperación del gesto total es lo que da validez a la figura. El trazo de las líneas del traje, rectas y profundas, contrastan con las del manto, cuyas fuertes diagonales intentan dar cierta movilidad a la figura.