De no ser por la presencia de san Joaquín y de la Inmaculada Concepción como elementos principales en el altar mayor de la iglesia parroquial, esta escultura de santa Ana sería difícilmente reconocible en otro contexto. La juventud de su rostro y cuerpo contrasta con la de su compañero y, al igual que éste, ha sido repintada en su totalidad, dándole un tono amarillento a su piel y una incredibilidad mayor a la imagen.