La santa dominica aparece arrodillada frente al altar donde se ve un crucifijo. Santa Catalina tiene los brazos abiertos en seña de aceptación y en ambas manos se ven las señas claras de que ha recibido los estigmas de Cristo. También la herida del costado, que se destaca del hábito blanco. La santa eleva la mirada hacia el Cristo, con gesto de resignación y acatamiento. La imagen de Cristo se destaca sobre un fondo rojo. La pintura está en muy mal estado de conservación y aún así conserva valores plásticos indudables: la expresividad del rostro, la proporción de las figuras entre sí y de las figuras en el espacio y una paleta reducida pero manejada con gran plasticidad.