Pintura de formato vertical en la que se puede observar a una figura femenina de cuerpo completo con las manos en oración y mirando hacia arriba. A su lado, una mesa con objetos relacionados con la vanidad: alhajas, perfumes, un espejo, un pequeño retrato. Estos elementos permiten reconocer a María Magdalena que ha sido representada abandonando sus posesiones para dedicarse a una vida de virtud. Los objetos hacen referencia a su vanidad con la que se la ha relacionado y representado como pecadora, estas apreciaciones también están relacionadas con el cabello largo de Magdalena. La mujer porta ricas vestiduras subrayadas por los brillos de las telas. Hacia el lateral derecho se ha colocado un cortinado y sobre el izquierdo se representa un rompimiento de gloria. Esta imagen señala el momento de su conversión.
La obra está intervenida y pintada de manera muy esquemática.
Según San Lucas, María Magdalena era natural de Magdalena, al noroeste del lago Tiberíades y fue una de las mujeres que atendieron a Jesús y sus discípulos. Por el texto del propio san Lucas y el de san Marcos se sabe que Cristo expulsó de ella a siete demonios.
La hagiografía occidental aparece como la encarnación de la pecadora que lavó con sus cabellos y lágrimas los pies de Jesús en casa de Simeón. Fue la primera en contemplar a Cristo después de su resurrección.
Las imágenes de María Magdalena pecadora fueron muy del gusto medieval mientras que a partir del Renacimiento y en el arte de la Contrarreforma se prefirió representarla en su vida de arrepentimiento.
