La monja carmelita que vivió su breve vida en Lisieux, Francia, (1873-1897) aparece representada con el hábito de la orden y el crucifijo y las flores que son sus atributos más característicos. Esto se debe a que cuando murió prometió que enviaría del cielo una lluvia de rosas que tomarían la forma de mercedes y milagros. Como murió muy joven se la representa con esas características. La belleza de la santidad se ha idealizado de manera tal que se relaciona directamente con los rasgos finos, la mirada serena y firme, las mejillas sonrosadas.