Imposible de identificarlo por la falta de atributos, esta escultura resulta llamativa por varios motivos. La cabeza del santo tiene un rostro delgado de pómulos prominentes de cuya nariz se desprenden dos profundas marcas faciales. El acercamiento de la fotografía muestra unas comisuras labiales marcadas y unas orejas detalladas. Sus manos entreabiertas y la postura de sus piernas tienen una actitud de ir caminando. Los ojos están pintados, sin agregados como vidrio, pelo, etc. A pesar de los terribles repintes, es posible ver que debajo hay huellas de un fino estofado. Esto y la forma de hacer la cara, además del concepto general de la escultura, la colocan en el universo formal del siglo XVI.