Varios son los motivos que permiten suponer que este retablo estaba dedicado originalmente a la Virgen de Guadalupe. En el crucero, hay un gran medio punto que narra la aparición de la pintura en el ayate de Juan Diego ante el arzobispo Juan de Zumárraga, que da unidad al espacio. Pero también la escultura tiene una adecuación perfecta al espacio en el retablo. La calle central del segundo cuerpo, con un gran cortinaje que se abre de manera espectacular, recibe a la escultura que sigue los cánones establecidos para este tipo de imágenes. La diferencia estriba en un mayor movimiento en el vestido y la capa, así como más marcada la rodilla derecha en señal de movimiento. El conjunto está dorado y policromado. Tanto la corona como los rayos son de metal.