Nombre del Inmueble
Del Calvario
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000390
Estado, Municipio, Localidad
Estudio Monográfico
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Contenidos
1.-CONTEXTO URBANO
Las diez capillas del Viacrucis que aún subsisten fuera del templo de San Francisco forman un recorrido más o menos lineal que va de sur a norte y culmina en el conjunto de El Calvario. En ese trayecto, se va pasando por distintos ambientes del barrio de El Alto, que le dan mucha variedad a los distintos emplazasmientos.
La capilla de los Dulces Amantes o Finos Amantes, que constituye la cuarta estación, se encuentra prácticamente adosada al conjunto franciscano, aunque tiene su acceso totalmente independiente por la transitada calle 14 Oriente, que es la salida tradicional hacia Veracruz. Todo el tránsito que sube y baja hacia el sector oriental de Puebla pasa frente a sus puertas, lo mismo que frente a la capilla del Cireneo, situada en la acera de enfrente. Ambas se encuentran a pocos pasos de la pintoresca plazuela que se forma frente al Mercado de El Alto, construído en los años treinta. La plaza no es muy grande, pero igual se montan en él tianguis los fines de semana, por lo que es muy concurrido. Varias casonas de notable aspecto rodean a este espacio. En una de ellas, la que hace esquina con 14 Norte, dotada de un portal de cuatro arcos muy hermoso, se han ubicado recientemente las oficinas del Consejo del Centro Histórico de Puebla.
La sexta estación del Viacrucis, la capilla de la Verónica, está ubicada a una cuadra de distancia, en una pequeña rinconada que se forma frente al atrio de la parroquia de La Cruz. Es lugar recogido, fuera del ajetreo que desemboca frente al atrio parroquial. Desgraciadamente, comparte el atrio con otra construcción reciente de tres niveles, de muy escasa calidad. No obstante, las calles de acceso conservan sus empedrados y las aceras sus baldosas de cantera labrada.
El contexto en torno a la capilla de Plateros es muy distinto, ya que está en la cercanía de varios establecimientos industriales y bodegas. Aún conserva una plazuela, ubicada en la esquina de 18 Oriente y 12 Norte, con una fuente barroca algo descuidada, pero aún atractiva. La capilla hace conjunto con un hospital privado de aspecto antiguo, con algunas modificaciones contemporáneas en su interior. No se abre al público normalmente, ya que funciona como capilla privada del hospital.
La capilla de las Piadosas, octava estación del Viacrucis, tampoco está abierta al público. A un lado de ella pasan raudos los vehículos que bajan por la calle 22 Oriente hacia el centro de Puebla, y su angosto atrio sólo tiene acceso desde un área recreativa del Instituto de Desarrollo Integral de la Familia de Puebla (DIF). Este aislamiento actual contrasta con la situación abierta que tuvo a principios de siglo, según fotos de la época.
El conjunto de las capillas del Calvario se encuentra muy próximo, aunque en una posición más elevada, ya en las estribaciones del cerro de los Fuertes. También se accede a él a través del parque del DIF, que además tiene ahí sus propias instalaciones administrativas. Hay otras casas y construcciones recientes que solo dejan ver la portada atrial del conjunto. Como el sitio es arbolado, la visión hacia las capillas se dificulta aún más.
2.-ANTECEDENTES E HISTORIA
A principios del siglo XVII, un grupo de hermanos terciarios de San Francisco decidió hacer un conjunto de capillas para las procesiones del via crucis durante la semana mayor. El cabildo de la ciudad, en 1606, dio el terreno necesario en merced a Benito Conte Labaña, quien lo entregó a Francisco Barbero, miembro de la Tercera Orden de San Francisco, el 21 de julio de 1615. Barbero hizo las primeras ermitas de adobe y las entregó a su vez a los religiosos franciscanos en 1622. El virrey, marqués de Cerralvo, autorizó la cesión hasta 1628. El 5 de abril del mismo año se obtuvo el permiso eclesiástico para poder oficiar en esos templos.1
Se construyeron trece capillas además de la propia iglesia de San Francisco, para integrar las catorce estaciones que componen la ruta dolorosa. Esta se iniciaba precisamente en el templo franciscano, considerado la primera estación, en la que se recuerda el azotamiento de Jesús en la casa de Pilatos.
La capilla de la segunda estación estaba dedicada al momento en que Cristo es cargado con el madero. Fue obra de Diego Marín, y tenía su retablo y su sacristía. Sin embargo, no subsiste, ya que se destruyó en el siglo XIX.
A un costado de la puerta lateral del templo de San Francisco se encontraba la capilla de la tercera estación, que correspondía a la primera caída de Cristo con la cruz. El encargado de edificarla fué, en este caso, el franciscano Jacinto Rosales. Desgraciadamente, esta capilla tampoco se conserva.
La capilla de los Finos, Fieles o Dulces Amantes, como se le conoce en la actualidad, correspondía a la cuarta estación, en que se hace referencia al encuentro de Jesús con su madre en la calle de la Amargura. Fue levantada por don Gaspar Toreno entre 1616 y 1620, y luego de su muerte la arregló el alférez don Marcos Nieto. A pesar de su cercanía al templo franciscano, el inmueble no perteneció a la orden de los Hermanos Menores. Incluso, después de la revolución mexicana se entregó a un particular como compensación por los daños causados durante la guerra.2 En la década de los años 60 del presente siglo, la capilla fué ocupada por un taller de fundición. De su decoración sólo quedan algunos restos de altares neoclásicos de argamasa.
El templo del Cireneo era la quinta estación del Via crucis. En ella se simboliza el momento en que Simón Cireneo cargó la cruz. Andrés Bañuelos se encargó de su construcción. Esta capilla tenía un retablo de ébano embutido de marfil y en algún tiempro sirvió de parroquia.3 A fines del siglo XIX, el edificio fué propiedad de Rosendo Márquez y después de su viuda hasta 1900. Entonces el templo se cerró y se reinició su actividad religiosa en 1903. Ahí se colocó la imagen de la Virgen María Inmaculada de la Trinidad, por lo que hacia el primer tercio del presente siglo el sitio recibió el nombre de la Milagrosa.4 La capilla sigue abierta al culto.
La capilla de la Verónica corresponde a la sexta estación.
En ella se representa a la mujer judía que limpió el rostro de Jesús, el cual quedó impreso en el lienzo. El licenciado Antonio Hernández de Priego compró los terrenos y edificó el templo. Subsiste en nuestros días, aunque casi no tiene uso.
La capilla conocida como de los Plateros o de las Lavanderas fue construída inicialmente por el licenciado Pedro de Medina. Los recursos para financiar la obra se obtuvieron de las limosnas proporcionadas por las mujeres que bajaban a lavar al río de San Francisco. En ella se estableció la séptima etapa de la via dolorosa, en la cual se recordaba la segunda caída del Nazareno. El doctor Diego de Victoria Salazar, deán de la catedral, fué quien terminó la edificación. Durante algún tiempo la capilla estuvo al cuidado de Antonio Fernández, platero, razón por la cual se le conoció como de los Plateros. En nuestros días, el templo funciona como oratorio de las hermanas josefinas, religiosas que atienden el hospital que se encuentra a un costado de la capilla. El instituto se llama José María Vidalseca en honor de uno de los fundadores de la congregación. A diferencia del resto de las estaciones, esta capilla sí conserva su retablos fabricados en el siglo XVIII, aunque en ellos no se hace referencia al Via crucis.
La octava estación corresponde a la capilla conocida como de las Mujeres Piadosas, o simplemente las Piadosas. La fabricó don Juan de Alejandro Fabián. El mismo se encargó de cuidar el templo, pues habitaba la vivienda contigua al mismo. Don Carlos Cárdenas, dueño de una panadería, lo reedificó en1771. Le quitó el crucero, mandó levantar una torre y hacer el coro. Además, adornó el templo de pinturas y le hizo un retablo nuevo. Esa decoración se perdió, desgraciadamente. El edificio, desmantelado en su ornamentación interior, albergó después a la 'Biblioteca Gral. Rafael R. Rojas'.
Las seis últimas estaciones del Via crucis están integradas en un mismo conjunto más elevado que el resto. La primera de ellas corresponde a la novena estación, rememora la tercera caída y su construcción se debe a Nicolás Coronado, junto con otros vecinos.
La siguiente parada, decima del recorrido, es la llamada de los Despojos. Hace recordar el momento en se le quitaron las vestiduras a Jesús para crucificarlo. Los hermanos Melchor y Juan del Hoyo, fueron los responsables de la edificación.
En este conjunto se hallaba también la décima estación: capilla de la Crucifixión o de los Pobres. Recibió este nombre por que ellos la realizaron proporcionando la mano de obra o los materiales. Actualmente ninguna de las tres capillas anteriomente mencionadas está abierta al culto. Se ocupan como casas habitación o bodegas.
El templo más importante de este grupo es el conocido popularmente como el Calvario, suya advocación original es la Expiración del Señor. que constituye la duodécima estación del Via crucis. Vetancurt señala que la Capilla del Calvario... es mayor que todas las demás, y...está en la cima de un monte Calvario proporcionado.5 Los cimientos se colocaron en 1660 por los frailes de San Francisco y don Martín Fernández, quien inició la construcción. El licenciado Sebastián de Vargas prosiguió con la obra, misma que se bendijo en 1664. Tuvo alguna vez un retablo que mostraba a Cristo crucificado, con la Virgen María y San Juan a sus pies. Además del retablo principal -ya desaparecido- poseía dos lienzos de la Pasión que aún se conservan.
El descendimiento y Nuestra Señora de la Piedad representa la décimo tercera etapa del recorrido. Fue levantada gracias a la iniciativa del herrero Andrés de Yllescas, y tuvo su retablo barroco, que ya no existe. En 1902 pesó a manos de los misioneros guadalupanos. Esta capilla es la única que ha permanecido abierta al culto religioso.
La decimo cuarta y última estación es la que corresponde al Santo Sepulcro; se encuentra debajo de la capilla anterior, aprovechando la inclinación natural del suelo para acceder a ella. El maestro Diego Marín se hizo cargo de la fábrica.
Posteriormente pasó a manos del li cenciado Juan Altamirano, cura de Veracruz. El templo tuvo un retablo barroco del siglo XVIII.
Anexa a esta construcción se encuentra una casa de ejercicios, instituída por el coronel Mariano González, por medio de una capellanía establecida en 1824. En ella se conserva una fuente de loza rodeada por una arquería.
1 Vetancurt, Teatro mexicano, t. III, p. 136.
2 Rivero Carballo, La capilla barroca de los fieles amantes, p. 36.
3 F. de E. y Veytia, Historia de la fundación..., t. II, p. 277 y 278.
4 Leicht, Las calles de Puebla, p. 265.
5 Vetancurt, Teatro mexicano, t. III, p. 137.
3.-DESCRIPCION ARQUITECTONICA
Las diez capillas subsistentes son de una sola nave llana, dividida en varios tramos solamente. Todas contaban originalmente con dos accesos, uno frontal y otro lateral, obligados para dar paso a las procesiones que les daban vida en los días Santos. Sin embargo, algunas han clausurado uno de los accesos.
La de los Dulces Amantes6 tiene el primer tramo de la nave cubierto por cañon con lunetos. En el segundo, la cúpula hemisférica, con la ayuda de los arcos torales y las pechinas entre ellos, descarga su peso sobre cuatro columnas jónicas de cantera. En este tramo estuvo un acceso, actualmente clausurado pero reconocible. Finalmente, el tercer tramo, donde se encuentra el presbiterio, está cubierto por bóveda vaída. En el testero se forma un nicho de medio punto, flanqueado por sendos pares de pilastras jónicas. Tanto la cúpula como las bóvedas de esta capilla conservan aún sus yeserías interiores originales, con motivos vegetales que subrayan las aristas y cambios de plano. Por el exterior, la caja del templo deja ver claramente la estructura, reforzada por los contrafuertes. Sólo la cúpula destaca por encima del pseudocrucero, rematada por un elemento extraño, que ni siquiera se propone imitar una linternilla. Abajo está la portada principal que ve hacia el norte ya clausurada. Forma un simple dintel soportado por pilastras y traspilastras, sobre el que se ubica un nicho flanqueado por estípites de argamasa. En la portada poniente, el vano de acceso muestra jambas y arco de medio punto enmarcados por pilastras y entablamento, todo en argamasa sin mayor adorno. La ventana del coro encima de esta portada muestra un curioso marco con el borde inferior decorado con delicadas guardamalletas de diseño popular, ejecutadas en argamasa.
La capilla del Cirineo muestra una nave de cuatro tramos, dispuestos de sur a norte: el primer tramo es corto, con el coro y el sotocoro cubiertos por bóvedas de cañón; en el segundo, donde se hallaba la entrada lateral, ya clausurada, la nave prosigue en lo alto con la cubierta de cañón; en el tercero hay un pseudo crucero en el que se forman cortos recesos laterales que permiten liberar los arcos torales apoyados en impostas, sobre los que se apoya la cúpula; y en el cuarto y último tramo está el presbiterio, cubierto también con cañón y lunetos. Como está rodeada por construcciones que casi la igualan en altura, sólo se aprecia su fachada principal, formada por el imafronte y dos torres de dimensión desigual, ya que la de la izquierda muestra un amplio cubo sobre el que se alza el campanario de un solo cuerpo, de buenas proporciones, mientras que la de la derecha se monta materialmente en la casa vecina, y apenas muestra su campanario reducido a su mínima expresión. La portada cubre la mayor parte del imafronte. Consta de vano delimitado por jambas y arco de medio punto; pilastras y trapilastras que soportan un entablamento decorado con gurinaldas; y frontón quebrado del que emerge el marco de la ventana del coro, rematado por un frontón curvo y una cruz, todo ello obra de mampostería y argamasa.
La capilla de la Verónica conserva su atrio, delimitado por un pretil bajo. La nave recorre tres tramos de poniente a oriente. Los primeros dos están cubiertos por cañón corrido, mientras que el tercero es un espacio de planta octogonal que asciende hasta la cúpula. La garganta que se forma entre este espacio, que es el presbiterio y el resto de la nave, asume la forma de un arco triunfal. El exterior es muy s imple: las dos puertas de acceso, frontal y lateral muestran el mismo diseño sencillo de jambas, alfiz liso, de medio punto y cornisa. Sin embargo, encima de la puerta principal hay, además, un nicho de perfil conopial donde asoma un Divino Rostro de bulto, delicadamente esculpido. Las ventanas laterales parecen adiciones posteriores; no así el frontón aperaltado sobre el nicho. El tímpano de remate del imafronte acusa el perfil del cañón de la nave, mientras que, del lado izquierdo, se levanta una espadaña de dos cuerpos.
La capilla de Plateros, más conocida hoy como capilla del Hospital de San José, es de nave larga, pues se extiende a lo largo de seis tramos que corren de poniente a oriente. El primero lleva el coro y el sotocoro, cubiertos por cañones con lunetos, misma bóveda que se utilizó para los siguientes tres tramos en lo alto de la nave. En el quinto tramo hay un seudocrucero donde se alzan cuatro arcos torales, pechinas y cúpula octogonal, gallonada, provista de cuatro lucarnas. Sendos recesos de un metro de profundidad y perfil de medio punto forman los brazos del transepto. Finalmente, el sexto y último tramo sobre el presbiterio está cubierto por cañón corrido. El aspecto exterior de la capilla es muy sencillo, pero con detalles que muestran sensibilidad y destreza. La caja del edificio se regulariza con un pretil perforado por huecos estriados y lleva pináculos sobre cadauno de los contrafuertes, que apenas se acusan. En el imafronte, la portada principal muestra el vano de ingreso delimitado por jambas y alfiz de medio punto. Pilastras y traspilastras apoyan al entablamento, sobre el que se encuentra la ventana del coro. Encima de ésta última hay dos molduras que acusan el perfil de los cañones de la nave. La torre es de un solo cuerpo de planta cuadrada y vanos de medio punto flanqueados por pilastras, mientras que el remate parte de otro cuerpo cuadrado, más angosto, con arcos de medio punto que apoyan directamente el cupulín y el pináculo de remate.
La capilla de las Piadosas muestra una sucesión de cañones y bóvedas vaídas muy peculiar: el primer tramo, con el coro y el sotocoro, es de cañón con lunetos; el segundo forma un seudocrucero adelantado, de cortos brazos, cubierto por bóveda vaída; el tercero es nuevamente un tramo de cañón con lunetos y el último, donde se encuentra el presbiterio, es de nuevo una bóveda vaída. El exterior es muy atractivo, tanto por su portada como por su torre. La primera es de dos cuerpos, con vano de medio punto flanqueado por pares de pilastras de fuste liso y capitel corintio, sobre las cuales corre un entablamento con triglifos de azulejo. La cornisa de este elemento está muy decorada con estuco, y sobre ella se alza, al centro, la ventana del coro de perfil mixtilíneo, flanqueada por caprichosas pilastras a las que sólo les falta el perfil de pirámide invertida para ser estípites. La cornisa que soportan es protuberante y ricamente moldurada. En los extremos, otros apoyos más cortos soportan marcos floridos con óvalos vacíos. Todos estos elementos están trabajados con la técnica de la argamasa, y se destacan nítidamente sobre el resto del recubrimiento a base de ladrillos. Por último, la torre de dos cuerpos y cupulín es la más alta y bien proporcionada de todas las capillas del calvario.
El conjunto que forman las últimas seis capillas se abre sólo ocasionalmente, por lo que es muy difícil visitarlo. Cuenta con portada atrial en el ingreso del lado sur, por la qu e se asciende a la parte principal del atrio, que forma tres plataformas en distintos niveles, cada una para ingresar a diferenes capillas. La más elevada, al fondo, es la capilla del Calvario, de una sola nave en tres tramos: cañón con lunetos, bóveda y cañón con lunetos. Suportada es muy clásica, con un vano de buenas dimensiones deliitado por jambas yarco de medio punto, enmarcado por pilastras lisas, entablamento y frontón quebrado. Enmedio de éste último se levantan simultáneamente la ventana del coro y la cruz central del Calvario, que forma un parteluz en la ventana. Otras dos cruces más cortas se encuentran en los extremos del frontón.
Las otras capillas, más pequeñas, muestran portadas emparentadas estilísticamente con la del Calvario. Además, algunas ostentan espadañas.
6 Esta capilla es la que más ha mudado de nombre. Los que tuvo tradicionalmente eran Los Dulces Amantes o Los Fieles Amantes; ahora se la conoce más como La Macarena o también como capilla de Jesús del Gran Poder.
4.-OBRAS DE ARTE
Casi ninguna de las capillas tiene objetos muebles de interés, a excepción de la capilla de Plateros, que tiene tres retablos estípites y dos lienzos pintados en los muros. El retablo mayor es de dos cuerpos y tres calles, estructurados por estípites y cornisas. En el primer cuerpo, el espacio central lo ocupa un Crucifijo de bulto, mismo motivo que se repite en el óvalo pintado al centro del segundo cuerpo. En las calles laterales del cuerpo inferior hay imágenes estofadas de la Dolorosa y San José sobre peanas, mientras que los laterales del tímpano tienen pinturas con escenas en las que Cristo es clavado en la cruz o despojado de sus vestiduras.
Los retablos en los recesos del prseudo transepto siguen la misma disposición, pero su programa iconológico alude a escenas de la vida de San José y la Virgen María, así como a los siete Dolores y los siete Gozos que experimentan. En el intrados de ambos recesos hay otras pequeñas pinturas en las que aparecen los doctores de la Iglesia.
Finalmente, los cuadros entre el tercer y cuarto tramo de los muros de la nave se refieren a otras dos escenas del Viacrucis: la Flagelación y el Escarnio de Cristo.
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Del Calvario