Nombre del Inmueble
Dulce Nombre de María (Catedral)
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000440
Estado, Municipio, Localidad
Estudio Monográfico
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000440
Contenidos
1.-ANTECEDENTES
La penetración española en lo que actualmente es el estado de Chihuahua empezó en forma organizada en el último cuarto del siglo XVI. Para entonces, las expediciones de objetivos míticos como la de Fray Marcos de Niza y la de Coronado, habían pasado cerca de la región sin ampliar mucho el conocimiento de la misma, ni dejar ningún tipo de establecimiento Colonial.
Nuevos intereses movian a los nuevos descubridores y colonizadores, el interés de un rápido enriquecimiento mediante el descubrimiento de una rica veta de plata o el conseguir extensas y bien regadas tierras, era sin duda, todavía un tanto mítico. Los afortunados con grandes y rápidas riquezas eran unos cuantos, pero la realidad era que había sido abierta una enorme y rica región para la colonización y solamente se requería para aprovecharla un gran temple de carácter y una gran capacidad de trabajo. Desgraciadamente en muchos casos esta capacidad de trabajo provenía exclusivamente de los indígenas forzados cruelmente a desarrollarla.
Otro tipo de intereses impulsaba a individuos de muy diversa índole, pero con el mismo temple y capacidad, solo los misioneros, siempre acompañaron a los adelantados (exploradores y colonizadores autorizados por el virreinato para abrir y ocupar nuevos territorios) y poco tiempo después dieron principio a su labor de evangelización en forma organizada.
Dos grupos de misioneros enviaron a sus miembros al nuevo territorio que comenzaba en la Villa del Guadiana (Durango) y se extendía hacia el norte con el nombre que le dió el capitán Don Francisco de Ibarra: el reino de la Nueva Vizcaya. El primero de estos grupos de misioneros que tenía un convento en San Bartolomé para 1564, fue el de los franciscanos, al que le fueron asignadas para el establecimiento de sus misiones las tierras llanas que se extendían en la parte oriental del actual estado de Chihuahua, además del recien descubierto territorio de Nuevo México.
Otro grupo venía trabajando por la costa de Sinaloa, eran los miembros de la Compañía de Jesús y durante su gobierno Don Rodrigo del Río, hizo gestiones para el envío de jesuitas a la Nueva Vizcaya. Las autoridades eclesiásticas les asignaron la parte poniente del territorio, que abarca la mayor parte de la sierra y de inmediato empezó su trabajo evangelizador.
Sus primeras misiones que después agruparían en lo que llamaron la Misión de la Tarahumara Baja, representan el trabajo de las primeras décadas del siglo XVII, florecieron en lugares cercanos a sus principales cabeceras como Huejotitlán, Balleza y San Javier de Satevó. Al contar con amplios conocimientos de la región y de los principales asentamientos del gran pueblo tarahumara vieron la necesidad de avanzar más hacia el norte, para de este modo llevar la evangelización al grueso de este pueblo. Con este fin reunieron a un grupo de sus más brillantes y esforzados miembros, dentro del que estaban nombres tan ilustres como los padres jesuitas Barrionuevo. Tardá Guadalajara, Neuman, entre otros, para organizar la fructífera Misión de la Tarahumara Alta.
Esta misión abarcó las ricas tierras regadas por los escurrimientos de la gran sierra, como el río Papigóchic hasta San Francisco de Borja y Cusihuiriachi, pero no se detuvo allí sino que siguió a los tarahumaras hasta la sierra misma en donde una de sus cabeceras de partido fue el importante poblado de Sisoguichi.
2.-EMPLAZAMIENTO
En uno de los puntos más altos de la sierra tarahumara, el valle de Sisoguichi ocupa una posición similar a la de otros valles como los de Creel, San Juanito, Bocoyna, Cusárare, etc. separados por pequeñas elevaciones cubiertas con bosque de pinos que les impiden ser considerados en su conjunto como una altiplanice.
Esta posición determina que su clima sea definidamente extremoso de alta montaña, con inviernos sumamente rigurosos, para el promedio de nuestro país, grandes nevadas anuales y fuertes vientos constantes, menores en Sisoguichi por lo cerrado del valle y muy notables en el más abierto de San Juanito.
El desarrollo general de Sisoguichi se dió principalmente en torno a la misión jesuita de la época colonial y en la actualidad esta situación prevalece y aún se ha incrementado. La población es básicamente un foco socio-cultural tarahumara en el que se concentran los miembros de este grupo étnico habitantes de una amplia extensión de la sierra en busca de servicios asistenciales de diverso tipo, educacionales y religiosos, servicios que en buena parte son proporcionados por la prelatura y misión a cargo de los jesuitas, además de otras ordenes religiosas que comparten estas actividades.
La traza urbana depende de un núcleo central en torno a una plaza exclusivamente peatonal en la que se evidencia la situación mencionada; la plaza está limitada por el templo en su lado oriente con la casa de la central tarahumara jesuita al sur y dos colegios para tarahumaras al norte dejando el lado poniente abierto a las vías de comunicación rurales que dentro del poblado conforman las dos calles principales.
La plaza es pues un espacio abierto que intercomunica edificios de carácter educativo-religioso. El templo propiamente dicho posee espacios abiertos para sus funciones anexas que rodean el edificio y complementan su conjunto exterior.
3.-HISTORIA
La consolidación de la Misión de la Tarahumara alta a la que perteneció Sisoguichi siguió a un largo periodo de indecisión. A partir de la destrucción de varias misiones (Papigochi, hoy Cd. Guerrero, entre otras) en las segunda y tercera rebeliones de los tarahumaras que terminaron en 1653 en Tomochi con la ejecución del caudillo Gabriel Teporame, no se intentó durante más de 20 años el establecimiento de nuevas misiones entre los tarahumaras que en buen número se habían remontado a lo más alto de la sierra y habían retornado solo en grupos reducidos. La decisión de 1673 de proceder a la evangelización de todo el pueblo tarahumara fue seguida de una febril actividad de los organizadores antes nombrados y numerosos jesuitas misioneros, dentro de una planeación completa y muy efectiva.
La prueba es que el importante nucleo tarahumara de Sisoguichi, en uno de los valles más altos de la sierra, vió como en 1676, el P. Antonio Oreña empezaba su labor evangelizadora y la inmediata construcción del templo y casa de la misión. La inspección de un visitador jesuita en 1678 da cuenta de una nueva incipiente capilla en construcción al no ser suficiente la primera (tal vez solamente un cobertizo). El P. Oreña dejó Sisoguichi en 1678 y el lugar fué atendido por el P. José Sánchez Guevara, tal vez aún sin la categoría de cabecera de partido.
La importancia del asentamiento tarahumara de Sisoguichi (aún cuando la población nómada, de paso, fuera más numerosa que la realmente asentada) hizo que el 7 de marzo de 1681 se instalara en el lugar otro de los grandes jesuitas de la Tarahumara, el centro europeo P. José Neumann, misionero en la sierra por más de cuarenta años, escritor y linguista.
A él se debió el templo mejor acabado de la época colonial y tercero en la corta vida de la misión. En este caso tampoco fue larga la vida del templo (según reportes, muy bien terminado y además ornamentado y alhajado por algunos ricos mineros de la zona) ya que la última gran rebelión tarahumara concentró el grueso del grupo indígena levantado en Sisoguichi con la consecuente destrucción del templo y habitaciones de tarahumaras cristianos en 1697. Poco tiempo después el general español Juan Fernández de Retana, residente en el presidio de San Francisco de Conchos y antiguo defensor de los indígenas en Cusihuiriachi empezó una campaña militar contra los rebeldes que culminó con una batalla en el valle de Sisoguichi en la que los venció y colocó las cabezas de 33 de ellos en picas clavadas en torno a las ruinas del templo.
Correspondió al P. Baltazar Rauch en 1720 restaurar la misión y edificar el nuevo templo, completado y atendido después por los P.P. Juan Francisco Rexis en 1725, José Escalona (1744) Felix Mier (1746) y otros hasta 1767 en que el P. Idelfonso Corro entregó el templo a las autoridades al sobrevenir la orden de expulsión de los jesuitas. Los templos jesuitas de la región supuestamente serían atendidos por franciscanos o seglares, pero la falta de elementos y organización lo impidió en la mayoría de los casos.
Sisoguichi volvió a ver a sus fundadores al restablecerse la Misión Tarahumara de la Compañía de Jesús en este lugar el 12 de octubre de 1900. A partir de entonces el templo ha venido representando cada vez más el centro de la actividad religiosa en la sierra hasta lograr el 23 de junio de 1958 el ser elevado a la categoría de prelatura o vicariato apostólico (obispado) por el Papa Pío XII con Salvador Martínez Aguirre S.J. como su primer obispo. Actualmente tiene su sede en el templo del Dulce Nombre de María de Sisoguichi (con carácter de catedral) el nuevo obispo jesuita Mons. José A. Llaguno.
5.-DESCRIPCION ARQUITECTONICA
El templo del Dulce Nombre de María de Sisoguichi, actualmente con dignidad de catedral, forma parte de un conjunto en el que la plaza peatonal descrita en su frente tiene funciones de atrio. Hacia este espacio se eleva su fachada en dos cuerpos el primero está conformado por un gran paño liso que abarca todo el frente, sin distinción de la base de la torre, recubierto de cantera de la región colocada con un aparejo rústico, sobre la que destaca primordialmente una sencilla portada formada por dos columnas laterales de orden toscano, con pedestal doble, base y capitel corintio simplificado que soportan un friso sin ornamentación limitado por molduras simples en la parte baja y compuestas a modo de cornisa en la superior con salientes en los extremos y dos jarrones de remate laterales. Contiene esta portada a la entrada principal enmarcada con dos pilastras estriadas con basa alta e imposta que soporta un arco de medio punto con clave ornamentada.
Sobre esta portada existe un pequeño óculo en forma de estrella de ocho puntas con amplio marco en cantera y más arriba una ventana alargada con marco liso y remate en medio punto. El primer cuerpo remata en una moldura continua sobre la que se eleva, alineado con la portada, un frontón que participa de materiales y sistemas con el primer cuerpo y que contiene un relieve en cantera con el anagrama jesuita IHS, coronado con cruz.
En el lado norte se eleva una torre en dos cuerpos, de planta cuadrada separados por moldura, terminados en cantera en aparejo rústico pero más regular que en el cuerpo inferior y con una luz en cada cara rematada en arco rebajado sobre imposta y con un barandal metálico bajo. Remata la torre en cubierta a cuatro aguas con teja y cruz de madera.
La entrada abre directamente a la nave única conformada a base de muros de gran espesor paralelos y separados entre si en la distancia máxima para ser salvada en claro por una viga grande de madera. Estos muros presentan hacia el lado sur algunos grandes vanos (aprox. 4.00 m. de altura y diferentes anchos) cerrados con vitrales multicolores de diseño abstracto contemporaneo, mismo sistema que existe en otras ventana menores en el mismo muro, en el opuesto, el presbiterio y el coro. En este mismo costado se abre un arco rebajado para comunicar espacios laterales. En la planta puede advertirse una clara disposición de cruz latina aún cuando el crucero no tenga una función simétrica, ya que mientras en el lado norte se encuentra la capilla del Santísimo y un altar, en el opuesto existe una capilla informal sin altar y funciona como paso a un vestíbulo-recibidor y la sacristía que a su vez comunica directamente con el presbiterio.
El presbiterio ocupa el frente total de la nave sin ábside ya que remata en un muro liso frontal de todo el ancho y con una amplia ventana en la parte superior izquierda. Está separado con dos gradas sin barandilla y dispuesto de acuerdo a la liturgia actual con tres plataformas para el altar hacia el lado izquierdo, la sede al lado derecho al fondo y el ambón del mismo lado al frente, todos estos elementos tratados en estilo contemporáneo.
El muro norte contiene varias entradas laterales hacia espacios integrados y pequeños como la subida al coro, a la torre y dos confesonarios.
Las cubiertas están resueltas con plafones de vigas de madera que cubren todo el claro apoyadas en una moldura lateral, con falso plafón parcial de duela y protección exterior de teja sobre armaduras de madera.
El mismo si stema de cubiertas se repite en el resto de los espacios interiores integrados a la nave.
El coro está desarrollado en gradas de madera con pendiente y pasillo al frente limitado por barandilla de madera.
Todos los muros son aplanados y blancos con lambrín a un cuarto de altura aproximadamente en la nave y completo en el coro y sotocoro. El piso de parquet de madera, así como cerramientos y la mayoría de los accesorios.
Las fachadas laterales y posterior están realizadas similarmente a la principal ya descrita incorporando en todos los casos cierta composición con elementos de concreto que enmarcan las ventanas rectángulares todas en diferentes dimensiones y proporciones.
El templo esta rodeado de espacios abiertos, como la plaza ya descrita, de carácter peatonal acentuado, aún cuando en el poblado sea mínima la circulación vehícular. Uno de estos espacios correspone al costado sur del templo y está limitado también por la casa y oficinas del obispado y algunas otras instalaciones complementarias hacia el oriente, su función corresponde a la de una capilla abierta con pavimento altar, ambón y gradas perímetrales en cantera similar al acabado exterior del templo.
El edificio correspondiente a casa y oficinas del obispado jesuita ocupa el costado sur de la plaza con un pórtico sostenido en columnas de madera continuadas en una fachada de cantera lisa. Dos edificios de construcción contemporánea convencional corresponden a los colegios que ocupan los lados restantes de la plaza.
6.-OBRAS DE ARTE
El estado actual del templo del Dulce Nombre de María en Sisoguichi es verdaderamente excepcional en la Tarahumara Alta, por tanto su conservación, acervo artístico y uso cotidiano presentan características también muy especiales.
Sin duda fue uno de los templos misionales más importantes en la época colonial (ver aspecto histórico) y a principios de siglo continuaba como centro importante de los asentamientos tarahumaras de toda la zona. Esta situación propició que el retorno de la actividad misional jesuita en la Tarahumara hacia 1900, fuera Sisoguichi elegido como su centro organizativo.
Si bien de 1640 a 1767 en que la labor de la Compañía de Jesús tuvo su augee en la región, algunos templos llegarón a poseer un regular acervo artístico (Tojórare, Huejotitlán, etc.) y ésto nos lleva a pensar que Sisoguichi debió tenerlo; los largos años de abandono, las épocas de agitación bélica y el aislamiento del lugar provocaron una desaparición casí absoluta de aquella supuestamente rica colección de cuadros y accesorios.
Durante esta época misional moderna Sisoguichi y su templo habilitado como catedral, representan el centro no sólo de evangelización sino de atención social a una mayoría del pueblo tarahumara (casualmente se calcula en la actualidad que su número es sensiblemente igual al que tenía en la primera llegada de los jesuitas hace 350 años). Su catedral ha sido restaurada y decorada de acuerdo a nuestros usos actuales y sus obras de arte van en consonancia a esta situación.
Algo, muy poco, da fé de su antigua historia. Un óleo del santo fundador, Ignacio de Loyola, procedente del siglo XVIII de buena calidad y sin firma, ocupa un lugar preferente a un lado del espacio del culto. Otro óleo de menor relieve y similar antigüedad representa a la Guadalupana en una capilla lateral, acompañado de una talla. Policromada de San José con Niño, más reciente y de mejor calidad.
El resto de la imaginería, ornamentación y equipamiento presenta características completamente contemporaneas. Ahí destaca la cruz central con la figura del Cristo estilizada de tamaño natural trabajada en bronce como remate del presbiterio y en armonía con el resto del equipamiento del mismo; altar, ambón, sede, candeleros, etc. combinan a la usanza actual, detalles en textura áspera de cantera natural con trabajo en madera de lineas sobrias y acabados pulidos.
Otro tanto puede decirse del resto del equipamiento; altares laterales, bases para floreros, linternilla, bancas y accesorios conservan el estilo descrito en coincidencia con aquellos del presbiterio y la decoración general del interior, pero en decidido contraste con la estructura principal del antiguo templo en las partes que se han conservado.
Las ventanas han sido dotadas de vidrio en colores colocados en emplomado a modo de vitrales y con una marcada sobriedad en la policromía que se realizó en diseños de la misma tendencia contemporanea abstracta.
ELABORO: ALBERTO VALENCIA
FECHA: 1984
Inmueble de pertenencia
Nombre del Inmueble
Dulce Nombre de María (Catedral)