Nombre del Inmueble
Jesús Nazareno
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000046
Estado, Municipio, Localidad
Guanajuato > San Miguel de Allende > Santuario de Atotonilco (110030015)
Estudio Monográfico
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000046
Contenidos
1.-EMPLAZAMIENTO
Al Santuario de Atotonilco se llega por la carretera federal 49. Quince kilómetros al norte de San Miguel de Allende, rumbo a Dolores Hidalgo, hay una desviación a la izquierda, de kilómetro y medio de longitud, que desciende suavemente hasta el sitio donde se levanta el Santuario, sus anexos, y el caserío que lo rodea. Hay en el lugar muchas acequias y corrientes de agua sobre cuyas márgenes crecen frondosos árboles, lo que crea un contraste con las lomas secas y áridas en sus inmediaciones.
Al llegar al caserío, el camino se transforma en la calle: casi la única con que cuenta Atotonilco. Frente al Santuario, la calle se ensancha y se transforma en plaza empedrada por la que se accede al nártex o vestíbulo del templo. Un poco más adelante, donde está la portería de la casa de ejercicios, la calle recobra su sección y sigue como camino de tierra hacia los ranchos y balnearios que se han establecido en las cercanías.
Aunque algunas de las viviendas del caserío muestran portales y arcadas hacia la calle de acceso, muchas se ven abandonadas. Casi todas son modestas construcciones de adobe y terrado en avanzado estado de deterioro. Tal vez por eso destaca más el conjunto del Santuario y sus capillas, a pesar de no ser de grandes dimensiones, y de no ostentar portada labrada alguna, como era lo normal en templos del Siglo XVIII.
2.-HISTORIA DEL EDIFICIO
La primera piedra de este edificio se colocó el 3 de julio de 1740. Pero la construcción se inició propiamente en 1746. A los dos años se terminaron la capilla mayor y el camerín de los Apóstoles. La capilla de Loreto y su camarín se acabaron en 1754; la de Belén, la del Santo Sepulcro y su camarín, la del Ecce Homo en 1763 y la del Rosario y su camarín en 1766. 47 Su costo total, según consta en uno de los muros, fue de quince mil trescientos nueve pesos, poco más o menos. 48
Durante la guerra de Independencia el santuario se usó como cuartel. 49 En 1897, un informe rendido al gobierno dice que se usaba normalmente para el culto católico. 50 El santuario fue intervenido en 1916, así como varias propiedades de su encargado, Francisco Hernández, quien había adquirido con ganancias obtenidas en la casa de ejercicios espirituales. 51 Sirvió como cuartel hasta 1918 y fue entregado de nuevo a la iglesia en 1930. 52 Otras dependencias del templo siguieron siendo usadas por el ejército y uno de sus miembros reportó en 1935 que los anexos eran usados como caballeriza y corral por el presbítero. 53 Llega a insinuar que había vendido algo del patrimonio del inmueble. Lo positivo del desacuerdo que hubo entre el comandante y el presbítero fue que allí se originó que en 1936 el santuario fuera declarado Monumento Nacional. Al año siguiente los ejidatarios de la región solicitaron que se les hiciera entrega de los anexos. En este punto intervino el obispo de León, quien pedía que se entregara todo el inmueble al presbítero Hernández, y denunciaba también el saqueo que alguien había hecho del patrimonio del santuario. Su petición fue aprobada.
En 1943 el gobierno consideró la necesidad de efectuar obras de reparación en el santuario. Estas fueron efectuadas por el presbítero José Mercadillo, pero se limitaron a la restauración de muros y techos que estaban caídos y a la reposición de puertas y ventas. 54 A pesar de que en 1953 se ordenó de nuevo al encargado del templo que hiciera trabajos de conservación, el Comité Político de Acuerdos, Profesionistas Industriales y Comerciantes informó en ese mismo año que el santuario estaba abandonado, y que debía ser reparado para beneficio del turismo. Es probable que el atrio date de esa época. 55
Finalmente, en la década de los setentas, se llevaron a cabo las siguientes obras de conservación: impermeabilización a base de jabón y alumbre, consolidación de las pinturas ubicadas en la puerta principal y limpieza de las pinturas ubicadas en las bóvedas. 57
3.-DESCRIPCIÓN ARQUITECTÓNICA
El conjunto del Santuario de Jesús Nazareno y sus anexos ocupa más de una hectárea en el caserío de Atotonilco.
En la parte suroeste de ese gran conjunto se encuentra el santuario propiamente dicho, junto con sus siete capillas. De éstas, una recientemente construida en el extremo norte tiene acceso independiente desde el exterior, mientras que a las demás se llega desde el interior del santuario. El conjunto resultante es muy complejo, no obstante la sencillez de los elementos que lo constituyen: se trata de una intrincada trabazón de espacios litúrgicos que podría calificarse como barroca y popular al mismo tiempo. Barroca no sólo por la gran variedad de espacios y transiciones entre ellos, sino también por algunos otros rasgos, como el empleo de curvas en transeptos y camarines. Popular por la pequeña escala de sus espacios interiores, y por su configuración producto de una serie de decisiones formales sucesivas y pragmáticas en las que la inventiva del Padre Alfaro aparece interpretada por los albañiles que le ayudaron a edificar esta obra. Barroca y popular, en fin, por sus decoraciones murales, en las que se produce una elaborada conjunción entre la mística, la poética, la didáctica e imaginería criolla. Como si en la segunda mitad del siglo XVIII, en pleno apogeo del churrigueresco, la cultura criolla hubiese comenzado a encontrar en este sitio agreste una nueva forma de expresarse, todavía mística y exageradamente fervorosa, al margen de las convenciones aceptadas del Virreinato. El exaltado fervor criollo, incrementado por el indígena, se convertiría poco más tarde en uno de los fermentos de que se nutrió el movimiento independentista.
Toda esta profusión de locales litúrgicos da como resultado una volumetría exterior diferente a la que se encuentra normalmente en templos del siglo XVIII. Las suaves sombras que se proyectan sobre los muros de los brazos absidales de la Capilla del Santo Sepulcro son uno de los rasgos más notorios en ese sentido, al igual que las ventanas cruciformes de la capilla y los óculos de perfil mixtilíneo.
Por otra parte, las torres se ubicaron fuera de los volúmenes del santuario y de su principal Capilla anexa. Se trata de sencillos prismas, apenas decorados por óculos, que rematan en campanarios de planta octogonal.
La portada misma del santuario no corresponde a su importancia. Dos sencillas pilastras con capitel toscano apoyan el arco mixtilíneo que se eleva sobre el vano de acceso. Los perfiles de las jambas continúan hasta una sencilla cornisa. Lo que sigue hacia arriba se integra al largo paramento aplanado paralelo al atrio, y solamente el vano central del coro, una serie de pináculos escalonados y un remate central, dejan suponer que se trata del principal ingreso al edificio.
El santuario carece de atrio propiamente dicho, ya que sólo una pequeña plataforma de 23 por 9 metros, delimitada por una balaustrada, avanza sobre la sección de la calle de acceso a este conjunto. El nártex constituye el único medio de entrada al templo y a sus capillas.
El Santuario de Jesús Nazareno, que fue el primer edificio levantado por Alfaro, es un alargado espacio de una sola nave, dividido en tres segmentos: nártex, nave con presbiterio, y camarín. El primero está dividido en dos secciones cubiertas por cañón con lunetos. Desde la primera se accede, a mano izquierda, a la Capilla del Santo Sepulcro, y a mano derecha, a la Capilla de Belén. En la segunda sección se ubicaron frente a frente dos pequeños retablos de cantera labrada, casi idéntica, de fisonomía neoclásica. El del lado norte está dedicado a San Felipe, cuya imagen se presenta sobre un banco con rosetón, en el interior de una caja con vano de jambas estriadas y arco de medio punto. La figura está flanqueada por dos pares de columnas toscanas, un entablamento de escasa arquitrabe, friso con triglifos y resaltos, y cornisa de la que emerge un frontón quebrado. El del lado sur está dedicado a San Juan Bosco.
Tanto el vano de acceso al templo como los que comunican el nártex con otras dependencias, llevan arcos de perfil mixtilíneo. En todos es interesante observar el ingenioso dovelado que los alarifes emplearon para salvar el claro. La puerta de ingreso a la capilla del Santo Sepulcro tiene el arco más sencillo: es apenas trilobulado. La reja de madera que cierra el vano y la que está en el ingreso de la nave son de excelente factura.
La nave del Santuario consta de cinco secciones. La primera es un sotocoro de cañón escarzano con lunetos. Así, el coro ocupa la parte superior de las dos secciones del nártex y la primera sección de la nave. Luego la nave adquiere toda su dimensión vertical, a lo largo de tres segmentos de cañón con lunetos y uno de cañón corrido sobre el presbiterio. Las bóvedas descargan aquí su peso sobre arcos fajones, y éstos a su vez sobre pilastras labradas de tal modo que parecen haces de pilastrillas, semejantes a las que se empleaban en los templos góticos. En el segundo tramo de la nave (el primero después del sotocoro) observamos del lado izquierdo un vano rectangular desde el que se ve hacia el interior de la Capilla de Loreto. Dicho vano está enmarcado a su vez por un cerramiento escarzano y contiene una notable reja de hierro forjado, que lleva un margen perimetral con leyendas en latín, también forjadas, parte de las cuales se lee desde fuera de la capilla y parte desde dentro.
Del lado opuesto al enrejado se encuentra el retablo de piedra labrada dedicado al Señor de la Columna. Se trata de una predella de la que surge el altar, con un soberbio relieve de motivos vegetales. Encima hay un corto banco, formado por sendos recuadros en los extremos laterales con más relieves vegetales y resalto liso al frente, del que surge una caja, hoy vacía, con vano de arco escarzano. La caja está flanqueada por sendas columnas de fuste liso y capitel jónico con festones. Sobre la caja y las columnas hay un entablamento, donde el friso lleva haces de espigas labradas, que se prolonga medio metro de cada lado, retrasado, para recibir así otras dos pilastras con capitel corintio. La cornisa con dentículos sigue el perfil del desplante, permite que el frontón al centro gane en profundidad y relieve, mientras que sobre los extremos lleva elegantes semijarrones.
Sobre los muros del tercer tramo de la nave (segundo después del sotocoro) hay retablos de estilo similar al anterior, pero más amplios y más elevados. En vez de caja, tiene columnas exentas de capitel corintio que flanquean las respectivas imágenes de Nuestra Señora del Refugio, al norte, y de la Virgen de Guadalupe, del lado sur. Las columnas y las semicolumnas laterales forman entrecalles con nichos. Un entablamento con arquitrabe, friso con relieve vegetal deriva en entrelazos y cornisa con dentículos, pasan corridos encima de pilastras y columnas, pero formando resaltos sobre estas últimas, lo que permite apoyar un frontón quebrado. El del lado sur lleva un balcón con barandal de madera que comunica a otros espacios. En cambio, en el retablo norte se practicaron vanos debajo de las entrecalles laterales para permitir el doble acceso a la capilla de Loreto.
En el cuarto tramo de la nave, antes de llegar al presbiterio, sólo encontramos las entradas a dos capillas laterales. La del lado norte corresponde a Nuestra Señora de la Luz, mientras que al sur está la del Rosario, y su camarín, por donde se ingresa a la sacristía.
El quinto y último tramo incluye solamente al presbiterio. El retablo mayor es, como los anteriores, de piedra oscura labrada, con capiteles corintios, frisos con motivos vegetales y cornisas con dentículos. Lleva inscritas las fechas de su terminación, en 1812, y su renovación, en 1866. Ambas datas, probablemente más la última, explican la relativa frialdad de estos retablos si se les compara con la exuberancia de los espacios y las decoraciones murales.
El piso de la nave todavía es de madera, mientras que los lambrines y el piso del presbiterio son de azulejo decorado.
Detrás del presbiterio se encuentra el tercer segmento del Santuario: el Camarín de los Apóstoles. Se puede ingresar a él desde dos vanos incorporados al diseño del retablo mayor. Se trata de un espacio de planta circular que se prolonga hacia arriba en un tambor octagonal decorado con óculos de perfil mixtilíneo, sobre el que descansa una cúpula gallonada, con linternilla y cupulín. A pesar de esos vanos, el espacio interior es oscuro, lo que dificulta apreciar las esculturas que existen de la Virgen y los Apóstoles, y la docena de pinturas sobre su martirio.
La compartimentación del Santuario de Jesús Nazareno en los tres espacios distintos arriba descritos, no hace sino anunciar la que se habría de practicar en el resto de las dependencias con función litúrgica que se construyeron pocos años después. La capilla anexa más interesante es, desde luego, la del Santo Sepulcro, que compite ventajosamente con la iglesia principal, ya que su longitud total es similar, pero tiene la ventaja de contar con crucero y transepto. Se trata de una planta en forma de cruz latina, como hubo muchas en la arquitectura virreinal. La diferencia consiste en que ésta se halla precedida por un vestíbulo propio al que se ingresa, como se ha visto, desde el nártex del santuario. Además los tres brazos cortos de la cruz (el ábside y los extremos del transepto) son idénticos, de trazo oval. esta característica es única en la arquitectura colonial mexicana, y para comprenderla hace falta ir más allá de la mera adjudicación del calificativo barroco al espacio que se forma. Pero vayamos por partes.
El vestíbulo o nártex de la Capilla del Santo Sepulcro es interesante porque su bóveda es troncopiramidal. La nave principal es por su parte muy angosta. Apenas salva cinco metros de claro, y está subdividida por medio de pilastras y arcos fajones en cuatro secciones de cañones con lunetos de apenas tres metros y medio de longitud. Esta miniaturización del espacio permitió al padre Alfaro y a sus albañiles atreverse a ensayar lo que sigue: del crucero, delimitado por cuatro arcos torales y pechinas entre ellos -sobre los que se alza el tambor y la cúpula octogonales-, surgen tres espacios idénticos, de cinco y medio metros de claro, cubiertos por un corto tramo de cañón con lunetos y semibóveda. Se forman así tres camarines absidales, donde otros tantos altares ven hacia el interior del crucero, pero dejando que los montículos de madera de l os que surgen grupos escultóricos alusivos a la Pasión de Cristo puedan ser apreciados con el fondo de las bóvedas actuando como ciclorama.
El pragmatismo del padre Alfaro lo acercó más de esta manera al espíritu del funcionalismo moderno -donde la forma responde supuestamente a los dictados de la función- que al mero formalismo en que a veces caía el barroco europeo.
El resto de las capillas son más pequeñas y simples. La de Belén, a la derecha del nártex, está cubierta por una bóveda de arista, tiene pila bautismal, y cuenta con un retablo de cantera oscura, en el que dos pilastras y dos columnas exentas de capitel corintio flanquean la caja central. De un entablamento completo con resaltos en los extremos surge un frontón quebrado de perfil curvo con sendos jarrones a los lados.
La capilla de Loreto es de cañón corrido. Su retablo se eleva sobre un alto banco donde tiene cabida un tabernáculo. La imagen de la Virgen está en una caja con arco de medio punto flanqueada por una par de columnas corintias, entablamento y frontón quebrado de perfil curvo. En las ventanas hay cerramientos alveolados. Detrás de la capilla se encuentra el camarín, minúsculo espacio circular con cúpula.
Por su parte, la Capilla de la Soledad y el Santo Cenáculo, que da acceso a la Capilla de Loreto y a su camarín lleva bóvedas de arista aplanadas, lo mismo que los muros. Estos cuentan con decoración pictórica de encaje geométrico. El retablo es de estuco pintado de blanco, con detalles dorados, y consta de una caja con arco de medio punto, flanqueada por pares de columnas corintias. Cierran la composición un entablamento y un frontón quebrado de trazo circular rematado por tres jarrones y dos flameros, con un óculo al centro.
La Capilla del Rosario tiene el piso de piedra, y cuenta con una bóveda de arista muy alargada a la que se agregó una linternilla al centro. Encima del altar de piedra, festonado con guirnaldas, se eleva el retablo de madera, con pilares estípite exentos, flanqueando la caja con arco de medio punto. Quince pinturas sobre espejo y un motivo alegórico central con una estrella esplendente rodean a la Virgen del rosario; otros dos pilares estípite en los extremos completan la composición. Detrás del retablo está el camarín absidal sobre el que se levanta una pequeña cúpula con robusta linternilla y cupulín.
Por último, la Capilla de la Virgen de La Luz, la más pequeña de todas, es sólo un tramo de cañón corrido con un modesto retablo de piedra. este se forma por una caja central y arco de medio punto, columnas exentas y semicolumnas de orden compuesto y fuste liso, entablamento con friso decorado y un arranque de frontón curvo.
4.-OBRAS DE ARTE
La mayoría de las doscientas seis obras de arte conservadas en esta iglesia fueron ejecutadas por iniciativa del filipense Luis Felipe Neri de Alfaro, constructor del santuario, después de 1748, año en que se terminó el mismo. Los murales también datan de esa época y se atribuyen al pintor queretano Antonio Martínez Pocasangre, aunque los del ábside de la capilla principal fueron repintados en el siglo siguiente. Entre los restauradores a lo largo del siglo XIX deben mencionarse los nombres de Jorge Fernández, Jorge Ramírez, y algunos pintores sanmiguelenses como Barojas, José María y Lorenzo. 57
Se pueden encontrar en el santuario obras de valor excepcional. es el caso de los cuadros de Juan Correa (Santa Rosalía de Palermo y San Antonio de Padua), o de los óleos pintados sobre espejo, del retablo de la Virgen del Rosario. En el retablo de Nuestra Señora del refugio, en la nave del santuario, hay una pintura de esa advocación debida a José de Ibarra. Abundan las obras de factura popular, como la enorme figura de San Cristóbal en el sotocoro del santuario, y las escenas del Vía Crucis y la Pasión, bastante abundantes. Otras son notables por lo extraordinario de su tema, como la Alegoría de los Corazones del camarín de la Virgen del rosario y la Incredulidad de Santo Tomás, en el nártex de la Capilla del Santo Sepulcro.
La pintura mural responde a un proyecto iconográfico en el que el martirio de Cristo tiene un papel central. Uno de los primeros temas, en la entrada misma del santuario, son las llagas de Cristo y su culto. En el mismo sitio hay representaciones de Asia, América, Africa y Europa en las personas de cuatro individuos arrodillados. El que representa a Europa tiene los rasgos fisonómicos de Carlos III.
Ya en la nave, hay varias escenas de la Pasión que culminan en el Gólgota, a la altura del presbiterio. En la capilla que hay inmediatamente entrando a la derecha, actualmente usada como tienda, hay leyendas y cuadros alusivos a la vida de la Virgen. En la que se encuentra del lado opuesto, la del Sano Sepulcro, hay representaciones del Víacrucis y más escenas de la Pasión. Al final de la nave, del lado derecho, hay varias pinturas alusivas a la devoción del Rosario y al triunfo de Lepanto. Tras el altar del Señor de Atotonilco, un sinfín de cuadros de mártires orla la cúpula de un camarín, en la que el tema representado es la Gloria.
En varios lugares del santuario, principalmente en la capilla del Santo Sepulcro, se encuentran corazones dolientes; pequeños cuadros con versos y el Sagrado Corazón, pero es difícil determinar cuál sería su ubicación original.
Pero la importancia de las obras de Atotonilco no reside únicamente en su significado providencialista o místico. Estos también se pueden interpretar en estrecha relación con una forma de ver la historia que puede ser calificada de nacionalista. Para Alfaro, Atotonilco y San Miguel eran muy semejantes a la ciudad de Jerusalén. Según reza una inscripción mural en la Capilla del Santo Sepulcro, el cerrito del Ojo de Agua era considerado gemelo del Monte Calvario. Para documentar mejor estas coincidencias, Alfaro mandó pintar dos cuadros rigurosamente acotados en los que, edificio por edificio, se marcan las analogías entre ambas ciudades. Así, el Santuario de Atotonilco estaría construido a semejanza del Templo de Salomón. Las semejanzas fueron llevadas a un nivel extremo: si en el mapa se habla de una fuente al lado del templo de Salomón, se mandó a hacer un pozo en pleno altar de la Virgen de Loreto. Además, según la tradición, la original capilla de Loreto, en Italia, se inspira en la habitada en Nazaret por la Virgen; la capilla con esa advocación en el santuario es, pues, reproducción de la casa de la Virgen de la que se habla en el mapa.
Otro ejemplo de ese incipiente nacionalismo se puede apreciar en el hermoso tríptico en la capilla del Santo Sepulcro donde se representa una procesión de penitentes, seguramente en Atotonilco o en San Miguel. En uno de los edificios del pueblo, está nada menos que Poncio Pilatos presentando a Cristo a la población. De esta forma, se alude a la redención del alma humana, pecaminosa por naturaleza, a través del sufrimiento. Pero es de hacer notar que Pilatos está presentando a Cristo a los habitantes de San Miguel, con lo que la semejanza entre los lugares santos y esta villa sería completa. Pero a diferencia de los judíos, los abajeños se esfuerzan en expiar los pecados por los que el Mesías vino a sufrir al mundo, quedando así la región como un sitio privilegiado dentro de una historia providencialista, que no veía lejos el fin del mundo y el milenio.
No fue casual, por lo tanto, que fuera precisamente de este lugar donde Hidalgo extrajera la imagen de la Guadalupana para abanderar su movimiento. La devoción al Señor de Atotonilco no era pequeña en época de los insurgentes, e Ignacio Allende llegó a celebrar su matrimonio en esa iglesia. Aunque no fuera cierta la leyenda de que el estandarte de Hidalgo fue extraído de Atotonilco, indudablemente revela la importancia que concedían los insurgentes al sitio.
Macías Gloria y Segoviano, así como Francisco de la Maza han publicado la mayor parte de la información que se tiene de este lugar. 58, 59 Una investigación más amplia explicaría sin duda cómo el culto al Señor de Atotonilco y al de la Columna contribuyeron a conformar el patriotismo criollo. La mayoría de las obras se encuentra deteriorada y algunas necesitan restauración urgente. Especialmente crítica es la situación de los frescos: como el santuario se encuentra sobre un manantial, la humedad por capilaridad los ha dañado, en algunos casos irreversiblemente, en las áreas inferiores; los de las bóvedas han sufrido también estragos debido a la humedad por filtración. El estado de algunos óleos es igualmente crítico.
Elaboró: Arq. Alberto González Pozo.
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