Nombre del Inmueble
La Merced
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000594
Estado, Municipio, Localidad
Estudio Monográfico
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000594
Contenidos
1.-ANTECEDENTES
El principal florecimiento cultural en tiempos históricos en el Valle de Toluca corresponde al pueblo matlazinca, asentado aquí entre los años 800 y 900 de nuestra era y al que podemos asignar como capital a Teotenango, aún cuando desarrolló importantes centros urbanos en todo el valle. Limitaba su territorio al norte con el de los otomies (grupos seminómadas de esta lengua, de cultura notablemente inferior a los matlazincas), al noroeste con los mazahuas (una rama de los otomíes ligeramente más avanzada) y al poniente y el oriente, respectivamente, habitaban los purépechas y mexicas, los dos así llamados imperios cuyo vigor e influencia en el valle de Toluca impidió a los matlazincas llegar a configurar otro imperio, como podría indicar su extraordinario adelanto cultural. Esta posibilidad quedó cancelada definitivamente tras la conquista del valle que llevó a cabo el mexica Axayácatl entre 1469 y 1481 para que su sucesor Ahuizotl la completara en 1486.
De este periodo y la subsecuente sumisión al imperio mexica, provienen algunos nombres, de origen náhuatl, que se asignó a las poblaciones importantes como el mismo Teotenango (teotenanco = en la muralla del dios), Calimaya (calli himayan = donde se construyen casa) y Toluca (tollocan = en el lugar inclinado, ó tal vez, en el lugar de la reverencia). La modalidad del imperialismo azteca que permitía el desarrollo de sus tributarios a la vez que les imponía una fuerte influencia de su cultura, tan rica en su eclecticismo, propició un notable avance en la arquitectura y el urbanismo locales, evidenciados principalmente en Calixtlahuaca y Malinalco. Obras inconclusas en esta última al irrumpir en 1520 las fuerzas españolas de Andrés de Tapia y sus aliados indígenas, para impedir a toda costa que la Gran Tenochtitlán recibiera auxilio de sus aliados matlazincas.
Después de la caída del imperio azteca, el propio Hernán Cortés quedó prendado del valle de Toluca, al grado de tomar posesión de él inmediatamente, para incorporarlo después a su Marquesado del Valle, cuando éste fue reconocido por la corona española. Esta situación propició que, al ser instauradas en alcaldías mayores algunas de las principales poblaciones del hoy estado de México, Toluca fuera excluida de esta categoría y, como asiento del marquesado, pasara a ser corregimiento real. Muy posteriormente, en 1677, recibió el título de ciudad bajo el patronato de San José.
2.-HISTORIA
Como en casi todas las regiones cercanas a la capital México-Tenochtitlán, Toluca y sus alrededores fueron campo de evangelización, en primer lugar, de los frailes franciscanos, primeros en arribar al país, quienes tuvieron importantes fundaciones en el lugar desde esos primeros años de la conquista. De las otras dos ordenes mendicantes, dominicos y agustinos, no existieron fundaciones en el valle, en estos primeros años. Posteriormente, otras ordenes religiosas, como los carmelitas y los mercedarios tuvieron y conservan hasta hoy, importantes fundaciones en la ciudad de Toluca y su región circundante.
La presencia de los frailes de la Orden de la Merced en Toluca es especialmente interesante porque, si bien su establecimiento aquí, de manera formal, se realizó tal vez a principios del siglo XVII, muy posteriormente a los años de la conquista española, el hecho de ser Toluca el lugar elegido pudiera tener algún antecedente en la figura de Fray Bartolomé de Olmedo, fraile mercedario acompañante de los primeros conquistadores, compañeros de Cortés y algunos de los cuales recibieron grandes mercedes en este valle. Nuestro fraile de la Merced, como le llama Bernal Díaz del Castillo al P. Olmedo, murió en 1524, pero el recuerdo de su prudencia y labor apostólica entre los descendientes de los primeros conquistadores asentados en Toluca, pudo haber influido para solicitar de la Orden un establecimiento mercedario en la ciudad.
En el conjunto del convento, se puede observar que la capilla que abre al atrio en el lado poniente es anterior al resto de las construcciones, está construida en forma más sobria que el templo principal y desvinculada de éste en su estilo, más cercano al usual en el siglo XVI. En los últimos años de ese siglo, se habló de una cruz de cantera desenterrada en el lugar que dió lugar a toda una leyenda y condujo a la construcción de esa capilla, llamada de la Santa Cruz del Milagro que, de este modo, podemos considerar originadora de todo el conjunto religioso. En una fecha no determinada del siglo XVII, llegan los mercedarios y aceptan hacerse cargo de la pequeña capilla, la respetan y a su lado erigen templo y convento. Hechos que podemos constatar en algunos detalles del estilo arquitectónico del templo, principalmente de la fachada actual, muy probablemente la misma de la primera construcción del templo (que interior, así como en la portería y otros locales del convento).
Con el tiempo y la acertada labor pastoral de los mercedarios, lograron éstos la construcción de uno de los principales centros religiosos de la ciudad al captar la antigua devoción popular que existía en la capilla primitiva y encausarla hacia su propio trabajo espiritual, de modo que ya en 1746, Villaseñor en su Teatro Americano, hace referencia al convento de la Orden de la Merced de Toluca.
A partir de la segunda mitad del siglo XVIII y según se puede constatar en los bien conservados archivos del templo, su servicio al público ha sido constante, con excepción de algunas cortas interrupciones en épocas de agitación política y confrontaciones iglesia-estado, afortunadamente hoy superadas.
3.-EMPLAZAMIENTO
Hasta hace unas cuadtor décadas, el convento de la Merced estaba situado en los suburbios de la ciudad de Toluca, hacia el suroeste, incluso más allá del cerrito llamado El Calvario. A esa ubicación correspondían sus dimensiones y funciones originales.
Las condiciones de la sociedad toluqueña contemporánea y el explosivo crecimiento de la ciudad han modificado ambas condiciones y el conjunto religioso actual está considerado como uno de los templos católicos del centro de Toluca en el que existen algunos anexos, restos de lo que fue un convento de regular tamaño. Aún así, el nivel promedio de las edificaciones del centro de la ciudad no es muy elevado y la característica torre de La Merced es todavía distinguible para la población como punto de referencia.
Acontecimientos remotos y cercanos han determinado el entorno urbano inmediato del templo. La fracción del antiguo convento dió paso a la construccción de escuelas al oriente y poniente del templo. En esta última, la falta de estudio urbano hizo que se abriera una estrecha calle, la del Melchor Ocampo, para separarla más formalmente y el resultado fue la destrucción de partes valiosas del conjunto religioso y una carga innecesaria para el tránsito de vehículos en zona escolar. En cambio, la escuela situada al oriente comparte sin problemas el frente de la manzana, como sucede con las casas particulares al norte de ésta. En cuanto a las últimas modificaciones urbanas; pueden centrarse en la creación del sistema de ejes viales de la ciudad que convirtió en uno de ellos, el José Ma. Morelos, a la calle frontal del templo y para lo que apenas pudo librarse el volumen principal de la capilla original y ésto, eliminando peligrosamente la banqueta. No solo el eje vial ahora, sino anteriormente la calle que le dió espacio, modificaron sustancialmente la relación urbana del templo con la traza de la ciudad puesto que, cruzando el Eje Morelos, existe aún el pequeño jardín de Los Hombres Ilustres (con un monumento alusivo a ellos), antes integrado al atrio del templo y que ahora ha quedado aislado y reducido a su mínima expresión, mientras que el templo perdió el espacio indispensable para un desahogo adecuado y el equilibrio visual de sus valiosos volúmenes, para uso y beneficio del todopoderoso automóvil.
4.-DESCRIPCION ARQUITECTONICA
La situación urbana del templo que se describe arriba, dejó como primer elemento arquitectónico del conjunto del templo de La Merced a una barda que limita al atrio en el alineamiento del Eje Morelos, compuesta por un muro bajo y gruesas columnas con enrejado intermedio, al centro de la cual se abre una masiva portada con entrada cerrada en medio punto y dos grandes pilastras a cada lado que sostienen un frontón con motivos escultóricos mercedarios. Ambos elementos de reciente creación y desintegrados de los edificios antiguos.
El atrio es pequeño (ya se han explicado los motivos de su reducción) y contiene en el fondo exclusivamente la fachada del templo, al lado poniente la antigua capilla de la Santa Cruz del Milagro y la importante portería del convento con arcos rebajado al frente (al atrio) y uno muy interesante en el interior, del mismo tipo pero con un amplio aconchado a todo lo largo. Entre las partes del antiguo convento que se encuentran en el actual conjunto religioso, el arco descrito, una cúpula y otros elementos completos o parciales que se encuentran en la zona de la portería, resultan, por su calidad, los más interesantes, aún cuando tengan que considerarse en forma aislada por ser esta parte la que fue fraccionada para abrir la calle de Melchor Ocampo.
El templo evidencia varias etapas de construcción. Tal vez la fachada, en sus dos primeros cuerpos, corresponda a la más antigua, más completa y de mayor calidad. Contiene a la entrada del templo en una portada con elementos arquitectónicos en los que, dentro de una cierta sobriedad, se plasman algunos movimientos de formas y ornamentación propia del primer barroco. La puerta están enmarcada en un arco de medio punto sobre impostas que forman capiteles pequeños y sencillamente labrados, pero sostenidos en pilastras completamente lisas al igual que el arco mismo. A ambos lados, en cambio, tres pilastras resaltadas del paño de la puerta, tienen pedestales de buena altura, unidos por una moldura quebrada y entablerados como los fustes que sobrepasan la altura de la puerta con una amplia serie de molduras y contienen en los intercolumnios, dos nichos (hoy vacíos) a cada lado. En el segundo cuerpo, solamente son continuadas dos de las pilastras a cada lado, en menor altura pero con el mismo diseño y remate. En el tercer cuerpo, evidentemente agregado con posterioridad, unicamente suben las dos pilastras centrales, en un trazo muy austero sin ninguna ormentación, para enmarcar a la gran ventana del coro. Sobre este espacio central se levanta el remate general en gablete mixtilineo con medallón central. Este medallón le confiere cierta unidad al conjunto de la portada porque es un elemento que se repite en la ornamentación de los cuerpos anteriores, sobre los nichos, la puerta y en la parte superior del segundo cuerpo, en tallas sobre cantera de notable calidad.
En el interior del templo pueden apreciarse una serie de variaciones al modelo más usual en la época colonial de nave única cubierta con bóvedas de arista. Aquí los soportes que reciben los empujes laterales de la bóveda se utilizan para formar cuatro capillas laterales a cada lado, cubiertas a su vez por pequeñas bóvedas de arista. El coro, posiblemente para hacerlo funcionar como espacio exclusivo de una comunidad monacal en un templo público, fue diseñado (o ampliado posteriormente) ocupando dos entrejes, en lugar de una solo, a partir de la entrada. El resto del diseño arquitectónico se distingue por su exactitud de trazo dentro de unas proporciones generosas en el ancho de la nave y el crucero, así como la altura de la cúpula y su tambor.
Enseguida cabe acotar el trabajo de yesería que completa los trazos arquitectónicos, principalmente en un rico entablamento que corre a lo largo de la nave, las columnas y sus capiteles y el conjunto de la cúpula a partir de las pechinas. La mayor parte de la yesería debió ser incorporada a finales del siglo pasado en forma conjunta con varios detalles de la ornamentación pictórica interna del templo de modo que ambos trabajos se complementan para imprimir una gran unidad al interior del templo con su altar principal (de 1897), a pesar de la poca calidad de este último, realizado a modo de ciprés con baldaquinos de planta elíptica superpuestos y detalles neoclásicos.
La torre única tiene su basamento en el lado oriente de la fachada, a la que sobrepasa en altura siguiendo su trazo ortogonal. Sobre éste se desplanta la torre en una planta exagonal que la separa plasticamente del resto del templo en lo que podemos suponer fue una intención de sus consructores para indicar esa modificación a la fachada, aún cuando posiblemente sea la torre contemporánea del cuerpo superior de la portada.
5.-OBRAS DE ARTE
La importancia del templo de la Merced dentro del ambiente religioso de Toluca y el hecho de que sus fundadores, los frailes mercedarios, lo hayan atendido hasta la fecha, ha permitido la conservación y enriquecimiento de una buena parte del acervo artístico del templo.
El aspecto que nos muestra actualmente contiene una gran unidad en su imagineria, antigua y moderna, centrada en motivos mercedarios. Ya se ha hablado de los relieves en cantera que se encuentran en el exterior del templo, pero vale mencionarlos de nuevo entre las obras de arte por su calidad, los más antiguos que se encuentran en los medallones y en conjunto, agregando los más modernos del frontón de la portada al calle, por la continuidad en el tratamiento de temas mercedarios, la propia Señora de la Merced, San Pedro Nolasco, fundador de la orden y otros santos y personajes de ella.
El altar principal de 1894, la talla de Santa María de Cerbellón que se encuentra en el ciprés y otras esculturas de cierta calidad son obras de artista y artesanos locales de los que se conservan los nombres de Los Barreto y Pedro Pascual Santillán. Y en cuanto a la pintura, pueden separarse las obras en tres épocas de realización de los óleos existentes, en diferentes grados de calidad. De una primera etapa en el periodo virreinal, tal vez a principios del siglo XVIII, provienen los cuatro evangelistas que se encuentran en las pechinas con cierta originalidad en el tratamiento de sus símbolos y algunos de los cuadros de los muros de la nave, los menores en dimensiones (1.80 x 2.20 m. aprox.). De finales de aquel periodo (1795) y en una mayor calidad, están los dos cuadros del crucero, La Divina Providencia y El Patrocinio de San José, firmados por Manuel de Arburu. Y por último, los óleos colocados a los lados del altar mayor, de la misma dimensión de los anteriores (aprox.) y los de mucho mayor tamaño de los muros norte del crucero, son obras del siglo pasado y principios de éste, de mediana calidad que trata de unificar temas y estilos de los cuadros anteriores y lo consigue en gran medida.
También unida a la arquitectura del templo, está la decoración de la cúpula, a una tinta con motivos mercedarios en cada gallón y profusa decoración complementaria. El resto de la imaginería es numeroso, con buena cantidad de cuadros y esculturas de más reciente creación, sin contar con la propia de algunas de las capillas laterales como un Cristo de gran antigüedad y buena calidad, algunas obras que conserva la Orden mientras se realizan obras de mantenimiento y tal vez alguna futura adaptación de locales del convento para exhibir óleos de otros templos mercedarios.
ELABORO: ARQ. JOSE ROGELIO ALVAREZ
FECHA: 1984
Inmueble de pertenencia
Nombre del Inmueble
La Merced