Nombre del Inmueble
La Santa Cruz
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000555
Estado, Municipio, Localidad
México > Toluca > Ejido Santa Cruz Atzcapozaltongo (151060137)
Estudio Monográfico
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000555
Contenidos
1.-ANTECEDENTES
Los datos disponibles sobre pequeñas comunidades permiten tener noticias frecuentemente inconexas y no informaciones completamente veraces sobre sus antecedentes y su desarrollo. Por su cercanía con la ciudad de Toluca es posible suponer un tronco común original con las otras localidades que estuvieron pobladas por matlatzincas y que fueron sometidos a la condición de tributrios de México-Tenochtitlan durante el reinado de Axayácatl. Es permisible, asimismo, inferir que Atzcapozaltongo formó parte, junto con otros asentamientos, de una gran comunidad agrícola que sentía verdadero apego por su tierra y por su trabajo; las exploraciones arqueológicas en el área que comprende el asiento de varios pueblos al sur y al suroeste de Calixtlahuaca no han sido terminadas, de manera que es poco lo que puede conocerse de las relaciones que tal vez se establecieron entre los primitivos habitantes de los terrenos que hoy rodean a la ciudad de Toluca por el oeste y por el norte.
El nombre del sitio, que algunos autores anotan también como Atzcapotzaltongo es ua voz náhuatl derivada de Atzcapuzalco (Atzcapozalco) que se interpreta como el pequeño Atzcaputzalco, refiriéndose al asentamiento azteca del Valle de México o bien (sitio) en los pequeños hormigueros (1).
Los misioneros franciscanos que llegaron al valle de Toluca recién derrotada la capital mexica fueron quienes primero intentaron algunas edificaciones provisionales en los sitios en que encontraron grupos indígenas con un cierto grado de organización; es sabido que una parte considerable de los pueblos que hoy integran el municipio de Toluca -y que han conservado total o parcialmente- su nombre indígena figuraron entre los primeros del área central del actual Estado de México en que hubo ermitas que luego se transformaron o dejaron su lugar a edificaciones definitivas aún desde antes que se iniciaran las construcciones más importantes sobre la traza de la ciudad de Toluca.
No hay, pues, informaciones precisas sobre Atzcapozaltongo, pero a juzgar por las dimensiones actuales del conjunto y por las características que fueron y son comunes a otras poblaciones de la región, no parece haber razones suficientes para suponer que haya recibido un tratamiento diferente: así pues, a los franciscanos que precedieron o alternaron con fray Andrés de Castro se puede atribuir la erección de un templo primitivo en torno del cual el pueblo siguió una organización en la que son ostensibles tanto las influencias de conjuntos urbanos mucho mayores como un número considerable de soluciones populares que se expresan sobre todo en la adecuación de la traza a las condiciones del medio y a los escurrimientos de agua que se producen desde el cerro que confina al asentamiento por el suroeste.
Las últimas épocas dell virreinato y los años siguientes han señalado los momentos de mayor crecimiento de la ciudad de Toluca; el cierto aislamiento de Atzcapozaltongo, debido en parte a la condición topográfica de su medio, ha sido una afortunada circunstancia gracias a la cual no se ha producido la anexión del poblado a la mancha urbana de la capital del Estado.
2.-EMPLAZAMIENTO
El pueblo de Atzcapozaltongo, como muchas otras comunidades de pequeñas dimensiones, no fue trazado de una manera ortodoxa y quizá en su primitiva planificación no intervino un personaje de renombre. Es presumible que su desarrollo se deba más a la respuesta espontánea de sus pobladores que a un proceso cuidadoso de aprovechamiento de los suelos o los recursos; prácticamente todas las obras erigidas en localidades como esta son de carácter vernáculo y no parecen haber incluido demasiadas pretensiones formales en su concepción y en su ejecución.
El poblado, que sigue siendo un asentamiento claramente diferenciado de la ciudad de Toluca, se ha desenvuelto y ha crecido al ritmo que han señalado las actividades y las posibilidades de sus habitantes: todo cuanto se ha intentado tiene la apariencia de cumplir con las aspiraciones colectivas en la medida en que el vecindario se ha dispuesto alrededor de las áreas públicas y de los edificios que representan los más importantes puntos de referencias o las creaciones que se pueden atribuir al esfuerzo común.
Los trabajos que han remozado el área central del sitio no incluyeron modificaciones sustanciales al conjunto toda vez que las más notables relaciones espaciales proceden de por lo menos dos siglos de antigüedad. La iglesia de La Santa Cruz se
transformaciones que han comenzado por cambiar las fisonomías de algunos edificios y que pueden extenderse, en el futuro, a toda la localidad.
Las perspectivas hacia el centro del pueblo y hacia el templo ya no incluyen solamente a la arquitectura y al paisaje: hoy se componen, también, de varias clases de avisos comerciales así como de toda clase de vehículos en los cuales se transportan personas y objetos de y hacia Toluca de una manera constante.
3.-ASPECTO HISTORICO
Varias de las obras de carácter popular que pueblan el territorio del Estado de México son producto de interpretaciones sencillas de modelos consagrados; no es frecuente que se encuentren maestros cuya importancia haya trascendido por varias localidades y tampoco es habitual que en las creaciones vernáculas destaque una concepción tan completa, unitaria y bien lograda como la que se ofrece en el templo de La Santa Cruz.
Se ha dicho ya que hay posibilidades en el sentido de que el edificio religioso actual se haya construido sobre lo que fue una antigua ermita procedente, quizá, del siglo XVI: no queda ninguna evidencia de aquella primitiva edificación aparte, acaso, la localización del conjunto respecto de la plaza y del pueblo.
El templo actual, como otros varios de su tipo, es el resultado de una serie más o menos importante de etapas y períodos constructivos que desembocaron, eso sí, excepcionalmente, en un diseño único al que se sujetaron tanto la portada y la torre como el retablo que ocupa el presbiterio.
La planta del edificio sugiere la realización de una obra de cierta importancia antes de la erección de los elementos barrocos ya anotados: esos trabajos pudieron realizarse en el transcurso del siglo XVIII pues tanto el análisis formal del conjunto como la fecha que se ostenta en una cartela colocada al extremo sur de la portada confirman que el autor de los últimos diseños para el templo prestó una especial atención a la corriente formal que caracterizó a las últimas creaciones del barroco: en efecto, la obra puede considerarse un tanto tardía si se atiende la fecha de 1807 como la de terminación de la última etapa de la fábrica; otra cartela, que alude al principio de la obra es parcialmente ilegible, pero aún sin conocer directamente la fecha de iniciación de los trabajos es permisible suponer que ello ocurrió alrededor de 1778 pues esa es la fecha que aparece en uno de los cuadros -el que representa a las Animas del Purgatorio- que se encuentran sobre los muros laterales del presbiterio. La relación entre una pintura y un conjunto de obras que incluyó lo mismo a la portada que a la torre y que se extendió a la realización de un retablo se explica en el hecho de que las dos pinturas, por sus temas, las técnicas que en ellos se utilizaron y los lugares que se ls asignaron, parecen haber sido realizadas ex profeso para acompañar a los otros objetos del presbiterio.
Las influencias estilísticas y decorativas que se extendieron por todo el país durante el siglo XIX no alcanzaron a modificar mayormente al conjunto: las adiciones que se practicaron al volumen tuvieron más bien el propósito de contribuir al mejoramiento y a la conservación del inmueble pues, según se anotó en una inscripción, el templo se reconstruyó y pintó entre 1884 y 1885. La pintura a la que se refiere ese dato no debe ser otra que la que se aplicó a los motivos que decoran la portada, acción también excepcional tratándose de un conjunto en el que ya dominan los recursos barrocos a base de apoyos en forma de estípites. La decisión de proceder a policromar un trabajo tan delicado como ese no se repitió en otros sitios del inmueble con lo que la portada adquirió un carácter verdaderamente excepcional aunque discutible.
4.-DESCRIPCION ARQUITECTONICA
La iglesia de La Santa Cruz es uno de esos conjuntos en los que requieren amplios espacios para observarlos adecuadamente. El atrio que antecede al paramento de la portada podría ofrecer algunas posibilidades para la comprensión del inmueble, pero son tantos los elementos que lo pueblan que difícilmente se puede superar una primera sensación de confusión. Los árboles son los únicos ocupantes de ese espacio que contribuyen a la appreciación del conjunto pues tanto los andadores como los arbustos, una reja que regula las circulaciones y el toldo que se apoya en el intradós del arco de acceso forman un medio caótico e irrespetuoso.
La fachada de la iglesia no es el remate del atrio pues para serlo requeriría que hubiera por lo menos una circulación que condujera hacia ella. Otro aspecto que no se cumple es el relativo a las perspectivas: varias de ellas no son ya posibles al quedar oculta buena parte de la portada tras el paso a cubierto. El atrio, pues, es un jardín que continúa al nivel de la plaza y en el que se dan varios tipos de vegetación. El volumen arquitectónico no es sólo la iglesia sino que se forma también con el anexo al sur de la fachada y que contiene varias de las dependencias de la casa parroquial. Las relaciones entre uno y otros espacios distan mucho de ser armónicas por más que los creadores populares intentaron un arreglo que resultó complejo y demasiado abigarrado.
La fachada del templo es de un gran interés pues sus dos elementos principales contienen interpretaciones de los mismos rasgos formales. Ellos son los estípites gracias a los cuales se resolvieron tanto los paños de la torre como los de la portada: en la primera desempeñan un papel más destacado en virtud de la escasa distancia que lo separa en las esquinas además de que contribuyen, por su esbeltez, a subrayar la intención de verticalidad que animó el diseño del campanario. La participación popular en los diseños y en la factura de estos elementos queda de manifiesto en una gran cantidad de detalles: en la torre, por ejemplo, son notables desde ese punto de vista las molduraciones que separan el coronamiento del cubo y el desplante propiamente dicho de su primer cuerpo; son interesantes, asimismo, las soluciones ochavadas de las esquinas, los trabajos de argamasa que se ubican en las enjutas de los vanos que alojan a las campanas, además del trazo de los mismos vanos. Las cornisas que rematan el cuerpo principal soportan al remate del elemento formado por un pequeño tambor octogonal y una bóveda semicircular cuyas nervaduras la recorren por el exterior llegando casi a formar gajos. En la parte más elevada se dispuso una cruz de piedra.
La portada, que como ya se anotó, es observable sólo de manera parcial, es una composición de primera calidad digna, evidentemente, de un mejor destino: consta de dos cuerpos que se inscriben en un gran muro al que los laterales y su remate hacen aparecer como un arco cuyos pretiles describen una trayectoria mixtilínea de buena calidad y excelentes proporciones. El primer cuerpo aloja a la puerta de acceso que va contenida dentro de un arco de medio punto al que ya no se tiene posibilidad de definir en vista de las dimensiones y la colocación del toldo que protege a los fieles; sobre el arco va una representación del Santísimo flanqueado por un par de angelitos y unos motivos vegetales bien resueltos. Este cuerpo e forma estructuralmente por dos pares de estípites que soportan un elaborado y relevante entablamento; los a poyos llevan varios trabajos en bajorrelieve y sus espacios interestípites nichos en las partes bajas y medallones rematados por frontones en las secciones altas: los primeros aparecen vacíos mientras los segundos presentan figuras de santos. La solución del área entre los dos cuerpos es notable porque incluye lo mismo molduraciones que paños vacíos gracias a los cuales se establece un cierto contraste y una verdadera diferenciación.
El segundo cuerpo, que también puede considerarse como el remate del conjunto, ostenta la misma disposición en los elementos del apoyo aunque ajustados a las dimensiones del paramento y a la ubicación de las cornisas: los de los extremos se resuelven con cuatro componentes justo donde arranca la primera curvatura del pretil y los centrales cerca de la parte superior desempeñando el papel adicional de flanquear a la composición principal que consiste en la ventana de coro, de trazo polilobulado y en una última hornacina en la que aparece una escultura que representa al Padre Eterno. En la disposición de este segundo cuerpo también hay nichos en los interestípites así como guardamalletas, cartelas y una moderada pero interesante variedad de motivos vegetales que lo mismo incluye flores que follajes de distintos diseños. El remate de la portada lo forman, aparte la cornisa, varios jarrones -ahora incompletos y rotos- y una cruz de doble brazo.
La coexistencia de paños trabajados con relieves y muros aplanados contribuye a acentuar la calidad del volumen pues, como ya también se anotó, varias de las piezas que forman la portada van policromadas.
El interior del conjunto tiene también importantes atractivos pues aunque es estrecho el recinto su altura permite proporcionar a los elementos que lo pueblan. La planta presenta dos secciones diferenciadas: una, la destinada a la feligresía, es rectangular y lleva cubierta de viguería de madera, bóveda de ladrillos y terrado; la segunda, que es todo el presbiterio, es un tanto menos ancha y termina en una cúpula de ocho lados iluminada por medio de ventanas situadas en cada una de sus caras. Las dos zonas se unen a través de un arco triunfal definido por un artificioso trabajo de cantería y flanqueado por un par de gigantescos apoyos en los que se buscó recrear algunas de las características formales de los estípites. La interpretación es de muy mediana calidad aunque puede atenderse por lo menos la intención de conservar unos ciertos rasgos en todos los detalles de la decoración al modo como fueron construidos los elementos fundamentales originales.
El objeto principal del interior es un Cristo negro crucificado que se encuentra en la caja del retablo. Ese ocupante del presbiterio es una pieza en la que también los estípites desempeñan un papel de primera importancia pues son el resumen formal de todo el edificio. El retablo es de madera dorada, de tres cuerpos y de proporciones exactas al sitio en el que se aloja; la decoración de sus elementos es más bien superficial y escasa, de modo que sólo los estípites y las esculturas que se apoyan sobre peanas pueden considerarse relevantes. Los muros laterales del presbiterio están ocupados por pinturas de excelente calidad en buen estado de conservación y firmadas, por lo menos una de ellas, durante el siglo XVIII.
5.-NOTAS Y BIBLIOGRAFIA
(1) Gobierno del Estado de México, Monografía del Municipio de Toluca, Toluca, 1973, pág. 16
Enciclopedia de México, tomo 8, segunda edición, México, 1977.
José Rogelio Alvarez Noguera, El Patrimonio Cultural del Estado de México, Primer Ensayo, Biblioteca Enciclopédica del Estado de México, tomo CX, México, 1977
Vocabulario Arquitectónico Ilustrado, tercera edición, Secretaría de Asentamientos Humanos y Obras Públicas, México, 1980
ELABORO: ARQ. JOSE ROGELIO ALVAREZ
FECHA: 24 de mayo de 1984
Inmueble de pertenencia
Nombre del Inmueble
La Santa Cruz