Nombre del Inmueble
La Santísima Trinidad
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000372
Estado, Municipio, Localidad
Estudio Monográfico
Clave del estudio monográfico
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Contenidos
1.-CONTEXTO URBANO
La posición del templo de la Santísima sobre la Avenida Reforma, en una esquina muy próxima a la Plaza Mayor, lo mantiene rodeado de edificios importantes en la vida económica y social de Puebla. Eso mismo explica que el convento de las concepcionistas, del que el templo formó alguna vez parte, haya desaparecido sin dejar rastro alguno, ya que la especulación urbana encontró pronto otros usos comerciales para los predios en torno al templo, como son el estacionamiento contiguo sobre Reforma. Varios bancos y negocios importantes se han instalado en la misma calle: algunos ocupan dignos edificios porfirianos, mientras que otros prefirieron demoler las antiguas casonas para levantar inmuebles más altos, de líneas modernas, incluso de vidrio y acero. A pesar de esos cambios, aún predomina el ambiente arquitectónico de principios de siglo en el entorno del templo. Algunos edificios son notables, como el que está ubicado en la esquina de Reforma y Cinco de Mayo, con su curiosa esquina cilíndrica, rematada por un mirador cuya cúpula muestra un exótico perfil de cebolla; o como el banco con mansarda, uno de los pocos edificios de este tipo en el perímetro A de la Zona de Monumentos; o como el edificio de 3 niveles sobre la calle 3 Norte, fechado en 1903. Otras construcciones son menos felices, como los edificios en las esquinas opuestas al templo, ambos de cuatro niveles. Uno es neocolonial, mientras que el otro no oculta su insensibilidad ante el contexto urbano.
En cambio, en la otra esquina frente al templo hay un inmueble de dos niveles que parece remontarse al siglo XVIII. Es representativo del paisaje edificado que rodeó al templo en su época de mayor esplendor.
2.-ANTECEDENTES E HISTORIA
El convento de religiosas concepcionistas con el título de la Santísima Trinidad fue fundado por el capitán Alonso Hidalgo Avalos, alcalde ordinario de la ciudad, Antonio Ródriguez Gallegos, regidor y Alonso de Rivera Barrientos. El trío de parientes -ya que los dos primeros estaban casados con las hermanas del tercero- presentó, el 13 de octubre de 1617, una solicitud al cabildo poblano para erigir un monasterio de religiosas con la citada advocación. Para ello ofrecían dotar a la institución con 45,000 pesos, parte en efectivo y parte en censos sobre valiosas propiedades. Entre las razones que los movían a efectuar la fundación, aparte de las usuales en estos casos (tales como contribuir a la grandeza de la ciudad, disponer de más lugares donde recibir a las hijas de nobles y pobres que desearan seguir la vida religiosa y otras por el estilo) destacaba otra que, al parecer, era la más importante: la gran cantidad de parentela femenina que tenían los propios interesados. Tal vez se les hacía más viable la construcción de una nueva casa que el pago de las dotes correspondientes. 1
El cabildo recomendó que la solicitud fuera enviada al Virrey, Marqués de Guadalcázar, para que otorgara la licencia correspondiente. Pero, además de cubrir los requisitos legales, era necesario decidir sobre el sitio donde se implantaría el convento. Para ello, se escogió el palacio episcopal que acababa de edificar el obispo Alonso de la Mota y Escobar, que se compró el 30 de mayo de 1618, por la considerable cantidad de 50,000 pesos, sin contar los gastos necesarios para adecuarlo a su nueva función. 2
Una vez concluidas las obras, se inauguró el 20 de septiembre de 1619. La comunidad de dieciséis religiosas que tomó posesión del inmueble estaba conformada por dos hermanas del capitán de Rivera Barrientos y 14 hijas o sobrinas de los tres fundadores. El convento quedó bajo la regla de las concepcionistas.
El primer templo del instituto fue adaptado en la portería o zaguán del palacio episcopal, y el 21 de septiembre, un día después de la inauguración, se colocó allí al Santísimo. 3
A lo largo del siglo XVII, las monjas contaron con recursos para mejorar su construcción. En 1645, el obispo Palafox y Mendoza les otorgó licencia para que el arquitecto Juan Bautista del Castillo construyera la enfermería, el noviciado, las salas de labor y un dormitorio.
También el templo fue arreglado por esas fechas. Hacia 1655, las religiosas, seguramente a través de su mayordomo, contrataron al escultor Esteban Gutiérrez para que labrara un retablo dedicado a la Virgen de la Asunción. Sin embargo, los esfuerzos por mejorar su interior no fueron suficientes y se planteó la posibilidad de construir un nuevo templo, más capaz y suntuoso. Mas, como las monjas no contaban con los recursos suficientes, el obispo Diego Osorio de Escobar y Llamas donó grandes cantidades de dinero para la obra, misma que puso a cargo del canónigo Florián de Reynoso Sarmiento4 Así, en 1668, se dio inicio a la construcción en una casas que tenían las concepcionistas, anexas a su convento. Efraín Castro Morales considera que el arquitecto Carlos García Durango pudo haber participado en la obra.5 Las portadas fueron ejecutadas por los canteros Juan Jerónimo y su hijo Juan Antonio; la primera, según el contrato firmado el 3 de septiembre de 1670, parece haber sido terminada en 1672, y la segunda, fue labrada entre 1670 y 1673. 6
La edificación se concluyó en esa última fecha, pero el prelado que la patrocinó no pudo dedicarla, ya que murió poco antes de su terminación. Como el obispo Osorio había elegido ser sepultado en el presbiterio de la iglesia, del lado del Evangelio, se colocó en su honor una escultura -ya desaparecida- que lo representaba en actitud orante y su corazón se colocó en un nicho de cristal. El interior del templo fue decorado con varios retablos barrocos, tallados y dorados, incluyendo el principal, dedicado a la Santísima Trinidad.
Hacia 1735, el retablo principal del recinto religioso fue reemplazado por otro, cuya ejecución estuvo en manos del arquitecto y ensamblador Cayetano Sánchez, en colaboración con su hijo, Antonio Sánchez. Contaba con tres cuerpos: el primero, con las escultura que representaban a la Santísima Trinidad, el segundo con la imagen de bulto de la Inmaculada Concepción y el tercero con la efigie de San José.
En los primeros años del siglo XVIII, el convento albergaba a un mínimo de 60 religiosas, sin contar a las mujeres encargadas del servicio. Sin embargo, el número de monjas se redujo hacia los últimos años de esa centuria.
Durante la primera mitad del siglo XIX, la iglesia vivió un proceso de renovación decorativa. Para 1835 ya se habían colocado dos altares neoclásicos en su interior, y posteriormente se continuó con esa tendencia hasta que desaparecieron todos los retablos barrocos y quedó concluida la remodelación al gusto de la época. 7
A los cambios ornamentales, sucedieron otros más profundos de carácter político y social. Con el triunfo de los liberales y la ejecución de las leyes de Reforma se decretó la reducción de los conventos de monjas. El 23 de febrero de 1861 las concepcionistas de la Santísima fueron trasladadas a la Concepción, con sus hermanas de orden. Ya en 1863, cuando los franceses tomaron la ciudad, el convento de la Santísima había sido fraccionado y vendido a varias personas -entre las cuales estaba al señor Julio Ziegler -ciudadano francés- por 3,833 pesos,8 por lo que las religiosas no pudieron regresar a su edificio. Tuvieron que hospedarse provisionalmente en la Casa de Recogidas (9 Oriente No. 5). Ese mismo año, el templo fue cerrado al culto, y cuatro años más tarde ocurrió la exclaustración definitiva de todas las órdenes religiosas. Restablecida la paz y la República, el 6 de febrero de 1868 el dueño del convento solicitó a la Jefatura de Hacienda la compra de la iglesia y la sacristía, para planear una nueva edificación en lugar del antiguo conjunto. Seguramente la solicitud no fue aprobada, ya que en 1875 el templo se encontraba abierto de nuevo al culto.
Ya en el presente siglo, entre 1930 y 1932, la fachada fue cubierta con cantera gris, gracias a la ayuda de un grupo de señoras adineradas y, como parte de la conmemoración del cuarto centenario de la fundación de Puebla, se colocó un tablero de azulejos, donado por una Sociedad Geográfica, que representa precisamente la fundación de la ciudad.9
El 20 de junio de 1941, el inmueble fue declarado monumento nacional. En esa misma década y con el fin de uniformar el exterior, el ábside fue recubierto con cemento, dando la apariencia de piedra gris, y la torre fue decorada con balcones de hierro colado plateado, mismos que luego fueron retirados por instrucción expresa del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). Poco tiempo después, el coro bajo fue abierto para dar amplitud al templo, aunque se conservó el coro alto, con sus rejas y su abanico. Además, el INAH autorizó, en enero de 1953, la sustitución del baldaquino o ciprés que se encontraba en el altar mayor. 10
En la actualidad se conservan únicamente algunos restos del convento, aislados entre construcciones modernas. La iglesia, por su parte, permanece abierta al culto religioso católico.
1 López de Villaseñor, Cartilla vieja de la nobilísima ciudad de Puebla..., p. 259.
2 E. Castro Morales, n. 359, en F. de E. y Veytia, Historia de la fundación..., t. II, p. 455.
3 F. de E. y Veytia, op. cit., t. II, p. 453.
4 Zerón Zapata, La Puela de los Angeles..., p. 93.
5 Castro Morales, n. 357, en F. de E. y Veytia, op. cit., t. II, p. 454.
6 Ibid., y Manuel Toussaint, Arte colonial..., p. 104.
7 Castro Morales, n. 358, en F. de E. y Veytia, op. cit., t. II, p. 455.
8 SEDUE, exp. 114-0004-140, y Castro Morales, n. 358 en F. de E. y Veytia, op. cit., t, II, p. 455.
9 Almendaro, Indice de las iglesias..., p. 43.
10 SEDUE, exp. 114-0004-140 y Castro Morales, n. 358, en F. de E. y Veytia, op. cit., t. II, p. 455.
3.-DESCRIPCION ARQUITECTONICA
El templo cuenta con un angosto atrio lateral, carente ya de las rejas que alguna vez lo protegieron. Por su nivel, más elevado que el de la acera, luce como plataforma.
La disposición planimétrica de la Santísima es de una sola nave rasa -provista de dos entradas laterales- que corre de oriente a poniente, a lo largo de siete tramos de longitud desigual. Los primeros tres son muy cortos: corresponden a los coros alto y bajo de las monjas, cubiertos por otras tantas bóvedas de cañón y lunetos cuyos vértices no se apoyan en pilastras sino en impostas. Desgraciadamente ambos coros han sido alterados. El coro bajo perdió su reja y su cratícula y se abrió directamente al resto de la nave. Del coro alto subsisten la reja y la notable celosía en el tímpano, trabajada en madera estofada. Un sol antropomorfo y el escudo episcopal ocupan el eje del tímpano, mientras que el resto de la superficie se distribuyó por medio de un diseño de entrelazos de forma vegetal.
Los siguientes dos tramos de la nave son sensiblemente cuadrados, lo que propicia su cobertura con bóvedas de arista. El sexto tramo también tiene esa proporción, pero allí se levantó la cúpula sin tambor; en su lugar hay un anillo sostenido por las cuatro pechinas contenidas entre los arcos fajones y formeros. La decoración pictórica de todas las bóvedas del templo y de esta cúpula en particular, procuran dar la impresión de que se trata de una bóveda nervada. Sin embargo, la ilusión de relieve lo interrumpen los cuatro vanos abiertos hacia los puntos cardinales. Por supuesto, se trata de un efecto buscado en el siglo XIX, ya que la decoración original debe haber sido a base de yeserías barrocas.
Finalmente, en el séptimo tramo se ubicó el presbiterio, abovedándolo con cañón con lunetos. Por este espacio se ingresa, del lado de la Epístola, a la sacristía cubierta por dos bóvedas de arista.
La sencillez de esta estructura no fue obstáculo para que sus constructores la mostraran delineada lo más claramente posible, ya que todas las pilastras de la nave, las impostas del coro, los entablamentos corridos en los muros laterales, los elegantes arcos rebajados del sotocoro y los arcos formeros de medio punto bajo las bóvedas altas muestran buen trazo y proporciones, discreta molduración y excelente trabajo de labrado en las superficies de cantera. Incluso se alcanzan a ver los filetes de los arcos formeros rematando los tímpanos laterales.
Con la misma claridad se distribuyeron y delinearon los vanos de las puertas y ventanas, sin desatender los aspectos funcionales. Los ingresos laterales se encuentran en el cuarto y quinto tramos; el coro bajo se ilumina mediante las ventanas rectangulares en los primeros tres tramos del muro del Evangelio; mientras que arriba, en el coro alto y el resto de la nave, hay ventanas centradas en cada uno de los tímpanos laterales.
Esa claridad, esa limpieza de diseño de Carlos García Durango se hace patente también en el aspecto exterior del templo, particularmente en las portadas diestramente ejecutadas por los canteros indígenas Juan Jerónimo y su hijo Juan Antonio. Sin embargo, el revestimiento de cantera sobre todos los muros y los contrafuertes, que se hizo en la primera mitad de este siglo, aminora el contraste que seguramente existió entre esas magníficas portadas y el resto del cuerpo de la iglesia.
Al parecer, el arquitecto quiso expresar también el funcionamiento de la nave dándole a una de las portadas más importancia que a la otra. Com o se sabe, la presencia de portadas dobles en los templos de monjas se debe a que una es propiamente la de ingreso cotidiano mientras que la otra sólo se abría para dar salida a las procesiones. En este caso, la portada principal consta de una sola calle y tres cuerpos, mientras que la secundaria sólo muestra un cuerpo y su remate.
El primer cuerpo de la portada principal es muy sobrio. Las puertas entableradas, remachadas con gruesas bulas, están delimitadas por el vano, sus jambas y el arco de medio punto. Las enjutas sólo se delinearon discretamente. A los lados, sobre plintos almohadillados, se elevan sendos pares de medias muestras de fuste estriado tritóstilo y capiteles toscanos. Entre las cuatro soportan un entablamento cuyo friso muestra triglifos alternados con metopas decoradas con florones. El manierismo y sus ecos clásicos, que aún seguían vigentes en plena segunda mitad del siglo XVII, se deja ver muy claramente en este primer cuerpo.
Sin embargo, el segundo y tercer cuerpos anuncian ya algunos de los artificios del barroco que, según la investigadora Martha Fernández, fueron transformando gradualmente la sobriedad canónica en libertad imaginativa, como el :
...claro sentido ascencional al disminuir el ancho de los cuerpos superiores. Del mismo modo, la presencia del almohadillado en las pilastras del segundo cuerpo y en la ventana coral, así como los blandones, los róleos y los remates piramidales alargados, nos hablan de un monumento barroco. 11
Cabe agregar que en el nicho del segundo cuerpo hay una imagen labrada de la Inmaculada Concepción y que el remate sobre la ventana alta de la nave lleva un frontón curvo con medallón al centro, y tres pináculos.
En la otra portada, en lugar de los pares de medias muestras existen pilastras únicas, con canaladuras perimetrales en los fustes. El entablamento carece de decoración, y encima de la cornisa surgen sendos pináculos y el escudo de la orden concepcionista, todo en relieve labrado.
Otro detalle decorativo en esta fachada lo constituye el marco almohadillado rematado por frontón curvo a la altura del tramo de la cúpula. En su interior se aprecian restos de una pintura casi desvanecida. Sólo se distingue una leyenda que recomienda: Adorad a Jesús Sacramentado.
Desgraciadamente, quienes recubrieron la fachada de cantera tampoco resistieron la tentación de aportar otro elemento decorativo, constituido por un tablero de azulejo de apreciables dimensiones y mediocre factura, situado a la altura del presbiterio. Es lo primero que se ve desde la contra esquina, casi el único punto de vista desde el que se puede apreciar el templo en su totalidad.
Aún así, desde allí se aprecia poco la cúpula. Esta es discreta, con filetes de argamasa entre cada uno de los gallones recubiertos de azulejo. Cuatro marcos de albañilería con vanos de medio punto, rematados por frontones curvos, quebrados, intersectan a los gallones orientados hacia los puntos cardinales. La linternilla es apenas un prisma ochavado, con cuatro vanos muy angostos, y la remata un chapitel.
El campanario también es muy sencillo, pero cuidadosamente realizado. El cubo de la torre se alza recubierto de cantera hasta la altura de los pretiles. A partir de allí comienza la obra de albañilería, con un zócalo de curiosa planta mixtilínea y luego, el único cuerpo del campanario, de planta cuadrada, con las esquinas ochavadas. Los cantos ochavados son lo suficientemente anchos como para alojar, cada uno, do s angostos vanos rectangulares, mientras que las caras hacia los puntos cardinales muestran vanos de medio punto, suficientes para las campanas, flanqueados por sencillas pilastras toscanas. Sobre el entablamento y la cornisa del primer cuerpo surge la base del cupulín, también ochavada, con óculos ovalados horizontalmente en las caras anchas y verticalmente en los ochavos. El cupulín gallonado está recubierto de azulejo, con discretos filetes de argamasa entre los gallones. Lo remata una linternilla muy angosta, de la que surge una cruz metálica.
11 M. Fernández, Artificios del barroco, p. 112
4.-OBRAS DE ARTE
La Santísima sólo cuenta con cinco retablos, todos del siglo XIX, hechos de albañileria, madera y escayola. Como éste fue uno de los primeros templos que cambiaron sus retablos barrocos por otros neoclásicos, estos últimos se limitan a seguir las convenciones de la Academia, sin mucho del eclecticismo que apareció ya a fines del siglo XIX. Curiosamente, armonizan con la sobriedad manierista de la arquitectura, mientras que sus predecesores deben haber establecido un contraste más marcado.
El retablo mayor es de un solo cuerpo y tres calles, con remate igualmente dividido en tres partes. La cornisa con que culmina el primer cuerpo coincide con la de los entablamentos que recorren los muros laterales. Resaltos en el entablamento subrayan el paso de una calle a otra, mientras que abajo, en el banco, son los plintos resaltados los que señalan el ascenso de las cuatro columnas exentas, de fuste estriado y capiteles compuestos. En la calle central están el tabernáculo y un fanal con una imagen reciente del Perpetuo Socorro, mientras que a los lados hay figuras de bulto de Jesús sosteniendo su Cruz y de San Agustín. En cambio, en el remate hay un nicho con las figuras de la Santísima Trinidad; el Espíritu Santo ocupa allí el lugar central, sobre un fanal que llena el medio punto del nicho. Los tercios laterales del tímpano se pintaron con nubes.
Los cuatro retablos restantes tienen todos un primer cuerpo de tres calles con idéntico diseño, pero los dos frente a los ingresos al templo ostentan además un remate. Sobre el sotobanco se eleva el banco con los plintos de los ocho apoyos visibles del primer cuerpo, todos con capiteles compuestos: dos pares de columnas exentas que flanquean la calle central y dos pares de pilastras, uno en cada una de las calles laterales. El entablamento, decorado con festones, se proyecta un poco hacia adelante en la calle central, dándole cuerpo al frontón curvo que allí existe, mientras que a los lados se forman bancos de la misma altura que el frontón, con perfiles curvos.
Los remates de los retablos frente a los ingresos al templo consisten en sendos plintos que apoyan pares de columnas exentas de fuste liso y capitel corintio simplificado, que a su vez llegan hasta dos tramos desligados de entablamento, cada uno rematado por un jarrón festonado. Estos elementos sólo flanquean al marco de un nicho de medio punto en cuyo interior hay un lienzo al óleo; En el cuarto tramo se trata de la Inmaculada Concepción.
La iconografía de los retablos menores no sigue un programa coherente: en los que se encuentran bajo la cúpula, las figuras centrales son la Inmaculada Concepción y San José, bajo doseles rococó, mientras que en los otros dos hay una vitrina horizontal con Cristo yacente y un óleo de la Virgen de Guadalupe.
Arriba, en los tercios de los tímpanos que dejan libres las ventanas de la nave, hay diversas pinturas decimonónicas con ángeles y temas similares. Son de escaso interés, y seguramente se deben al mismo autor que pintó querubines alados en cada una de las pechinas bajo la cúpula.
En cambio, en los pies de la iglesia, sobre el muro situado al fondo del sotocoro, hay un curioso tímpano pintado al óleo con dos escenas muy relacionadas entre sí: a la derecha, Cristo lava los pies a sus discípulos y a la izquierda, la ultima Cena. Es un soberbio lienzo, posiblemente del siglo XVII, que permite imaginar la calidad de otros que seguramente hubieron en los coros y en el templo.
En la entrada procesional, po r ejemplo, todavía quedan otros vestigios. Toda ella estuvo enmarcada por pinturas con escenas de la vida de la Virgen, si bien las de la jamba izquierda faltan en su mayor parte. A pesar de su carácter de simple marco pictórico, algunas de estas escenas valen por sí mismas, especialmente las que representan segundos planos con paisajes minuciosamente elaborados, como la que ocupa la mayor parte de la jamba derecha, que es realmente excepcional.
Otro vestigio de la decoración barroca del templo se encuentra en el nicho del sotocoro, del lado de la Epístola, donde se observa una curiosa efigie ecuestre, de bulto, del Apóstol Santiago.
También vale la pena apreciar el púlpito octogonal de cantera que se halla entre el quinto y sexto tramos. No se reconoce fácilmente el material porque está pintado, pero es similar a otros de su tipo en Puebla, realizados en cantera gris, con tableros rectangulares lisos de cada lado, apoyo en forma de copa y pilar de soporte abalaustrado.
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La Santísima Trinidad