Nombre del Inmueble
Nuestra Señora de Belén
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000367
Estado, Municipio, Localidad
Estudio Monográfico
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000367
Contenidos
1.-CONTEXTO URBANO
El templo de Nuestra Señora de Belén, que antiguamente formaba parte del ex-hospital de la orden betlemita, se ubica en la esquina de las calles 7 Norte y 3 Poniente.
Los alrededores del templo están formados por viviendas unifamiliares y vecindades en construcciones relativamente antiguas de uno o dos niveles, así como por edificios de departamentos y comercios que alcanzan los tres o cuatro niveles, construidos hace varias décadas. Los restos del ex-hospital, en cambio, ostentan una fachada ecléctica de principios de siglo, labrada en cantera.
Una de las construcciones domésticas más antiguas del rumbo, quizá anterior al establecimiento del conjunto betlemita, se encuentra en la acera opuesta a la fachada del templo. Su sobria portada de cantera labrada podría ser del siglo XVII, ya que sus pilastras muestran canaladuras en todo su perímetro.
En la otra cuadra, hacia el poniente, hay otras casas de ese mismo siglo y del siguiente, también de un nivel.
2.-ANTECEDENTES E HISTORIA
El hospital y el templo de Belén en Puebla fueron erigidos por una orden hospitalaria originada en la ciudad de Antigua, Guatemala, donde su fundador, Pedro de San José de Betancourt, instituyó en 1653 un hospital para convalecientes bajo la advocación de Nuestra Señora de Belén, que contaba con oratorio y escuela.1 Sin embargo, las primeras constituciones las redactó fray Rodrigo de la Cruz en 1667, después de muerto Betancourt. La aprobación del papa Inocencio XI fue dada el 26 de marzo de 1687, con lo cual la orden quedó incorporada a la regla de San Agustín, con los cuatro votos obligatorios de obediencia, pobreza, castidad y hospitalidad, más uno voluntario de perseverancia en la religión. 2
Cuando las bulas papales pasaron en 1692 a la aprobación del Consejo de Indias, ya existían hospitales betlemitas en Guatemala, Lima, México, Veracruz y Puebla. Los betlemitas habían entrado a la Nueva España desde 1675. El arzobispo de México, Payo Enríquez de Rivera, que había sido obispo de Guatemala cuando se fundó la orden, fomentó la institución de un hospital de convalecientes en la capital del virreinato, mismo que llegó a tener diecinueve camas, además del convento. 3
fray Francisco del Rosario era la cabeza de la orden cuando comenzaron a llegar solicitudes al arzobispo Payo de Rivera para que se erigiera en Puebla un hospital betlemita. Para hacerlo posible, se solicitó la licencia del obispo de esa ciudad, Manuel de Santa Cruz, quien la concedió el 27 de abril de 1682. El mismo día, el cabildo de la ciudad compró un terreno al convento de Santa Catalina por conducto del alguacil mayor Miguel Raboso de la Plaza y del regidor Nicolás de Victoria Salazar. En ese predio se había ubicado el obraje de Andrés de la Fuente, pero como para entonces estaba abandonado, la compra no perjudicaba a las religiosas. Así, el arquitecto García Durango hizo el avalúo del predio y se concertó la transacción en un precio de 2,000 pesos.
Luego, el Virrey Marqués de la Laguna autorizó la fundación betlemita en Puebla el 25 de mayo del mismo año. Su aprobación era provisional, ya que se requería la aceptación real que la hiciera permanente.
Los betlemitas comenzaron a prestar sus servicios en las instalaciones provisionales que tenía el terreno comprado por el cabildo, aunque de inmediato comenzaron a fabricar un edificio mejor acondicionado. García de la Concepción señala que en 1686 tuvieron un mejor hospital, construido con la cantera que los religiosos encontraron en su terreno. 4
El establecimiento hospitalario debe haber contado con un oratorio interno, ya que el 12 de junio de 1682, los betlemitas obtuvieron licencia del obispo para oficiar la misa en él y administrar los sacramentos a los hermanos y a los enfermos. Luego, diez años después, se inició la construcción del templo definitivo. Para finaciarlo, los frailes consiguieron a un grupo de quince patronos que aportaron en total -según Veytia-5 15,330 pesos. De este modo, la iglesia fue terminada en ocho años, inaugurándose formalmente al despuntar el siglo XVIII.
La portada del templo que se conserva en la actualidad fue edificada por José Julián de Torres en 1797, lo mismo que el relieve de alabastro rojo localizado sobre la entrada de la portería.6 Ya para entonces el templo mostraba sus retablos barrocos, entre los que destacaban el de la Natividad, en el altar mayor y el de San Antonio de Padua, ubicado bajo la cúpula, del lado del Evangelio. Ambos fueron substituidos por otros du rante el siguiente siglo.
La actividad de los frailes - afamados por su proverbial limpieza y pulcritud- se centraba en atender a los convalecientes que egresaban de otros hospitales como San Juan de Dios y San Pedro. También tenían una escuela gratuita de primeras letras para niños de todos lo niveles sociales.
Sin embargo, la orden betlemítica comenzó a dar muestras de descomposición durante el siglo XVIII. Los hospitalarios pretendieron -en 1743- remediar el problema, retomando sus propias constituciones, pero el intento fracasó. Lo mismo sucedió cuando el Virrey Bucareli pretendió enviar a un oidor para que presidiera las elecciones. El enviado fue amenazado de muerte y nada se logró.
En 1820 fueron suprimidas las órdenes hospitalarias por la corona española, entre ellas la de Nuestra Señora de Belén. El hospital de Belén en Puebla quedó abandonado durante algún tiempo, pero los betlemitas regresaron en 1827. Todavía funcionó durante más de tres décadas, hasta que las leyes de Reforma lo clausuraron definitivamente en 1861. Entonces se convirtó en una fábrica de cerillos. El Seminario Palafoxiano se instaló en el edificio hacia 1886 y se transformó más tarde en Universidad Católica. Ya en 1908, se reformaron sus instalaciones y su fachada con rasgos eclécticos. Pero al sobrevenir la Revolución, la tropa carrancista cerró el inmueble en 1914, y éste quedó abandonado hasta 1928, en que fue ocupado por la jefatura de la zona militar, que aún lo detenta.
Por su parte, el templo perdió sus retablos en el siglo XIX. En 1887, Félix Sánchez trató de restaurar el lambrín de azulejos con pobres resultados. Ya en este siglo, por los años treinta, Pablo Almendaro señalaba que se le había cedido a la comunidad sirio-libanesa, encargándose de los oficios un sacerdote maronita.
No fué sino hasta el 19 de mayo de 1954 cuando fue declarado monumento histórico nacional.
1 J. García de la Concepción, Historia betlemítica. lib. 1, f. 26.
2 F. de E. y Veytia, Historia de la fundación..., t. II, p. 408.
3 Josefina Muriel, Los hospitales de la Nueva España, t. II, p. 92-93.
4 H. Leicht, Las calles de Puebla, p. 36.
5 F. de E. y Veytia, op. cit., t. II, p. 411-412.
6 Castro Morales, n. 327 en F. de E. y Veytia, op. cit., t. II, p. 412.
3.-DESCRIPCION ARQUITECTONICA
A partir de las transformaciones realizadas en el ex-hospital, éste y el templo dejaron de verse como un conjunto, aunque todavía la torre se monta entre ambos recordando su origen común. Además, la fachada lateral a la sede de la Zona Militar muestra el mismo estilo que la del templo. Allí existe una portadita de cantera labrada que se usa como ventana enrejada hacia el atrio de la iglesia. Es sólo el marco de una antigua puerta por la que se ingresaba a la portería del hospital y está flanqueado por dos pilastras de capitel toscano, de fuste almohadillado. Como el vano es rectangular, se forma un arco escarzano7, muy robusto y bien proporcionado, con las dovelas centrales más altas que las laterales. Encima de la cornisa, sobre el muro recubierto de ladrillo con azulejos, se ven los restos de un marco de argamasa, formado por un corto banco, dos pilastras similares a las del primer cuerpo, pero de menor dimensión y un arquitrabe. El interior del marco lo ocupa un tablero labrado de ónix rojizo donde se representó en altorrelieve la escena de la Natividad, con un grupo de querubines que sostiene una filacteria8. Luego, sobre el arquitrabe, en lugar de los pináculos que normalmente prolongarían el movimiento ascendente de las pilastras del segundo cuerpo, aparecen dos cabecitas de bulto, rasgo sumamente original. Un nicho o ventana superior alcanza a distinguirse, pero ya tapiado.
El atrio es muy angosto. Su estrechez se acentúa por la reja atrial que lo delimita, apoyada en un pretil de cantera almohadillada y dividida en tramos por los pilares regularmente espaciados. Los dos que flanquean la reja central de acceso son más altos, y llevan ángeles de bronce semejantes a los que hay en el atrio de la catedral. Las rejas son sencillas, de buena factura, especialmente las de las tres puertas de acceso que muestran mayor complejidad en los trazos del hierro forjado. La disposición arquitectónica del templo es muy simple, de una sola nave llana en cinco tramos, con la sacristía detrás del testero. El primer tramo es ligeramente más angosto y aloja al sotocoro y al coro alto, ambos cubiertos por bóvedas de cañón con lunetos, una de perfil escarzano y la otra de buen peralte. Este último tipo de bóveda se empleó en el segundo y el tercer tramos, mientras que el cuarto se cubrió con una cúpula hemisférica, apoyándola directamente sobre los arcos torales9 y las pechinas10. Como no hay transepto, los arcos formeros11 bajo la cúpula se transformaron en arcos torales, liberándolos de los muros laterales. Estos quedaron remetido menos de un metro respecto al paño de la nave mediante el expediente de hacerlos más delgados. Finalmente, el quinto tramo se cubrió con otra bóveda de cañón con lunetos.
Todos estos elementos están claramente perfilados: las pilastras prismáticas y sus capiteles de orden jónico ascienden por los muros laterales hasta el arquitrabe corrido, formando resaltos para recibir los arcos transversales o fajones. En cambio, los arcos formeros no se muestran, excepto donde se convierten en arcos torales como ya se dijo. Otra excepción se da en el segundo tramo de la nave, donde se construyeron tribunas laterales como ampliación del nivel del coro, apoyadas sobre ménsulas. Encima de ellas van otros arcos escarzanos que permiten disminuir la sección del muro en ese nivel.
Es posible que en otra época muchos de estos elementos estructurales hayan mostrado su labor de cantera, y que en las bóvedas hayan existido yeserías barrocas. Hoy, todo está aplanado de yeso, con mediocres marcos y ornamentos resultado de las últimas rehabilitaciones de este siglo. Lo único que aún se conserva son los restos de un notable lambrín de azulejo del siglo XVIII, con algunos remiendos y añadidos de fines del siglo pasado. Es un ejemplo notable, porque muestra tableros con escudos de la orden betlemita y motivos vegetales circundados por bandas de diseño más intrincado, con guías vegetales, entrelazos y grutescos. Son notables no sólo por su antigua factura, sino también porque su tamaño de 20 por 20 centímetros difiere del que normalmente tenían estas piezas, que era de 15 por 15.
El exterior del templo es representativo de muchas de las invariantes de la arquitectura religiosa poblana: mientras que el volumen general es muy sencillo y muestra claramente los refuerzos destinados a soportar los empujes de la cubierta y los que de vez en cuando provocaban los sismos, los detalles decorativos se concentran en el imafronte12 y la portada principal, en la portada lateral, en el campanario y, finalmente, en la cúpula.
La fachada frontal está flanqueada por dos cubos13, de los cuales, sólo el de la derecha lleva campanario. Ambos muestran sus esquinas de cantera cuidadosamente labradas, mientras que el resto de sus paramentos hacia la fachada van recubiertos de ladrillo con azulejo, igual que el imafronte al que delimitan. Ese recubrimiento, que le da un carácter popular al templo, se hizo un siglo después de la terminación de la portada, según se desprende de las leyendas en dos de los seis tableros principales de azulejo representando arcángeles que allí se encuentran.
En cambio, la portada misma es un ejemplo notable de sobriedad y elegancia. Toda ella muestra sus partes de cantera labrada, con abundancia de almohadillados. En el primer cuerpo, el vano está delimitado por anchas jambas lisas, de capitel toscano y un arco de perfil ochavado, de los pocos que hay en Puebla.14 Sendos pares de severas pilastras toscanas apoyadas sobre bancos, soportan una arquitrabe con resaltos15. Sobre la cornisa sigue el segundo cuerpo, con un curioso banco que sigue fielmente el perfil de los elementos que soporta. El centro lo ocupa la ventana de medio punto del coro, enmarcada por pilastras cortas de orden toscano y sólo un fragmento de arquitrabe que subsiste, pero que da idea de la composición que se pretendía. 16 Este elemento central, a su vez, está enmarcado por otro par de pilastras más grandes, que siguen el eje de las pilastras interiores del primer cuerpo, sólo que con capiteles jónicos. Ambas soportan otro arquitrabe con friso de perfil convexo y un frontón quebrado en el que dos ángeles parados sobre róleos y entrelazos vegetales sostienen el escudo de la orden betlemita. Más arriba surgen otros dos remates, cuya redundancia puede ser resultado tanto de cambios de proyecto como de adiciones a la fachada. Uno de ellos es un simple relieve decorativo de cantera a base de entrelazos, contenido entre dos róleos ascendentes que parten de un par de pináculos situados en los extremos. El otro es un medallón que descansa encima del arco escarzano que corona el tímpano del imafronte: es de azulejo y lleva la efigie del Arcángel San Miguel.
Vale la pena observar la portada lateral del templo a la altura del segundo tramo de la nave, actualmente clausurada, ya que su diseño es más sencillo. Además, el primer cuerpo es de cantera, mientras que el segundo es de mampostería y argamasa. Sobre el pesado rodapié agregado posteriormente se alcanza a ver el arco de medio punto, ya sin jambas, que formaba el vano de acceso. Lo flanquean dos pilastras toscanas con fustes lisos, decorados sólo con canaladuras perimetrales, que apoyan una sobria arquitrabe de la que surge un frontón quebrado. Este último oculta parcialmente al banco del segundo cuerpo, pero deja bien visible al escudo de la orden betlemita en relieve que allí se encuentra. Lo que sigue encima es más informal, resultado de la elaboración con argamasa. Un par de curiosas pilastras -en parte rectas y en parte abalaustradas- y sendos pináculos flanquean un nicho de medio punto, actualmente vacío, y soportan un frontón quebrado en el que apenas cupo el óculo, que en este caso sirve de remate.
El campanario también tiene su mérito: es de un solo cuerpo de planta ochavada. Los lados anchos del octágono que se forma llevan vanos de medio punto suficientemente anchos para alojar las campanas, mientras que en los lados cortos se adosaron distintos elementos decorativos. En el primer cuerpo, son pares de columnas sobre un plinto común, de curiosos fustes tritóstilos en el que el tercio inferior lleva motivos vegetales y el resto estrías en zigzag. Los capiteles jónicos, desproporcionadamente grandes, apoyan un corto tramo de arquitrabe con friso de azulejo, sobre el que se elevan sendos pináculos de la misma altura que el banco del cupulín, que también lleva vanos hacia los cuatro puntos cardinales y está decorado con estrellas de azulejo. La linternilla es un prisma de piedra labrada, también con cuatro vanos, mientras que las caras ochavadas muestran pares de pequeños atlantes barrigones, que soportan el zócalo del chapitel que remata este elemento.
Por su parte, la cúpula, intersectada por cuatro vanos abiertos diagonalmente respecto a los ejes de la nave, sigue las características de muchas otras de su género en Puebla: los vanos de medio punto van enmarcados entre pilastras labradas y frontones quebrados de los que surge un pináculo. La linternilla, por su parte, repite el mismo motivo de atlantes de su compañera en la torre, pero la cornisa de perfil mixtilíneo que la corona y los pináculos de cerámica que la adornan son mejores.
7 Escarzano es el término que se aplica a los arcos cuyo perfil es de poca altura con respecto al claro que cubren, o incluso forman un cerramiento horizontal, como en este caso.
8 Filacteria es una cinta ondulante con inscripciones, usual en representaciones pictóricas o escultóricas.
9 Los arcos torales son los que se ubican normalmente en un crucero para recibir el cimborrio o la cúpula. En los templos poblanos, esto ocurre frecuentemente en pseudocruceros o falsos cruceros, como en este caso.
10 Las pechinas son segmentos esféricos construídos entre los arcos torales. Junto con éstos últimos permiten recibir el desplante octogonal o circular de las cúpulas. Las pechinas se perciben casi siempre como triángulos, o más precisamente, como puntas de pañuelo.
11 Los arcos formeros son los que van paralelos a los muros laterales de la nave, frecuentemente empotrados en éstos.
12 Imafronte es el muro frontal de la iglesia que forma la fachada principal.
13 Partes de la arquitrabe que se proyectan hacia el frente, coincidiendo con los soportes. Es un recurso manierista, que luego pasó al barroco.
14 Otro arco de ese tipo existe en la portada de la capilla dedicada ahora a Sa nta Teresa de Jesús en el conjunto del Carmen.
15 Partes del arquitrabe que se proyectan hacia el frente, coincidiendo con los soportes. Es un recurso manierista, que luego pasó al barroco.
16 Es posible que el diseño original del segundo cuerpo haya previsto tres vanos en el coro, a juzgar por el arranque de los otros dos arcos de medio punto que alcanza a verse. El arquitrabe interrumpido puede ser otro síntoma de ese cambio de diseño.
4.-OBRAS DE ARTE
A pesar de su valor arquitectónico, el templo de Belén es uno de los que menos objetos artísticos valiosos conserva. Sólo cuenta con un retablo, el principal, que es del siglo pasado. Sobre el banco se yerguen dos pares de columnas con capiteles dorados de orden compuesto que soportan un frontón quebrado de perfil curvo. El sitio central lo ocupa actualmente una pequeña imagen de la Virgen de Guadalupe. Encima del frontón siguen otros dos pares de columnas corintias que soportan otro frontón quebrado, pero de perfil recto, enmarcando un nicho actualmente vacío. El resto de la decoración del testero es a base de yeserías que enfatizan las líneas principales de la nave y del retablo.
En las pechinas de la cúpula se pintaron las efigies de cuatro Doctores de la Iglesia, en lugar de los cuatro Evangelistas que casi siempre se ponen en ese sitio: se trata de San Agustín, Santo Tomás, San Jerónimo y San Alfonso.
Inmueble de pertenencia
Nombre del Inmueble
Nuestra Señora de Belén