Nombre del Inmueble
Nuestra Señora de Guadalupe
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000444
Estado, Municipio, Localidad
Estudio Monográfico
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000444
Contenidos
1.-ANTECEDENTES
El pueblo tarahumara tuvo siempre como patrimonio, todo el territorio que ocupa la gran Sierra Madre Occidental, dentro de lo que actualmente es el estado de Chihuahua, pero no siempre fue la sierra, refugio de la mayoría de sus miembros como sucede en la actualidad.
A la llegada de los españoles a esta región que denominaron la Nueva Vizcaya, los tarahumaras tenían sus principales asentamientos hacia el sur y el oriente de la parte más abrupta de la cordillera, en tierras menos inhóspitas que, naturalmente, despertaron desde luego la codicia de los invasores. Poco a poco, durante los primeros años del siglo XVII, el avance español ocupó las regiones de Papigochi, Satevó, la cuenca alta del Conchos, etc., a despecho de la ferrea oposición de los tarahumaras que promovieron cruentas guerras durante todo el siglo XVII.
Vencidos al final, se vieron forzados a ceder sus mejores territorios y a asimilar en desiguales condiciones a los asentamientos coloniales o a mantener una relativa independencia en la parte más alta de la gran sierra, ambas tendencias tuvieron sus seguidores.
Para los primeros años del siglo XVIII, un nuevo elemento había aparecido para mediar las relaciones de la Colonia con el pueblo tarahumara; los misioneros de la Compañía de Jesús, (jesuítas), a los que se les había asignado la sierra como campo de acción, venían desde tiempo atrás realizando una activa labor entre ellos.
En un principio fundaron hacia el sur, la misión de la Tarahumara Baja, en el territorio colindante con los tepehuanos y las primeras minas (Santa Bárbara, Parral), para avanzar después a la que fue su misión de la Tarahumara Alta, que abarcó hasta el fértil valle del Papigochi y el noroeste de la sierra.
En la parte más alta de la sierra, varios grupos tarahumaras se encontraban aún sin atención espiritual, hasta aquí enviaron los jesuitas a sus misioneros.
2.-EMPLAZAMIENTO
La parte más alta de la Sierra Tarahumara (Sierra Madre Occidental en su extensión dentro del estado de Chihuahua) está formada por una serie de escarpados picos entre los que se abren grandes cortes como el Cañón del Urique (Barranca del Cobre) y se extienden una serie de amplios valles en sucesión descendente a partir de Sisoguichi y Bocoyna, en donde en tiempo inmemorial, se asentaron los poblados tarahumaras más alejados de la parte llana del estado.
Pocos kilómetros al sur de las poblaciones mencionadas y a una altura ligeramente menor está el valle de Cusárare, cuya población se asienta a poca distancia de la carretera que comunica La Junta, San Juanito y Creel con el sur del estado hasta Balleza y Parral.
El clima de montaña presenta aquí todo su rigor con inviernos sumamente fríos y grandes nevadas, mientras las estaciones más benignas atraen fuertes y constantes vientos. En el valle y los valles cercanos, el terreno ondulado propicia alguna actividad agrícola en cortas parcelas siempre rodeadas de pinos jóvenes, avanzada de los grandes bosques que representa la principal riqueza de la zona.
El asentamiento, casi absolutamente tarahumara, consta de un pequeño caserío que rodea los establecimientos misionales, templo y escuela, en forma irregular, sin que se haya visto a la fecha la necesidad de alguna traza urbana. De este modo, el único espacio de uso común, más o menos determinado, es una pequeña explanada que se extiende entre los dos edificios mencionados, sin otros límites claramente definidos. Esta explanada y el pequeño atrio del templo, revisten sin embargo, una particular importancia por ser el punto de reunión de la población flotante del Cusárare, tarahumaras que bajan de las rancherías cercanas para atender a los servicios que les proporcionan templo y escuela.
3.-HISTORIA
El templo de Nuestra Señora de Guadalupe de Cusárare fue una de las últimas fundaciones jesuitas en la sierra antes de las secularizaciones de 1753 y la posterior expulsión de la Orden en 1767.
Fundada bajo la advocación de Los Cinco Señores, fue visita de la cabecera de partido que los jesuitas habían establecido en Sisoguichi y la dependencia que Cusárare y toda la región adyacente tuvo de la importante Sisoguichi en la primitiva organización tarahumara, vino a ser aumentada por esta nueva dependencia de orden religioso cristiano.
Por otro lado, desde el punto de vista de los tarahumaras habitantes de esta zona, la situación de la nueva misión en Cusárare, no trastornó en lo más mínimo su organización religiosa y alrededor de 1744, cuando el jesuita José Escalona, encargado de Sisoguichi pidió ayuda a los habitantes de Cusárare para la edificación del templo, esta acción venía revestida de una completa naturalidad, procedía del poblado que siempre había sido su cabecera y de los hombres que en aquel momento dirigían aquella cabecera. Sin duda, la época de las grandes rebeliones armadas de los tarahumaras ya había pasado.
La misión en Cusárare continuó en activo, atendida por los sacerdotes radicados en Sisoguichi los años restantes de la estancia en la región de los miembros de la Compañía de Jesús. En el año de 1761 le fue cambiada la advocación a la de Nuestra Señora de Belén y seguramente, a partir de la expulsión de los jesuitas de todos los territorios del imperio español en 1767, quedó sin atención, ya que no existe evidencia de que el clero secular u otra Orden religiosa se haya hecho cargo del templo.
A partir del año de 1900 se restableció la actividad misionera de los jesuitas en la sierra y poco después el templo de Cusárare, ahora dedicado a Nuestra Señora de Guadalupe fue reabierto al culto, actividad que se ha venido incrementando en los últimos años con un notable mejoramiento del edificio.
4.-DESCRIPCION ARQUITECTONICA
La arquitectura desarrollada en sus misiones refleja con gran exactitud el ambiente en que se desenvolvieron los jesuitas del virreinato en la sierra tarahumara, tanto en la capacidad de las comunidades que atendían, como en su actitud general frente a su trabajo misional. La sobriedad domina en todos los casos, la amplitud siempre era dada en función al pueblo que servían y la ornamentación, un elemento no indispensable.
En el templo de Nuestra Señora de Guadalupe de Cusárare, la sobriedad se da por descontada dada la sencillez y humildad de sus formas y materiales. Todo el conjunto revela las características del pueblo tarahumara, su gran religiosidad, su pobreza y las habilidades que han podido desarrollar.
El atrio es un espacio cuadrangular limitado por un muro bajo de piedra muy rusticamente aglutinada y sin ningún arreglo en el piso, Viendo hacia el oriente, la fachada está conformada por un solo paño dividido en dos partes, hacia el sur, en proporción casi cuadrada, con remate a modo de frontón, sin ningún elemento en relieve sobre el aplanado de mezcla, se abre en la parte superior sin marco, la ventana rectangular del coro y bajo ella, la puerta enmarcada en cantera con remate en arco de medio punto que descansa sobre imposta de muldura doble, con tres gradas del mismo material. El extremo norte de este mismo paño lo ocupa el cubo de base de la torre y está tratado con muro de cantera aparente y rematado con una moldura sobre la que descansa el cuerpo único de la torre, sin remate aún (tiene una cubierta provisional de lámina), de planta cuadrada y con una luz rematada en medio punto mediante imposta en cada una de sus caras.
El resto de las fachadas acusa simplemente a los elementos interiores del templo, sus vanos y cubiertas, sin que se les haya podido dar hasta la fecha, ningún tratamiento estilístico u ornamental.
En el interior, esta situación de completa austeridad cambia en gran medida. La planta es de una sola nave, rectangular y con crucero y en sus elementos constitutivos se pueden apreciar tanto los más rescatables de la construcción original, como la integración de otros, acorde a los primeros, de reciente incorporación.
La estructura general emplea el sistema más simple y común usado en los templos jesuitas de la sierra; sobre espesos muros de adobe, se asientan vigas de madera que cubren todo el claro, en este caso sin ménsulas laterales de ayuda. En la parte baja de estos muros laterales de carga existe un original elemento formado por un amplio rodapié de cantera, a modo de banca baja y de evidente antigüedad, sobre el que se desplanta la gran cenefa pintada sobre el aplanado blanco de dichos muros.
El coro, de reducidas dimensiones, está realizado en madera con un uso exacto del sistema tradicional a base de una viga maestra en sentido transversal a la nave sobre la que se apoyan, en el otro sentido, las vigas que forman el piso.
El presbiterio está tratado a modo de ábside, con los muros laterales ocupados casi en su totalidad por una puerta y una ventana, mientras los tres paños del muro posterior forman un tríptico con tres grandes óleos enmarcados con el mismo tipo de pintura, a base de grecas y diseños similares que recorren todo el interior. Se conserva el altar original con sagrario, de modo que el altar contemporáneo para la liturgia actual no obstruya la vista del primitivo, gracias a sus reducidas dimensiones y su sencillo diseño en cantera.
Adjuntos a la nave, existen algunos locales (sacri stía y bodegas) sin mayor relevancia y otros espacios cubiertos a un lado del atrio participan de este tipo de construcción casi provisional.
5.-OBRAS DE ARTE
Dentro de las tantas veces mencionada austeridad del templo de Nuestra Señora de Guadalupe de Cusárare, podemos hacer notar algunas ricas expresiones artísticas que encierra y que se agrupan en dos tipos principales.
El primer grupo corresponde al acervo pictórico que ha podido ser rescatado de su antiguo patrimonio, completado con algunos otros objetos de valor. Los cuadros, siete en total, son anónimos pero pertenecientes sin duda a la escuela mexicana del siglo XVIII y de una notable calidad. Cuatro de ellos, de la misma mano, de mayor dimensión (1.80 x 1.30 m. aprox.), forman una interesante serie con La :Anunciación, Los Desposorios, La Visitación y El Nacimiento con marco muy sencillo, pero en buen estado de conservación.
El resto de menor tamaño, 1.60 x 1.10 m. aproximadamente, representan a la Virgen de Guadalupe colocada al centro sobre el altar y a los lados, una imagen de San Francisco y otra representación de la Virgen con tres santos.
El segundo aspecto del patrimonio artístico del templo, está constituido por el trabajo artesanal de los tarahumaras de la zona, que se han encargado de la ornamentación interior, este trabajo consta de una serie de motivos geométricos realizados en rojo óxido sobre el color blanco del aplanado de los muros, en sus partes superior e inferior en forma de cenefas y como marcos de los cuadros colocados en el presbiterio, las puertas, las ventanas y algunos otros elementos del templo.
En algunos marcos, el diseño presenta grecas caprichosamente interrumpidas; en el resto de la decoración, los diseños geométricos se presentan en forma de tableros independientes algunos, otros pareados, ó alineados formando un conjunto, sin embargo, altamente integrado y vistoso.
El equipamiento e imaginería del templo se completan con un púlpito y un confesionario antiguos y algunas esculturas contemporaneas sin mayor relevancia, a los que se agregan algunas pequeñas tallas antiguas (dos atriles y una escultura) de evidente calidad, aún cuando necesitadas de restauración.
ELABORO: ARQ. ALBERTO VALENCIA
FECHA: 1984
6.-BIBLIOGRAFIA
ALMADA, Francisco R.
Diccionario de historia, geografia y biografía Chihuahuenses.
Ciudad Juárez, Chih. 1968.
ALMADA, Francisco R.
La Enciclopedia de México. Tomo 3.
México, D.F. 1980.
DECORME, Gerard, S.J.
La Obra de los Jesuitas Mexicanos durante la época colonial.
Porrúa. México, D.F. 1941.
ROCA, Paul M.
Spanish Jesuit Churches in Mexico's Tarahumara.
The University of Arizona Press.
Tucson Ariz. EUA. 1979.
PORRAS Muñoz, Guillermo
Las luchas con los indios en la frontera.
México, 1981.
ELABORO: ALBERTO VALENCIA
FECHA: 1984
Inmueble de pertenencia
Nombre del Inmueble
Nuestra Señora de Guadalupe