Nombre del Inmueble
Nuestra Señora de Guadalupe
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-001164
Estado, Municipio, Localidad
Estudio Monográfico
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-001164
Contenidos
1.-ANTECEDENTES
La primera organización del actual pueblo de Santa Anita fue conocida con el nombre de Atlixtac; era parte, entonces, del cacicazgo de Tlajomulco que se había fundado hacia 1519 (1) y que comprendía, además, los establecimientos de Cuyutlán, Cuescomatitlán, Cajititlán y Juchitán, entre otros.
La filiación étnica de los primeros tlajomulcas fue la coca aunque hablaban el náhuatl, lengua a la que ya habían enriquecido con variantes y con expresiones peculiares locales. Los antecedentes de Tlajomulco se remotan a la época en que se peleó la llamada guerra del salitre en la que triunfaron las huestes tonaltecas; Tlajomulco fue una especie de merced que se dió a quienes colaboraron del lado de Tonalá, de manera que al fundarse el cacicazgo quedó, desde luego, sujeto al huetlatoanazgo de Tonalá.
Tlajomulco comenzó a poblarse de modo que en relativo poco tiempo sus autoridades indígenas dispusieron la creación de nuevos asentamientos, uno de los cuales fue Atlixtac, de atl, agua, e iztac, blanca o blanco (2) poblado así llamado por el color del agua que brotaba de un manantial junto al que construyeron las primeras casas en un sitio muy próximo a los cerros hoy llamados de Santa María y del Gachupín.
El pequeño pueblo permaneció varios años en su lugar primitivo; es posible, inclusive, que hasta él hayan llegado los primeros franciscanos que misionaron por la región bajo la dirección de los frailes Antonio de Segovia, Juan de Padilla y otros a partir de 1530. Entre ese año y 1541, los religiosos encargados de la cristianización de los varios pueblos indígenas repartieron imágenes de santos que se convirtieron pronto en los patrones de esas localidades. A Atlixtac debe haberle tocado turno muy a finales de ese período pues, según algunas tradiciones, fue muy cerca de su mudanza al sitio que hoy ocupa cuando se le empezó a conocer como Santa Anta Atlixtac en honor de la virgen que le fue entregada.
La guerra del Miztón, en 1541, fue un enfrentamiento tan grave que los conquistadores buscaron la manera de desintegrar los varios núcleos indígenas ya organizados haciendo que grupos enteros cambiaran de lugar de residencia. Ello motivó la mudanza definitiva del pueblo a su actual sede así como la ulterior incorporación al conjunto de indígenas llevados de Apozol (3).
El libro de gobierno del convento de Santa Anita, que fue autorizado el 4 de enero de 1761 contiene la siguiente noticia: SE FUNDO SANTA ANA ALT TISTAC AÑO DE MIL QUINIENTOS Y QUARENTA Y DOS POR ORDEN DE MIGI. DE YBARRA CAPITAN Y ALCALDE MAr. DE LA VILLA DE GUADALAXa. POR EL MUI MAGNIFICO Sr. CHRITOVAL DE OÑATE, GOBERNADOR, DE LA NUEVA GALISIA, DADO EN EL PUEBo. DE ACATIC A DOS DIAS DEL MES DE OCTUBRE (4).
La fundación definitiva del pueblo tuvo lugar, pues, el 2 de octubre de 1542, fecha en la que, según ha trascendido tradicionalmente, se instaló la imagen de Santa Ana en una de las casas del pueblo mientras se procedía a construirle un recinto adecuado. El cambio de nombre de Santa Ana Atlixtac al de Santa Anita con el que hoy se conoce al establecimiento, tuvo lugar muchos años después cuando se le comenzó a utilizar, naturalmente, para evitar confusiones entre este sitio y el cercano pueblo de Santa Ana Tepetitlán. Esto ocurrió, por supuesto, cuando ambas localidades tenían ya un cierto grado de desarrollo probablemente durante el siglo XVIII.
2.-EMPLAZAMIENTO
El edificio que hoy es la parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe originalmente fue la capilla del hospital y estuvo dedicada, como todos los hospitales, las capillas y las cofradías que en torno a ellos se organizaban, a la Limpia Concepción de María.
El hospital del pueblo de Santa Anita se fundó, pues, siguiendo las normas habituales en ese tipo de establecimientos tanto desde el punto de vista de la advocación como desde aquellos que definían su ubicación: en efecto, fue parte de los lineamientos a los que se sujetaron los hospitales de indios, que la capilla de la Concepción se situara justo enfrente de la fachada del templo principal en cada pueblo. Así se hizo también en Santa Anita de modo que las portadas de los dos edificios religiosos del sitio coinciden sobre un mismo eje oriente-poniente. La distancia que separa a ambos conjuntos es un rasgo peculiar local pues corresponde a la disponibilidad de espacio que resultó después de la última reorganización urbanística del lugar. En otros sitios las distancias varían aunque puede afirmarse que la práctica más generalizada incluía área bastante para que cada recinto tuviera un atrio adecuado y proporcionado a su tamaño.
El centro de cada uno de los poblados jaliscienses en los que funcionó un hospital tiene el atractivo de contar con dos edificios religiosos habitualmente de primera importancia. Las perspectivas urbanas, en esa circunstancia, suelen presentar diversos ángulos de interés propiciados por los distintos tamaños que han alcanzado las localidades. El caso de Santa Anita no es único, pues, pero por tratarse de una de las comunidades de más rápido crecimiento en el área las visuales que se dan en su entorno y en sus zonas céntricas han adquirido calidades que sobradamente lo individualizan: en efecto, pues si bien es cierto que la iglesia del santuario es la que ocupa los remates de los accesos, la ahora parroquia de Guadalupe contribuye de manera definitiva a organizar espacialmente el centro del poblado.
La plaza principal no es un área única: tiene por lo menos dos zonas bien diferenciadas que son el producto de la adecuación de los espacios abiertos a las ubicaciones de los paramentos de los edificios. Esa disposición de la plaza se decidió tomando en cuenta no sólo las calidades sino aún los géneros y el carácter de las construcciones que la rodean pues la zona sur, en primer lugar, se presta admirablemente para realizar en ella la mayor parte de las funciones del atrio que necesita la iglesia del santuario. El sector norte de esa superficie cumple un papel más bien cívico gracias a que se definieron varias circulaciones y a que se colocaron diversos elementos de mobiliario urbano que contribuyen a facilitar los intercambios sociales.
La parroquia de Guadalupe se encuentra en la manzana que confina a la plaza por el poniente: su fachada, que ve al oriente, se alza rematando un pequeño pero suficiente atrio a través del cual se realiza la transición entre la plaza, la calle y el espacio religioso propiamente dicho. Los terrenos que forman la manzana, y que rodean al conjunto de la parroquia y lo que queda, transformado, del que fue el hospital, se utilizaron para la construcción de viviendas y otros pequeños edificios que, en conjunto, revelan la permanencia de una serie importante de rasgos arquitectónicos regionales. El pueblo, como se anotó, se desarrolla de manera muy acelerada: es una fortuna, en esa virtud, que el centro conserve su ambiente así como la calidad de las relaciones que se han establecido entre sus edificios.
3.-HISTORIA
El pueblo de Santa Anita, como los otros varios que tuvieron hospital, se organizó urbanísticamente a la usanza española de manera que desde las épocas más tempranas quedara previsto el sitio en el que se habría de construir la iglesia principal, templo que, también tradicionalmente, fue el primero en terminarse; el hospital debe haber comenzado a funcionar durante el mismo siglo XVI, época en la que presumiblemente se inició la obra primera de la iglesia; no hay datos disponibles sobre ninguna de las dos fundaciones y los que se tienen se refieren, casi en exclusiva, a los trabajos de erección del santuario actual.
La imagen de Nuestra Señora de Santa Anita estuvo en la capilla del hospital quizá desde principios del siglo XVII; luego estuvo en un primer santuario construído a iniciativa de fray Ignacio Téllez, cura y ministro de doctrina de Tlajomulco; él puso la primera piedra hacia mediados del mismo siglo XVII y luego fue dedicado el edificio el 15 de agosto de 1700 (5). Algunos investigadores suponen que ese templo no fue otro que la entonces capilla de hospital, que ya existía y a la que se practicaron algunas mejoras, pues el santuario definitivo se comenzó a construir, según una placa colocada en su interior, el 6 de octubre de 1732, ...a devoción y solicitud de Don Manuel Charles de Herrera... (6) para entonces, según esas mismas versiones, se encontraba ya deteriorada la antigua iglesia principal, que se demolió para ceder su espacio al nuevo edificio del santuario que ha llegado a nuestros días.
La parroquia de Guadalupe primero fue la capilla del hospital; es evidente que su apariencia contemporánea dista mucho de ser la que tuvo originalmente pues han sido varias las etapas constructivas por las que ha atravesado. Las formas y características de su planta y de la superestructura sugieren que pudo haber sido construída a finales del siglo XVII o a principios del XVIII (7) y que en su diseño influyeron varios de los rasgos de la catedral de Guadalajara ya convertidos por esa época en modelos que se siguieron por una vasta región de la Nueva Galicia: entre ellos se cuentan tanto la planta como las naves -que quizá se cubrieron también a la misma altura- así como la verticalidad de las caras interiores de las primeras dovelas que forman los arcos con que se dividen las naves.
Los trazos de la portada, por su parte, responden a intenciones ostensiblemente barrocas interpretadas con gusto regional muy característico. Las actividades del hospital comenzaron a perder importancia quizá a finales del virreinato, con lo cual la capilla debe haberse visto sujeta a un proceso de deterioro que le causó, por lo menos, la pérdida de la cubierta. No hay datos sobre como fue construido ese elemento aunque es probable que haya sido de viguería de madera; es posible, también, que la cúpula fuera terminada en la época en que el templo sirvió como vicaría dependiente del curato de Tlajomulco muy a principios de ese siglo mientras se consolidaba la permanencia de la comunidad franciscana en el convento contiguo al santuario. La erección de la parroquia tuvo lugar el 29 de julio de 1944 (8) por el entonces arzobispo de Guadalajara José Garibi Rivera; de esa época, aunque quizá de un poco antes, puede considerarse que procedan una serie de trabajos de rescate realizados no sólo en el edificio parroquial sino inclusive en las varias dependencias que alguna vez formaron parte del hospital.
4.-DESCRIPCION ARQUITECTONICA
El edificio que originalmente fue capilla del hospital de indios conserva ciertas similitudes formales con otros establecimientos del mismo género. El emplazamiendo es distinto en cada caso, como ya se anotó, lo mismo que los atrios, espacios a los que se sujetó a ciertas condicionantes locales bien definidas.
La presencia de la parroquia es ostensible sólo desde la plaza en virtud de las circunstancias siguientes: la altura de los paramentos de los edificios vecinos es, en parte, la misma del templo; y el atrio, o la pequeña plaza que hace esas veces, es estrecho y relativamente profundo. Esta ubicación es un valor notable del inmueble en la medida en que sólo es parte del perfil urbano de la localidad si se transita por ciertas zonas de la plaza o sus inmediaciones.
Unas fotografías de la fachada de la parroquia publicadas en 1960 (9) muestran parcialmente el estado en el que se econtraba por entonces el espacio que vestibula el acceso al templo: había vegetación y los muros de las casas vecinas ofrecían acabados aparentes o aplanados en los que ya había hecho efecto la pátina debida a la acción de agentes atmosféricos; la fachada de la iglesia tenía un aplanado ya también añoso que incluso se había desprendido en varios sitios. Varios trabajos recientes procuraron la limpieza del andador y el aplanado tanto de los muros de las casas contiguas como de la propia portada del conjunto. El color blanco de la pintura utilizada ha producido un efecto muy particular que se acentúa por la calidad del aire de la región: ahora, pues, el acceso a la parroquia en horas de asoleamiento resulta una experiencia que difícilmente permite la observación adecuada de los varios detalles de trabajo de cantería que presenta, en especial, el segundo cuerpo de la portada. El atrio también colabora a multiplicar los reflejos gracias a que se le pavimentó con materiales de colores demasiado claros y no se dejaron sino dos arbolitos que todavía emplearán mucho tiempo en dar la sombra que de ellos se espera.
El exterior del templo comprende varios de sus más destacados valores: la fachada está integrada por la portada y un remate que cumple las funciones de campanario gracias a dos arcos de medio punto muy sencillos y a un tercer vano, a modo de arco apuntado, que alojan sendas campanas; toda la composición se encuentra recorrida por una especie de cornisa resuelta a base de ladrillos en saledizo. La portada consta de dos cuerpos: el primero aloja al arco de acceso, que es de medio punto y que descansa sobre un par de impostas en las que destacan las molduraciones; las jambas son de sencillo trazo aunque incluyen un elemento a modo de capitel en el que juegan un papel importante una serie de dentículos que luego se repiten en las pilastras estriadas que flanquean la entrada. Los trabajos de cantería de ese primer cuerpo incluyen un interesante acabado sobre las caras externas de las dovelas y una escultura de cierto atractivo con la que se resuelve la clave del arco.
No se construyó entablamento ni se dispusieron ornamentos en las enjutas del arco de manera que bajo las molduras que separan a ambos cuerpos queda un lienzo de muro, también ejecutado en cantera, que le presta un aire de originalidad a la composición.
El segundo cuerpo es, sin duda, el más logrado: un par de medias columnas definen el campo en el que se trabajó la piedra a la vez que parecen soportar una cornisa terminada con roleos bajo la cual se organizaron la ventana de coro que más bien sirve para iluminación y un relieve con el que se concluye el sector de la portada. La ventana es un magnífico ejemplo de talla de piedra dadas la riqueza de los motivos y la excelente calidad de mano de obra que la ejecutó; la ventana es rectangular y las piezas que la enmarcan siguen un ritmo definido por la condición de que unas salen mientras las siguientes se rehunden. El interior de la ventana lo ocupa un emplomado que reproduce una imagen de la Virgen de Guadalupe. El ya mencionado remate de la portada es un escudo franciscano en el que son evidentes los tradicionales brazos que representan a los frailes de esa orden.
De las fachadas laterales sólo la norte es parcialmente visible desde el patio que congrega a las dependencias parroquiales hoy instaladas en locales que antes formaron parte de la estructura del hospital. Esos locales han sido remozados con un ánimo neocolonial que podría ser criticable tanto por el resultado formal como por la aparentemente violenta transformación de esos recintos. La fachada lateral norte del templo, pues, es interesante por el juego de volúmenes que lograron varios cambios de paños y, claro, por la presencia de la cúpula, elemento al que no se tiene acceso visual desde ninguna otra parte.
El interior de la iglesia da una sensación de austeridad y sobriedad que es difícil suponer que haya tenido en el pasado: ese efecto es debido a la estrictez de los acabados que hoy presenta el conjunto pues toda la obra de puesta en valor se hizo a base de pintura blanca y trabajos aparentes de cantera. La cubierta fue repuesta también en época más o menos reciente y se le hizo plana siguiendo las normas constructivas que son habituales en la zona de Guadalajara, es decir, con viguetas de acero transversales al eje longitudinal del templo y con ladrillos que describen una especie de bóveda catalana. Las tres naves alcanzan la misma altura y se encuentran divididas por dos danzas de arcos ubicados en el sentido largo del edificio; los apoyos son pilares de sección cuadrada terminados, como las medias muestras del exterior, en capiteles que descansan sobre dentículos. El presbiterio es un espacio que sugiere su tardía incorporación al conjunto aunque es probable que el único elemento realmente posterior a la etapa de erección de la superestructura sea la cúpula, cubierta de planta octagonal en la que destacan las longitudes desiguales de sus lados; el tambor presenta vanos en los que se han dispuesto ventanas y un emplomado en el sitio principal que representa al Santo de Asís. El presbiterio, a nivel, está organizado alrededor de un Cristo, una buena reproducción de la Virgen de Guadalupe y un pequeño sagrario incrustado en el muro del testero.
El templo no tiene coro y no parece haber evidencias que señalen que lo haya tenido alguna vez. El arreglo en los primeros tramos del recinto se reduce a un cancel, a unas lámparas y a unos minúsculos nichos practicados en algunos de los pilares llamativos tanto por su trazo como por las molduraciones con que se hicieron. El muro lateral norte aloja a un sencillo confesionario, varias ventanas y una puerta que comunica con el patio y un nicho en el que se colocó una imagen de muy modesta calidad. No hay, pues, objetos de arte y sólo destacan, por bien hechos, el ambón y el altar que fueron realizados en cantera.
5.-NOTAS Y BIBLIOGRAFIA
(1) OROZCO, Luis Enrique. Iconografía Mariana de la Arquidiócesis de Guadalajara.
Tomo I, p.148. Jalisco, 1954.
(2) CERVANTES, Rafael. Nuestra Señora de Santa Anita, Jalisco, Breves Puntos Históricos, p.4. Santa Anita, 1979.
(3) CERVANTES, Rafael. Op. cit. p.6
(4) CERVANTES, Rafael. Op. cit. p.6 y 7
(5) OROZCO, Luis Enrique. Op. cit. p.151
(6) CERVANTES, Rafael. Op. cit. p.16
(7) ZALDIVAR, Sergio. Arquitectura, Barroco Popular (1). Colección Jalisco en el Arte.
p.105 Jalisco, 1960.
(8) OROZCO, Luis Enrique. Op. cit. p.149
(9) ZALDIVAR, Sergio. Op. cit. p.104 y 105
José Rogelio Alvarez. San Pedro Tlaquepaque. Enciclopedia de México, S. A.,
México, 1979.
Enciclopedia de México. Tomos V y VII, segunda edición, México, 1977.
Inmueble de pertenencia
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Nuestra Señora de Guadalupe