Nombre del Inmueble
Nuestra Señora de Guadalupe (Catedral)
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000419
Estado, Municipio, Localidad
Estudio Monográfico
Clave del estudio monográfico
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Contenidos
1.-ANTECEDENTES
La posición estratégica que le da su geografía y las buenas condiciones naturales de su valle, hicieron del antiguo Paso del Río del Norte un sitio permanentemente ocupado y disputado por todos los pueblos que han recorrido esas regiones.
De las épocas prehispánicas, pocas noticias nos han llegado ya que la cultura de los habitantes de la región nunca alcanzó el desarrollo suficiente para dejar testimonios de ella. Con la excepción de un grupo de origen nahuatl que en su migración hacia el sur dejó interesantes vestigios en la cercana Paquimé (hoy Casas Grandes), el resto de los numerosos y variados grupos que habitaron la región nunca superó el estado nómada o semi-nómada. De esta forma los conocimientos más antiguos que tenemos de ellos y en los que podamos confiar, son los relatos de los primeros españoles llegados a la zona acerca del estado que guardaba la población local en esas fechas.
De entre el gran número de tribus nómadas que recorrían las planicies que rodean casi completamente el recodo del río, los primeros relatos nombran a dos pueblos que habitaron con regularidad el valle: los mansos, que no siempre hicieron honor al nombre que les impusieron los primeros españoles, y los jumanos cuyo nombre deriva del sonido aproximado al nombre que ellos mismos se daban en su lengua. Dentro de la gran belicosidad que marcaba el modo de vida de aquellos pueblos, compartían en ocasiones el valle con los sumas de río abajo y los piros, habitantes del área inmediata hacia el norte. Pero la fertilidad del valle y su situación intermedia y a modo de oasis entre varias regiones francamente desérticas, atraían para el descanso, las operaciones de trueque y muchas veces de ataque, a otras tribus como los apaches, que atacaron sistemáticamente el lugar hasta una época tan cercana a nosotros como los finales del siglo XIX, y los comanches provinientes del norte, diferentes grupos de conchos y julimes del sur, ópatas y pimas del oeste, por mencionar algunos de los numerosos grupos diferentes que peregrinaban incesantemente por aquellos amplios espacios.
Esta debió ser la situación del actual valle de Juárez cuando por el año de 1535 un acontecimiento vino a cambiar el modo secular de vida de los pueblos indígenas al recibir la visita de los primeros europeos de que tenían noticia. Fueron aquellos Alvar Núñez Cabeza de Vaca y sus compañeros, dos españoles y el negro Estebanico, durante su legendaria travesía del continente en su parte más amplia y árida, empezando en la Florida para terminar en las costas de Sinaloa. En sus relatos encontramos referencias a lugares y gentes que debieron pertenecer al Paso del Río del Norte.
Los relatos de Cabeza de Vaca propiciaron directamente dos grandes expediciones a tierras del norte. La primera corrió a cargo de Fray Marcos de Niza que acompañado del negro Estebanico, siguió las costas de Sonora para penetrar hasta Nuevo México. Sus imaginativos relatos acerca de ciudades cubiertas de oro animaron a las autoridades del recién establecido virreinato a organizar otra expedición al mando de Don Francisco Vásquez de Coronado quien, siguiendo el mismo camino, llegó aún más al norte en 1540, sin encontrar las fabulosas riquezas esperadas.
La colonización sistemática de la Nueva España avanzaba mientras tanto, por el centro y para 1568 los franciscanos tenían ya un convento en San Bartolomé (hoy Valle de Allende, Chih.). De allí, un arriesgado misionero, Fray Agustín Rodríguez, salió hacia el norte, siguiendo primero el curso del río Conchos hasta su unión con el río Grande del Norte (hoy Ojinaga) y después el de este último para llegar al Paso del Río del Norte en donde bautizó las grandes extensiones que se ofrecían a su vista como Nuevo México. No estableció ninguna fundación estable en el lugar, pero podemos considerarlo como el descubridor del Paso del Río del Norte que tan importante sería en el futuro.
Otras expediciones tocaron el mismo punto en su búsqueda de nuevas tierras. En 1581 Francisco Sánchez Chamuscado partió de Santa Bárbara con el mismo Fr. Agustín Rodríguez, el cual quedó en la zona en sus labores de evangelización y fué muerto por indios hostiles junto con dos compañeros. Don Antonio de Espejo comandó otra expedición para buscar los restos de los misioneros acompañado por Fray Bernardino Beltrán.
Conocidos ya los enormes territorios de Nuevo México, el virrey Don Luis de Velasco, el segundo, nombró adelantado a Don Juan de Oñate para tomar posesión formal, a nombre de la corona, de aquellas tierras. En esa expedición, el 4 de mayo de 1598, Don Juan de Oñate dió nombre al lugar en que cruzó el río: Paso del Río del Norte.
Seguramente las caravanas militares que marchaban a Nuevo México tendrían en el lugar del paso del río algún apeadero para descanso, pero la fundación de un poblado, al escasear los colonizadores, dependía en la mayoría de los casos del establecimiento de una misión, único método de asentar a los indios nómadas. Los franciscanos se habían adentrado en Nuevo México haciendo grandes progresos en su labor mediante el establecimiento de numerosas misiones. Así, cuando los jumanos quisieron una misión en su territoro, pidieron frailes a las misiones de más al norte. Lo mismo sucedió con los mansos, pero en ambos casos cambios de opinión de los indígenas alejaron a los misioneros. Uno de ellos, sin embargo, se propuso llevar a cabo la fundación en un punto tan importante: Fray García de San Francisco.
2.-EMPLAZAMIENTO
La importancia de la Misión de Guadalupe como polo de desarrollo urbano en Ciudad Juárez ha pasado por dos fases de crecimiento claramente diferenciadas entre sí.
La primera corresponde a la formación misma de un centro urbano en el antiguo paso, que no se realizó hasta el establecimiento de la misión y alrededor de ella, convirtiéndola en núcleo generador y funcional de la población.
En la fase actual la primera situación es simplemente realizada a escala mayor. El descomunal crecimiento de Ciudad Juárez mantiene como núcleo urbano a la parte antigua de la ciudad, la que a su vez sigue funcionando en torno a la traza que marca la ubicación de la antigua misión.
Cuentan las antiguas crónicas que la misión se fundó ...en un cerro pedregoso, a buena distancia del recodo del río para evitar sus avenidas... (1). Así podemos aún observar que el templo está desplantado a un nivel más elevado en unos cuatro o cinco metros sobre la plaza abierta que se extiende en dos secciones al frente.
En la plaza superior el templo forma parte de un conjunto con la catedral de reciente construcción, en el que se mantiene por medio de la colocación de ambos volúmenes, una imagen representativa de la generación de ellos en el plano religioso: la antigua misión, pequeña, de lineas simples, en blanco, conserva su dignidad de núcleo generador junto a la catedral de volumen mucho mayor y de diseño más elaborado. Ambas fachadas miran hacia el oriente, como era costumbre en las construcciones religiosas de la colonia y tienen, por medio de las plazas antes mencionadas, un espacio libre que permite amplias perspectivas de los dos templos. Sin embargo, el lado poniente del conjunto está totalmente desligado del resto, tanto plástica como funcionalmente y corresponde a la parte posterior de ambos templos unidos por un espacio para uso peatonal en donde se encuentra el monumento al fundador Fray García de San Francisco.
En este pequeño espacio libre existe una oficina bancaria ocupando una posición clave que en mucho demerita al conjunto general ya que, además de su propia función completamente ajena al resto, rodea por completo el ábside del templo misional e impide toda apreciación completa del mismo fuera de la vista frontal. La ubicación en un lugar tan conspicuo, por lo inadecuado de esa oficina bancaria, resulta inexplicable si observamos el esfuerzo económico y de proyecto que se realizó para situar la mayoría de las oficinas y servicios correspondientes al arzobispado de modo que no afectaran a los dos templos, en un nivel inferior a la plaza de acceso directo a los templos. Estas dependencias tienen sus accesos como remate de la primera plaza y se iluminan por medio de jardines interiores que lanzan su vegetación hacia la plaza superior de acceso.
El conjunto se encuentra limitado al poniente, el sur y el oriente por las calles de Mariscal, Vicente Guerrero y N. Triste respectivamente, al norte tiene la avenida 16 de septiembre que en su largo recorrido hacia el oriente, constituye el eje vial más importante de la muy extensa Ciudad Juárez.
Los alrededores corresponden, como ya se indicó, a la parte más antigua de la ciudad, del comercio menor más activo y con el movimiento peatonal más intenso. Tiene a poca distancia el edificio de la antigua aduana, el mercado popular, la primera plaza de toros y el primer lugar de cruce del Río Grande (Bravo) hacia los territorios de Texas y Nuevo México.
3.-ASPECTO HISTORICO
Era Fray García de San Francisco el hombre indicado para fundar la Misión de Guadalupe de los Indios Mansos del Paso del Río del Norte en donde otros habían fracasado. Tenía el religioso franciscano treinta años de experiencia en la actividad misional, había recorrido buena parte de Nuevo México y fundado las misiones de Isleta y Senecú. Así que tomó varias providencias para asegurar su éxito. Trajo consigo un grupo de indios piros, muy adictos a los españoles, para ayudar con su ejemplo al asentamiento de los reticentes mansos y una vez lograda la confianza de los naturales, venció los obstáculos que le opuso el gobernador militar invocando una cédula real que avalaba la fundación de instalaciones religiosas sin ninguna clase de autorización especial.
La solemne acta de la fundación de la misión de Guadalupe se levantó el 8 de diciembre de 1659 y de inmediato se procedió a la erección de locales provisionales para habitación y culto. Estos locales estuvieron en uso mientras Fr. García observaba la reacción de los habitantes del lugar y evaluaba su apoyo. Cuando consideró que éste era real y decidido y el esfuerzo valía la pena, empezó, el 2 de abril de 1662, la construcción del templo definitivo que se bendijo el 15 de enero de 1668, con asistencia del Custodio de los franciscanos en la región, el gobernador militar, soldados y habitantes del lugar.
Este templo debió tener las características del que podemos apreciar en la actualidad, en una absoluta mayoría, pues los registros parroquiales, de los que se han rescatado casi todos, no indican cambios sustanciales en el transcurso del tiempo. El templo, como edificio, nos muestra de una manera muy clara el reflejo de lo que fué la actividad total de Fray García de San Francisco en esta misión; una organización religiosa y civil (recuérdese que la colonización por españoles era escasa y la permanencia de las misiones dependía, casi siempre del trabajo con los naturales) bien fundada y mejor organizada y administrada. En esta labor ocuó Fray García doce años. El 8 de septiembre de 1671, aparece en el libro de bautismos de la Misión el asiento del último bautizo administrado por Fray García. Poco después pidió licencia para retirarse a la misión de Senecú, en donde había trabajado muchos años (allí ecibió, de joven, las órdenes sacerdotales). Al poco tiempo de su retiro murió. No se conservan sus restos.
Para aquellas fechas se hace mención de algunos locales para recibir a franciscanos de paso hacia las misiones de Nuevo México y que, contando a los dedicados a la atención normal de la misión, alcanzaban hasta treinta celdas. Con los servicios necesarios para la atención de tal número de religiosos, la misión debió ser un verdadero convento, aun cuando por sus funciones nunca fue considerado como tal y en las descripciones y fotos del siglo XIX ya no aparecen aquellas dependencias auxiliares del templo.
Otras construcciones que debió tener la misión original y de las que tampoco nos quedan datos son las correspondientes a la atención de los indígenas. Se mencionan tierras de labor de la misión que debieron tener locales propios del trabajo y habitaciones de los indios, así como de los gobernadores indios que dependían de la misión. Otro punto importante en este tipo de desarrollo pastoral fue la creación en 1678 del Catecumenado para la preparación al bautismo de indios adultos.
La administración de la misión siguió en manos de los franciscanos durante todo el siglo XVIII. Su conserva ción y florecimiento no rebasó las dimensiones originales, el templo que nos ocupa es sustancialmente el mismo, pero tampoco sufrió el deterioro y aún el total abandono observado en otras misiones al disminuir la población indígena absorbida por la demanda de mano de obra en haciendas y minas, crecimiento de la población española y mestiza a las que atendía el clero diocesano, etc. La Misión de los Indios Mansos del Paso del Río del Norte tuvo siempre la importancia de su ubicación geográfica, incluida en su nombre, de lugar de paso. Migración colonizadora hacia territorios del norte, base de operaciones militares, escala de los misioneros franciscanos (todo el territorio de Nuevo México fue evangelizado y hasta cierto punto civilizado por la Orde de Frailes Menores), refugio de indios, españoles y mestizos ante las terribles sublevaciones de los apaches de Nuevo México en 1680, todos estos acontecimientos mantuvieron constante la actividad de la misión.
En actas de bautizos, matrimonios y entierros se conservan los nombres de la mayoría de los frailes que atendieron la misión y de algunos de sus ayudantes. Los movimientos de personal religioso fueron constantes, en consonancia con la sucesión de situaciones políticas y sociales siempre cambiantes y el carácter franciscano nunca dependiente de individualidades.
El 19 de julio de 1798 Fray Rafael Benavides hace entrega de la misión al representante del obispo de Durango, ante el Capitán Teniente de Gobernador Don Miguel Bañuelas y a partir de entonces es atendida por el clero diocesano.
Durante el siglo XIX dependió del obispado de Durango y fue hasta 1896 en que, establecida la diócesis de Chihuahua, su primer obispo Don José de Jesús Ortiz pidió a sacerdotes jesuitas que auxiliaran al anciano cura de la ya entonces parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe.
Actualmente Ciudad Juárez es cabecera de diócesis, se ha erigido la catedral correspondiente anexa a la antigua Misión de Nuestra Señora de Guadalupe que recupera así su antiguo nombre.
4.-DESCRIPCION ARQUITECTONICA
La configuración exterior del templo de la Misión de Guadalupe consta de dos volúmenes claramente diferenciados en planta, pero que, mediante un tratamiento formal similar y usando los mismos acabados, llegan a formar una unidad armónica. Son estos elementos el cuerpo principal del templo y la torre que se le une en una sola arista de la base. Una escalinata frontal se extiende a todo lo ancho de la nave unicamente, sin abarcar el frente de la torre pero, por estar a un nivel intermedio entre la plaza y el templo y tener un material similar al de la plaza, no llega a romper la unidad de la fachada.
La torre consta de tres cuerpos superpuestos en los que el de base mantiene el aspecto masivo con grandes paños cerrados del resto del conjunto y los dos superiores, de plantas sucesivamente más reducidas, poseen grandes luces que les confieren una ligereza notable y cierta gracia que equilibra la fachada.
El otro cuerpo de la fachada que corresponde a la nave, mantiene el estilo masivo de las misiones del siglo XVII: un sólo paño liso, pintado de blanco que contiene el sencillo pórtico de entrada y una ventana del coro, enmarcada en cantera lisa rematado en la parte superior por un sencillo muro doblemente curveado al centro y dos pequeños pilones en los extremos. El pórtico enmarca a la puerta de entrada en cantera lisa, ornamentada con gran sobriedad mediante dos medias columnas compuestas, sin labrado y una corniza superior.
El resto del exterior del templo está tratado a base de paños lisos correspondientes a los espesos muros que conforman la estructura general. Presentan pocos vanos, una pequeña ventana en la base de la torre hacia la fachada, del mismo diseño de la del coro y dos ventanas rectangulares y una puerta en la fachada sur. Las otras do fachadas participan de los mismos principios de diseño, pero se encuentran casi completamente obstruidas, al norte por la catedral y al poniente por una oficina bancaria.
La entrada, por las pequeñas dimensiones del templo y su carácter tan popular, con un continuo tránsito de fieles, no tiene cancel interior. El sotocoro se encuentra claramente delimitado por dos columnas, pero estas columnas están colocadas entre las bancas y la nave no sufre interrupción funcional desde la entrada hasta el presbiterio.
El espacio interior del templo está concebido en una sola nave y en forma general de cruz latina. Pero, a diferencia del sistema tradicional de colocar en el crucero hacia los brazos de la cruz una ampliación de la nave o capillas laterales, en este caso estos espacios laterales corresponden a un ábside que también posee una forma diferente de las tradicionales, a base de muros rectos, con el fondo de menor dimensión que el frente mediante una ligera desviación de los muros laterales hacia el centro.
El templo en sí no tiene más dependencias anexas que una pequeña sacristía con acceso desde el presbiterio y la base de la torre con funciones de comunicación. Su estrecha unión a la catedral y numerosas dependencias administrativas, liberan al templo de la misión de más locales de servicio.
El arreglo interior de la nave también corresponde al mas puro estilo de la arquitectura misional del noroeste en el siglo XVII. Espesos muros se elevan rectos a toda la altura y sostienen, sin apoyos intermedios, la viguería que conforma la cubierta. Estaviguería, digna de mención por todos conceptos, consta de piezas estructurales de madera que cubren todo el claro ayudadas por ménsulas laterales. Las vigas son de sección circular y se hallan ornamentadas en toda su longitud con bajorelieves de diseño simple, dominando los trazos curvos y cortos, en series repetidas a todo lo largo de la pieza. El efecto final de este tipo de ornamentación es uno de los puntos de influencia mudéjar más evidentes en este templo. Similar tratamiento poseen las ménsulas laterales de la viguería, rematadas en punta con molduras a base de amplias volutas. Las cubiertas del crucero ya descrito y del ábside participan de los mismos elementos con cambios sucesivos del sentido de la colocación de las vigas en ambos espacios, así como del nivel, superior en los dos casos al de la nave.
El espacio correspondiente a la nave puede considerarse variable si tomamos en cuenta, por una parte, su estructura formal y por la otra la profundidad del campo visual que conforma el espacio psicológico. En el primer caso tenemos un espacio definido por muros rectos y una cubierta que remata, en el punto correspondiente a las gradas del pesbiterio, con una ménsula colocada en un nivel más bajo que el resto de ellas y sostiene vigas laterales de apoyo a la última de la cubierta, en forma diagonal, (recurso muy común en la cubiertas de templos misionales de la época). Pero, visualmente, el espacio de la nave no se interrumpe sustancialmente por esas vigas diagonales, sino que se extiende a través del pesbiterio, hasta el ábside que se nos presenta enmarcado en un amplio arco realzado, exquisitamente trabajado en cantera, con fina ornamentación a base de pequeñas series corridas a todo lo largo del arco y la corniza en que éste se apoya, de relieves simples que constituyen el elemento de más clara influencia mudejar del conjunto.
Completa esta influencia el decorado de la base de los muros laterales, pintado sobre éstos hasta una altura de 1.50 m. en un diseño puramente geométrico con colores sumamente vivos y contrastantes, rojo, negro, dorado, etc.
El coro, de pequeñas proporciones, tiene una estructura similar a la de las cubiertas. En él, las vigas que lo sustentan están colocadas en sentido longitudinal a la nave y descansan en una viga maestra que cubre el claro apoyada en los muros laterales y en dos columnas centrales, también de madera. Estas columnas participan del mismo tipo de trabajo en madera que se ha descrito para otros elementos. Son compuestas, descansan en una doble base, de sección cuadrada abajo y circular en el arranque del fuste, el cual tiene sección octagonal, ligeramente mayor en la base y remata en un capitel de complicado diseño que recibe a la viga maestra con grandes tramos de madera que se extienden a los lados terminados al estilo de las ménsulas laterales de las cubiertas.
Esta viguería del coro, al igual que las de las diferentes cubiertas, completa su diseño con un entramado de elementos de madera de sección también circular y colocados diagonalmente al sentido de las vigas, conforman un verdadero artesonado que, sin embargo, no se aleja del vigoroso diseño general, sino que lo refuerza con su expresión casi rústica.
5.-OBRAS DE ARTE
El interior del templo de la Misión de Guadalupe del Paso del Río del Norte tiene los muros, a partir del decorado policromo de la parte inferior, completamente blancos. Esta situación ha propiciado que la colocación de imaginería religiosa en ellos se haga directamente, sin mediar ningún otro elemento arquitectónico o decorativo. Esta imaginería está constituida por tres clases de objetos: cuadros, estatuas y la imagen principal, patrona del templo.
Esta imagen es de la Virgen de Guadalupe y posee características muy especiales. Está realizada en relieve, de unos 70 cm. de alto en madera de roble. No se tienen datos de su autor, pero corresponde indudablemente a un trabajo del siglo XVIII, de buena calidad, con las usuales dificultades que siempre se han presentado para la interpretación de la famosa pintura del Tepeyac en relieve. Pero, en este caso, cualquier imperfección de la imagen misma queda completamente subsanada por el magnífico marco que la contiene. Es este un trabajo en madera, en dos partes claramente diferenciadas: el retablo que enmarca directamente la imagen y la repisa sobre la que descansa. La primera es una variación en pequeño del tratamiento tradicional que sedió a las imagenes religiosas en los retablos interiores de los templos del siglo XVII y parte del XVIII. En este caso la imagen se encuentra en una vitrina rodeada del rico trabajo ornamental en madera estofada en dorado, a base de algunas de las formas más usuales de la época, con la base ligeramente ampliada y un remate a modo de crestón en la parte superior. La repisa, realizada en años muy recientes (1970), participa del mismo tipo de trabajo y materiales, con ornamentación muy simplificada y en la que es clara la intención de proporcionar simplemente un apoyo al retablo, sin pretender competir con él, ni integrarse por completo. Parte muy importante en el efecto plástico del retablo descrito, corresponde a su colocación en el templo. Es el único objeto que se encuentra en el ábside, a una altura suficiente para no ser obstruida su vista por el altar. De este modo, todo el ábside pasa a ser un gran nicho blanco para este retablo, nicho esplendidamente rematado por el arco de cantera ornamentada que divide el presbiterio y remata todo el campo visual de la nave.
Tres cuadros destacan sobre el blanco de los muros. Corresponden a imágenes de la Virgen de la Luz, altamente apreciada por la devoción popular, San Francisco de Asís y San Francisco de Paula. Los tres están colocados en cuadros de madera pintada en un tono oscuro, casi integrado a los tonos dominantes en las pinturas con la intención evidente de destacar éstas en toda su integridad. Son todos rectangulares y corresponden a la escuela mexicana del siglo XVIII, firmadas por Fray Gerónimo Martín.
El resto de la imaginería está constituido por tres estatuas de la Dolorosa, San José y San Antonio. De tamaño natural, están colocadas sobre pedestales, adosadas a los muros laterales de la nave. Son trabajos en madera policromada de factura antigua, provienen del siglo XVIII o principios del XIX y de una notable calidad.
Entre los elementos de madera ajenos a la estructura, se destaca una puerta lateral, conservada de las primeras etapas de la misión. De una altura de 2.15 m. y dos hojas de 0.85 m., está trabajada en tableros regulares, pareados en cada una de las hojas, labrados con relieves sencillos, no figurativos.
En los componentes arquitectónicos de la fábrica del templo, es necesario destacar en este capítulo, tres de ellos que, por la calidad de su factura, pueden considerarse obras de arte. Los tres contienen la tendencia en su diseño que proporciona al conjunto la antes mencionada influencia mudéjar.
El más antiguo es el decorado geométrico, realizado en vivos colores de la base de los muros de la nave. La bitácora de los trabajos de restauración indica que, tras siete capas superpuestas de pintura, de diferentes épocas, se descubrió este decorado (que debió ser el más antiguo) y se reprodujo fielmente en la forma en que hoy puede apreciarse.
Los otros dos, corresponden a elementos estructurales: la ornamentación de las piezas de madera de las cubiertas, el coro y sus dos columnas, por una parte y el trabajo de cantera del arco que divide al presbiterio del ábside, por la otra. En ambos trabajos los antecedentes del estilo en otras construcciones misionales de la región y aún de todo el país, se encuentran interpretados y enriquecidos con una notable aportación del autor que, evidentemente, no se concretó a seguir aquellas pautas marcadas por sus antecesores. Como constancia de lo anterior, se encuentra en un nicho abierto en un muro lateral de la nave, una fracción de una de las vigas originales en la que podemos apreciar el labrado de aquella época, mucho más simplificado que el actual. No existen antecedentes en el lugar de algún trabajo en cantera del que haya podido tomarse pautas a seguir en el arco citado.
ELABORO: ALBERTO VALENCIA
FECHA: 1984.
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