Nombre del Inmueble
Nuestra Señora de Guadalupe
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000360
Estado, Municipio, Localidad
Estudio Monográfico
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000360
Contenidos
1.-CONTEXTO URBANO
El contexto actual del Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe es totalmente distinto al que tuvo originalmente. Como el barrio fue severamente dañado en distintas acciones bélicas entre 1854 y 1870, durante la paz porfiriana se dieron condiciones propicias para que la antigua plaza de Guadalupe fuera substituida por un espacio verde seis veces más grande: el Paseo Bravo. El nuevo jardín iba más de acuerdo con las pretensiones cosmopolitas de una burguesía poblana que comenzó a levantar sus mansiones por este rumbo. Pero esa misma dimensión propició la disminución de la escala relativa tanto del Santuario de Guadalupe como del templo de San Javier.
Además, los demás edificios que acompañaban el Santuario en la cabecera de la manzana, particularmente la escuela de niñas, desaparecieron para dejar paso a sendas plazas al oriente y al poniente del templo. La primera es arbolada, mientras que la segunda, mucho más grande, muestra desde hace pocas décadas una fuente rectangular con un grupo escultórico de mediocre factura en el que aparece el obispo don Juan de Palafox rodeado de varios indígenas.
Sólo las contraesquinas entre Reforma, 13 Norte y 13 Sur forman un contexto arquitectónico más afín al santuario: en la primera hay una casa de dos niveles de fines del siglo pasado, mientras que en la segunda se encuentra el antiguo templo de San Javier, que, junto con el casco de la antigua penitenciaría, forman ahora un centro cultural de primera importancia.
En cambio, en las contraesquinas de Reforma, 11 Norte y 11 Sur hay construcciones neocoloniales de tres y cinco niveles construidos en la primera mitad de este siglo.
El Paseo Bravo frente al santuario es uno de los espacios verdes más apreciados y concurridos del Centro Histórico. Está profusamente arbolado, dotado de fuentes, bancas y luminarias de principios de este siglo. En una de las esquinas frente al templo, un sobrio reloj de cuatro carátulas sigue dando la hora a los poblanos.
2.-ANTECEDENTES E HISTORIA
El santuario de Guadalupe fue levantado a fines del siglo XVII a iniciativa de un particular, Juan Alonso Martínez de Peredo, deseoso de promover el culto a la guadalupana, mismo que por aquella época se estaba difundiendo por toda la Nueva España. Martínez de Peredo era dueño de una herrería y cohetería, pero sus recursos no bastaban para costear la edificación de un templo, por lo que buscó la ayuda de otro guadalupano fervoroso, el licenciado Alonso de Avila, cura del pueblo de Tlautlauquitepec, quien ofreció el sitio para levantar el templo y sus dependencias, inluyendo la casa para el encargado de cuidarlo. El terreno se encontraba a la entrada del camino a México, en el costado norte de la plazuela que después se llamó de Guadalupe y que en la actualidad es parte del Paseo Bravo. El obispo Santa Cruz dio su licencia y se inició la construcción en 1694. 1
Dos décadas después, la obra estaba terminada, pero el obispo de turno, Pedro Nogales Dávila (1708-1721), no permitió que se dedicara, argumentando que se había dado licencia para levantar una capilla y no un templo suntuoso. Al parecer, fue sólo un pretexto, motivado por el despecho que le produjo la negativa de los promotores del templo a aceptar que ahí mismo se instalase un colegio de niñas para el que el obispo ya había conseguido las licencias real y pontificia. 2 Así que fue necesario esperar la muerte del prelado, en 1721, para solicitar de nuevo su dedicación al cabildo eclesiástico. La ceremonia tuvo lugar, finalmente, el 12 de diciembre de 1722. Además, el propio cabildo eclesiástico nombró al primer capellán, cargo que correspondió al bachiller Miguel Alonso Martínez de Peredo, hijo del fundador.
El templo funcionó como capilla auxiliar de la parroquia de San Sebastián. Luego, en la segunda mitad del siglo XVIII, el licenciado Manuel Gómez de Altamirano, capellán del santuario, promovió el establecimiento de un colegio de niñas atendido por hermanas mercedarias en los anexos de la iglesia, para cuya materialización se contó con el apoyo, legal y económico, del obispo Domingo Pantaleón Alvarez de Abreu (1743-1763). Doña Ana de Córdova también proporcionó recursos significativos para la institución, en la que se buscaba formar niñas escoletanas, es decir, niñas vírgenes que fueran capaces de mantener el decoro ritual de los templos. 3 El centro educativo se ubicó al oriente del santuario y comenzó a funcionar en 1765. En él se impartían cursos de lectura, escritura, canto y música a colegialas entre los doce y los veintisiete años aunque, según parece, en los últimos años del siglo XVIII la mayoría de las colegialas eran adultas 4
El organismo religioso-educativo siguió funcionando hasta el segundo tercio del siglo XIX. Hacia 1852 tenía treinta y siete niñas, un rector y dos profesores. Sin embargo, con las leyes de Reforma, el inmueble fue nacionalizado, vendiéndose en 1870 a particulares por la suma de 6,400 pesos. Por su parte, el templo quedó bastante dañado a consecuencia de los diversos sitios que sufrió la ciudad durante el segundo tercio del siglo XIX.
A principios del presente siglo, en 1903, los Misioneros de Guadalupe tomaron posesión del templo y sus anexos. La asociación había sido fundada en 1894 por el obispo de Chilapa, el jesuita Román González, quien estableció su sede en el Colegio de San Joaquín de Tacubaya. El organismo, que buscaba formar misioneros par a la educación de los indígenas en la doctrina religiosa, la instrucción civil y la asesoría en la producción agrícola, fue disuelto durante la Revolución, en 1915. 5
El mismo santuario de Guadalupe se llegó a cerrar por esa época, al parecer, por haberse hecho fuego desde sus alturas a las fuerzas constitucionalistas en el último ataque de los zapatistas.6 Tal vez fue entonces cuando se destruyó el antiguo colegio, ya que no se conserva en la actualidad.
En cambio, el templo subsistió gracias a las gestiones que hicieron los vecinos para que se reabriera. Pero su interior y su entorno comenzaron a sufrir modificaciones. En 1922 se redecoró la nave, perdiéndose sus yeserías, a excepción de las que aún quedan en la capilla anexa. Luego, al finalizar esa misma década, se estableció en sus cercanías una gasolinera que pronto levantó las protestas de los vecinos. El propietario llegó a argumentar, en su defensa, que la había hecho siguiendo en absoluto el sistema colonial, pues usó azulejos, barandales y puertas genuinamente coloniales. 7
El 31 de agosto de 1933, la iglesia fue declarada monumento nacional, pero ese mismo año, la Comisión de Monumentos Coloniales sugería la demolición de una pequeña casa que oculta la fachada lateral de una capilla anexa a la iglesia de Guadalupe, para que este monumento pueda lucir debidamente.8 Fue el inicio de un proceso de demoliciones que ha dejado al templo totalmente aislado del tejido urbano que alguna vez lo rodeara estrechamente. Por lo menos, la gasolinera de marras también se demolió, después de casi medio siglo de existencia.
1 F.de E. y Veytia. Historia de la fundación..., t.II, p. 524
2 E. de la Torre Villar, Historia de la Educación de Puebla, pp. 99-100.
3 Ibid, p. 101.
4 Leicht, Las calles de Puebla, p. 285.
5 Ibid.
6 SEDUE, Exp. 114-0004-126. Nota del 1o. de julio de 1916.
7 Ibid. Nota del 11 de mayo de 1929.
8 Ibid.
3.-DESCRIPCION ARQUITECTONICA
Dos cruces latinas que se intersectan forman la planta general de este conjunto. La mayor, correspondiente al templo propiamente dicho, va de sur a norte, mientras que la menor corresponde a la capilla de Dolores, que va de oriente a poniente a partir del segundo tramo de la nave del santuario.
Esta última comprende sólo cinco tramos: el primero con el coro y el sotocoro, ambos cubiertos por bóvedas de cañón con lunetos; el segundo y tercero con el mismo tipo de cubierta; el cuarto, donde se levanta la cúpula gallonada sobre los arcos torales, cuatro pechinas y un corto zócalo octogonal que no llega a ser tambor; y finalmente el quinto tramo, cuya cubierta es una bóveda vaída. Los brazos del transepto llevan sendas bóvedas de cañón con lunetos. Además, detrás del presbiterio hay una sacristía cubierta con tres tramos de bóveda de arista.
Todos los elementos constitutivos de la estructura, pilastras, arcos, cornisas y molduraciones son muy simples, si bien enfatizados por sencillas yeserías y toques cromáticos de gusto neoclásico. Se apartan de lo normal, si acaso, los ocho óculos que se practicaron entre el zócalo y el arranque de cada uno de los gajos de la cúpula. Parece como si se hubiese querido incrementar la iluminación en la cabeza de la nave, a juzgar por los otros ocho óculos que se encuentran en los tímpanos de los muros del presbiterio y el transepto, y en el óculo cenital que se practicó en la cima de la bóveda vaída del presbiterio. La mayoría de los óculos lleva vitrales de regular calidad.
Pero si la nave principal no depara sorpresa alguna, la capilla anexa de la Virgen de los Dolores constituye una notable experiencia visual, ya que el visitante entra en un espacio donde la riqueza de las yeserías hace vibrar, materialmente, la escasa luz que se posa sobre ellas. Actualmente se encuentran desprovistas de cromática o dorados, y se adivina que han sido objeto de remozamientos y limpieza.
La estructura de esta capilla es muy simple, ya que consta de cuatro tramos. El primero lleva el coro y el sotocoro, cubiertos con bóvedas de cañón corrido; el segundo marca la altura de la nave con el mismo tipo de bóveda; en el tercero se encuentra la cúpula sobre tambor octogonal del pseudocrucero y en el cuarto, nuevamente cubierto con cañón cilíndrico y lunetos, está el presbiterio. Es notable cómo el mismo tipo de elementos que hay en el templo principal luce de otra manera en esta capilla, ricamente adornada de yeserías. Además, hay otros rasgos como las cuatro columnas salomónicas exentas en el crucero, que soportan dos de los arcos torales, transversales a la nave. Todo juega aquí un papel decorativo importante: desde las pilastras que soportan el arco rebajado del sotocoro; los arcángeles junto al arranque de este último; las cornisas que corren lateralmente, ligando entre sí las pilastras igualmente decoradas; los arcos formeros y fajones, todos decorados con motivos vegetales; los cuatro soberbios arcángeles en las pechinas y los medallones con más ángeles en las bóvedas de la nave y el presbiterio. Los motivos angélicos llegan hasta el tambor de la cúpula, alternándose con estípites y óculos de perfil mixtilíneo. Es un buen ejemplo del grado de calidad y complejidad que llegaron a alcanzar las yeserías poblanas en el siglo XVIII.
La fisonomía exterior del templo también tiene rasgos populares del último siglo virreinal. El imafronte ape nas está ligeramente remetido respecto a los paños de los cubos de las torres, pero un arco triunfal de azulejos, de delicados arabescos blancos sobre fondo azul, subraya su importancia y de paso alude al perfil interior de la nave. En el eje de composición se encuentra la portada de una sola calle y dos cuerpos. El cuerpo inferior es de cantera labrada, color gris De las jambas del portón surge un sencillo arco de medio punto. Sendas pilastras estriadas y traspilastras lisas soportan un entablamento y su cornisa, ambos encalados. El segundo cuerpo es más angosto que el primero y se ejecutó en argamasa. Un par de flameros prolonga el trayecto de las pilastras estriadas del primer cuerpo, mientras que otras pilastras también estriadas flanquean el marco de la ventana del coro y apoyan un segundo entablamento, cuyo friso de azulejos muestra un motivo de estrellas. Encima de la cornisa se levanta un frontón quebrado, flanqueado por flameros más cortos, de donde surge lo que pudo ser un nicho, ahora convertido en vitral. Flanquean el nicho pilastrillas con fustes decorados en zigzag, que soportan una cornisa de perfil curvo, tangente al arco de medio punto de azulejos, donde la clave es una estilización en argamasa del monograma de María.
Todo el tímpano entre el gran arco y la portada está recubierto por azulejos de distintos colores, aparejados en zigzag, con cuatro rombos y cuatro rectángulos decorados con motivos florales y atributos de la Virgen. Entre el arco y los cubos se forma algo semejante a un par de enjutas donde aparecen ángeles. Una balaustrada de albañilería sigue parcialmente el perfil del arco hasta los zócalos de los campanarios.
Los cubos de las torres están recubiertos de ladrillo ochavado, intercalado con cuadros de azulejos regularmente espaciados. Además hay cuatro tableros del mismo material, con escenas de las apariciones de la Guadalupana, dos medallones con antropomorfismos del sol y la luna y cuatro rombos con decoraciones florales.
Sobre los cubos se levanta el par de torres, cada una de tres cuerpos, chapitel y remate, todas con decoraciones de argamasa. El primer cuerpo es de planta cuadrada, con vanos de medio punto hacia los cuatro puntos cardinales, flanqueados por columnas salomónicas con capiteles corintios. Motivos vegetales y grutescos sobre el arco y los capiteles ocupan el sitio de los entablamentos, y apoyan directamente a los frontones quebrados a la altura del banco del segundo cuerpo, en cuyas esquinas sobresalen elegantes jarrones. El segundo y el tercer cuerpo son octogonales, con angostos vanos en todas las caras. En las esquinas del segundo cuerpo hay medias muestras de columnas envueltas por listones, una simplificación del orden salomónico. En cambio, en el tercer cuerpo, las esquinas las ocupan estípites relativamente sencillos.
Las cúpulas también son dignas de admiración, especialmente la de la capilla anexa. El tambor de esa cúpula y sus ocho vanos así como cuatro lucarmas del casquete están prolijamente decorados con pilastras, motivos vegetales, cornisas, róleos y frontones curvos, todo modelado en argamasa. La misma forma de los gallones revela un dominio poco común de la geometría y gran criterio estructural. Ocho segmentos siguen el perfil hemisférico, mientras que otros ocho forman costillas intermedias, reforzando así la membrana cupular. El mismo principio de descomponer y doblar superficies de cubiertas para hacerlas más resistentes lo emplearían Maillart, Nervi, Torroja y Candela hasta bien entrado el siglo XX, de modo que hay que reconocer que el anónimo constructor poblano del siglo XVIII que levantó esa cúpula sabia hacer, en su tiempo, muy bien lo suyo.
4.-OBRAS DE ARTE
Son pocos los objetos artísticos que quedan en el interior del santuario. El retablo mayor muestra dos pares de columnas de orden compuesto a ambos lados del marco con dosel, donde se encuentra una representación convencional de la Guadalupana. Las columnas soportan cortos tramos de entablamento sobre los que surgen, a modo de frontón quebrado, sendos róleos. El resto de la decoración gira en torno al fanal y al tímpano situado detrás de éste.
En el segundo y tercer tramos de la nave hay cuatro grandes óleos con las apariciones de la Virgen a Juan Diego.
Desgraciadamente, están mal conservados y repintados. En cambio, en el sotocoro, del lado de la Epístola, hay una curiosa pintura en la que se representan dos temas distintos: la Santísima Trinidad y la Ultima Cena. Las tres figuras sagradas del primer tema forman un triángulo invertido cuyo vértice inferior lo ocupa el Hijo, es decir, Cristo, sentado entre los demás apóstoles. Además, el pintor representó a las tres figuras de la Trinidad con rostros semejantes, cosa que la Inquisición consideraba herético, aunque siempre se hizo de la vista gorda, porque ese tipo de iconografía era muy común en el siglo XVIII. Como la Trinidad y la Virgen aparecen frecuentemente asociadas en la pintura virreinal, en este caso se ubicó a María del lado izquierdo de la escena. Un coro de ángeles rodea al grupo por la parte superior de este cuadro, barroco tanto por su estilo como por el abigarramiento de temas, jerarquías y precedencias.
La capilla anexa tuvo, al igual que el santuario, retablos barrocos que ya desaparecieron. En el presbiterio sólo hay un tímpano, recubierto de azulejo moderno, del que emerge una peana con una figura de bulto de la Virgen de los Dolores, mas bien pequeña.
Allí mismo se encuentra un candil de bronce que pende de la cúpula, de buena calidad. La reja del coro alto, de hierro forjado, es todavía mejor.
Inmueble de pertenencia
Nombre del Inmueble
Nuestra Señora de Guadalupe