Nombre del Inmueble
Nuestra Señora de La Merced
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000369
Estado, Municipio, Localidad
Estudio Monográfico
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000369
Contenidos
1.-CONTEXTO URBANO
El templo de los Santos Cosme y Damián, popularmente conocido como la Merced, ocupa casi la cuarta parte de la manzana que hace esquina en las calles 5 Norte y 10 Poniente. La sede de los mercedarios en Puebla se extendía antiguamente, incluyendo su huerta, sobre toda la manzana. El claustro principal todavía existe, convertido en escuela, con acceso desde la calle 12 Poniente.
Hay cierta semejanza entre el contexto urbano del convento mercedario de Puebla y su homólogo de México, ya que ambos sufrieron el impacto de los respectivos mercados centrales, cada vez más pujantes, que extendieron sus actividades sobre las casas y las calles circunvecinas a medida que las ciudades se expandían más allá de sus límites originales. En Puebla, el crecimiento ilimitado de giros comerciales en torno al mercado de la Victoria llegó a poner en serio predicamento la integridad de los templos más cercanos como Santo Domingo y la Merced. Cuando el mercado cesó de funcionar, se quedaron en el centro muchos giros comerciales asociados, especialmente de mayoreo y medio mayoreo, así como el comercio ambulante que invade periódicamente las banquetas y arroyos de muchas calles del rumbo, entre las que se encuentran las que forman esquina en la Merced.
Este incremento de actividades comerciales en el transcurso de este siglo fue transformando gradualmente el uso de numerosas viviendas en las cercanías del templo. Muchas desaparecieron, dejando su lugar a almacenes y bodegas contruídos con materiales y sistemas contemporáneos de discutible calidad; edificaciones utilitarias, mediocres y baratas, levantadas sin el menor respeto al paisaje urbano de la Angelópolis. Otras se transformaron, sobre todo en el primer nivel, abriendo anchos vanos para los locales comerciales que proliferaron.
A pesar de todo, algo quedó de la fisonomía urbana decimonónica, particularmente en algunos edificios de dos niveles en las aceras frente al templo. El que está en la contraesquina ya es de 1901, pero igual conserva su cararácter porfiriano.
2.-ANTECEDENTES E HISTORIA
En la época de las Cruzadas, el sacerdote francés Pedro Nolasco, auspiciado por el rey Jaime I de Aragón, conocido como el conquistador, fundó en 1218 la Orden Real y Militar de Nuestra Señora de la Merced para la Redención de Cautivos, que tuvo su primera sede en Barcelona. Esta congregación estaba conformada por caballeros-frailes dedicados a rescatar cristianos prisioneros de los sarracenos. El Papa Gregorio IX aprobó la fundación de la orden, que tenía un voto especial de redimir cautivos aún a costa de quedar como rehenes si fuese necesario.
Fray Bartolomé de Olmedo fue el primer mercedario que pisó en 1519 lo que sería la Nueva España. Había llegado como capellán de Hernán Cortés, y con su apoyo hizo los primeros intentos aislados por evangelizar a los indígenas. En su retorno de España, en 1529, Cortés trajo consigo a 12 frailes mercedarios más que, sin embargo, no se establecieron en México, sino que se trasladaron a Guatemala. Allí se erigió el primer convento de la orden de la Merced en América.
Esta asociación no fue de las más significativas en el proceso de evangelización novohispano. Incluso, fue muy irregular su presencia en el virreinato hasta el último cuarto del siglo XVI, lo que puede deberse a que la Corona española prefería frailes mendicantes para la conversión de los indígenas, y no una orden militar.
Los mercedarios comenzaron a llegar a la capital de la Nueva España hacia 1574, esta vez procedentes de Guatemala. Su estadía se limitaba, al principio, a concurrir a los estudios que ofrecía la Universidad. Cuando crecieron en número llegaron a alquilar, en 1589, una casa para hospedarse. Finalmente, en 1592, la Corona les permitió hacer fundaciones en la capital y las demás poblaciones del virreinato. Una vez conseguida la aprobación real, se comenzaron a realizar los trámites necesarios para fundar un convento en la ciudad de Puebla.
La expansión del instituto mercedario] -expone fray Francisco de Pareja- comenzó por lo más cercano que fue la ciudad de Puebla, por hallar en ello gran capacidad para la fundación del convento, por ser la segunda de este reino, y lugar muy crecido de vecinos y su jurisdicción muy rica y abundante... [y porque] esta sagrada religión en este reino, tiene su principal asiento en la Ciudad de Guatemala, y que es necesario que lo prelados vengan a su visitas a este convento de México y...sería muy conve- niente para que los religiosos tuviesen...conventos donde poder descansar.. 1
Con estos argumentos, los mercedarios enviaron un informe al Consejo de Indias en 1597, que obtuvo respuesta favorable al año siguiente. Entonces, el comisario encargado de la fundación, fray Baltasar Camacho, solicitó la licencia correspondiente al obispo Diego Romano, quien, además de dar su autorización, ofreció a los religiosos la ermita de San Cosme y San Damián, con sus ornamentos y cuatro solares que tenía a su alrededor,2 condicionando la entrega a la aceptación de ciertas condiciones, entre ellas: que el templo conservara la advocación que tenía la ermita, que se recibiera en él la procesión de los cabildos civil y eclesiástico el día de la fiesta titular y que las imágenes de los dos santos médicos permanecieran en el altar mayor. Aceptados los requisitos, se hizo entrega de la ermita a fray Baltasar Camacho el 7 de agosto de 1598.
Carrión señala que la ermita de San Cosme y San Damián tenía un hospital de adobe, techado con madera, que había sido edificado en 1576 para atender a los enfermos durante la segunda peste que se presentó en la ciudad.3 Seguramente, ese edificio provisional fue utilizado como primer convento por la orden mercedaria mientras recababan lo necesario para construir tanto el convento como la iglesia definitivos.
Transcurrieron algunos años mientras los religiosos trataban de conseguir cien patronos que proporcionasen mil pesos cada uno para la edificación, hasta que, en 1607, pudo iniciarse la obra a cargo del arquitecto Francisco de Aguilar. En 1629 se contrató al cantero Julián de Cárdenas para que hiciera la portada. Cuando Francisco de Aguilar murió (1634), se hizo cargo de la construcción Juan Bautista del Castillo, quien la terminó con un costo de 33,331 pesos. El templo se dedicó por primera vez en 1647.4 Pero en 1659 fue nuevamente dedicado a Nuestra Señora de la Merced.
El convento se comenzó a construir apenas en 1631, con la intervención de los canteros Julián de Cárdenas y Lorenzo de Adel y se concluyó en 1672 bajo el cuidado de Domingo y Diego de Santa María, albañiles. El título completo del conjunto fue: Convento de San Cosme y San Damián de la Real y Militar Orden de Nuestra Señora de la Merced, Redención de Cautivos.
El 23 de agosto de 1696, un fuerte temblor sacudió la ciudad de Puebla, afectando la torre y el coro del templo mercedario. Dos días después, fray José de la Parra, comendador del convento, solicitó la intervención de Diego de la Sierra para que evaluara los daños y propusiera las soluciones.5 Posiblemente el propio arquitecto de la Sierra fue el encargado de la reparación.
El templo se dispuso a lo largo de una sola nave con crucero, flanqueada por dos series de capillas colaterales. Estuvo decorado con retablos barrocos, como el colocado en el presbiterio, dedicado a la Virgen de la Merced, fue fabricado en el siglo XVII y fue modificado en 1731 por Miguel Sánchez Pedrero. En 1778 se sustituyó la imagen titular por la escultura de Nuestra Señora de la Guía emplazada en su propio retablo del lado del Evangelio, donde fue colocada, también en 1778, la imagen de bulto de Nuestra Señora de la Merced.
Otro interesante retablo, situado en el mismo costado que el anterior, fue el dedicado al Ecce Homo, con el título del Señor del Rescate, fabricado en la segunda mitad del siglo XVIII.
Además de las capillas que se hallaban en el interior, el templo tuvo otra pequeña enfrente de la portería. Estaba dedicada a San José y era utilizada por los hermanos de la Tercera Orden y por la Santa Escuela de Cristo.6
La iglesia de San Cosme y San Damián sufrió pocas modificaciones a lo largo de dos siglos. Pero en 1817, el comendador de la orden Santos Coy, decidió modernizarla: mandó quitar las rejas de hierro que estaban a la entrada de las capillas laterales y abrió vanos entre estas últimas para dar la sensación de un templo de tres naves. Luego, en 1835, el mismo comendador reemplazó los retablos barrocos, -incluyendo los de las capillas- por altares neoclásicos7
A raíz de la expedición de la Ley Lerdo de desamortización de los bienes del clero (1856), el General Pascual Mirado pretendió convertir al convento de la Merced en asilo para militares inválidos, efectuando con ese propósito algunos cambios en la estructura del edificio. Separados el convento y el templo, este último sufrió la destrucción, en 1872, del cuerpo superior de la torre con su cupulín. A partir de 1886 se establecieron en el antiguo convento dependencias educativas del Estado.
En el presente siglo, lo qu e quedaba del antiguo convento ha sido ocupado por una comisaría, escuelas públicas, casas particulares, la escuela normal de profesores y otras dependencias. Almendaro cuenta que, hacia 1932, el templo era muy concurrido, particularmente la capilla de Nuestra Señora de la Guía,8 que se encuentra en lo que fuera la portería del convento.
El conjunto se declaró monumento nacional el 31 de agosto de 1933 y el templo permanece abierto al culto católico hasta nuestros días.
1 Fray Francisco de Pareja, Crónica dela provincia de la Visitación..., t. I, p.p. 204-206.
2 Ibid.
3 Carrión, Historia de la ciudad de Puebla, t. I, p. 186.
4 Martín del Castillo, Sermón a la insigne dedicación del suntuoso templo...de Nuestra Señora de la Merced...en la muy noble ciudad de los Angeles. 1647, Archivo de CONDUMEX.
5 Martha Fernández, Retrato hablado, p. 41.
6 Ibid., t.II, p. 400.
7 F. de E. y Veytia, Historia de la fundación..., t. II, p.p. 398-400
8 Almendaro, Indice de las iglesias..., p.52.
3.-DESCRIPCION ARQUITECTONICA
El conjunto de la Merced muestra rasgos arquitectónicos muy distintos entre sí, que surgen a lo largo del siglo XVII. El templo es grande y pesado, mientras que su portada destaca por su sobriedad manierista, en tanto que en la portería del convento y en las portadas atriales florece, literalmente, un impulso decorativo de remota influencia mudéjar que se plasma en intrincados relieves de argamasa con motivos vegetales.
El atrio del recinto mercedario está delimitado por una barda recta de unos 4 metros de altura, interrumpida por cuatro portadas atriales de albañilería: una sobre el eje de acceso al templo por la calle 5 Norte; otra en la esquina y dos más hacia la calle 10 Poniente. De estas últimas, una se situaba frente al ingreso lateral del templo; durante el siglo pasado se tapió esa portada atrial y así luce hoy en día.
Cada una de las portadas atriales eleva su perfil por encima del nivel de la barda hasta unos 10 metros de altura. Todas ellas muestran el mismo tipo de vano delimitado por jambas y arco de medio punto, flanqueado por sendas pilastras lisas de capitel toscano (con sus correspondientes traspilastras), encima de las cuales corre un entablamento en cuyo friso alternan anchos triglifos con metopas de rica decoración fitoforme. Entre el arco y las pilastras se forman enjutas con motivos vegetales modelados en argamasa. A los lados, las mochetas de la portada atrial ascienden con perfiles de róleos desde el remate de la barda hasta la cornisa del entablamento. Finalmente, el coronamiento está resuelto a base de frontones quebrados, flanqueados por pináculos y decorados con relieves entrelazados, hechos de argamasa. Cada frontón lleva un nicho central, muy decorado, flanqueado por anchas pilastrillas y rematado a su vez por otro frontón quebrado9 Sólo que, mientras los frontones de la portada esquinera son de trazo curvo, en las otras tres portadas adoptan un perfil triangular. Por cierto, las rejas en los tres ingresos atriales son de muy buena factura, especialmente los medios puntos resueltos con entrelazos curvilíneos y el escudo mercedario al centro.
En el atrio concurren la feligresía y muchos habitantes del barrio, quienes utilizan este espacio abierto como sitio de convivencia. En época relativamente reciente se le acondiciona ron cuatro jardineras, cuyos bordes de mampostería permiten sentarse a muchos visitantes bajo la generosa sombra que ofrecen varios árboles de talla considerable.
El templo forma un rectángulo bien definido, de 75 por 37 metros, y adopta la disposición de una nave central en cruz latina con capillas colaterales. La sacristía y otros anexos se sitúan en la parte posterior, mientras que la angosta franja atrial que alguna vez hubo entre el templo y el alineamiento de la calle 10 Poniente se utiliza como anexo.
La nave corre de oriente a poniente a lo largo de ocho tramos: el coro y el sotocoro ocupan los dos primeros, cubiertos por bóvedas de cañón con lunetos; luego vienen cuatro tramos de nave en toda su altura con el mismo tipo de bóvedas; después sigue el crucero con la cúpula gallonada, que descansa sobre un zócalo octogonal apoyado a su vez en los cuatro arcos torales y las pechinas; los brazos del transepto también están cubiertos por cortos cañones con lunetos; finalmente, el tramo final, sobre el presbiterio, lleva un par de cañones con lunetos.
Por su parte, las dos crujías con capillas colaterales están cubiertos por bóvedas de arista, provistas desde mediados del si glo pasado de óculos cenitales. La comunicación entre ellas, con la pretensión injustificada de crear naves laterales, es de la misma época.
El alzado interior de uno de los tramos de la nave muestra esencialmente un muro de carga perforado por tres vanos: el de ingreso a la capilla colateral correspondiente, formado por jambas y arcos de medio punto; luego una ventana rectangular que aprovecha la diferencia entre la cubierta de las capillas y la de la nave; y finalmente el último, también con una ventana rectangular ubicada en el tímpano que se forma bajo el arco formero de la bóveda. Cada tramo está delimitado por pilastras prismáticas, lisas. Sobre los capiteles de escaso relieve corre un entablamento de gruesa cornisa.
La mayor parte de las molduraciones, los relieves de escayola y la decoración pictórica son del siglo pasado. Las pechinas muestran yeserías con cierto interés, a pesar de que no son las que tuvo en el siglo XVIII. En cambio, en las bóvedas del sotocoro subsisten algunos entrelazos y dos tableros de yeso modelado con las figuras de un prelado y un monarca mercedarios. Son restos de las yeserías originales que adornaron el templo.
La masividad de la estructura interna del templo de la Merced posiblemente obedezca a la rehabilitación de que fue objeto para reparar los daños de orígen sísmico que sufrió a fines del siglo XVII. En todo caso, ese rasgo se refleja, inevitablemente, en sus exteriores. Es difícil apreciar completo el gran volumen de la fábrica del templo. Incluso la cúpula gallonada, con finas nervaduras exteriores que convergen en la elegante linternilla, se ve pequeña y desproporcionada, perdida en las alturas del crucero.
El cubo del campanario es muy robusto y deja ver sillares de piedra labrada en una de las esquinas. La torre que lo corona es una de las más altas de la ciudad, después de las de Catedral y la Santo Domingo, sólo que, a diferencia de aquéllas, que son de cantera labrada expuesta, la de la Merced es de mampostería recubierta de argamasa. Su volumen prismático arranca de un sencillo zócalo rectangular decorado con recuadros. Luego sigue un corto cuerpo con un óculo octogonal hacia cada uno de los cuatro puntos cardinales, flanqueado por dos pares de pilastras y nichos vacíos entre ellas, además de las pilastras de esquina. Sobre el entablamento del primer cuerpo se levanta el segundo, con un vano de medio punto sobre cada lado, flanqueado por dos pares de medias muestras corintias, y otras más del mismo orden, pero exentas, en cada esquina. En el banco, bajo los vanos para las campanas, se ubicaron relieves de argamasa con el escudo de la orden mercedaria, mientras que sobre los entablamentos corridos del segundo cuerpo hay frontones y pináculos en las esquinas. Un chapitel de escaso alzado, con orbe y cruz, remata el volumen de la torre.
Contrastando con las toscas proporciones del resto de la fábrica del templo, la portada principal sobre el imafronte reúne muchos de los mejores atributos del manierismo poblano de la primera mitad del siglo XVII. Es de cantera labrada y consta de dos cuerpos de tres calles cada uno, recortados sobre un gran tablero cuadrangular almohadillado.
El primer cuerpo adopta la disposición de arco triunfal, con el vano de ingreso al centro, delimitado por jambas toscanas y arco de medio punto, mientras que en las calles laterales, sobre sendos bancos, ascienden medias muestras de fustes lisos y capiteles toscanos. El espacio central de estas calles lo ocupan peanas con excelentes esculturas labradas de los santos médicos Cosme y Damián, respectivamente. Los nichos de medio punto y frontones quebrados que las enmarcan son de escasa profundidad. Encima de ellos hay cartelas cuadrangulares con el escudo de la orden mercedaria. Luego viene un sobrio entablamento con discretos resaltos sobre las calles laterales y friso decorado con triglifos. Según Manuel González Galván, la adopción del esquema de arco triunfal es un signo inequívoco del manierismo americano:
Podemos comprobar, -dice- observando los monumentos europeos, incluyendo a España, cómo, en su manierismo, el esquema de arco triunfal es frecuente, pero no absoluto y, es más, tiende a desaparecer, en cambio, para la América Hispánica, el fenómeno es precisamente al contrario. En las obras que pueden considerarse manieristas, predomina el antedicho diseño del arco, enmarcado con cuatro columnas o pilastras, esquema que, al insertarse en el barroco, se convierte en verdadera ley continental de composición fachadística, aunque, claro está, esto no invalida que en tan amplia geografía los abundantes ejemplos que no se ajustan a esta forma son las excepciones que confirman la regla. 10
Sobre la cornisa de remate del primer cuerpo descansa un banco almohadillado del que parten los elementos del segundo cuerpo: al centro, un tablero de cantera blanca, de villerías, en el que un soberbio relieve muestra a la Virgen y el Niño flanqueados por los santos titulares y un coro de caras aladas de querubines, mientras que a los lados se repite la misma solución de entrecalles del primer cuerpo, sólo que con pilastras jónicas más cortas. Las figuras de bulto en los nichos, de mucho menor calidad, parecen ser de mercedarios.
Por último, sobre el tablero central y su marco acodado se eleva la ventana del coro, enmarcada y coronada por un frontón de perfil curvo, con cartela al centro que muestra el monograma en relieve de María y tres cortos pináculos que apenas se destacan del resto del tablero almohadillado.
La antigua portería del convento mercedario es una de las joyas del barroco poblano de argamasa. Forma un cuerpo de casi 40 metros de longitud en el que aún se distingue, a pesar de los pesados contrafuertes introducidos en época posterior, la arcada de seis claros en dos niveles de la portería propiamente dicha. La arcada de planta baja formó el pórtico de ingreso al convento, si bien ahora se ha cegado para delimitar la capilla anexa que allí funciona. Los arcos en planta alta parecen haber tenido sólo funciones decorativas, ya que en los tímpanos se practicaron vanos rectangulares con óculos. En cambio, a la derecha de la portería hay otra sección formada por tres claros más amplios, con una portada formal en el del centro, de dos niveles. Los claros laterales muestran ventanas en planta alta, rodeadas por tres óculos.
Si la distribución irregular de arcos, contrafuertes y vanos parece obedecer a distintas razones de tipo práctico, las dos secciones de este edificio están unificadas, plásticamente soldadas, por el mismo tipo de decoración en argamasa. Arcos, pilastras, capiteles, entablamentos, marcos y óculos muestran distintos motivos decorativos: entrelazos fitoformes, arabescos, monogramas y combinaciones geométricas. Todo forma un encaje blanco que se destaca del color ocre del resto de los paramentos. La tentación de clasificar esta explosión decorativa como arte popular desaparece cuando se analiza en detalle su complejo diseño: no se ven aportaciones propiamente indígenas. Al parecer, se trata de una época y un trabajo artesanal no muy alejados de los que produjeron las argamasas de la portería de Santo Domingo, aunque estas últimas son todavía más finas. De cualquier manera, el alarife que se encargó de las de La Merced conocía bien su oficio, y éste probablemente proviene de la tradición islámica española, que aún sobrevivía en algunas regiones de la península ibérica.
Pero si la herencia islámica aporta la técnica y el gusto por recubrir suntuosamente las fachadas con materiales relativamente económicos, las formas mismas parecen provenir de otra región y otra rama estilística completamente distinta. En efecto, varios autores, entre ellos F.E. Hellendoorn postulan en éstos y muchos otros ejemplos de los llamados barroco rico y barroco popular de los siglos XVI al XVIII inclusive, una influencia distinta: la del manierismo nórdico que, efectivamente, tenía la misma predilección por relieves con motivos vegetales, entrelazos, claverías y grutescos geométricamente dispuestos.11 Si esto es así, la genealogía de estas argamasas sería casi tan intrincada como su propia expresión formal.
9 Este tipo de réplicas en menor escala es característico del barroco en otros campos aparte de la arquitectura: por ejemplo, en la música
10 M. González Galván, El hombre como alegoría arquitectónica entre el manierismo y el barroco en: Varios Autores, La dispersión del Manierismo, pp. 99-100
11 F.E. Hellendoorn, Influencia del manierismo nórdico en la arquitectura virreinal religiosa de México, pp. 13 1-132
4.-OBRAS DE ARTE
Del tesoro artístico del templo queda poco. Buena parte de sus retablos fueron substituidos durante el siglo pasado por otros neoclásicos. El retablo mayor, por ejemplo, es un prototipo de las soluciones decimonónicas: consta de un cuerpo con tres calles y un remate. En el primer cuerpo, encima del antiguo altar, se levanta al centro un pabellón soportado por cuatro pilastras corintias flanqueando el marco en cuyo interior se encuentra la figura de bulto de nuestra señora de la Merced. Las calles laterales están formadas por pares de columnas corintias, también exentas, que delimitan las entrecalles donde se ubican las figuras de San Joaquín y Santa Ana, padres de la Virgen. Sobre el entablamento con resaltos en las calles laterales se despliega un tímpano decorado del que emerge un marco-nicho coronado por un frontón de trazo curvo.
A los lados del ciprés, sobre los muros laterales del presbiterio, hay sendos cuadros al óleo de Miguel de Villalobos que datan de 1718. En uno, un grupo de santos mercedarios rodea a Cristo Crucificado, mientras que en el otro, santas de la orden femenina, rodean a la Virgen.
Hay otros dos retablos neoclásicos en los brazos del transepto, de escaso interés, salvo por las pinturas centrales en el segundo cuerpo: una de la Inmaculada Concepción y otra con la escena del Descendimiento. Los demás altares e imágenes son de factura reciente y las capillas son colaterales son mediocres. Se salvan el Cristo Crucificado en la capilla que se construyó en lo que fuera el ingreso lateral a la nave y el óleo de la Virgen de la Luz ubicado en la capilla colateral opuesta.
Mucho más interesantes, a pesar de su pequeño formato, son los dos marcos-retablo de yesería en el sotocoro, a ambos lados de la puerta principal. Ostentan estampas recientes, pero permiten imaginar la riqueza que alguna vez tuvo este templo en lo tocante a yeserías.
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Nuestra Señora de La Merced