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Nombre del Inmueble
Nuestra Señora de la Salud
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000518
Estado, Municipio, Localidad
Estudio Monográfico
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000518
Contenidos
1.-ANTECEDENTES
El nombre indígena de la actual ciudad de Pátzcuaro, según consigna la relación de Michoacán, fue Toacapu-Hamacutín Pátzcuaro, cuyo significado según Arriaga es en donde está la piedra que señala la entrada al paraiso (1), y fue lugar de recreo de los emperadores tarascos, quienes tenían como sede la cercana Tzintzuntzán. Se dice que en un lugar llamado El Humilladero, por ser ahí donde los indígenas vieron postrarse a los conquistadores ante la cruz, se encontraron por primera vez el conquistador Cristobal de Olid y el rey de los Tarascos, Tangoaxhuan.
Es igualmente en Pátzcuaro en donde Sisincha, Calzontzin o señor de Michoacán, se somete en el año de 1525 a la soberanía de España y adopta el nombre cristiano de Francisco, en honor del Santo de Asís, siendo bautizado por los primeros frailes Franciscanos, quienes llegaron a Michoacán bajo el mando de Fray Martín de Jesús o de Coruña, como se le conoce también.
Figura indosolublemente ligada a esta ciudad, es la de Don Vasco de Quiroga, oidor y Obispo de Michoacán, de 1538 a 1565 quien arriba a Nueva España en 1531 y es pacificador y visitador de Michoacán de 1533 a 1534, en donde funda el hospital de Santa Fe de la Laguna en Uayáneo, a las orillas del lago de Pátzcuaro, urbaniza muchas poblaciones, siendo la principal la Ciudad de Mechuacán, de la que concentra sus principales barrios en Pátzcuaro; las provee de hospitales y adiestra a los habitantes de muchas de ellas en diversas industrias, de las que señala una a cada población. El 10 de septiembre de 1534 Carlos V convierte a Pátzcuaro en capital de la Provincia, ordenando que los dichos indios que viven fuera de los poblados se junten en un pueblo... que ahora de aquí en adelante se llame e intitule ciudad de Michoacán. (2)
Funda Don Vasco, el Colegio de San Nicolás Obispo en Pátzcuaro en 1540, mismo que se translada a Valladolid, hoy Morelia, en el año de 1840. Implacable jurista, decidido defensor de los derechos de los indígenas, emprende audazmente arduas misiones y utopías, como la del ambicioso proyecto para erigir la catedral de su diócesis, que hoy es la basílica de Nuestra Señora de la Salud en Pátzcuaro, mereció el ser llamado por los indígenas Tata Vasco, nombre que denota el afecto que entre ellos supo despertar.
2.-EMPLAZAMIENTO
Situada en lo alto de una loma, dentro del Barrio Fuerte de Pátzcuaro, la Basílica de Nuestra Señora de la Salud se encuentra ubicada en el extremo norte de la llamada Plaza de la Parroquia, de gran extensión y plácida belleza, tanto por los añosos árboles de que está poblada, como por el conjunto de fuentes y zonas jardinales que realzan a la plaza misma y al Templo en ella ubicado. Vista a distancia, su pesada majestuosidad se destaca rodeada de follaje sobre el fondo magnífico del lomerío y la sierra que limitan a la ciudad por su extremo oriente, en el cual está el Barrio Fuerte.
Hacia el poniente, y descendiendo suavemente por las angostas calles en pendiente, se extiende el caserío con sus característicos techos de dos aguas, sus aleros protectores de lluvia y sol y los macizos y altos muros de adobe, ora enjarrados con baro y pintados a la cal con predominio del blanco y sin faltar el guardapolvo azul o almagre, ora ostentando la rica textura del adobe desnudo con su cuidadoso rajueleo en las juntas del aparejo. Rompen la desnudez de los muros las ventanas tradicionales del poblado, verticales y de proporción rectangular, modestas en sus dimensiones si se comparan con los muros en que se incrustan. Las puertas mismas, que al igual que las ventanas son de madera, tienen proporciones pequeñas, las más grandes del ancho suficiente para permitir el paso de antiguos carruajes, aunque no falten ya algunos lunares que desentonan con el bello contexto, sean esto ventanas o puertas de proporción moderna, sean edificaciones que rompen con la maravillosa uniad urbana y arquitectónica de la ciudad, que mantiene en lo básico las características del siglo XVI.
No hay dentro del paisaje de Pátzcuaro edificio alguno que compita con la Basílica, tanto por sus dimensiones y grandeza de concepción, como por la excepcional ubicación que le fijó Don Vasco de Quiroga, quien indudablemente buscó para su utópica catedral, por desgracia frustrada, el punto único en que dominara no sólo el paisaje, sino la vida misma de los habitantes del lugar.
3.-HISTORIA
Este templo, nos dice Toussaint es el más importante de Pátzcuaro, como lo fue la catedral que Don Vasco de Quiroga había empezado a construir y que, por la oposición que todos los hombres sienten por las cosas que pasan los límites de su pequeñez, más que por otra causa, no fue concluida (3). En efecto, la actual Basílica de Nuestra Señora de la Salud se asienta sobre los restos de lo que fuera parte del grandioso proyecto ideado por Don Vasco para construír la catedral de su diócesis, siendo el edificio que ahora vemos resultante de una serie de accidentes y reconstrucciones que se inician en el mismo siglo XVI.
Don Vasco aprovechó hábilmente la gran plaza ceremonial donde los tarascos enterraban a sus muertos, como lo comprueban los numerosos entierros encontados. La plazuela de la basílica construida por los primitivos pobladores fue el sitio escogido para su gran utopía arquitectónica: construir la catedral más grande de la cristiandad americana, concebida con cinco grandes naves en forma de mano y dominando el paisaje del lago. (4)
El proyecto de la primitiva catedral se concebió como una gran iglesia de cinco naves que convergían a un altar central, con el que Don Vasco pensó resolver el problema de hacer participar de los oficios a grandes muchedumbres de fieles, y que en forma distinta, se había solucionado por los frailes con las capillas abiertas.
La construcción debió iniciarse entre 1545 y 1547, ya que en 1549 Don Vasco escribe una carta al padre Lorenzo Alvarez diciéndole que para esa fecha se había empezado a construir y que las carretas traen cada semana un camino de piedra; cuando Alcaraz venga hallará recaudo, refiriéndose al arquitecto Toribio Alcaraz, autor de muchos insignes monasterios edificados en Nueva España a mediados del Siglo XVI (5). Dada la grandiosidad del proyecto, no faltaron opiniones que se opusieran a su realización, y solo una de las cinco naves originalmente planeadas se terminó, aunque de forma improvisada, la que se habilitó para iglesia en 1565, trasladándose a ella la catedral para ceder a la llegada de los Jesuitas en 1573 la vieja catedral de San Salvador que primeramente erigiera Don Vasco, permaneciendo ahí la sede episcopal hasta 1580, en que se traslada a Valladolid.
Toussaint menciona: los dos muros de la nave, que era la única que existía, fueron cerrados con paredes de adobe en las cabeceras; en el siglo XVII se mejoraron esas cabeceras construyéndolas de cal y canto; en el siglo XVIII, hacia 1750, se construyó la torre, y de 1780 en adelante se le hicieron reformas debidas al cura don Manuel Antonio de Lecuona, quien quitó el tejado de tejamanil que cubría la iglesia sustituyéndolo por una de teja; en el interior se adornó el templo con un artesonado; hizo el coro y comenzó a edificar otra torre bastante amplia y sólida cuyos cimientos fueron abiertos en 1795. En el cubo de la torre quedaba el bautisterio y arriba la habitación del campanero. (6)
Durante el siglo XIX, diversos terremotos y temblores afectan al templo, así el 25 de marzo de 1806 es destruido el ábside por un temblor, que el cura Francisco Velázquez reconstruye; el 23 de noviembre de 1837 un terremoto cuartea la antigua torre afectando su segundo cuerpo al grado de hacer obligatoria su total demolición. En 1841, el Obispo Juan Cayetano de Portugal ordena, en auto del 21 de julio, que se proceda a efectuar las reparaciones necesarias, y al año siguiente es llamado el arquitecto José María Llerena por el cu ra Rafael Ortiz, para determinar las obras que deberían realizarse. Decidió éste reforzar el interior con pílastras y arcos de descarga y continuar la torre iniciada por Lecuona, iniciando los trabajos con la terminación de la torre vieja, a cuyo primer cuerpo se agregó otro de 240 arrobas. La torre antigua se derribaba. Se comenzó el segundo cuerpo de la torre y el día 29 de octuvre de 1844, cayó sobre él un rayo que no causó grandes perjuicios. (7)
El 7 de abril de 1845, el 10 del mismo mes y año y el 19 de julio de 1848, tres terremotos de gran intensidad afectaron gravemente al edificio, arruinándolo a tal grado que actualmente del original sólo se conservan parte de los muros y el cubo de la actual torre, en la cual se encuentra ahora el campanario, obra del Arq. Llerena, sobre cuyo proyecto se termina la obra a expensas de don Francisco Iturbe, benefactor de la iglesia, y se abre nuevamente al culto el 1o. de enero de 1857.
El 6 de enero de 1867 las tropas del general Régules incendian el templo, tal parece que los hombres y la naturaleza se confabularan para destruir lo poco que se logró del sueño de Don Vasco.
Cerrado al culto, es consagrado nuevamente en 1883 por el Arzobispo de Morelia, Ignacio Arciniega, datando de est época la actual fachada que sustituye a la anterior de estilo barroco, así como su decoración, que el mismo Arciniega dispone en el año de 1899. El 8 de diciembre del mismo año se traslada de su antiguo templo la imagen de Nuestra Señora de la Salud, que inicialmente estuvo en la humilde iglesia del Hospital de Santa Martha, más tarde en la iglesia conventual de las Monjas y por último en el santuario de la misma venerada imagen, siendo finalmente coronada en la actual basílica que lleva su nombre.
Canónicamente, esta iglesia fue en un principio catedral; a partir de 1580 se convierte en parroquia; en el siglo XIX es santuario, erigiéndose en colegiata desde 1908 y alcanza finalmente la categoría de basílica título que ostenta desde el año de 1924.
4.-DESCRIPCION ARQUITECTONICA
Dentro de la gran plaza en que se encuentra situada la Basílica, el templo y sus anexos se encuentran confinados dentro del área consagrada al culto, la que se halla delimitada por una barda atrial, en que se combinan armoniosamente la cantera, el tabique rojo y el hierro artísticamente trabajado en las rejas. Elemento tradicional en las construcciones religiosas, las bardas atriales han sido objeto de atentados constantes y frecuentes demoliciones para formar plazas que restan, en la mayor parte de los casos, carácter al templo correspondiente. En este caso, la barda atrial se ha conservado con su base de maciza cantera sobre la que se desplanta una celosía o muro transparente de fino tejido que imita al rojo tabique de la región. De tramo en tramo y para darle mayor estabilidad, se corta la barda por pilares de cantera de sección cuadrada con talle en forma de almohadillados, sobre los cuales un capitel también cuadrado sostiene un remate de cantera en forma de jarrón de graciosas proporciones; en las puertas de la barda, tanto las dos laterales como la principal, estas columnas cobran mayor importancia y tamaño, siendo las de la entrada central imponentes como marcos a las tres finas rejas metálicas que cierran el acceso al recinto sacro; las dos columnas centrales se rematan con sendos medallones de cantera con las insignas del vaticano. Tanto la barda como las rejas metálicas son del siglo XIX.
El volumen del templo de macizas proporciones, se compone de la gran nave acupular, es decir, sin cúpula, de proporción alargada y techo de teja a dos aguas, el campanario alojado en la torre inconclusa que se encuentra en el lado derecho de la fachada; en el costado izquierdo de la nave, se inserta el volumen de la capilla lateral cubierta con una cúpula apoyada sobre un tambor octagonal, la que como remate tiene un ligero cupulín de esbeltas proporciones. Por último, el conjunto se complementa con las construcciones correspondientes a los anexos del templo, de más reciente factura, los que se desarrollan a ambos lados del ábside, en el extremo oriente del predio, techados con teja de barro.
La fachada principal, que data de fines del siglo XIX, se compone de tres elementos; el central corresponde a la portada; a la derecha, la torre-campanario, y a la izquierda la capilla de la Virgen de Guadalupe, de modestas proporciones. La portada se desarrolla sobre un gran paño cuadrado rematado por un frontón triangular, y se divide en tres entre-ejes separados por cuatro columnas compuestas, -cuya característica es la fusión de dos o más estilos- sobre las cuales descansan otras cuatro columna similares, que se apoyan en pesada cornisa de cantera y se rematan con otra similar de menores dimensiones, dividiendo la portada así en dos cuerpos. La cornisa superior continúa sobre las pendientes del frontón, enmarcando a éste y acusando la techumbre de dos aguas.
En el eje central se ubican, en el primer cuerpo, la puerta principal, con marco de cantera labrada y rematada con arco de medio punto en los entre-ejes laterales o calles, se alojan dos nichos simétricamente distribuidos cerrados con arcos de medio punto y conteniendo cada uno una imagen labrada en cantera, complementan este cuerpo un rodapié de cantera liso en el desplante del muro.
En el segundo cuerpo, la ventana del coro, de forma circular y que rememora los grandes rosetones góticos, también está enmarcada en cantera. En los entre-ejes laterales, al igual que en el primer cuerpo, se presentaron dos nichos remarcando cada uno de ellos, una imagen de semejante manufactura a las primeras.
Este cuerpo se separa del otro por medio de una cornisa y una serie de almohadillas rectangulares con corte de diamante, colocados verticalmente entre la cornisa inferior y la primer moldura del 2o. cuerpo llamado friso. Otra cornisa da paso al frontón sobre el cual se aprecia una pequeña ventana circular y enmarcada.
El inmueble pertenece a la composición típica del neoclásico, -estilo caracterizado por sus líneas rectas y poca ornamentación-.
La torre de dos cuerpos de los cuales el primero de cal y canto es el original del siglo XVI y el segundo, que aloja el campanario es el construido por Llarena, a mediados del XIX en cantera, es de pesadas proporciones y de planta cuadrada, y se abre a los cuatro costados con un arco de medio punto dividido por un ligero pilar que su vez origina dos nuevos arcos. Se enmarca el vano por pilastras estriadas que rematan en una cornisa, y sobre esta arrancan las molduras de un tercer cuerpo nunca concluido.
El tercer elemento, correspondiente a la capilla, es simplemente un paño que se alza a la altura de la primera cornisa de la portada, y después se une a ésta con una especie de contrafuerte a través de un arco invertido.
La planta del templo es de una sola nave con ábside -cabecera de la nave central- semicircular y la teja de la cubierta descansa en armaduras de madera cubiertas al interior por un artesón -adorno troncopiramidal- del mismo material en forma de cañón corrido sostenido por arcos laminados y tensores radiales. Consta la planta de cinco entre-ejes, además del ábside, marcados cada uno por pilastras adosadas y rematada por capiteles compuestos.
En el primer entre-eje encontramos el coro, soportado por un arco escarzano -aquel cuyo centro está más abajo del nivel de sus arranques- de gran claro, de cantera tallada, en este mismo entre-eje del lado izquierdo encontramos el bautisterio.
La ya mencionada capilla de Guadalupe abarca del segundo al tercer entre-eje. El último entre-eje separa por medio de un escalonamiento la nave del ábside cuyo altar mayor lo conforma un ciprés -especie de baldaquino que alberga la imagen titular- de estilo neoclásico.
A pesar de las vicisitudes porlas que ha pasado, y tanto por su valor histórico como por su calidad arquitectónica y documental, La Basílica de Nuestra Señora de la Salud continúa siendo uno de los monumentos más importantes, no solo de Pátzcuaro, sino de todo Michoacán.
5.-OBRAS DE ARTE
Indudablemente, la más importante obra de arte que conserva la basílica es la imagen de Nuestra Señora de la Salud, patrona de Pátzcuaro y del Arzobispado de Morelia. Esta imagen, coronada en la basílica el 8 de diciembre de 1899 y proveniente de su propio santuario en la misma ciudad, fue mandada hacer por Don Vasco de Quiroga durante su primer viaje a tierras Tarascas, siendo los hermanos Cerda, artistas indígenas, quienes la realizan en 1540, utilizando la técnica de fabricación a base de caña de maíz. La imagen ha sufrido muchas intervensiones durante los cuatro siglos de su existencia, no todas afortunadas, pero conserva su gran valor artístico. La base o peana de madera forrada de plata en que se sustenta la imagen, data igualmente del siglo XVI.
Tanto el altar principal, abierto hacia los cuatro puntos cardinales lo que lo identifica como ciprés, como los altares laterales que se alojan en los intercolumnios de la nave, corresponden al estilo neoclásico, característico del siglo XIX, y fueron construidos, al igual que la decoración actual del templo, en los últimos años del mismo.
El ciprés, de gran altura, tiene planta octogonal, está formado por columnas de cantera rematadas por una decorada cornisa y tambor moldurado ricamente con profusión de dorados, sobre el que descansa una alta cúpula peraltada que a su vez sirve de base a una imagen de bulto policromada, que remata la original composición.
En la sacristía, y como homenaje al ilustre creador de la básilica, se encuentra un cuadro de grandes dimensiones, pintado al óleo, que representa a Don Vasco de Quiroga, de buena calidad.
Dignas de mención son, tanto el cristo que se venera en la capilla lateral, escultura que probablemente provenga del siglo XVIII, como algunas de las imágenes alojadas en los altares laterales.
Las cuatro esculturas de cantera que se encuentran alojadas en los nichos de la portada, y que representan a los evangelistas San Lucas, San Marcos, San Juan y San Mateo, se realizan en la misma época de la portada (1899) y por su calidad merecen destacarse como una buena obra de arte de su momento. Finalmente, debe mencionarse la decoración del templo, igualmente característica de su época, con sus cenefas de motivos vegetales tratados geométricamente que enmarcan a veces y llenan otras los paños de plafón y muros. Documento importante para los interesados en conocer la decoración del XIX, actualmente se encuentra en regular estado de conservación, y a tiempo de ser debidamente rescatada para que no desaparezca.
Nota aparte merecen las pinturas que en buen número y de calidad más que aceptable, lucen en los muros del templo. De dimensiones considerables y con temas religiosos siempre tratados en forma académica, provienen de los siglos XVIII y XIX en su mayoría y guardan un relativo estado de conservación.
6.-OBRAS REALIZADAS
Ya se ha dicho que, a través de una historia llena de vicisitudes, la actual basílica ha estado sujeta a derrumbes y reconstrucciones constantes, logrando al fin su estabilidad a fines del siglo XIX, con la construcción del campanario y portada que al presente luce. Las obras realizadas a partir de esta fecha son de carácter menor, pudiendo señalar quizá como la más notoria, el cambio de pavimento original de la nave por el de mármol gris que ahora tiene, de diseño y factura actual, y cuya antigüedad no rebasa los 20 años.
7.-NOTAS Y BIBLIOGRAFIA
1. Arriaga Ochoa, Antonio. RIBERAS DE LAGO DE PATZCUARO. En Artes de México, No. 120, Pág. 51.
2. Arriaga Ochoa, Antonio. Op. Cit. Pág. 53.
3. Toussaint, Manuel. PATZCUARO. Pág. 107.
4. Arriaga Ochoa, Antonio. Op. Cit. Pág. 53.
5. Toussaint, Manuel. Op. Cit., Pág. 108.
6. Toussaint, Manuel. IBIDEM, Pág. 109.
7. Toussaint, Manuel. IBIDEM, Pág. 110.
Arriaga Ochoa, Antonio. RIBERAS DEL LAGO DE PATZCUARO, en Artes de México, No. 120, México, 1969.
Tpoussaint, Manuel. PATZCUARO, Editorial UNAM., México, 1942.
ELABORO: ARQ. RAMON M. BONFIL
FECHA: 1985.
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