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Nombre del Inmueble
Nuestra Señora de La Soledad
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000145
Estado, Municipio, Localidad
Estudio Monográfico
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Contenidos
1.-CONTEXTO URBANO
El templo de Nuestra Señora de la Soledad se encuentra en la esquina que forman las calles de 2 Sur y 13 Oriente. Aunque algunas construcciones vaecinas sobre la calle 2 Sur son del presente siglo, la mayoría de las demás edificaciones domésticas son casas de los siglos XVIII o XIX. La que se encuentra cruzando la calle frente al templo, que ahora es sede de la Liga de Comunidades Agrarias, es buen ejemplo de arquitectura civil de las postrimerías del virreinato, con sus paramentos recubiertos de ladrillo en petatillo, su blanca portada de argamasa y sus enmarcamientos, cornisas y molduraciones del mismo material.
Otras no son tan elaboradas, y muchas muestran señales evidentes de deterioro, convertidas en vecindades.
El uso del suelo es mixto, aunque predominan las funciones habitacionales. Por otra parte, la altura predominante oscila entre uno y dos niveles. Un edificio en construcción, que ya rebasaba más de tres niveles en la esquina frontera al templo, se encuentra suspendido.
2.-ANTECEDENTES E HISTORIA
El templo de Nuestra Señora de la Soledad tuvo sus antecedentes en una capilla del mismo nombre que, según Villa Sánchez, se edificó por iniciativa de Diego Gutiérrez, vecino del barrio del Carmen.1 Sin embargo, la versión más aceptada, narrada por el cronista poblano Mariano Fernández de Echeverría y Veytia,2 indica que don Diego de Santillán, conde de Casalegre, estaba en la ciudad de Puebla de paso para España, y Manuel de los Dolores, mulato criado suyo, le pidió que mandase a hacer una imagen de la Virgen bajo el título de la Soledad.
El conde se comprometió a satisfacer a su sirviente, y el mulato, seguro de que su patrón cumpliría su promesa, comenzó a realizar las diligencias para erigir una capilla en la que se colocara la escultura. Como es de suponerse, Manuel de los Dolores no contaba con los recursos económicos para pagar la obra, por lo que tuvo que ser financiada con limosnas.
Gracias a la colaboración de otro vecino, Juan Sánchez, se obtuvo la licnecia del obispo Fernández de Santa Cruz el 4 de noviembre de 1698. Poco después, reunieron los recursos suficientes y se terminó la capilla, en la que se instaló una congregación conocida como Santa Escuela de Cristo.
Mientras tanto, el conde se encargó de efectuar lo que había prometido, y trató con diversos escultores madrileños sobre la ejecución de la obra, pero ninguna le satisfizo. Fue un escultor sevillano, miembro de la Tercera Orden de Santo Domingo, el que labró la cabeza y las manos de la Virgen al gusto de don Diego y, una vez acordado el precio, se concretó el trato. Terminada la escultura, fue trasladada a Cádiz, para embarcarla rumbo a la Nueva España, pero no había flotas disponible, por lo que el objeto artístico tuvo que quedarse en esta última ciudad durante algún tiempo. En ese lapso, la hija del escultor, religiosa recoleta, vio la imagen y solicitó al dueño que se trasladara a su convento mientras podía embarcarse. Santillán aceptó, pero después la monja quizo apoderarse de ella. Cuenta Veytia que entonces, la religiosa cayó enferma de fiebre, quedando al borde de la muerte. Al ver el peligro en el que se encontraba, la recoleta prometió que devolvería la efigie, y de inmediato sanó.
La escultura de Nuestra Señora de la Soledad pudo, finalmente, ser embarcada en 1706, en la flota comandada por el mismo Diego de Santillán.3 Por el episodio de la curación, la escultura llegó a Veracruz, y después a la casa de Manuel de los Dolores, en Puebla, ya con fama de milagrosa. Entonces, un prebendado de catedral, Juan Francisco de Vergalla, mando que la efigie se hiciera de cuerpo completo. Una vez concluida la reforma, se colocó la imagen en la capilla que había levantado el mulato el 12 de febrero de 1708.4
El prestigio de la imagen significó el ingreso de gran cantidad de limosnas para la capilla, pero también implicó el surgimiento de conflictos por apropiarse de ella. Algunos miembros de la cofradía del Rosario, que pertenecía a la Santa Escuela, pidieron que se reformaran las manos dela Virgen, por estar desproporcionadas. Eso fue pretexto para que diferentes grupos pretendieran apropiarse de la obra. Con el fin de evitar mayores enfrentamientos, el juez provisor del obispado, Juan de Jaúregui y Bárcenas, mandó que se trasladara el objeto en disputa al convento de las capuchinas. A la muerte del prebendado, su sustituto, el doctor Hermenegildo Prieto decidió que el bien pasaría a ser propiedad de la Mitra regresándola a su capilla, que también quedaría bajo la jurisdicción del ordinario. Con esas medidas se acabaron los conflictos, pero la capilla se quedó sin su imagen.
El propio juez provisor hizo el nombramiento de capellán, quedando el cargo en manos de don Pedro José Rodriguez. Don Juan de Vergalla, quien mandó renovar la escultura, quedó como protector del santuario. Ambos clérigos se dedicaron a incrementar el culto y decorar el interior del templo. Para ello, contaron con el apoyo económico de vecinos como Pedro Suárez de Ledesma, quien patrocinó la ejecución del retablo principal. También con limosnas y donaciones se hicieron los retablos que se colocaron en los pequeños brazos del crucero.5
En poco tiempo, los bienes que ingresaban al templo gracias a la devoción popular, permitieron al capellán levantar una gran casa para sus habitaciones. Estos avances convencieron al protector Vergalla pensar en la erección de una iglesia mayor y más suntuosa y de un convento de monjas carmelitas. El capellán juzgaba imposible la concreción del proyecto, por falta de recursos, pero Vergalla supo valorar el poder de las limosnas.
Lo primero que capellán y protector hicieron, fue publicar la propuesta de construir el nuevo conjunto cnventual. De inmediato, la población reacciónó favorablemente, no sólo con dinero, sino con materiales y trabajo. Los habitantes de los barrios de Analco y el Alto se incorporaron rápidamente a la obra. Al parecer, no contribuyeron solamente personas de escasos recursos. Veytia cuenta que: ...concurrió todo el vecindario con tanto fervor, que además de las largas limosnas, se dedicaron a ir personalemnte a acarrear arena y piedra del río, no sólo la gente vulgar, sino también la más principal de todos los estados y sexos, y aunque yo no tenía más de cinco o seis años, me acuerdo muy bien de haber ido de noche a este piadoso ejercicio con mi abuela materna...bajabamos al río a pie a conducir en impuestas de palma, que aquí llaman tenates o tompiates, la piedra y arena...todos iban con mucha devoción, modestia y compostura rezando el rosario en voz inteligible, y hacíamos tantos viajes cuantos cabían en el espacio de tiempo que se gastaba en rezar el rosario de cinco, siete o quince misterios, y como era tan crecido el concurso se acopiaba mucha cantidad de materiales y subía la fábrica con mucha velocidad...6
Al percibir los rápidos avances de la actividad constructiva, el canónigo Vergalla solicitó las licencias correspondientes ante el obispo Juan Antonio de Lardizábal y Elorza y ante el alcalde Santervas. Una vez que las obtuvo, inició las diligencias para conseguir las autorizaciones reales y papales.7 Benedicto XVIII dio su venia el 23 de enero de 1729, pero las licencias reales tardarían muchos años en llegar.
Dos años después, en 1731, se terminó y dedicó el nuevo templo. También se concluyó la construcción de la casa conventual, que provisionalmente fue utilizada para albergar el Colegio de Niñas Escoletanas de Nuestra Señora de la Merced, fundado bajo el patrocinio de doña Ana Francisca Zúñiga y Córdova, viuda de don Diego Ortiz de Legarchi.
Ahí permanecieron las aprendices de canto y música hasta que las carmelitas tomaron posesión del edificio, en 1748.8
En 1735 murió el protector Vergalla, quien pidió que su corazón fuese colocado a los pies de Nuestra Señora de la Soledad, en el altar mayor del nuevo templo. Fué entonces cuando el canónigo Antonio Nogales Dávila fué nombrado nuevo protector del instituto. Por su parte, el capellán fue llamdo para incorporarse al curato del sagrario, por lo que fue necesario elegir un nuevo capellán, cargo que recayó sobre el licenciado Jacinto de Lagos.
En su testamento, Vergalla dotó al convento naciente con 80,000 pesos para la subsitencia de las religiosas, pero esa cantidad era insuficiente, por lo que fue necesario incorporar los fondos que la viuda de Legarchi dejó para las colegialas mercedarias. Además, el nuevo protector se dio a la tarea de conseguir más recursos, logrando pronto su objetivo. Con estas bases se consiguió, finalmente, la real cédula de Fernando VI que autorizó, el 20 de enero de 1747, la fundación del monasterio de carmelitas descalzas.
El real documento llegó a Puebla el 2 de febrero del año siguiente, y el mismo día, el obispo Pantaleón Alvarez de Abreu seleccionó a las religiosas fundadoras, nombrando priora a María Teresa de San José, maestra de novicias a sor María Jacinta de la Asunción y torneras a Micaela María de San Elías y a la lega Josefa de Santa Teresa. El 25 de febrero se llevó la imagen de la Virgen a catedral, y al día siguiente se colocó en el nuevo templo. En esa ocasión, las monjas tomaron posesión de su casa después de una solemne procesión a la que asistieron los dos cabildos, el civil y el eclesiástico, las ordenes regulares, y lo más granado de la sociedad poblana. El convento se puso bajo la advocación de la Trasverberación o el Dardo de Santa Teresa, mientras que la iglesia conservó el título de Nuestra Señora de la Soledad. El obispo Alvarez de Abreu la consagró el 9 de marzo de 1749.9
Por supuesto, no faltaron recursos para decorar el interior templo con suntuosidad. Sus muros se adornaron con retablos barrocos. En el principal se colocó la famosa imagen sevillana de la Virgen de la Soledad en un nicho cubierto de cristales,el cual fue renovado hacia 1764. En los cruceros se colocaron retablos: el del lado del Evangelio fue donado por el señor prebendado Juan de Bracamonte, junto con el crucifijo que se colocó de figura central. El del lado de la Epístola, se dedicó a San José, con su imagen principal de bulto, hecha en Guatemala. Ambos retablos se conservan en la actualidad.
En los brazos del crucero, pero en los costados paralelos al presbiterio, se encuentran también retablos dorados, el del lado del Evangelio dedicado a Nuestra Señora del Carmen, y el de la Epístola a Santa Teresa,10 que cuenta con diversos cuadros de santos carmelitas firmados por Magón en 1764.11 Los bienes anteriores subsisten en la actualidad. En el cuerpo de la iglesia fueron ubicados otros cuatro retablos dorados, uno de ellos con la efigie de la Purísima Concepción, y otro bajo la advocación de San Antonio de Padua, los cuales han desaparecido. La sacristía del templo de la Soledad fue decorada con tallas doradas que enmarcaron importantes pinturas, entre las que se encuentran las ejecutadas por Rodríguez Juárez. Por su parte, la primitiva capilla de la Soledad permaneció bajo el cuidado de la Escuela de Cristo, conservando sus retablos originales.12
Cuando las religiosas ingresaron al monasterio, en 1748, el colegio mercedario de niñas escoletanas se trasladó provisionalmente a la antigua casa del capellán, pero, en 1765, fueron trasladadas al Santuario de Guadalupe, y el sitio fue ocupado para Colegio de Casadas, que dejó de existir en 1785.13 Para esta última fecha, el convento ocupaba toda la acera oriente de la actual calle 2 Sur y había adquirido propiedades hasta adueñarse de media manz ana.14
Ya en la época del movimiento de Independencia, en 1814, el obispo que en aquel entonces era propietario de la casa del capellán, la destinó para Colegio de Mujeres Extraviadas, institución que fracasó. Doce años después, por orden de la Mitra, fue clausurada la capilla primitiva de Nuestra Señora de la Soledad ante la muerte de su capellán, José Carrillo Rosete. El pequeño local fue entregado a las monjqs, que lo fragmentaron para utilizar una parte como camarín del templo, y la otra como bodega del convento. Entonces se comenazaron a desmantelar los retablos de la nave, de los que se conservan sólo algunas pinturas.15
Hacia 1845, el capellán de la iglesia decidió hacer una renovación para adecuarla al estilo neoclásico de moda. Contrató a José Manzo para hacer las modificaciones, sobre todo del retablo principal, y el artista ejecutó el baldaquino neoclásico donde se colocó la efigie de Nuestra Señora de la Soledad, el cual subsiste en nuestros días.16 Para armonizar el interior, además de destruir el retablo barroco, adaptó la celosía a manera de tribuna utilizando los muros laterales, decoró la cúpula y puso querubines en las aristas de las bóvedas del testero y los brazos del crucero. A pesar de estas modificaciones, se conservaron la mayoría de los retablos en el cuerpo de la iglesia y el crucero, y también el corazón embalsamado del canónigo Vergalla, en una gaveta cubierta por un bloque de mármol, en el altar mayor, muy cerca de la base del sagrario.17
Casi dos décadas después, el 23 de febrero de 1861, el gobernador Fernando María Ortega puso en práctica el decreto que ordenaba la reducción de los conventos femeninos. Entonces las religiosas carmelitas de la Soledad tuvieron que recibir a sus hermanas del convento de San José o Santa Teresa la Antigua. Luego, todas las congregaciones femeninas fueron exclaustradas el 25 de diciembre de 1862. Con el triunfo de los franceses sobre la ciudad, en 1863, las carmelitas descalzas pudieron volver a sus instalaciones, pero la mayor parte de su casa se habia convertido en vecindad, por lo que tuvieron que establecerse en la antigua casa del capellán, de donde salieron nuevamente el 6 de abril de 1867.18
En el primer tercio del presente siglo, los retablos dorados del cuerpo de la iglesia fueron sustituidos por otros de estilo neoclásico, en los que se colocaron algunas figuras importadas de Francia.19 Unicamente se conservaron los situados en el crucero. Ya el 2 de mayo de 1936, la iglesia fue declarada monumento nacional. Por estas últimas fechas, se modificó la fachada del camarín, y la casa del capellán se ocupó, al menos parcialmente, como vivienda.
Alrededor de 1970, el templo fue erigido en parroquia y la capilla primitiva, o camarín, fue adaptada para albergar las oficinas parroquiales. Algunos años después, las carmelitas descalzas volvieron a su antigua casa, ya muy modificada. Sin embargo, el nuevo albergue de las religiosas conserva algunas de sus características tradicionales, como el locutorio que separa, por medio de una reja, a las religiosas que conservan su clausura, de los visitantes.20
1 Villa Sánchez, Puebla sagrada y profana..., p.33.
2 F. de E. y Veytia, Historia de la fundación..., t. II, p. 481. Del presente texto se toma la mayor parte de la información histórica sobre el presente templo, principalmente para el periodo colonial.
3 Eduardo Merlo, Templo de N. S. de la Soledad..., p. 18.
4 F. de E. y Veytia, op. cit. , t. II, p. 481-482.
5 Ibid. t. II, p. 483-485.
6 Ibid. t. II, p. 485-486.
7 E. Merlo, op. cit., p. 25.
8 Ibid. p. 27 la procesión está representada en el cuadro de Pablo José Talavera que se encuentra en el sotocoro del templo de la Soledad.
9 F. de E. y Veytia, op. cit., t. II, p. 486-488.
10 Ibid., t. II, p. 489.
11 Toussaint, La catedral y las iglesias..., p. 145.
12 F. de E. y Veytia, op. cit., t. Ii, p. 489-490 y 485.
13 Merlo, op. cit., p. 20 y 30.
14 Cfr. Ibid., p. 37, y Leicht, Las calles de Puebla..., p. 444.
15 Merlo, op. cit., p. 20 y 34.
16 El proyecto para la ejecución del baldaquino se encuentra en el Museo Regional del Estado, o Casa del Alfenique.
17 Cfr. Castro Morales, n. 380, en F. de E. y Veytia, op. cit., t. II, p. 489 y Merlo, op. cit., p. 29 y 57.
18 Cfr. Leicht, op. cit., p. 426-427, y Merlo, op. cit., p. 20.
19 Castro Morales, n. 383, en F. de E. y Veytia, op. cit., t. II, p. 490.
20 Entrevista con la religiosa carmelita del consejo, o conciliaria, María de los Angeles Durán Sánchez, con autorización de la madre priora, Blanca Estela Vidal.
3.-DESCRIPCION ARQUITECTONICA
Muchos de los rasgos del templo de la Soledad se apartan de las convenciones que rigen en los demás templos anexos a conventos de monjas en Puebla: no es de nave llana; no muestra el par de portadas de ingreso lateralmente; y su coro de monjas careció de las dimensiones, la posición y la importancia que se daba a estos elementos en el siglo XVII. Es posible que para el siglo XVIII, cuando se construyó la Soledad, las reglas que gobernaban la disposición de los coros y los templos de monjas hayan comenzado a caer en desuso.
El atrio del conjunto forma una escuadra sobre el frente y parte del costado sur del templo. Está delimitado por pretil, sobre el que se alzan rejas de hierro forjado entre columnas toscanas, regularmente espaciadas. Son cortas, pero de gálibo muy marcado, y cada una está rematada por una piña del mismo material.
El partido que adopta el templo sigue la forma de cruz latina. La nave principal corre a lo largo de seis tramos de poniente a oriente, con el transepto en el quinto tramo. En el primero se encuentran el coro y el sotocoro. Este último está cubierto por bóveda de arista de perfil escarzano, mientras que sobre el coro alto, al igual que sobre los siguientes cuatro tramos de la nave, la cubierta es de bóveda de cañón con lunetos. En el segundo tramo del lado de la Epístola, por cierto, se encontraba la entrada lateral procesional, ahora tapiada. En ese lugar se levanta uno de los seis grandes recesos de medio punto, que alojan otros tantos retablos laterales de principios de siglo.
En el quinto tramo, en cambio, el crucero se alza sobre los cuatro arcos torales y las pechinas entre ellos, todo lo cual soporta el peso del tambor octogonal y de la cúpula gallonada provista de linternilla. Por su parte, los brazos del transepto están cubiertos por bóvedas de cañón con lunetos, lo mismo que el sexto tramo, donde está el presbiterio.
Es a la altura de este último tramo donde se encuentran, desprovistas ya de sus funciones, dos de las cuatro tribunas enrejadas que suplían a los coros en los pies de la iglesia de las carmelitas descalzas. Las otras dos se encuentran en los muros laterales del lado poniente, en ambos brazos del transepto, que es desde donde también se tiene una visión clara del presbiterio. Las tribunas y sus rejas fueron construídas por José Manzo en las reformas que hizo al templo en la primera mitad del siglo XIX. Sin embargo, Eduardo Merlo ha observado con cuidado algunos vestigios en el muro del presbiterio del lado del Evangelio y en el lateral izquierdo del brazo del transepto correspondiente. Merlo plantea la hipótesis de que el vano y la celosía del antiguo coro bajo hayan estado, con todo y su cratícula, en ambos sitios sucesivamente. En el presbiterio antes y en el transepto despúes de las reformas de Manzo.21 El último coro bajo se habría tapiado definitivamente luego de la exclaustración de la segunda mitad del siglo XIX.
De las yeserías originales del templo nada queda. José Manzo y quienes le siguieron se encargaron de decorar arcos y bóvedas con casetones fileteados o pintados. Los fustes de las pilastras llevan bandas de anillos dorados, mientras que en los cornisamentos hay abundancia de dentículos y modillones.
Detrás del testero se encuentra un espacio que funciona en parte como camarín y en parte como oficina. En su planimetría se reconoce otra capilla con forma de cruz latina, sólo que ésta se dirig e de sur a norte. Se trata de la capilla primitiva, de principios del siglo XVIII, en la que se veneró inicialmente la imagen de Nuestra Señora de la Soledad. Al construírse el templo de las carmelitas descalzas siguió en funciones de culto, pero éstas cesaron en 1826, según Castro Morales.22 El caso es que esta dependencia aún conserva sus espacios abovedados, especialmente el del crucero, con su corto tambor y su cúpula.
El otro local interesante de la Soledad, sobre todo por las obras artísticas que ahi se guardan, es la sacristía. Ocupa un espacio cuadrangular entre el brazo sur del transepto y la capilla primitiva a que alude el párrafo anterior. La cubre una bóveda de arista.
El aspecto exterior del templo se caracteriza por la altura nada desdeñable tanto de la caja de la nave, como de la torre y la cúpula. La nave muestra robustos contrafuertes laterales, así como dos contrafuertes frontales que delimitan el imafronte, ocupado en su totalidad por la portada principal de cantera labrada.
La portada consta de dos cuerpos y tres calles. La calle central es más ancha que las que la flanquean, y en el primer cuerpo está formada por el vano central, sus jambas, su arco de perfil mixtilíneo, su clave con La Santa Faz en relieve y las enjutas decoradas con ángeles y motivos vegetales. Cuatro esbeltas columnas toscanas estriadas sobre altos plintos definen las calles laterales. En las entrecalles hay nichos, desprovistos ya de esculturas, así como cartelas en la parte superior. El entablamento, con resaltos y friso liso, cierra el primer cuerpo de esta portada. Sigue el segundo cuerpo, donde la calle central la comparten, abajo, un hermoso tablero de cantera blanca de Villerías que representa a la Inmaculada Concepción, mientras que arriba se ubicaba la ventana del coro, ya tapiada. El resto de este cuerpo no podría ser más sencillo: cuatro pilastras jónicas estriadas siguen el trayecto de las columnas del primer cuerpo. El resto de la superficie es un vigoroso almohadillado. Por su parte, el entablamento sigue un trayecto quebrado por el vano central. Encima de la cornisa sobresalen el remate central, con róleos, decoración floral, medallón con la fecha inscrita de 1731 y el corazón alegórico de Santa Teresa como remate. A los lados, prolongando el trayecto de las pilastras jónicas, se ven pináculos abalustrados.
El cubo de la torre es uno de los más sencillos y esbeltos de toda Puebla. Muestra sus paramentos aplanados y es un poco más alto que la caja del templo. Sobre él se alza el campanario de dos cuerpos y remate, mismo que, por su estilo, parece ser del siglo XIX. En el primer cuerpo, además de las jambas y el arco mixtilíneo del vano en cada uno de sus cuatro lados, hay sendas pilastras, luego un par de columnas exentas y otras columnas de este tipo en cada esquina. El entablamento sigue todos esos accidentes y los marca plásticamente. El segundo cuerpo repite el mismo esquema con algunas variantes. Finalmente, el remate está formado por un tambor octagonal con cuatro vanos, sobre el que se alza el cupulín aperaltado con una pseudo linternilla.
Sobre el costado sur del templo aún se alza la portada procesional, ya clausurada. Es de tres cuerpos con una sola calle, y se ejecutó a base de mampostería y argamasa, con excepción de los plintos en el primer cuerpo, que son de cantera labrada. Sobre estos se levantan pares de medias muestras toscanas que flanquean al vano clausurado, del que aún quedan las jambas y el arco de med io punto, así como las enjutas con motivos vegetales. El entablamento muestra triglifos regularmente espaciados en el friso.
En el segundo cuerpo, el motivo central lo ocupa un curioso nicho de marco rectangular, muy decorado, con la figura de Nuestra Señora de la Soledad. El marco está flanqueado por sendos arcángeles en relieve, y éstos, a su vez, por pilastras en los extremos, con fuste de estrías en zigzag y capitel jónico. Un segundo entablamento, con cornisamento aún más pronunciado que el del primer cuerpo, remata esta etapa.
El tercer y último cuerpo muestra en la entrecalle una ventana rectangular finamente enmarcada, flanqueada por sendas medias muestras salomónicas y pináculos abalaustrados. Sobre el entablamento surge un frontón quebrado de perfil mixtilíneo, con un nicho de medio punto a guisa de remate.
La cúpula sobre el crucero es muy buena. Forma una unidad, decorada con azulejos y argamasa, junto con el tambor que la eleva por encima de la caja de la nave. Los marcos de las ventanas del tambor octogonal están decorados con cuadros y franjas en zigzag. El mismo motivo sirve de fondo a los pares de columnas exentas en cada vértice del octágono. En cambio, el friso lleva una inscripción en latín. La cúpula muestra la superficie hemisférica totalmente ajedrezada, mientras que en la linternilla de planta cuadrangular, los vanos tienen la proporción de troneras, con pares de columnillas salomónicas de argamasa en los vértices ochavados. El entablamento anular y un chapitel de azulejo rematan esta soberbio elemento cupular.
El volumen de la capilla primitiva aún se adivina en la fachada que ve a la calle 13 Oriente. Desprovisto ya de su portada, el imafronte desnudo muestra las nobles proporciones que tuvo originalmente .
21 E. Merlo Juárez, Templo de Nuestra Señora de la Soledad..., pp. 69-70.
22 E. Castro Morales, Nota 377 en M. F. de E. y Veytia, Historia de la Fundación..., p. 485
4.-OBRAS DE ARTE
El acervo de objetos artísticos de la Soledad es realmente importante, no solamente por lo que se encuentra en el interior del templo, sino también por el número apreciable de obras que existen en algunos de sus locales anexos, principalmente la capilla primitiva y la sacristía.
En la perspectiva visual de la nave predominan el retablo mayor y los seis laterales, muy acordes al gusto del siglo XIX. El primero es de un solo cuerpo y tres calles con remate, con el motivo central de la imagen de bulto de Nuestra Señora de la Soledad. El rostro y las manos es lo único que se ve de la escultura, pero son lo suficientemente expresivos como para trasmitir el dolor y la desolación que se asocian a esta advocación. El resto de la imagen lo constituyen el vestido y el manto de la Virgen, notables ejemplos de bordado barroco. Las imágenes de bulto de San Juan y Santa María Magdalena flanquean la vitrina donde se encuentra la patrona del templo, mientras que sobre el dosel se alza un Calvario formado por tres cruces solas, al pie de las cuales hay dos ángeles. A los lados se levantan sendos pares de columnas corintias entre las que se ubicaron nichos, ocupados por las imágenes de Jose de Arimatea y de Nicodemo. Un entablamento corrido cierra este cuerpo del retablo, pero con resaltos sobre las calles laterales, y sobre éstos, frontones curvos, rotos, de los que surgen apoyos y flameros custodiados por ángeles.
El remate central asume la forma de un templete griego. Nunca hubo, en realidad, templos clásicos en los que se combinara un peristilo de columnas jónicas con un frontón curvo, como en este caso, en el que se demuestra que el neoclasicismo que practicaba Manzo tenía, en realidad, una buena dosis de eclecticismo. En la parte central del templete surge la figura del Padre Eterno, en una de las raras ocasiones en que se le representa separado de las demás personas de la Santísima Trinidad.
Inmueble de pertenencia
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Nuestra Señora de La Soledad