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Nombre del Inmueble
Nuestra Señora de los Dolores
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000045
Estado, Municipio, Localidad
Guanajuato > Dolores Hidalgo Cuna de la Independencia Nacional > Dolores Hidalgo Cuna de la Independencia Nacional (110140001)
Estudio Monográfico
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000045
Contenidos
1.-CONTEXTO HISTÓRICO
A principios del siglo XVII los vecinos de San Miguel quisieron erigir un monasterio de agustinos, pero el provincial de esa orden se opuso. Los franciscanos, en cambio, aceptaron fundar allí un convento ya que carecían de representantes en el lugar.
Los frailes llegaban con un espíritu diferente del que los había traído un siglo atrás. Si anteriormente habían estado imbuídos en el espíritu evangelizador, en el siglo XVII se recluyeron a meditar sobre sus glorias pasadas. De esta manera se podría interpretar no sólo uno de los mártires de Japón, tal vez San Felipe, que está pintado en el claustro, sino también la gran cantidad de cuadros de ánimas que hay en toda la region. En ellos, la Virgen del Carmen se muestra en la gloria, junto a San Miguel y algunos santos frailes, mientras llora sus penas en el purgatorio toda la jerarquía secular, desde el Papa hasta los jesuitas, que en su colegios habían formado a los sacerdotes que paulatinamente substituían a los franciscanos en toda la Nueva España. Sabemos, además, de algunas tensiones que los miembros de esta orden tuvieron con la diócesis de Michoacán, debido al insuficiente número de ministros que proveían para la gran cantidad de feligreses que bajaban al pueblo durante la Semana Santa.
Como toda la sociedad novohispana, con el tiempo los franciscanos fueron perdiéndose paulatinamente en los laberintos del barroco. Para el siglo XVIII, San Miguel ya era una ciudad orgullosa de su riqueza. Al ser interrogado sobre varios aspectos sociales de su curato, en una indagación eclesiástica sobre las condiciones del obispado de Michoacán, el cura de San Miguel el Grande consideró apropiado mandar una extensa descripción de su iglesia y capillas, alhajas, misales y ornamentos. 28 Dolores no sólo pudo construir una suntuosa iglesia, también fue elevado al rango de pueblo en 1717, y poco después, al de Curato independiente. A fines de ese siglo, San Miguel ostentaba ocho templos y conventos aparte de los descritos en esta monografía: el Oratorio de San Felipe Neri, el Hospital de San Juan de Dios, el Convento de la Concepción, el Colegio de Santo Domingo, el Colegio de Santa Ana, el Hospital del Indio, el Templo de Nuestra Señora de la Salud y el del Camposanto. 29 De éstos, el de la Salud y el del Calvario se debieron a los afanes del filipense Luis Felipe Neri de Alfaro 30, comisario inquisitorial y constructor del Santuario de Atotonilco. 31
Según la leyenda, tras regresar de predicar en Dolores, Alfaro se sentó a dormir bajo un mezquite. Soñaba con Cristo quien, con la cruz a cuestas, le comunicó su deseo de que aquel lugar se convirtiera en casa de oración. 32 Sin embargo, tal cosa nunca fue afirmada por Alfaro. Lo cierto es que el paraje de Atotonilco se prestaba para el recogimiento místico por su abundante vegetación, requería además ser ocupado por gente piadosa, ya que era escenario de muchos desórdenes y sensualidades, robos y violaciones. 33
El culto al Señor de Atotonilco fue, desde entonces, ampliamente difundido por toda la Nueva España. En un libro de rezos, obra de Alfaro, publicado por el Seminario Palafoxiano en Puebla (uno de los principales difusores de esta ideología), el editor recomendaba:
Aprovéchate, pues, de ella, (esta obrita), y practícala
todos los días y principalmente todos los viernes del
año, en compañía de tu familia, de tus criados y domésticos, de tus oficiales o discípulos. 34
Pero no era este tan sólo un culto doméstico: p odemos ligarlo a una primitiva forma de nacionalismo. Así se puede interpretar la obsesión de Alfaro por equiparar al pueblo de San Miguel y en especial al santuario por él construido, a la ciudad de Jerusalén. Incluso mandó a pintar dos mapas de dichos lugares, rigurosamente acotados, para demostrar todas las semejanzas entre ambos lugares. Casos similares de incipiente nacionalismo se pueden asociar con el Señor de Chalma y la Virgen de Guadalupe.
Esto es muy significativo para explicar los acontecimientos que siguieron, porque, para ello no basta hablar del despotismo español y de las reformas borbónicas. En San Miguel, donde también se fraguó la Independencia, se dice en la actualidad a los turistas que una de las casas fue la del Inquisidor, cosa a todas luces falsa, pues los inquisidores residían en México. Es importante tener en cuenta que, en 1754, esta institución tan temible tenía en el lugar tan sólo cuatro ministros: el propio Alfaro, un bachiller secular y otros dos oratorianos, tan viejo uno de ellos que por sus enfermedades y mala letra sólo le encomiendo lea los edictos que se ofrecen. 35
Entre los españoles de San Miguel, y con este término también podía denominarse a los criollos, había algunos que eran particularmente celosos del orden establecido. En una carta que mandaron a Fernando VII, con motivo de los sucesos de la invasión napoleónica, le decían:
...si, señor excelentísimo, los habitantes de estos dominios son religiosos y aman a su monarca: entre ellos se cuenta este ilustre y noble vecindario, el celo de sus superiores, la fidelidad de sus republicanos, la religión de su clero, y la sumisión y obediencia de todas las clases que lo componen son las más ilustres. 36
A fines del siglo XVIII, el procurador Domingo Allende, padre del insurgente, desencadenó un pleito por el aprovechamiento de una caja de agua que se encontraba en el barrio indígena de San Francisco. Los indios sacaron a relucir en su defensa unos documentos supuestamente firmados por Felipe V en 1502, 37 con base en los cuales adujeron tener privilegios.
Se emprendió entonces una averiguación y los españoles interrogados declararon sin excepción que ese pueblo no había sido fundado por indios de conquista, sino por españoles únicamente, habiendo llegado los indígenas en una época posterior. 38 Afirmaban esto, cabe recalcarlo, de oídas de sus antepasados y por tradición de unos a otros, es decir que, independientemente de cuál haya sido la realidad objetiva de la fundación, era ésa la concepción imperante. El nacionalismo novohispano fue, incluso en los primeros momentos de la gesta de Independencia, hispanista. Explicar las causas que llegaron a cambiar esta situación en el lapso de una sola generación rebasaría, por su complejidad, los límites de este trabajo. Luis Villoro ha explicado de la siguiente manera la coexistencia de dos sentimientos opuestos, el uno hispanista y el otro antihispanista, en el momento que comenzó la guerra de Independencia.
La existencia, a menudo simultánea, de estas dos concepciones lógicamente incompatibles, resulta indescifrable si se las concibe aisladas de la actitud histórica que da razón de ellas, vistas a su luz, en cambio, aparecen como dos estratos de distinta profundidad de un idéntico movimiento hacia el origen, que pueden, por tanto, coexistir en un tiempo. 39
Para buscar su lugar en la historia, los criollos tenían tanta necesidad de negar el pasado colonial con el cual querían romper, como de afirmar los derechos de sus antepasados conquistadores, que les daban razón de ser como grupo social en el país.
En las postrimerías del período colonial este tipo de pensamiento ecléctico no fue nada extraño. En el mismo Hidalgo coexistían ideas o tendencias opuestas. Bernabé Navarro lo ha definido Así:
...como un estudioso y como un pensador abierto a las ideas modernas, descontento y contrario y hasta reformador de las formas del pensar tradicionales en la Colonia. 40
Pero, además, en ese hombre relativamente moderno, había también ideas escatológicas con raíces medievales. En 1803, cuando ya era cura de Dolores, se colocó en el crucero de la parroquia, en un sitio que sólo el sacerdote podía ver durante la misa, un cuadro que representa a la Virgen del Apocalipsis. Se puso haciendo pareja con un cuadro de ánimas en el que aparecía la Virgen del Carmen, que invitaba a los fieles a arrepentirse de sus pecados. Cuando Hidalgo entró a la insurgencia, uno de sus primeros actos consistió en enarbolar el estandarte de la Señora de Guadalupe, otra virgen apocalíptica. Sólo consignamos este dato porque puede ayudar a integrar mejor el episodio a un universo intelectual en el que Fray Servando usó a la Guadalupana para negar la legitimidad de la conquista, y la mayoría de las concepciones nacionalistas mexicanas surgieron de la reelaboración de la inocua ideología barroca antecedente. La Virgen del Apocalipsis aludida ejemplifica en sí misma este espíritu: está pintada en un estilo neoclásico, de tendencia más moderna que el barroco; sin embargo, el tema y todas sus implicaciones viene directamente de la tradición barroca colonial novohispana. 41
Con el paso a la época moderna, hubo en San Miguel y Dolores un sensible proceso de laicización. En Dolores principió con la labor del cura Hidalgo, y parece haber terminado con ella, en lo que al siglo pasado se refiere. Un historiador guanajuatense decía en 1863:
...existen todavía gratos recuerdos del señor Hidalgo: las muchas viñas que rodean la población, las moreras, las abejas de cera, las alfarerías, las fábricas del ladrillo, las curtidurías que hizo plantear en beneficio de sus feligreses, y hasta la casa en que vivió que conserva la misma fisonomía que el año de 1810, todo esto mantiene en el pueblo casi indeleble la memoria de aquel hombre célebre. 42
En San Miguel, el proceso de modernización fue más largo y profundo. Hay hechos aparentemente inconexos que dan cuenta de un cambio en la vida desde fines del siglo XVIII. Por ejemplo, en 1781 el párroco de San Miguel, escandalizado, prohibió a las esposas de los soldados del entonces novedoso ejército borbónico (antes sólo existían milicias) que siguieran a sus maridos en campaña, causando con ello el abandono de algunas parejas. Pero todo estaba cambiando, y la iglesia ya comenzaba a perder su autoridad gradualmente, por lo que le fue ordenado que no pusiera trabas al reclutamiento de efectivos. 43
Las fiestas públicas, si bien siguieron siendo mayoritariamente religiosas, comenzaron a adecuarse también a la cambiante situación. Así, en 1821 la villa de San Miguel celebró pomposamente la entrada a México del Ejército Trigarante con un desfile de carros alegóricos, el primero de ellos.
Lo tiraban dos troncos de valientes mulas bien aderesadas, que montaron los Subtenientes don Antonio Villanueva y don Ignacio Taboada. Se formó sobre un juego de coche, como los demás, figurando a la altura de tres varas y un frondoso monte de verdes ramos y flores, y en la cima iban un joven gallardo propia y ricamente vestido, sentado sobre una nube en una postura desembarazada y airosa, con un clarín a la boca como resonando la fama del Héroe, Jefes y Ejército libertador; y en lo largo del mismo clarín pendía una bandera en que se representaban las armas del Anáhuac y algunas plantas denotando los preciosos frutos y abundancias del país. 44
El cambio también fue notorio en la vida civil. Romero describió así la ciudad a mediados del siglo pasado:
Está dividida en seis cuarteles: tiene setenta y dos manzanas, mil doscientas cincuenta casas de regular construcción, veintitres fuentes públicas de agua, buenas aceras y empedrados (...) alumbrado, baños públicos, siete mesones, un coliseo, muchos edificios de dos pisos y 19,000 vecinos. El pintoresco paseo de Guadiana que mantiene una primavera casi perpetua, embeleza a cuantos concurren a él. 45
El sentido que tenían los monumentos religiosos se fue perdiendo, a medida que la vida se hacía menos religiosa. Sin embargo, en la segunda mitad del siglo XIX la parroquia de San Miguel sufrió una importante remodelación que podría ser interpretada como un arcaísmo. El estilo neogótico de la nueva fachada evoca una época en la que la religión católica dictaba el ritmo de vida y que, en el pensamiento romántico decimonónico, estaba impregnada de misticismo. Para entender esta aparente contradicción entre modernidad y medievalidad, que no son términos absolutos, hay que recordar que la ideología católica sufrió un proceso de reacomodo que áun no concluye. Durante la colonia, había instituciones que mantenían ortodoxamente un universo de ideas. Con la decadencia y desaparición de estas instancias, y con el cambio radical de las condiciones objetivas, hubo la necesidad de reinterpretar los elementos simbólicos que habían sido heredados de la etapa anterior.
Oir otro lado, la iglesia misma comenzó a ver su pasado como tal, con bastante nostalgia. En el siglo XIX se estaba elaborando una ideología que, tomando como bandera el misticismo católico, ciertos sectores de la sociedad trataron de oponer a la visión histórica liberal, que trataba precisamente de borrar esos elementos. Este y muchos otros factores dan a la parroquia de San Miguel de Allende el carácter peculiar que actualmente aún tiene: fue una iglesia construida en tiempos modernos, evocando una época ya pasada con un símbolo despojado de su significado original.
2.-EMPLAZAMIENTO
La ciudad de Dolores Hidalgo está dispuesta como emparrillado de manzanas cuadrangulares cruzado en parte por el río Dolores. Este pasa por el lugar de noroeste a sureste, y sigue un cauce casi recto, por lo que se adapta perfectamente a la traza urbana. La mayor parte del asentamiento se encuentra sobre el margen noreste del río. Es de ese lado donde está el centro, con el Jardín Hidalgo y la histórica parroquia donde se dió inicio a la Guerra de Independencia.
El Jardín Hidalgo es de planta sensiblemente cuadrada, y su centro lo ocupa un bronce que muestra al Padre de la Patria enarbolando el estandarte de la Independencia. La figura descansa sobre un alto pedestal, y se levanta en el sitio donde antes estuvo un kiosko, que ahora se ha desplazado a la esquina sureste del jardín.
La mayor parte de las construcciones que rodean el Jardín Hidalgo son de un solo nivel, con excepción de la parroquia, la antigua casa de Abasolo y la casa de visitas del Gobierno del Estado. Esta última tiene dos niveles, el primero de los cuales está ocupado por el Portal Licenciado Verdad, de estilo barroco.
Las calles de la población llevan los nombres de todas las entidades federativas del país, pero en la manzana donde se encuentra la parroquia queda un vestigio de la antigua toponimia de Dolores: se trata de la pequeña calle del Relox, que separa el recinto parroquial de la casa del héroe Mariano Abasolo. La casa está ocupada actualmente por dependencias municipales, y las arcadas en planta baja forman una esquina que lleva el nombre de Portal Juárez.
A dos cuadras de la plaza principal, bajando por la calle Hidalgo, se llega a la casa en que vivió don Miguel Hidalgo y Costilla durante su actuación como párroco de Dolores. Actualmente es museo en el que se conserva mucho del ambiente cotidiano en el que trascurría la vida del prócer, como sus muebles, sus utensilios, las viñas que cultivaba, y una réplica del estandarte con la efigie guadalupana que empleó como símbolo de su campaña libertaria.
La mayor parte de las casas tradicionales que aún se conservan en el centro de Dolores son de un nivel, y muchas existían ya al iniciarse el siglo XIX. Hay varias de gran calidad, con sus portadas, sus balcones enrejados, sus paramentos aplanados y pintados de blanco o de vivos colores. Algunas ostentan pisos decorados o pilastras de esquina. Todas contribuyen a formar un entorno que armoniza con el edificio parroquial.
La ciudad cuenta con otros templos y capillas, algunos de los cuales son también parte importante de su patrimonio cultural. Es el caso del Templo de Nuestra Señora de la Saleta, en las calles de Puebla y tabasco, y del de la Tercera Orden, en Puebla y Jalisco. El primero lo construyó el maestro Zeferino Gutiérrez en estilo neogótico, el mismo que utilizó para la fachada-campanario de la parroquia de San Miguel de Allende.
3.-HISTORIA
El primer templo del pueblo de Dolores se fundó el 24 de marzo de 1695, y fue construido precariamente. Por entonces, Dolores se encontraba bajo la jurisdicción de la Vicaría de Nuestra Señora de la Asunción, con sede en una capilla de la importante hacienda de la Erre. En 1710, sin embargo, al crearse la parroquia de Nuestra Señora de los Dolores, dependiente directamente dle obispado de Valladolid, se planteó la necesidad de construir la iglesia parroquial.
Entre 1710 y 1711, el primer cura del pueblo, licenciado Alvaro de Osio y Ocampo, trazó o mandó trazar los planos del templo y, siguiendo su diseño, se iniciaron los trabajos tras colocar la primera piedra de la construcción el día 2 de febrero de 1712. Los trabajos prosiguieron hasta 1778 cuando era cura don José Salvador Fajardo y encargado de las obras el Pbro. Enrique Miguel Rodríguez Chávez. El costo de la edificación alcanzó entre 200,000 y 250,000 pesos, sin contar el trabajo no remunerado de los muchos indios que colaboraron en su construcción. Entonces se pudo trasladar al nuevo templo a Nuestra Señora de los Dolores, para rendirle mejor culto. La imagen titular era una de confección española y, al parecer, de antigua data; medía alrededor de 70 cm. de alto y 30 cm. de base, y se le rendía culto en la pequeña capilla del Calvario.
Con la excepción del altar mayor, los retablos de la iglesia datan de la época de la construcción del templo, esto es, de mediados del siglo XVIII. Su calidad es tan grande que, según cuenta una tradición, el cura Don Miguel Hidalgo y Costilla dispuso que no se dorara el retablo ubicado a la derecha del crucero, para que se apreciara mejor el finísimo trabajo sobre madera de anacahuite que demuestra su confección. Por entonces, el campanario de la iglesia contaba ya con las dos esquilas San Joseph que el Padre de la Patria utilizaría para llamar a misa a los naturales el 16 de septiembre de 1810 por la mañana, y así iniciar la campaña hacia la independencia nacional. Dichas campanas habían sido fundidas en 1768 y 1776.
Con la gesta heroica de la Independencia comenzó a cambiar el aspecto de la parroquia. En 1815 se colocó el primer reloj en la portada, aparato que sería cambiado en 1881 por uno cuya caja demandó que se destruyera la parte superior del imafronte. Este, según se induce de su similitud en los demás rasgos con los del Sagrario Metropolitano y de San Francisco en San Miguel de Allende, continuaba hasta arriba los estípites, sin que los interrumpiera la balaustrada, cuya instalación fue impuesta por la colocación del reloj.
El altar mayor de entonces databa de 1870. El que se encuentra ahora fue mandado a construir por el Pbro. Luis G. Sierra, tal vez durante su segundo período como cura de la parroquia de Dolores, entre 1902 y 1907. Se cuenta que el cura mandó al maestro albañil Zeferino Gutiérrez a copiar el retablo de la catedral de Puebla, pero éste deformó las proporciones al construirlo.
En 1838 se fundió la tercera campana del templo, y en 1845 la cuarta, llamada Nuestra Señora de Guadalupe. Como se ve, el crecimiento del pueblo y el progreso general demandaban cambios en la iglesia. Y así, en 1849, el cura parroquial Luis G. Camacho autorizó la construcción de locales de comercio alrededor del atrio. Tales instalaciones permanecerían 72 años, generando problemas de índole estética que sólo se resolvieron tras muchos esfuerzos. En 1889 se instaló la campana María de los Dolores, encargada de substituir a la fundida en 1838, que se había roto. En 1891, y siguiendo la política de enaltecer el valor de los símbolos patrios, la llamada Campana de la Independencia fue trasladada a la ciudad de México, e instalada en el Palacio Nacional. De acuerdo con esta misma política, en 1910 una orden presidencial decretaba que todos los locales que obstruían la buena visibilidad del frente de la iglesia fueran comprados a sus legítimos propietarios y demolidos. Pero como esto ocurrió en febrero, al parecer, los sucesos iniciados en noviembre del mismo año impidieron que la orden se llevara a cabo.
En 1930, en medio de los desórdenes civiles provocados por la Cristiada, el cura de la parroquia Pbro. Isidoro López inició los trámites para la demolición de los edificios que se encontraban en el atrio. Finalmente en 1932 y gracias a un decreto del presidente Abelardo Rodríguez, se desocupó la sede del 48o. Regimiento, cuyo cuartel y oficinas se encontraban a un lado del atrio, así como la vecina oficinas de correos que se entregaron al encargado del culto. Pocos años después, entre 1936 y 1937, la capilla penitencial fue modificada reemplazándose su techo original por uno de vigueta y bovedilla. Ya en 1940, el presidente Lázaro Cárdenas escoge el atrio del templo para dar el grito en las celebraciones de la Independencia. Sin embargo, la reconstrucción de éste no se inició sino hasta 1949, para terminarse el año siguiente. La dirección de las obras estuvo a cargo del Ing. Pompeyo Aguilar, secundado por un grupo de vecinos que había tenido la iniciativa de llevar a cabo los arreglos. 46
4.-DESCRIPCIÓN ARQUITECTÓNICA
El recinto parroquial ocupa la manzana delimitada por las calles del Relox, al noroeste; México, al noreste; Guanajuato, al sureste; y por el Jardín Hidalgo, al suroeste. El atrio que la rodea forma una escuadra por el sureste y el suroeste, y está delimitado por una barda atrial de escasa altura y anchos arcos invertidos.
La planta del templo adopta una disposición en forma de cruz latina, orientada aproximadamente de sur a norte. Está cubierta por cañones con lunetos en la nave y los brazos del transepto, bóveda de arista en el presbiterio, bóveda vaída en el sotocoro (decorado con nervaduras pintadas que simulan una bóveda de arista), y cúpula gallonada con linternilla sobre el tambor octagonal, las pechinas y los arcos torales en el crucero. Todos estos rasgos son comunes a los de muchas otras iglesias mexicanas de los siglos XVII y XVIII, y aunados a los elementos exteriores -portada churrigueresca, un par de torres, reloj y bandera- dan como resultado una imagen arquetípica para este espacio de donde arranca el movimiento independentista. Se trata del templo criollo por antonomasia: de una forma de expresar arquitectónicamente valores y aspiraciones de clase que se había vuelto común en las postrimerías del siglo XVIII e inicios del XIX, y que aún ahora tiene
Esa portadita debe haber sido uno de los primeros motivos ornamentales con que contó la parroquia de Dolores, y es interesante porque algunos de sus rasgos denotan el carácter popular, despojado de convencionalismos. Así, por ejemplo, los plintos sobre los que se apoyan las pilastras lisas son ligeramente más angostos que los fustes semicilíndricos de éstas, y se encuentran desfasados de su eje. Por su parte, los capiteles muestran doble haz de hojas de acanto, y no apoyan ningún entablamento o cosa parecida. En vez de eso hay dos pares de pseudocornisas con resaltos sobre los capiteles. El alarife anónimo que labró esta singular portada seguramente pensaba en algo parecido a un entablamento, ya que dispuso una banda a manera de friso con grecas ligando los dos capiteles, y todavía ubicó una hilera de dentículos sobre las enjutas. Un medallón al centro con el monograma de la virgen completa la composición de este original elemento, que ahora ha quedado en penumbra.
Además de estos espacios litúrgicos ancilares, existen otros, tales como el bautisterio, cubierto con tres tramos de cañón con lunetos, o la capilla del Santo Niño de los Atribulados, con cupulita y tambor octagonal que se apoya en trompas cilíndricas y entramado de cuatro arcos, dejando cañoncitos corridos entre estos últimos y los muros.
A ambos lados del presbiterio hay sendas capillas. Al oriente se encuentra la del Sagrado Corazón de Jesús, cubierta con dos bóvedas de arista con linternillas al centro. Hacia el poniente se encuentra la Capilla de la Dolorosa, de un solo tramo de bóveda de arista. Finalmente, tanto la sacristía como la antesacristía están abovedadas con cañones y lunetos.
5.-OBRAS DE ARTE
Son cerca de un centenar los objetos artísticos que se encuentran en la parroquia. De ellos, sólo unos pocos son de los siglo XVI y XVII; la mitad son del siglo XVIII, y el resto de los siglos XIX y XX.
En la entrada del sotocoro se encuentran dos retablos de idéntico estilo ecléctico y vena popular. Sobre los bancos con descomunales relieves vegetales se elevan vitrinas de perfil ojival. La de la derecha contiene la figura de San Isidro, mientras que en el lado opuesto se aloja una imagen de la Virgen. Las dos vitrinas están flanqueadas por pares de columnas de fuste liso. Llevan cuatro anillos sobre las bases y bajo los capiteles. Estos últimos son una interpretación libérrima del orden corintio, sin el menor prejuicio en cuanto a sus alargadas proporciones. De las columnas interiores surge un arco de medio punto cuyo extradós se transforma en remate foliáceo. En cambio, sobre las columnas de los extremos surgen otros remates vegetales que subrayan todavía más el carácter de todo este diseño, que corresponde al tránsito del siglo XIX al XX.
Arriba, en el coro alto, hay un órgano de tubos de considerable tamaño que llena casi todo el espacio bajo la bóveda.
Los cuatro retablos de cantera labrada en el tercer y cuarto tramos de la nave forman una sola familia por su estilo neoclásico (principios o mediados del siglo pasado) y por la forma en que se alojaron en recesos de medio punto que aligeran visualmente el peso de los uros laterales. Todos muestran vitrina central, donde va la figura del santo correspondiente: San Juan Bautista y San José del lado derecho, mientras que del lado izquierdo se reconoce al Arcángel San Miguel (santo muy popular en toda esta región) y al Señor del Santo Entierro. Las vitrinas en los retablos del segundo tramo están flanqueadas por columnas exentas, adelantadas respecto a otros dos pares de apoyos, todos con fuste estriado y capitel jónico con festones. En los espacios laterales que dejan estas otras columnas no se construyeron nichos; sólo se dejaron cortos plintos para apoyar figuras, y encima de ellas, labrados directamente sobre el muro, se aprecian recuadros con relieves de entrelazos. Desgraciadamente son pocas las figuras laterales que subsisten. La santa que aún está al lado izquierdo de San Juan Bautista es de notable factura.
Los retablos del cuarto tramo se asemejan a los anteriores, sólo que cada uno lleva un par de columnas más, y sus capiteles son compuestos. Otro rasgo que los diferencia es el remate: todos llevan entablamentos con frisos a base de relieves vegetales, pronunciados dentículos y salientes cornisas, y su volumetría gana más todavía gracias a los vigorosos resaltos sobre las columnas. Pero mientras los retablos del Bautista y el Arcángel muestran sobrios frontones triangulares, en los de San José y el Santo Entierro se abre un receso de medio punto donde se acomoda un arca.
Al llegar al crucero se aprecia, a mano derecha, el fino trabajo de madera labrada y ebanistería con que se dio forma al púlpito. Su planta poligonal se repite en el tornavoz que lo cubre. El diseño es elegante.
Es en los brazos del transepto donde el visitante puede encontrar los objetos de arte más significativos de esta parroquia. Por ejemplo, del lado derecho está el famoso retablo actualmente dedicado a la Virgen de La Luz, de madera expuesta sin dorar. Se trata de una composición de dos cuerpos y tres calles. En el primer cuerpo, la calle central contiene al altar y al tabernáculo, encima de los cuales está un cuadro de la Virgen, cuyo marco es el único elemento dorado. El óleo ocupa el nicho donde estuvo la figura con la advocación original del retablo, cuyo nombre se desconoce. Más arriba hay otra figura exenta de singular belleza, labrada en madera. Sobre ella se eleva un dosel en relieve, todo flanqueado por pilastrillas abalaustradas. Delimitan las calles laterales otras pilastras abalaustradas más robustas. Estas son simétricas respecto al eje del retablo, pero no respecto a los ejes de las entrecalles, y tarda uno en darse cuenta de ese rasgo. En las entrecalles hay dos pares de figuras de Santos y Santa fundadores, notables por su calidad, y por las imaginativas peanas sobre las que se apoyan: mientras las de abajo forman voluminosos dinteles sobre puertas de comunicación, las de arriba asumen la forma de angelitos alados. Por si todo esto fuera poco, hay todavía caprichosas pilastras de fuste ondulante con rudas muescas, que imprimen todavía más vigor a la talla de madera.
Los capiteles de las pilastras en este primer cuerpo apenas se distinguen entre tanto movimiento, y alternan con el dosel central y toscas guardamalletas sobre las entrecalles. Prácticamente no hay entablamento, y en vez de cornisa hay caprichosas molduras y festones que ascienden un poco al centro. En el segundo cuerpo de este retablo, la entrecalle central está iluminada por una de las ventanas del transepto, sobre la cual hay un corazón que se transforma en floración gigantesca. Las pilastrillas y las pilastras abalaustradas del cuerpo inferior se prolongan en éste, y las entrecalles laterales dan cabida a sendas figuras de santos, flanqueadas a su vez por bandas de ondulación tan acusada que difícilmente puede seguir llamándoseles pilastras. Otro par de corazones floridos remata las calles laterales.
Este retablo es excepcional en la historia del arte mexicano, ya que sus rasgos no responden propiamente al churrigueresco. No cuenta en realidad con ningún estípite, pero es tanto o más ultrabarroco que otros, con algunos acentos del rococó francés. Si la leyenda que atribuye a don Miguel Hidalgo la decisión de dejarlo sin dorar es cierta, estaríamos frente a un testimonio más de la influencia heterodoxa que ejercía en la vida cultural de su parroquia.
A su derecha puede apreciarse un gigantesco óleo con la Virgen del Apocalipsis terminado en 1803. Por tanto seguramente también puede atribuirse al Cura Hidalgo la iniciativa para que fuese pintado o traído a la parroquia. Es importante porque se relaciona con una faceta poco conocida de su ideología, que combinaba visiones progresistas con otras escatológicas y milenaristas, de origen medieval. (Véase capítulo sobre Auge y decadencia del barroco, así como el comentario en el catálogo anexo).
En el brazo opuesto del transepto hay otro retablo importante, éste sí dorado y con estípites, dedicado a la Virgen de Guadalupe. Consta también de dos cuerpos y tres calles, aunque las entrecalles laterales prácticamente no se distinguen, pues en ellas se labraron pilastras-nicho de las mismas proporciones que los estípites que las flanquean. En el cuerpo inferior, la imagen de la Guadalupana y su hermoso marco de perfil ondulante presiden la composición, mientras que en el segundo cuerpo están las figuras del Redentor, al centro, y las de San Juan Bautista y San Francisco a los lados. Todas ellas se apoyan en atrevidas peanas que sobresalen como quillas, las que a su vez tienen roleos como soporte. Estos elementos separan bastante a las esculturas del fondo, lo que les da mayor prestancia.
El pequeño cuadro del Sagrado Corazón sobre al altar, y el gran cuadro de Animas de la pared contigua son también dignos de verse, a pesar del deterioro en que este último se encuentra. En él destacan los personajes de la Virgen del Carmen, Santa Ana, San Joaquín, el arcángel San Miguel y varios santos frailes, así como las ánimas del Purgatorio en la parte inferior, a las que alude el nombre del cuadro. Se desconoce el autor de esta obra notable, pero por sus características podría atribuirse al sanmigueleño Juan Baltázar Gómez.
El resto de los retablos en este templo y sus capillas son relativamente recientes y de menor calidad. En cambio, en la sacristía y sus anexos hay objetos artísticos de gran valía. Hay retratos de santos, como los de San Nicolás, Obispo de Myra, y San Bartolomé, de muy buena calidad. Este último pertenece a una serie sobre el apostolado, hoy incompleta. También hay un crucifijo de marfil, en cuya figura se reconoce la curvatura del colmillo de elefante que se empleó para labrarlo. También vale la pena observar el óleo que representa una Santísima Trinidad, donde el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo se representaron como un trío de figuras humanas, algo que se consideraba herético en la iconografía virreinal. No menos importantes son un cuadro de la Transfiguración, de factura semejante al que existe en el templo de San Francisco, en San Miguel de Allende, así como tres esculturas de Jesucristo crucificado, una de las cuales tiene la cruz llena de espejos. Algunos de los muebles en estas dependencias del templo tienen más de un siglo y son de noble aspecto.
Elaboró: Arq. Alberto González Pozo
1985
Inmueble de pertenencia
Nombre del Inmueble
Nuestra Señora de los Dolores