Nombre del Inmueble
Purísima Concepción
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000441
Estado, Municipio, Localidad
Estudio Monográfico
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000441
Contenidos
1.-ANTECEDENTES
Actualmente La Tarahumara nos refiere inmediatamente al nombre de la majestuosa sierra que ocupa el lado poniente del estado de Chihuahua, pero no siempre fue así. A finales del siglo XVI y principios del XVII los primeros misioneros denominaban cada región de acuerdo al pueblo que la ocupaba, así, la Conchería fue el territorio de los indios Conchos y La Tarahumara el que ocuparon los tarahumaras (tarahumares en muchos escritos principalmente antiguos). Eran éstos un pueblo fuerte y orgulloso como continúa hasta la fecha, aún cuando su cultura en aquel entonces no superara la etapa de cazadores-recolectores. Defendían su territorio de algunos vecinos más belicosos como los apaches y sumas del norte, julimes y cabezas, al oriente y tobosos y tepehuanes al sur.
Cuestión de jurisdicciones implantadas por el obispado que a fines del siglo XVI residía en la lejana Guadalajara, señalaron a los misioneros franciscanos el terreno llano de la Nueva Vizcaya, hacia el oriente de la sierra y desde las esribaciones de ésta hacia el poniente sería la zona en que realizarían los jesuitas su labor evangelizadora y civilizadora.
Los primeros 14 tarahumaras fueron bautizados en 1601 por el padre jesuita Pedro Méndez en las cercanías de Chínipas. Por el extremo sur de lo que llegó a ser el reino de la Nueva Vizcaya, a partir de la Villa del Guadiana (Durango), la labor de los jesuitas siguió de cerca a los adelantados y conquistadores, a poco de iniciado el siglo XVII entraron en contacto con los tarahumaras en el sur del actual estado de Chihuahua, en las cercanías del río Conchos, e inmediatamente comenzó la fundación de una serie de misiones a las que denominaron de la Tarahumara Baja.
Firmemente establecidas las misiones de la Tarahumara Baja, la atención de los diligentes miembros de la Compañía de Jesús se dirigió hacia el norte, donde se encontraban algunos de los mayores asentamientos del pueblo tarahumara. La región tiene las características necesarias para hacer de ella un lugar cómodo para la vida y aún susceptible de sacar de ella riquezas agrícolas y mineras. El clima es menos extremoso que en la sierra alta o el desierto tan cercano y el terreno bueno y convenientemente regado por los escurrimientos de la sierra. Los bosques abundan y en cuanto a la minería basta nombrar a Cusihuiriachi para darse cuenta de sus potencialidades.
Todo lo anterior atrajo a mineros y hacendados desde principios del siglo XVII. Los jesuitas tenían otras miras: el pueblo tarahumara era numeroso y en su mayoría estaba por evangelizar, era pues necesario extender su trabajo hacia el norte a lo que sería la Misión de la Tarahumara Alta.
No obstante, el trabajo de los jesuitas y demás misioneros no fue facilitado por el resto de los españoles que ocuparon aquellas regiones. Las cédulas reales que buscaban la protección de los indígenas no eran, en la mayoría de los casos, obedecidas y el trato que se les daba en minas y haciendas distaba grandemente de lo justo y humano. Los misioneros poco podían hacer para remediar la situación y los levantamientos armados de los pueblos autóctonos no se hicieron esperar.
El poblado de Papigóchic, a orillas del río del mismo nombre, fue centro de varias de las más sangrientas acciones de guerra en lo que se llamó la pacificación de los tarahumaras a cargo de milicias regulares y auxiliares, venidas principalmente de Parral que era entonces el centro urbano más grande y rico de la Nueva Vizcaya.
La pretendida pacificaci ón no fué tal, por lo menos a largo plazo, pero los españoles vencedores de aquella primera revuelta tarahumara decidieron fundar un presidio militar en la antigua Papigóchic, llamada entonces Villa Aguilar y pidieron a los jesuitas un sacerdote que se hiciera cargo de la atención espiritual de tarahumaras, soldados y colonos del lugar (1649).
2.-EMPLAZAMIENTO
El templo de la Purísima Concepción de Ciudad Guerrero ocupa una importante posición urbana como corresponde a sus antecedentes, ya que fue núcleo generador de la población y a su calidad actual de parroquia del lugar.
Ciudad Guerrero es el asentamiento más importante de esta región del estado de Chihuahua, como lo fue desde épocas prehispánicas, de la Tarahumara Alta. El terreno en esta zona es predominantemente plano, con ligeras ondulaciones hacia el lado de la sierra. La buena tierra y las facilidades para el riego que proporciona el río Papigochi, hacen de la producción agrícola una real fuente de riqueza. El clima, extremoso como en todo el estado, es mitigado en tiempo de calor por los vientos de la sierra. La ciudad cuenta también con servicios y comunicaciones muy buenas.
En la plaza principal, la cabecera poniente la ocupan el palacio municipal y la parroquia de la Purísima Concepción que de esta forma, mantiene la antigua tradición misional de colocar las fachadas de los templos hacia el poniente. Remarca la importancia de su ubicación el hecho de que de su frente parte hacia el oriente el eje vial más importante, la Av. Madero, que comunica con la carretera de acceso a la ciudad. Esta plaza central de la ciudad está jardinada en su interior, sin gran profusión de plantas y posee un pequeño kiosco. Limitada por calles de circulación vehicular en todos sus lados, las calles que ven hacia ella no contienen ninguna edificación de gran importancia plástica o artística, por lo que el templo continúa siendo el edificio principal de la ciudad.
3.-HISTORIA
El templo está íntimamente ligado en su historia a la de los otros dos templos de la población. En los primeros tiempos de la cristianización de los tarahumaras estuvo a cargo aquí en la antigua Papigóchic, de los misioneros de la Compañía de Jesús, quienes tuvieron que pasar épocas verdaderamente trágicas en la misión de Villa Aguilar.
Este nombre le había sido adjudicado a Papigóchic al término de la primera gran rebelión de los tarahumaras, sofocada por el general español Juan de Barraza en 1641 y al mismo tiempo en que se decidió la ubicación de un presidio militar en la villa. La presencia de los jesuitas fue solicitada y obtenida y para el año de 1649 habían enviado al P. Cornelio Beudin a la nueva misión. Este sacerdote (cuyo origen belga tuvo que ser ocultado al pasar de España a México cambiando su nombre a Godínez) tomó a su cargo de inmediato al asentamiento tarahumara que distaba menos de media legua hacia el norte del presidio militar, para empezar allí su labor evangelizadora.
Pero la resistencia de los tarahumaras al duro yugo que les imponían los españoles a despecho de las cédulas reales de protección a los indígenas, no se había extinguido, antes bien aumentó con el apoyo de importantes caciques. El resultado fue un sorpresivo ataque a la misión y la muerte de aquel primer misionero.
Los españoles no tardaron en tomar nuevamente el control de Villa Aguilar e inclusive, obligaron a los tarahumaras cristianizados que residían en las inmediaciones, a la restauración de la misión, a la que se asignó el P. Giacomo Basile (quien había castellanizado su nombre a Basilio). El nuevo misionero no corrió con mejor suerte. Una tercera y más terrible insurrección de los tarahumaras se desató en toda la región, de modo que las escasas tropas españolas del presidio nada pudieron hacer para defender la población. El P. Basilio permaneció en su puesto para confortar a tarahumaras cristianos, españoles y soldados.
El ataque fue esta vez devastador. Todos los habitantes fueron muertos y la población, la misión y el presidio, completamente destruidos.
Un largo periodo de abandono siguió a la destrucción de Villa Aguilar, pero la región era demasiado rica e importante para que las autoridades españolas no se interesaran en ella y así, el 30 de septiembre de 1673, en Parral, que para entonces era la principal ciudad de la Nueva Vizcaya, el gobernador José García Salcedo decidió el restablecimiento de ese enclave español en la Tarahumara Alta.
Los jesuitas no tardaron en reorganizar a su vez toda su misión de la Tarahumara Alta y de la antigua Papigóchic, le asignaron al P. Nicolás Ferrer como encargado del lugar y de todo el partido (conjunto de templos o capillas sin sacerdote de planta dependientes de una cabecera).
La paz en Villa Aguilar no se vió interrumpida por la última gran rebelión del pueblo tarahumara (1697),. el P. Ferrer y sus sucesores, los P.P. Juan Bautista Copart, Domingo Créscoli y Wenceslao Eymer, atendieron al continuo crecimiento de la población, entre otras medidas con el mejoramiento del templo de la Purísima Concepción, base del edificio actual.
Muy fructífera resultó la labor de los jesuitas durante el tiempo en que tuvieron a su cargo a la Purísima Concepción de Villa Aguilar. Famosos misioneros lo atendieron, tales como Hostisky, Murillo, Osorio, de la Palma, etc. hasta que sobrevino en 1767 la expulsión de la Compañía de Jesús de los dominios españoles. La misión fue inmediatamente secularizada.
V illa Aguilar cambió su nombre en 1826 por el de Villa de la Concepción y en 1859 se le asignó el nombre actual.
Dentro de la organización religiosa, Ciudad Guerrero no pertenece al obispado de Chihuahua, sino que depende de la Prelatura de Ciudad Madera confiada a los Agustinos Recoletos.
4.-DESCRIPCION ARQUITECTONICA
La gran sencillez de lineas que presenta desde todos los puntos de vista el templo, pierde un poco esta simplicidad al ser observada a menor distancia. En principio, la reja que limita su pequeño atrio al frente y al sur, tiene en fierro forjado un diseño ágil y dinámico que empieza a quitar a la fachada la rigidez de sus principales lineas. (Otros elementos ornamentales de la fachada completan el aligeramiento del conjunto).
La fachada principal está trabajada en tres paños diferentes, el central corresponde al acceso principal, cuya portada contiene elementos dignos de ser resaltados. La puerta está enmarcada por dos pilastras de sección rectangular que sostienen mediante una moldura doble, un arco de medio punto ornamentado con estrías y un sencillo motivo vegetal en la clave, elementos todos trabajados en cantera y de procedencia evidentemente antigua, de una construcción anterior.
Flanquean esta entrada dos altas pilastras (sobrepasan un metro y medio a la clave del arco), del mismo material y procedencia. En todas estas piezas de cantera se ha procurado dejar aparentes las quebraduras y demás accidentes producidos por el tiempo, aún la limpieza de la cantera es incompleta para acentuar su antigüedad. Las pilastras de sección semicircular, están compuestas por pedestal, basa, fuste estriado y capitel en dos secciones superpuestas en estilo corintio simplificado, rematadas con una pequeña sección estriada y pináculos muy deteriorados.
Es notable la similitud de conceptos para el uso de materiales que pertenecieron al templo primitivo que se observa en los elementos descritos y los que existen en las otras dos edificaciones misionales de la ciudad.
Este paño central limita sus extremos mediante dos pilastras a toda la altura con acabado almohadillado y en la parte superior con una moldura que sostiene un frontón en el que la moldura perimetral se quiebra al centro en curva casi circular hacia abajo para contener una esfera con una pequeña cruz. Hacia abajo se localiza un nicho con la imagen de la Purisima Concepción labrada en cantera.
Los paños laterales de la fachada están enmarcados en forma similar al central, aunque el del lado norte no guarda la misma volumetria, contiene en una planta superior, dos balcones con barandal metálico y marco sencillo en estuco y en la parte baja una ventana cuadrada y una puerta con el mismo enmarcamiento. El paño lateral sur corresponde a la base de la torre con una puerta y dos pequeñas ventanas cuadradas superpuestas, con los mismos acabados del paño anterior. La torre está desarrollada en tres cuerpos diferentes. En el primero se aprecian las campanas a través de una luz rectangular rematada en medio punto en cada una de sus cuatro caras, el segundo cuerpo es similar, de sección menor y con un reloj en la cara frontal. El tercero en de planta octagonal, con una pilastra de sección semicircular en cada uno de los vértices y una luz en cada cara rematada en medio punto mediante una moldura, cubierto con una cúpula esférica muy poco peraltada y cruz metálica.
En el interior, la nave única original presenta aberturas en los espesos muros laterales (originalmente de adobe), rematadas en medio punto, alternando estos arcos en dos diferentes alturas. Entre estos arcos, unas pilastras de sección semicircular y capitel plano sostienen un friso sin ornamentación, sobre el que se apoya el vistoso plafón semejando un artesonado.
Los arcos laterales amplían a tres naves el interior, rematando las laterales al frente en sendos altares, el del lado sur es convencional contemporáneo y el otro utiliza elementos tomados de algún altar antiguo o procedente de otro templo.
El presbiterio tiene poco fondo para albergar el altar y demás elementos de liturgia y remata en un ábside rectangular con el altar de la virgen.
Completan el conjunto la sacristía, un estrecho coro, bautisterio, adosados a las naves y en la parte posterior diversos locales y salones para los servicios parroquiales.
5.-OBRAS DE ARTE
Dentro de la limpieza de diseño (contemporaneo) y funcionalidad de la realización que tiene el actual edificio, es necesario resaltar como objetos de factura artística e indudable antigüedad, las piezas de cantera que se han incorporado a la fachada actual. A falta de una más completa restauración del templo primitivo, cumplen su función de testigos de la historia del templo y homenaje a sus edificadores de la época colonial.
En el interior resalta la importancia del altar lateral derecho (costado norte), en donde se ha adaptado al muro de remate el retablo que, según antiguos habitantes del lugar, ocupara el ábside de la nave central en otros tiempos. Aún cuando su colocación es por demás defectuosa, ya que se encuentra desplantado a 90 cm. sobre el terminado del piso y su altura sobrepasa la del plafón de esa nave lateral, posee una gran dignidad en su austero trazo en cantera, donde dominan los trazos lisos y los ángulos rectos, sin más ornamentación que un pequeño capitel en cada una de sus pilastras laterales que enmarcan tres cuerpos centrales, el inferior es un banco que contiene el sagrario, sobre él un sencillo ciprés con columnas laterales y un nicho aconchado central que contiene actualmente una escultura antigua de la Dolorosa. En el superior, en un bajorrelieve que enmarca la cruz, un crucifijo de tamaño casi natural representa la figura más valiosa del templo y que la tradición del lugar hace remontar al siglo XVIII cuando funcionó la misión jesuita.
El resto de la imaginería está compuesto por un buen número de esculturas contemporáneas de buena calidad, sin mayor relieve. En el equipamiento también contemporaneo, destaca la barandilla del comulgatorio, el altar mayor con la imagen de la patrona del templo y dos candiles de prismas.
6.-BIBLIOGRAFIA
ALMADA, Francisco R.
Diccionario de historia, geografia y biografía Chihuahuenses.
Ciudad Juárez, Chih. 1968.
ALMADA, Francisco R.
La Enciclopedia de México. Tomo 3.
México, D.F. 1980.
DECORME, Gerard, S.J.
La Obra de los Jesuitas Mexicanos durante la época colonial.
Porrúa. México, D.F. 1941.
ROCA, Paul M.
Spanish Jesuit Churches in Mexico's Tarahumara.
The University of Arizona Press.
Tucson Ariz. EUA. 1979.
PORRAS, Muñoz Guillermo.
Las luchas con los indios en la frontera.
México, 1981.
ELABORO: ALBERTO VALENCIA
FECHA: 1984.
Inmueble de pertenencia
Nombre del Inmueble
Purísima Concepción