Nombre del Inmueble
Sagrado Corazón de Jesús
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000363
Estado, Municipio, Localidad
Estudio Monográfico
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000363
Contenidos
1.-CONTEXTO URBANO
El conjunto que forman el templo del Sagrado Corazón de Jesús y su capilla del Sagrado Corazón de María ocupa visualmente todo el frente de la manzana sobre la calle 9 Norte, entre las calles 10 y 12 Poniente. Es la misma manzana en cuyo extremo opuesto se encuentra el templo del Señor de los Trabajos o San Pablito. Fue, por lo tanto, una parte del antiguo barrio de indios de San Pablo.
En la actualidad es un sector urbano en parte comercial y en parte habitacional. Abundan las casas de fines del siglo pasado o principios de éste, de dos pisos, aunque también hay bodegas, talleres y otros edificios utilitarios.
En ese contexto, el conjunto de los dos templos y su atrio se muestra al visitante como un gran paramento liso - apenas interrumpido por la portada atrial - del que sobresalen las torres de ambas iglesias.
2.-ANTECEDENTES E HISTORIA
La devoción del Sagrado Corazón de Jesús tuvo sus orígenes en el medioevo a partir del siglo XIII, cuando surgen religiosas en los monasterios cisterciences de Francia y los Países Bajos -como santa Lutgarda de Aywiéres- que entraban en éxtasis y arrebatos místicos relacionados con las heridas sangrantes y el corazón del Cristo. Santa Catalina de Siena, dominica de fines del siglo XIV, también se encuentra entre las precursoras de esa devoción que, por sus características, se convirtió más tarde en uno de los objetivos de la campaña iconoclasta de los reformadores luteranos y jansenistas.
Quien popularizó en Francia la devoción del Sagrado Corazón de Jesús fue Santa Margarita María Alacoque (1647-1690). Al profesar en la orden de las beguinas en 1672, la religiosa inició una serie de visiones extáticas de Cristo y su corazón sangrante, a raíz de las cuales se dedicó a curar milagrosamente a enfermos con supuraciones, vómito, sangrados y llagas, sublimando la noción del asco a través del fervor místico.1 A pesar de la celeridad con que se extendió en Europa la devoción del Sagrado Corazón de Jesús por estos hechos, su existencia sólo fue aceptada oficialmente por el Vaticano hasta 1856, y la canonización de Santa Margarita María Alacoque no ocurrió sino hasta 1920.
La religiosidad poblana durante el Virreinato había tenido sus propios ejemplos de notables de monjas místicas, enclaustradas en conventos como el de Santa Mónica. Sin embargo, la iniciativa del mercedario José María Crescencio Huesca (nacido en Puebla en 1816) de erigir en esa ciudad una congregación femenina de la misma orden en un beaterio dedicado al Sagrado Corazón tiene otro carácter, ya que buscaba no sólo implantar sino difundir ampliamente esa devoción. Además, su intento se entiende mejor en el contexto de la pugna entre liberales y conservadores del siglo XIX.
En efecto, la construcción del templo y el convento se inició el 19 de marzo de 1854, durante la dictadura de Santa Anna.2 A pesar de los conflictos políticos y militares, fue posible terminar la obra, dedicándose la misma el 14 de junio de 1860. Las religiosas se trasladaron a su nuevo establecimiento, pero como no se contaba con la aprobación pontificia, no se erigió en convento y quedó implantado como beaterio. Este factor tuvo importancia al año siguiente, cuando el gobernador liberal Miguel Cástulo Alatriste procedió a la reducción de los conventos de monjas en Puebla exceptuando a dos institutos, uno de los cuales fue el beaterio. Tal vez por ello, en 1862, al iniciarse la intervención francesa en territorio mexicano, cuando el general conservador José María Cobos derrotó y fusiló en Izúcar de Matamoros a Cástulo Alatriste, este último fue sepultado precisamente en el templo de las mercedarias.
Pero la victoria mexicana en la batalla del 5 de mayo de ese año invirtió la situación, y el 11 de diciembre el gobierno liberal hizo efectivas las disposiciones de exclaustración, sin exceptuar a las mercedarias. Sin embargo, el 17 de mayo de 1863, después de un largo y destructivo sitio, los franceses se apoderaron de la ciudad, por lo que varias congregaciones pudieron volver a sus establecimientos, entre ellas la del beaterio.
El incansable padre Huesca aprovechó la época del segundo imperio para levantar un nuevo templo en el conjunto: esta vez se trató de la capilla dedicada al Sagrado Corazón de María, ubicándola frente a la del Sagrado Corazón de Jesús. La capilla se inauguró en diciembre d e 1866, al término de una solemne procesión que salió de la Catedral.
Luego de la toma de Puebla por Porfirio Díaz el 2 de abril de 1867, episodio decisivo en la lucha contra los franceses y los conservadores, las monjas tuvieron que salir definitivamente de sus conventos, además de que se prohibieron las procesiones. Pocos años después, en 1870, murió el religioso Huesca (a quien también se debe el patrocinio de la Santa Casa de Loreto) y sus restos se sepultaron en una capilla del templo del Sagrado Corazón de Jesús.
Con la última exclaustración, el templo principal y el convento se separaron administrativamente. El primero siguió prestando sus servicios religiosos hasta que, el 8 de diciembre de 1922, el obispo Sánchez Paredes lo erigió en parroquia, función que actualmente conserva.
Por su parte, el claustro que habitaron las mercedarias se convirtió en una escuela femenina que, junto con la capilla del Sagrado Corazón de María, estuvo a cargo de un grupo de hermanas ursulinas hasta 1925. Aproximadamente una década después, el instituto se transformó en la Academia Angelopolitana para Niñas y Señoritas. Por otra parte, en 1941, una particular, Josefina Palencia, compró al Gobierno Federal parte del predio anexo al templo del Sagrado Corazón, con objeto de ampliar la contigua Academia Militar Ignacio Zaragoza. En la actualidad, esa parte la ocupa una Academia de Policía.
1 O. Debroise, Haciéndola cardiaca... en The Institute of Contemporary Art, Boston, El corazon sangrante..., pp. 12-16.
2 Leicht, Las calles de Puebla..., p. 92.
3.-DESCRIPCION ARQUITECTONICA
El conjunto parroquial formado por el templo del Sagrado Corazón de Jesús y la capilla del Sagrado Corazón de María, tiene un pequeño atrio común por el que se ingresa a ambos. Es la única manera de acceder a ellos, ya que ninguno cuenta con entradas laterales.
Ambas naves corren paralelas a la calle 9 Norte, sólo que en direcciones encontradas: la iglesia principal va de sur a norte, mientras que la capilla lo hace de norte a sur. Las dos están separadas de la calle por locales anexos de servicio, de dos niveles. Por esta razón, la fisonomía del conjunto carece de la serie de contrafuertes hacia el alineamiento que caracteriza a los demás templos de órdenes femeninas. En vez de ello, lo que se aprecia es un alto paramento con vanos irregularmente dispuestos, detrás del cual apenas sobresalen los campanarios y las cúpulas de ambos templos.
La barda atrial es un poco más baja, de unos cinco metros, rematada por una balaustrada. Al centro se abre el ingreso, cuyo vano de medio punto carece de jambas o arquivolta formales. Dos columnas exentas toscanas, de fuste liso, apoyadas sobre rústicos plintos, soportan un entablamento con friso decorado de azulejos en el que se ubicó el nombre del templo y la fecha de su terminación: 1860. Sobre la cornisa se alza un frontón completo, de trazo curvo. Más arriba se yergue un cuerpo liso, de perfil mixtilíneo, con un nicho vacío rematado por un pequeño chapitel que soporta un astabandera.
El mismo tipo de portadita -pero en menor escala y con columnas de desagradable gálibo- se construyó en la entrada desde la calle a la sacristía de la capilla del Sagrado Corazón de María.
El interior del atrio es muy sencillo: lleva un rodapié de ladrillo de buen diseño, con piezas de azulejo rítmicamente espaciadas y un bocel de remate del mismo material. Los paramentos encima del rodapié están blanqueados, si bien algunos muestran vanos clausurados de forma ocular. En el muro opuesto al ingreso se construyó una base de azulejo que soporta a una cruz de piedra labrada que se comenta más adelante.
El templo del Sagrado Corazón de Jesús consta de una sola nave llana, distribuida en cinco tramos. El primero es muy grande, dispuesto en planta baja como nártex, mientras que en planta alta se situó el coro del beaterio. Ambos espacios están abovedados de forma distinta: el nártex muestra ocho columnas exentas, lisas, de orden toscano y cuatro pilastras del mismo tipo, de donde parten arcos en dos sentidos que dividen el sotocoro en nueve bóvedas: ocho de arista y una sobre el vano de ingreso que tiene una superficie irregular alabeada. En cambio, en el coro alto se construyeron dos tramos de bóveda de cañón con lunetos, en los que el arco intermedio se apoya sobre impostas en los muros. El claro entre el coro alto y la nave quedó desprovisto de la reja usual en estos casos, pero conserva un tímpano pintado, apoyado en dos columnas que coinciden con las del nártex.
El segundo y tercer tramos están cubiertos por sendas bóvedas de cañón con grandes lunetos, que casi las convierten en bóvedas de arista, mientras que en el cuarto tramo, la bóveda hemisférica se eleva sobre los arcos, las pechinas y el tambor cilíndrico que la soportan. Finalmente, el quinto y último tramo, que corresponde al presbiterio, se subdivide en dos cortos segmentos de bóveda de cañón con lunetos. Es la misma solución de la bóveda del coro alto, con el mismo tipo de impostas apoyando al arco intermedio.
El aspecto exterior del templo princ ipal se percibe sólo fragmentariamente: la portada, desde el atrio y las torres y la cúpula, desde la calle. La portada es muy simple: un vano de medio punto para el ingreso, desprovisto de jambas o arquivolta formales, está flanqueado por dos pilastras lisas, de albañilería, que soportan un entablamento y un frontón quebrado sin decorado alguno. Encima está el vano rectangular de la ventana del coro, sin marco, mientras que a los lados se pusieron tableros de azulejo, uno con la Virgen de Guadalupe y el otro con San José y el Niño Jesús. Remata el imafronte una espadaña de un solo cuerpo y un solo vano de medio punto (amplio y suficiente para una campana de buena dimensión) sobre el cual surge un frontón.
Los cubos de las torres, carentes de aplanado, muestran los sillares rústicos con que fueron construidos, tal vez para distinguirlos del imafronte de la nave. Los campanarios son de un solo cuerpo y de planta rectangular. Muestran vanos rectangulares hacia los cuatro puntos cardinales, flanqueados por pilastras y columnas cilíndricas esquineras, exentas. Sobre el entablamento y sus resaltos surgen frontones curvos y bases con jarrones en las esquinas. Los cupulines peraltados van provistos de seudo linternillas prismáticas, rematadas por pequeños chapiteles y cruces. Sin embargo, de todo este diseño resultaron muy angostos los vanos, por lo que se ven campanas más bien exiguas, lo que quizá motivó la construcción de la espadaña central y de otra lateral, más pequeña, al pie de uno de los campanarios.
La cúpula del templo y su tambor se relacionan mejor con el contexto poblano, ya que, salvo el remate del prisma octogonal y la linternilla, están totalmente recubiertos de azulejo, con cuatro grandes estrellas hacia los puntos cardinales.
La capilla del Sagrado Corazón de María se utiliza poco, pero está bastante bien conservada en su interior. La nave es rasa, de cuatro tramos: el primero con el coro y el sotocoro cubiertos por cañones corridos; el segundo muestra un cañón con lunetos tan grandes que casi transforman a la cubierta en una bóveda de arista; en el tercero se eleva la cúpula hemisférica apoyada sobre pechinas y un zócalo octogonal y finalmente, el cuarto tramo está cubierto por otro cañón con lunetos.
La portada de esta capilla es tan simple como la del templo principal, pero en el frontón quebrado se puso un tablero de azulejo con la Virgen y el Niño. El resto del imafronte carece de interés, pero el único campanario que posee, en cambio, es más atractivo que los del templo principal. Consta de dos cuerpos: el primero es muy semejante a los del otro templo, con la diferencia que, en lugar de alojar campanas muestra carátulas de reloj por los cuatro costados. Un segundo cuerpo de planta octogonal muestra otros tantos vanos angostos y alargados, en los que difícilmente cabe una campana. Remata la torre un cupulín bulboso que muestra pequeños frontones hacia los puntos cardinales.
4.-OBRAS DE ARTE
Adorna el atrio una cruz de piedra labrada, decorada con los símbolos del Calvario, muy semejante a otras del siglo XVII. La cruz está exenta, pero por su cercanía al muro del fondo del atrio se le hizo en este último un marco de azulejos que sigue el perfil cruciforme.
El interior del templo conserva casi la totalidad de la decoración original del último tercio del siglo pasado, así como algunas obras de períodos anteriores. En ese sentido, es una muestra de la sensibilidad y las convenciones artísticas de su época. La decoración pictórica de los elementos estructurales como pilastras, entablamentos, cornisas y arcos, por ejemplo, procura subrayar y delinear cuidadosamente cada elemento con los atributos que le corresponden. En cambio, para las superficies de los paramentos y las bóvedas se escogió una trama de estrellas regularmente repartidas.
El muro del testero es plano, pero una decoración de arcos sucesivos de yeso, con estriados horizontales y radiales muy marcados, contribuye a darle un fondo adecuado al baldaquino neoclásico que emerge hacia el altar original. El banco está resuelto a base de cuerpos escalonados de mármol blanco con cenefas decoradas que ascienden hasta los pies de la figura de bulto del titular del templo. La imagen del Sagrado Corazón de Jesús está flanqueada por dos pares de columnas de fustes estriados y capiteles de orden compuesto, que sostienen un entablamento y un frontón curvo, rematado por una especie de dosel de perfil mixtilíneo en cuya cúspide se ubica el escudo mercedario y un fanal.
Completa la decoración del presbiterio una serie de cuatro óleos que muestran escenas de la vida de Santa Margarita Maria Alacoque y sus visiones del Sagrado Corazón de Jesús.
En los muros de la nave hay seis altares laterales de idéntico diseño, muy similar al de la portada del atrio, es decir, dos columnas exentas soportan un entablamento con frontón curvo. Sin embargo, en este caso se extremó el cuidado con los detalles decorativos: los capiteles corintios están dorados, los frisos llevan finos decorados y los frontones lucen caritas aladas de querubines en relieve. Cada uno de los retablos laterales lleva una pintura, todas de buena calidad, con representaciones de la Virgen de Guadalupe, San José, La Divina Providencia y otros santos personajes. Además, cada retablo está flanqueado por sendas pinturas en las que se representa al Apostolado.
Trasponiendo el nártex, del lado del Evangelio, hay una pequeña capilla lateral que se usa como baptisterio. La pila de ónix, el Crucifijo y la pintura de la Divina Providencia que allí se encuentran también son de buena factura.
Las dos piezas artísticas más importantes del templo son el tímpano de grandes dimensiones sobre el coro alto y otro más pequeño que hay en la sacristía. En el primero se pintó una alegoría en la que la Virgen, acompañada por un arcángel y por Cristo, extiende interminablemente su manto protector, auxiliada por ángeles, sobre santos y santas de la orden mercedaria. En el segundo, la Virgen y el Niño ocupan el lugar central, flanqueados por la Santísima Trinidad y un arcángel. Otros ángeles observan la escena y uno se acerca con una corona. Cristo mismo aparece doblemente como intercesor entre su Madre y los prelados, monjes y monjas dominicos que solicitan por escrito sus favores: primero, como segunda persona de la Trinidad, recibe los escritos; y luego, como Niño Jesús, lleva diligentemente el registro en un libro. Ambas pinturas deben ser de fines del Virreinato, y son de excelente calidad.
El interior de la capilla del Sagrado Corazón de María reserva una sorpresa al visitante, más que nada por su programa iconográfico. Tiene un retablo mayor neoclásico, muy sencillo y bien proporcionado. El altar de granito artificial muestra al centro un monograma de la Virgen y sencillos tableros con espigas a los lados. Sobre el banco, al centro, se levanta el tabernáculo y una imagen de la patrona de la capilla, enmarcada por un par de columnas corintias, entablamento y frontón curvo rematado por fanal dorado y una hornacina con una pintura de la misma devoción. El retablo está flanqueado por dos medallones con las imágenes de las dos Vírgenes que llegaron a ser símbolos de bandos opuestos en el movimiento de Independencia: la de los Remedios y la Guadalupana. Más abajo hay cuatro cuadros con otras advocaciones de María.
Y es sólo el principio, porque los muros laterales de la nave están tapizados de cuadritos con otras trecientos veinticinco advocaciones marianas: ciento cincuenta y siete sobre el muro del Evangelio, ciento sesenta sobre el de la Epístola y ocho más en el pretil del coro alto; las cuales, sumadas a las que se encuentran en el retablo dan un total de trecientos treinta y siete representaciones de otras tantas advocaciones de la Virgen.
La calidad pictórica es lo de menos en este caso. Lo que es interesante es el propósito didáctico que animó a quienes decoraron este conjunto, porque junto con el nombre de cada Virgen se menciona el país o la región en la que se la venera, así como su influjo benéfico y protector ante los más diversos tipos de males que pueden aquejar al ser humano. Hay Vírgenes de casi todos los países y continentes. Si alguien quiere conocerlas a todas, tiene que venir a esta singular capilla.
Evidentemente, la Puebla de fines del siglo XIX estaba viviendo nuevas épocas de renovado fervor icónico mariano, precisamente por los mismos años en que el metodismo iconoclasta hacía su aparición en la sociedad poblana.
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Sagrado Corazón de Jesús