Nombre del Inmueble
San Antonio y Santa Bárbara
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000359
Estado, Municipio, Localidad
Estudio Monográfico
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000359
Contenidos
1.-CONTEXTO URBANO
San Antonio es uno de los pocos templos poblanos cuyo contexto no responde por completo a la regularidad de la traza angelopolitana. Esto se debe, indudablemente, a la cercanía del Rio Almoloya (ahora entubado y convertido en Boulevard Héroes del 5 de Mayo) que impuso cambios de dirección y otros accidentes a las calles del rumbo. La manzana donde se encuentra el conjunto es más pequeña que la original: actualmente está delimitada al norte por una inflexión del Boulevard mencionado, al oriente por la Av. 5 de Mayo (el eje principal norte-sur de la ciudad), al sur por la calle 24 Poniente y al poniente por la calle 3 Norte. Sin embargo, a mediados del siglo XVIII, cuando el conjunto conventual contaba con su huerta, se extendía desde la 3 Norte hasta la 2 Norte.
Las plazas jardinadas hacia el sur y el poniente de la manzana del templo le dan cierta amplitud y perspectiva. Siempre fueron espacios abiertos, a juzgar por el plano de 1754. Ahora se encuentran delimitados por sencillas construcciones de uno y dos niveles, la mayoría de valor contextual, ya que sus fachadas muestran vanos rectangulares regularmente espaciados. Hay una incluso, justo frente al templo, extremadamente angosta, testimonio arquitectónico de la proletarización del barrio en el transcurso del siglo XIX. Sólo sobresale de entre sus vecinos el edificio de la Casa Hogar Rafael Hernández Villar y su fachada de cantera clara, labrada en las primeras décadas del presente siglo. Esta edificación se hizo aprovechando parte del antiguo conjunto dieguino.
Poca gente viene por esta parte de la ciudad, de modo que el ambiente en torno al templo es tranquilo. En el parque frontero hay una tosca fuente y juegos infantiles que utilizan los niños del barrio. Son ellos, algún paseante ocasional y la feligresía que acude al templo quienes animan al monumento y su contexto.
2.-ANTECEDENTES E HISTORIA
El convento de Santa Bárbara fue un establecimiento de los franciscanos descalzos pertenecientes a la provincia de San Diego de la Nueva España. La rama española de los descalzos o hermanos menores de la más estricta observancia había sido fundada a mediados del siglo XVI por fray Pedro de Alcántara, por lo que a sus integrantes también se les conoció como hermanos alcantarinos.
Los franciscanos descalzos iniciaron sus actividades en la Nueva España entre 1578 y 1579, organizados como custodia dependiente de la provincia de San Gregorio en Filipinas. Desde un principio vincularon sus actividades a la preparación y hospedaje temporal de religiosos que pasaban al extremo oriente en labor misional. Su primer establecimiento novohispano estuvo en San Cosme, en las afueras de la capital del virreinato.1 Luego, en 1603, lograron independizarse como provincia de San Diego de Alcalá, debido a lo cual se les conocía también como dieguinos, para distinguirlos de los franciscanos de la provincia del Santo Evangelio.
En Puebla, los dieguinos se establecieron en una ermita, con un jacalón anexo en el que se podía pernoctar y una pileta de agua. La ermita había sido construida en el mismo lugar, situado a la vera del camino a Tlaxcala, que anteriormente ocupara una cruz de piedra que fue derribada en 1570 por un rayo, y por ese antecedente se dedicó a Santa Bárbara, virgen y mártir romana a la que se invoca para protegerse de este tipo de fenómenos. Juan Huitzteocatl, uno de las autoridades indígenas del barrio, había facilitado solares para ese propósito.
Así, los dieguinos vieron en esas humildes construcciones un lugar apropiado para alojarse conforme a su estricta regla al iniciarse la penúltima década del siglo XVI. Al poco tiempo, con el apoyo del obispo Diego Romano y algunos recursos del licenciado Miguel Jerónimo de Santander, presbítero de México, quien fungía como patrono, los franciscanos descalzos iniciaron los preparativos para una fundación en la joven ciudad poblana. Eso debe haber sido antes de 1586, fecha en la que el sacerdote Juan Díaz trataba de venderles un predio para ese propósito, aunque es posible que ya tuvieran algunas construcciones provisionales. Por cierto que el padre Alonso Ponce, famoso visitador franciscano, debe haber conocido el sitio con la ermita y los primeros cuartos, ya que se refugió ahí circunstancialmente en 1587. 2 De otra manera, tampoco se explicaría el hecho de que San Felipe de Jesús (Felipe de las Casas Martínez) haya sido novicio en Santa Bárbara de Puebla antes de dejar temporalmente los hábitos y de partir rumbo a Filipinas a principios de la siguiente década. 3
Entretanto, la fundación del establecimiento definitivo se dificultaba, pues los dieguinos no contaban aún con los permisos correspondientes, por lo que tuvieron que recurrir a la intervención del virrey Luis de Velasco II y del obispo Romano para solventar ese problema. Las cosas mejoraron el 9 de septiembre de 1591, cuando se puso la primera piedra del edificio definitivo. Pero todavía hubo algún retraso ya que, aparentemente, la construcción fue concertada hasta 1593 con Agustín de Oliva.4 Para entonces, los recursos del patrono inicial, Santander, habían menguado considerablemente, por lo que fue preciso que el regidor Alonso Gómez se hiciese cargo de los gastos para concluir el edificio. Fue él, también, quien consiguió los terr enos para el extenso huerto. Por su parte, en 1597, el ayuntamiento donó para la obra 100 cajones de piedra, lo que facilitó aún más las cosas. Así, el conjunto pudo ser consagrado el 4 de marzo de 1601. La advocación seguía siendo la de Santa Bárbara, pero el convento se denominó inicialmente Hostería de Misioneros de la Provincia de San Gregorio, ya que aún dependía de la congregación filipina.
El convento y su templo se consolidaron durante el siglo XVII. Al finalizar este último, tenían noviciado y estudios de filosofía, y en su claustro vivían o se hospedaban más de cincuenta religiosos.
En otra de sus mejores épocas, después de la reconstrucción de 1776 que le dió su fisonomía actual, el templo estuvo decorado con altares barrocos. El correspondiente al altar mayor tenía una escultura de Santa Bárbara. Detrás de él se encontraba la antigua ermita dedicada a esta santa, que fue convertida en camarín para el Santísimo. A los lados del altar mayor había otros dos retablos dedicados al Calvario, y a San Pedro de Alcántara, ambos del siglo XVIII. La figura del santo titular del segundo retablo fue esculpida por José Antonio Villegas Cora. Estas obras fueron substituidas en el siglo XIX por altares neoclásicos.
En el templo también se construyó una capilla de San Antonio de Padua. El retablo principal de esta capilla era seguramente del siglo XVII. Tenía una escultura del santo y pinturas de sus milagros. Además, en la capilla se encontraban otros cuatro retablos dorados. Pero andando el tiempo, la advocación del templo se cambió de Santa Bárbara a San Antonio, por lo que también se mudaron las imágenes. La capilla pasó a ser entonces de Santa Bárbara.
Hacia 1849 la huerta del convento fue convertida en panteón, que luego se cerró en el presente siglo. Es posible suponer que en 1861 el convento fue suprimido por las Leyes de Reforma, pero se desconoce en qué se utilizó desde entonces. Después, a principios del presente siglo, se estableció en la parte frontal una Casa Hogar.
Alrededor de 1932, el templo era muy frecuentado -según Almendaro- por los enamorados, en especial las mujeres alegres de conducta.5 Luego, en 1944, se le agregó otra capilla. Todavía cerca de 1960, el altar principal fue cambiado por el que ahora tiene, calificado justamente por Castro Morales como carente de buen gusto...[y] de elemental decoro.6
1 Fray Juan de Torquemada, Monarquía indiana, v. 6, p. 72.
2 Ciudad Real, Tratado curioso y docto..., t. I, p. CLVIII.
3 Fray Agustín de Vetancurt, Teatro mexicano, t. II, p. 325.
4 Puebla a través de los siglos, p. 36.
5 Almendaro, Indice de las iglesias..., p. 48.
6 Castro Morales, n. 245, en F. de E. y Veytia, Historia de la fundación..., t. II, p. 307.
3.-DESCRIPCION ARQUITECTONICA
La barda atrial sobre la calle 24 Poniente delimita al recinto religioso; tiene un rodapié de cantera, mismo que contrasta con el resto del paramento recubierto de ladrillo aparejado en petatillo. La portada atrial mantiene el mismo paño de la barda, pero sobresale por encima del vano de ingreso de medio punto, flanqueado por sendas pilastras toscanas. En las enjutas entre el arco y las pilastras asoman caras aladas de querubines modeladas en argamasa, mientras que el friso del entablamento es de azulejo. Arriba se ubica un nicho de medio punto, hoy vacío, enmarcado por otras dos pequeñas pilastras y un corto entablamento. El remate lo subrayan molduras laterales ascendentes de perfil mixtilíneo y una cruz de cantera labrada.
Los otros tres lados del atrio están delimitados por elementos dispares: a la izquierda, por edificios colindantes; al frente, por el templo y un centro de alfabetización edificado recientemente y a la derecha por los restos de la antigua bosteríe de misioneros, que luego se transformó en Casa Hogar. Una ermita en la esquina noreste, que todavía en 1934 tenía acceso desde el atrio, ha sido clausurada y sólo muestra una ventana en lo que quedó del vano de medio punto.
En cambio, aún subsiste el arco de ingreso al vestíbulo del claustro, que hacía esquina con la ermita.
Un rodapié de cantera con catorce estaciones del Via Crucis en todo el perímetro interior del atrio liga entre sí la multiplicidad de elementos que ahí convergen. Cada estacióm está formada por paneles de azulejos en los que piezas decoradas enmarcan a otras con leyendas alusivas.
La fachada principal del templo es relativamente austera. Diríase que expresa arquitectónicamente la descalcez de los franciscanos que la erigieron. Es, propiamente, un simple tímpano recubierto de ladrillo y azulejo, flanqueado por dos contrafuertes. El perfil superior de medio punto permite adivinar la sección de la nave. Ni siquiera se muestran los cubos sobre los que emergen, por los lados, dos espadañas; una es más alta que otra, pero ambas constan de un solo cuerpo.
La portada de dos cuerpos y una sola calle ocupa sólo una pequeña parte del tímpano. En el primer cuerpo se encuentra el vano de medio punto de ingreso delimitado por jambas y escueto arco adovelado que forma alfiz hasta el entablamento, todo ello labrado en cantera gris. Encima del entablamento surge el segundo cuerpo, formado por dos plintos que sostienen sendos pares de medias muestras de orden corintio y otro entablamento. Estos elementos, así como un doble marco ochavado, están resueltos por medio de albañilería y argamasa. La posición central la ocupa el panel con el relieve de Santa Bárbara delicadamente tallado en ónix. Es uno de los mejores de su tipo en Puebla, y seguramente el elemento decorativo más valioso de todo el templo. Encima de esta pequeña joya aparece el vano abocinado de la ventana del coro, desprovisto de enmarcamiento alguno, como con la intención deliberada de no hacer de él un tercer cuerpo en la portada.
Tres paneles de azulejos decorado complementan la decoración del imafronte: el primero, sobre la ventana del coro, muestra a la Inmaculada Concepción; el segundo, a la izquierda del segundo cuerpo de la portada, representa a San Francisco; y el tercero, en el lado opuesto, a San Antonio.
La disposición interior del templo es de una sola nave dividida en cinco tramos y un camarín posterior, pero lleva adosadas tres capillas laterales y u n salón de reuniones, del lado del Evangelio, mientras que del lado de la Epístola se encuentran la actual sacristía y el bautisterio, integrados en un solo local.
En el primer tramo de la nave están el coro y el sotocoro, ambos cubiertos por bóvedas de arista. Sin embargo, la cubierta del sotocoro se prolongó otros tres metros más mediante una bóveda de cañón con lunetos y un arco escarzano de perfil similar al que delimita el primer tramo. Sólo que este segundo arco no descansa en pilastras sino en impostas, y sus caras no muestran el almohadillado del primero.
El segundo y tercer tramos de la nave se cubrieron con bóvedas de arista. El cuarto tramo, en cambio, lleva pechinas y una cúpula hemisférica sobre zócalo octogonal. El quinto tramo, cubierto también con bóveda de arista, corresponde al presbiterio.
Detrás de este último se encuentra el camarín, con una bóveda vaída de considerables dimensiones. Este tipo de cubierta de superficie hemisférica también se conoce como bóveda de pañuelo, debido a que su intersección con los muros de un espacio cuadrangular forma lo que parecerían ser las puntas de un pañuelo sostenido por una esfera invisible. Este tipo de bóveda se asemeja mucho a una cúpula sin tambor con pechinas, y tal vez por ello se modelaron arcángeles de yesería en sus puntas. Todos estos cuidados indican que el camarín, en donde estuvo la ermita original de Santa Bárbara, tuvo una importancia muy grande, ahora perdida, puesto que es un local sin uso definido. En tres de sus costados hay pares de curiosas alacenas horadadas en los muros, de perfil mixtilíneo, que posiblemente sirvieron alguna vez para guardar reliquias o pertenencias valiosas de la imagen que allí se veneraba. Todavía se conservan las hojas de las puertas de madera que las cerraban, pero sin sus marcos. En el cuarto lado, donde estuvo el muro que separaba al camarín del presbiterio, ahora hay una ventana de herrería común con vidrios translúcidos de colores. Acorde con la antigua función del camarín hay un local alargado que le sirve de acceso, del lado de la Epístola. A él se llega tanto por el presbiterio como por el claustro, pero su importancia radica en que tiene un receso de unos cuatro metros de ancho por dos y medio de profundidad, en donde se encuentra una fuente bautismal, en parte labrada en cantera y en parte recubierta de azulejos. La importancia de sus funciones la subrayan los muros contiguos, también recubiertos de azulejo, así como las imágenes que ahí se encuentran. Como toda esta zona se ha convertido ahora en sacristía, el conjunto bautismal queda ahora en una zona de acceso restringido.
Del otro lado del presbiterio, se ingresa a lo que parece haber sido la antigua sacristía, cubierta por dos bóvedas de arista. Hoy se utiliza como salón de reuniones.
Del mismo lado, pero a la altura de la cúpula en la nave, se encuentra una capilla del Sagrario de construcción muy reciente, cubierta por tres bóvedas de cañón con lunetos. La decoración de yeso de este espacio es convencional, pero muestra, al menos, cierta calidad artesanal; desgraciadamente, no puede afirmarse lo mismo de las escenas de la vida del santo de Padua que se representaron en azulejos.
El ingreso a la capilla del Sagrario muestra una portadita muy clásica, bien proporcionada, formada por jambas, arco de medio punto, pilastras y entablamento ; parece haber formado parte de un acceso exterior desde el atrio que originalmente r odeaba al templo. Del otro lado de la nave hay otra portada similar, tapiada, que ahora enmarca un retablo de la Virgen de Guadalupe. Muy probablemente fue el ingreso al claustro de los dieguinos, ya que el angosto pasillo diagonal que ahora se usa no tiene la dignidad que requiere esa función.
Las otras dos capillas del lado del Evangelio son muy distintas. La que se encuentra a la altura del tercer tramo de la nave está dedicada a Santa Bárbara, patrona original del templo. Está abovedada por dos cortos tramos de cañón corrido en los extremos y uno central en el que se eleva una curiosa cúpula en la que sus constructores forzaron la transición del zócalo octogonal apoyado en pechinas a la superficie hemisférica. Los arcos que separan a las bóvedas entre sí se apoyan en robustas impostas que surgen a la altura de la cornisa que recorre los muros de esta capilla. Otro aspecto singular, lo constituyen las rejas en el vano de ingreso, bien ejecutadas a base de hierro forjado.
La otra capilla, a la altura del segundo tramo de la nave, es una construcción relativamente reciente, cubierta de losas de concreto. Actualmente está dedicada a Nuestra Señora de la Cueva y contiene una pila de granito que se usa para bautizos.
El pequeño claustro que aún subsiste del antiguo edificio conventual forma ahora parte de los anexos parroquiales. Está casi en ruinas, muy alterado, pero aún conserva su fuente de planta octogonal al centro del patio, sus arcadas de cuatro claros por lado en ambos pisos, así como su estructura de viguería. Los pilares de las arcadas en el primer nivel muestran canaladuras en el perímetro de cada una de sus caras, lo cual permite suponer que fueron construidos en el siglo XVII, época en la que este rasgo proliferó en toda la Nueva España. Las del segundo nivel son de fustes cilíndricos, lisos, pero su proporción está alterada por un pretil de factura reciente.
Detrás del claustro hay algunos espacios residuales y azotehuelas que permiten apreciar su volumen y sus sólidos contrafuertes. En uno de estos angostos patios posteriores hay un cubo abandonado, adosado al edificio conventual, con una ventana de medio punto, elegantemente enmarcada con trabajo de argamasa. No se deduce su función original, pero parece haber sido un punto de observación privilegiado; tal vez hacia la huerta de los dieguinos y, más allá, hacia la ribera arbolada del río Almoloya. Sólo un esfuerzo de imaginación permitiría recrear hoy día ese paisaje, en este lugar rodeado de vecindades, muy cerca ya de una de las principales avenidas de Puebla.
4.-OBRAS DE ARTE
El retablo principal, relativamente contemporáneo, consta de tres elementos separados: el ciprés al centro, con su base cilíndrica escalonada y su cimborrio apoyado en cuatro columnas corintias, mientras que a los lados se levantan pseudotempletes rematados por frontones curvos, también apoyados en columnas corintias.
El valor estético del retablo es reducido, si bien algunas de las pinturas que lo adornan son interesantes y de buena calidad. Un lienzo en forma de arco salva la distancia entre los dos templetes. Lleva pintado al centro un motivo donde aparecen la Santísima Trinidad, San Antonio y otros prelados y personajes. En el muro del ábside, entre las columnas de los templetes laterales se alcanzan a ver pinturas, probablemente recortadas de otro retablo, en las que se muestran curiosas escenas urbanas. Representan una procesión de figuras femeninas y masculinas que pasa frente a costrucciones en cuyas terrazas y balcones se ubican niñas espectadoras con palmas. La escena parece referirse a Jerusalén y, aunque incompleta, es interesante porque sus detalles de arquitectura y las vestimentas reflejan más la realidad urbana virreinal que la mítica Ciudad Santa.
En el altar y en los bancos de los templetes laterales hay pinturas relativamente recientes. Las de los lados son más grandes, y representan ángeles en actitud de orar, sobre fondo dorado. En cambio, las que se encuentran en la mesa del altar son más pequeñas. El rostro de Cristo crucificado se representó en el centro, con buena ejecución académica, más esmerada que las demás. A los lados hay otros personajes de la Pasión: un legionario, una Virgen Dolorosa y otros santos.
El único objeto artístico de valor que destaca en la nave es la pintura de Nuestra Señora de los Desamparados, colgada sobre el muro lateral derecho del segundo tramo de la misma. Desgraciadamente, su estado de conservación deja mucho que desear.
En cambio, en el camarín hay doce pinturas antiguas de buena factura, aunque con distintos grados de deterioro. Las dos figuras de bulto en el antiguo baptisterio también son dignas de mención: se trata de un Cristo crucificado y un San Juan Bautista.
Las otras tres capillas tienen pocos objetos de valor significativo. La capilla del Sagrario sólo muestra imágenes recientes, mientras que la capilla de San Antonio tiene un retablo del siglo XIX, de buenas proporciones y diseño, donde se encuentra la figura del santo de Padua. A los lados del altar, recargados sobre el suelo, se observan dos interesantes óleos antiguos, uno con el martirio de San Felipe de Jesús y otro con la Asunción del Señor. Por su parte, la capilla de la Virgen de la Cueva cuenta con una imagen al óleo de esta advocación, un féretro con la figura de bulto de Cristo yacente y un buen óleo de la Virgen de la Luz, de fines del siglo XVIII.
Inmueble de pertenencia
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San Antonio y Santa Bárbara