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San Felipe Neri
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-001091
Estado, Municipio, Localidad
Estudio Monográfico
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1.-ANTECEDENTES
La congregación fue fundada por San Felipe Neri como una respuesta a la necesidad advertida en Italia de ampliar la preparación de sacerdotes que vivían aislados y que no contaban con los ciertos medios que les permitieran enfrentar los retos que les planteaba la sociedad renacentista. El santo organizó un primer grupo en Santa María in Vallicella (1) haciendo que la vida en común no le significara problemas a ninguno de los miembros pues conservaban su personalidad y sus bienes y hasta disfrutaban de libertad al unirse a la comunidad.
La idea que dio origen a la congregación fue pronto conocida en toda Italia y aún en otros países; grupos similares, que también reconocían a San Felipe Neri como su padre espiritual, se unieron en varios sitios; en Francia llegaron a tener una destacada importancia durante las confrontaciones que tuvieron lugar para acabar con la Reforma.
Hacia mediados del siglo XVII ya funcionaba en Roma la sede principal de la Congregación del Oratorio -de San Felipe Neri o de Felipenses-; mientras tanto, un grupo de sacerdotes mexicanos que se reunían periódicamente en torno de Pedro de Arellano y Sosa (2) decidieron establecerse juntos y hacer vida en común en una casa que compraron y adaptaron ex profeso; se dieron el nombre de Concordia de Sacerdotes y en 1660 (3) solicitaron a la Iglesia del Oratorio, de Roma, autorización para unirse a la Congregación. Cuando llegó la respuesta afirmativa 22 años después comenzaron desde luego la fábrica de su primera iglesia en lo que hoy son las calles de República de El Salvador en la Ciudad de México.
Los felipenses -u oratorianos, como después también se les onoció- no se establecieron en Guadalajara; el grupo tapatío lo formaron originalmente varios sacerdotes que deseaban afiliarse a la Congregación y que vivieron, desde 1679 (4); junto con otros sacerdotes seculares que con la ayuda del obispo Juan de Santiago y de León Garabito -que lo fue de 1678 a 1694 (5)- se habían organizado en una comunidad similar llamada Congregación de Oblatos del Salvador (6). El sitio que los felipenses compartieron temporalmente con los oblatos fue una casa que éstos últimos estaban construyendo en un terreno adyacente al santuario de La Soledad, edificio que estuvo donde hoy es la Plaza que aloja a la Rotonda de los Hombres Ilustres, sobre el costado norte de la catedral. El predio lo había donado el Cabildo en Sede Vacante del obispo Garabito y la casa fue costeada por Juan Bautista Panduro (7).
Entre los primeros congregantes estuvo Juan González Villaverde (8), quien consiguió que el Papa Clemente XI confirmara la fundación mediante una bula expedida el 22 de marzo de 1702 (9).
A finales del siglo XVII y a principios del XVIII, durante el obispado de Felipe Galindo Chávez y Pineda -1696-1702 (10)- había aumentado la población en la diócesis de Guadalajara aunque su territorio había decrecido después de la erección de la jurisdicción episcopal de Durango. En un extenso territorio de lo que hoy es el Estado de Jalisco funcionaban hospitales que compartían la misma advocación, La Pura y Limpia Concepción de María, y en muchos otros las antiguas doctrinas de indios se habían convertido en curatos que comenzaban entonces a ser secularizados. La ciudad de Guadalajara era un importante centro desde el cual organizaban labores franciscanos, jesuitas, agustinos, dominicos, mercedarios, juaninos, betlemitas, oblatos del Salvador y felipenses; en la ciudad funcionaban los conventos de dominicas de Santa Catalina de Sena y de carmelitas descalzas de Santa Teresa de Jesús además de un buen número de beaterios; los establecimientos religiosos incluían a dos grandes hospitales: el de la Santa Veracruz -que más tarde pasó a ser de San Juan de Dios- y el de San Miguel de Belén. Los colegios de Santo Tomás y de San Juan Bautista, que manejaban los jesuitas, cumplían una importante misión educativa al mismo tiempo que el Seminario de San José colaboraba en la formación de nuevos sacerdotes (11).
Los felipenses habían comenzado a poner en práctica los beneficios que obtenían de su agrupación y de su vida en comunidad y es posible que la construcción del primer templo que tuvieron haya sido comenzada también en los primeros años del siglo XVIII por Cristóbal de Mazariegos (12), uno de los miembros distinguidos de la Congregación. El 13 de agosto de 1721 (13) Felipe V aprobó la fundación en Guadalajara y más tarde, el 5 de octubre de 1751, Fernando VI extendió su autorización para que los felipenses tapatíos tomaran posesión de la plazuela de San Fernando, sitio que a la sazón ya era de su propiedad pues allí se edificaba la iglesia que hoy es la capilla situada al sur del gran conjunto que ha llegado a nuestros días.
Las informaciones disponibles sobre el desarrollo de las actividades de los felipenses tapatíos durante los primeros decenios de su Congregación no incluyen datos relativos a los momentos en que se decidió instalarlos en el sitio que hoy ocupa el templo que dejaron; tampoco los hay sobre las fuentes de financiamiento que hicieron posibles los primeros trabajos antes de que ascendieran a la dignidad episcopal los obispos que contribuyeron de modo decidido en la fábrica, desde Francisco de Buenaventura Martínez de Texada (1752-1760) (14) hasta Juan Cruz Ruiz de Cabañas (1796-1824) (15). Todas las fuentes, sin embargo, coinciden en señalar que el edificio actual fue comenzado en 1752.
2.-EMPLAZAMIENTO
La ubicación del templo ha contribuido a caracterizar parte del perfil urbano de la ciudad de Guadalajara tanto por su cercanía con otros edificios religiosos de interés como por la altura y calidad de sus elementos verticales. El diseño del conjunto debe haber sido realizado tomando en consideración diversos aspectos de la traza de la ciudad, es decir, es muy posible que quienes tomaron decisiones que involucraron al templo hayan contemplado la manera de incorporar el volumen a un sistema de relaciones espaciales y urbanas que, de seguro, ya estaba prácticamente formado en Guadalajara hacia mediados del siglo XVIII.
El templo en su estado actual es sólo una parte del gran establecimiento original que llegó a ocupar toda el área de la manzana, pues el convento anexo, en el que los jesuitas instalaron su colegio en 1904 (16), fue finalmente cedido a la Universidad de Guadalajara para alojar a la Escuela Preparatoria. El único espacio abierto que se encuentra en la periferia del inmueble es la plaza Agustín Rivera, sitio por el que se accede a instalación universitaria hacia el oriente del templo. El atrio, que es de muy reducidas dimensiones, y las fachadas principal y lateral poniente no cuentan con la amplitud que podría darles un área abierta. Los anchos de las calles de San Felipe y Contreras Medellín no permiten ninguna sucesión de perspectivas en la aproximación a los accesos al conjunto; la ausencia de un espacio libre en frente de la iglesia no es una nueva condición urbana pues según unos planos de la ciudad levantados en 1753 y en 1800 (17) la casa de los felipenses, primero, y el templo de San Felipe, después, desde entonces forman parte de un vecindario en el que no se contaba con plazas.
La altura de la torre del campanario hace difícil su observación igual que el tránsito de vehículos por la calle de San Felipe compromete el análisis de la portada principal. En vista de la importancia arquitectónica de esos dos elementos fundamentales del edificio se han presentado varias proposiciones en el sentido de ampliar el área circundante propia del conjunto de manera que algunos de los ejes visuales que origina sean más cómodamente integrados a la organización urbana contemporánea de Guadalajara. Una de esas propuestas se debe a Ignacio Díaz Morales (18).
El conjunto de San Felipe ha sido un integrante muy distinguido del centro de Guadalajara desde que se terminó la primera parte de su fábrica a finales del siglo XVIII, en efecto, el claustro y lo que más tarde sería la casa de estudios comenzaron a funcionar antes de que se concluyeran las obras de la iglesia, edificio que se orientó hacia el sur y con cuyo volumen se cerró por completo la construcción en la manzana. La circunstancia de no tener espacios abiertos amplios adyacentes no es exclusiva de este templo, varios edificios del mayor interés en Guadalajara deben algunas de sus perspectivas abiertas a trabajos realizados en épocas muy posteriores a las fechas en que fueron erigidos, como la catedral, por ejemplo; otros, en cambio, han permanecido con su entorno original inalterado a lo largo de toda su existencia: Santa Mónica, Jesús María y el propio San Felipe Neri son algunos de ellos.
3.-ASPECTO HISTORICO
Después de que se recibieron en Guadalajara las noticias de Fernando VI en el sentido de que los felipenses contaban con su autorización para instalarse definitivamente en la plazuela de San Fernando, se comenzaron las obras del templo dedicado al santo patrón de la Congregación. El nombre del autor del proyecto no trascendió y sólo se sabe que durante todo el proceso de la obra se contó con el apoyo y la simpatía de los varios obispos que se sucedieron en funciones en Guadalajara.
Lo primero que se terminó fue el edificio conventual de la Congregación: eso ocurrió hacia 1780 (19) después de que se finalizaron los trabajos que garantizaban que la vida de los felipenses se desarrollaría dentro de las normas de refinamiento que les fueron características. Algunos estudios señalan que la conclusión de las obras materiales tuvo lugar en 1802 (20) pues la dedicación así como la bendición se llevaron a cabo durante 1804 (21):
La fábrica fue terminada bajo la dirección de Pedro José Ciprés, un alarife o maestro de obras que había sido llevado del pueblo de Mezquitán hacia 1766 (22). Los valores que desde entonces se reconocieron al trabajo de Ciprés, especialmente en la torre, motivaron que fuera invitado, desde luego, a erigir el edificio que se destinó a alojar el Colegio Franciscano de Zapopan (23).
El obispo Cabañas, que tuvo una decisiva participación en la realización de los trabajos finales del conjunto, expidió un oficio, el 14 de abril de 1804, por medio del cual concedía facultades al Canónigo José María Gómez de Villaseñor, tesorero de catedral, para bendecir la nueva iglesia y para hacer la colocación en ella del sagrado depósito (24). La portada del templo se dispuso incluyendo una cartela que reza: SACROSANCTAE/BASILICAE LATERANENSE VNITA/DIE 21 ABRILI ANNO/DOMINI 1804 (25).
La gratitud de la Congregación felipense al obispo Cabañas se expresó de muy diversas maneras; en el curso del mismo 1804 se hizo pintar un gran retrato del prelado que luego fue colocado en el coro del templo; el cuadro lleva también una cartela en la que se lee lo siguiente: El Illmo. Sor Dr. Juan Cruz Ruiz de Cabañas, dl viejo y mallor d.Sn. Bartolome de Salamanca. Canonigo Magistral y Abad de Cerbatos, Dignidad de la Sta. Iglesia Metropolitana de Burgos Obpo de Nicaragua y de Guadalaxara E. INSIGNE BIENHECHOR DE ESTA CONGREGACION. A.D. 1804 (26).
Es presumible que el interior del templo haya contado con algunos retablos dorados pues los actuales no parecen ser los originales: es poco probable, por otra parte, situar los momentos en que debieron ocurrir ciertos cambios en el aprovechamiento y en la apariencia del conjunto toda vez que la comunidad sólo permaneció unida y utilizando su edificio un poco más de 50 años; en efecto, varias dificultades suscitadas entre los mismos miembros de la congregación condujeron a la expedición y ejecución, el 2 de agosto de 1858 (27), del decreto de extinción del grupo que terminó con los problemas y con la vida misma del grupo en Guadalajara. Se dice que eran unos cuantos los oratorianos que entregaron el edificio 2 días después de ejecutado el decreto.
El gobierno eclesiástico tapatío buscó que el conjunto fuera destinado a servir a otras comunidades religiosas y pronto lo ofreció a los franciscanos, quienes se instalaron en el convento y aprovecharon las facilidades del templo; más tarde los edificios alojaron a Las Hermanas de la Caridad, grupo que organizó una nueva sociedad de Hijas de María. Poco tiempo después fueron expulsadas las Hermanas y la iglesia quedó sin cuidados, no así el asilo de niñas y doncellitas que funcionaba en el convento y del que se hizo cargo una asociación llamada Católica de Señoras (28). Esa agrupación tampoco duró mucho como depositaria del conjunto pues un poco después sirvió, de manera efímera, para recibir a un instituto que había sido fundado en Puebla y que cedió su lugar, en muy poco tiempo, a los religiosos de la Compañía de Jesús.
La aparición de los jesuitas, que sólo se consumó después de numerosos trámites y arreglos en 1904 (29) fue de gran utilidad para el conjunto: ellos recibieron también el templo, con lo cual se solucionó un grave problema de uso y mantenimiento, y procedieron a realizar algunas mejoras en la casa como un piso adicional en el que, desde luego, se instaló su Colegio de Niños.
En tiempos más recientes se tuvo que dividir el establecimiento pues el convento y colegio se destinó a alojar a la Escuela Preparatoria; el templo se ha conservado bajo el cuidado de los jesuitas, quienes han procurado mantener en buen estado de funcionamiento a todos los elementos integrantes del templo. En lo que fue el colegio sobreviven varios componentes de interés como las arquerías conopiales y toscanas de sus patios, así como un portón barroco sobre el que todavía se puede ver un escudo felipense de muy buena calidad.
4.-DESCRIPCION ARQUITECTONICA
El templo de San Felipe Neri goza de la fama de ser uno de los más bellos de la ciudad de Guadalajara aunque, como ya se anotó, su observación es una de las más difíciles debido a su altura, a la estrechez de las calles que lo circundan y al intenso tráfico de vehículos que tiene lugar por la zona en que se ubica.
El valor arquitectónico de este edificio reside fundamentalmente en la significación formal de su torre y su portada pues parece evidente que se trata de una ruptura con el empleo, hasta entonces tradicional, de soluciones barrocas que pueden ejemplificarse con la elegancia de la portada del templo de San Francisco y con las exuberantes proposiciones populares que se adoptaron en numerosos sitios del Estado de Jalisco; en San Felipe, en efecto, no se incorporaron apoyos estípites a la composición a pesar de que eran los recursos más utilizados en la arquitectura religiosa por la época en que comenzó a trabajar Pedro Ciprés en el conjunto. Los elementos del barroco que sí incluyó el constructor con gran refinamiento fueron las columnas de antecedentes clásicos conocidas como tritóstilas -por presentar fustes divididos en tercios y llevar uno de ellos profusa ornamentación (30)- que se habían usado en los períodos más tempranos de ese estilo (31). Otros de los elementos que se aprovecharon de la corriente barroca fueron algunas soluciones de tableros en la torre y pretiles de trazo mixtilíneo en los remates de la portada (32). Esta adaptación a las formas barrocas en boga dio por resultado un conjunto verdaderamente notable.
El templo, representa el valor de ofrecer una versión regional de una escuela formal, cuyo interés fue nacional, sin apartarse de las tradiciones constructivas que los usos alentaron a lo largo de varios siglos siguiendo el eminente ejemplo de la iglesia Catedral de Guadalajara.
La fachada principal es, como se dijo, uno de los conjuntos que integran el patrimonio monumental del Estado de Jalisco: Los elementos básicos que la componen son la portada y la torre del campanario. La primera consta de tres cuerpos. El cuerpo inferior aloja al arco de medio punto que define al acceso, el cual está enmarcado por dos pares de columnas tritóstilas, que conforman las calles laterales de la portada, estas columnas son de orden corintio, estriadas y ricamente ornamentadas en sus tercios bajos por motivos vegetales y apostadas sobre pedestales de forma regular e igualmente decoradas; los espacios intercolumnios están ocupados por nichos rematados a modo de conchas, en los que se alojan esculturas que representan a San Francisco de Asís y a San Felipe Neri; las decoraciones son a base de bajorelieve que ocupan buena parte de los frisos del entablamento y las molduras que acompañan al arco, cuyas dóvelas llevan casetones y piñas, en lo que bien podría considerarse una reminiscencia de las soluciones platerescas del siglo XVI.
En el segundo cuerpo se continúan los apoyos de las columnas, que también son corintias y tritóstilas de fuste más reducido, hasta un segundo juego de cornisas que describen algunos quiebres; el motivo principal de este cuerpo intermedio es la ventana que se abre al coro, en forma rectangular, sobre un interesante escudo felipense; los nichos intercolumnios, que también se repiten en este sector, reciben a imágenes de San Francisco de Sales y de San Pedro de Alcántara sobre bases en las que las guardamalletas juegan un papel muy importante.
La composición del tercer cuerpo, se organizó e ntorno a la representación de la Asunción de la Virgen que, en piedra roja, ocupa el área principal de ese paramento. Algunos autores sugieren la posibilidad de que esta pieza haya inspirado el remate, como peinetón, de la portada de la catedral de Guadalajara que contiene, igualmente, un relieve que recrea la figura de la Asunción. Este cuerpo presenta trazo mixtilíneo, dentro del cual se continúa el eje visual de las columnas tritóstilas, las del interior, como medias muestras sobre cuyos capiteles rematan sendos arcángeles; y las del exterior, una base que soporta a manera de remate de las columnas inferiores un vaso o trofeo. Se complementa el conjunto de la portada, en el remate final con una escultura del arcángel San Miguel y otra de San Cristóbal al extremo oriente.
La torre del campanario es también una notable construcción: sobre un cubo macizo se alzan sus dos cuerpos, el primero de planta cuadrangular con dos vanos por lado resueltos a manera de balcón flanqueados por pilastras decoradas, sobre los arcos se observan imágenes talladas en medallones. Este cuerpo termina en cornisa volada, en cuyas esquinas se dispusieron cuatro grandes jarrones; el segundo cuerpo es de base octagonal con un vano por lado flanqueados por columnas de orden corintio con fuste decorado con guirnaldas; su remate una cúpula campaniforme coronada por una escultura de la Virgen de Zapopan.
Los cuerpos de la torre reflejan una cierta atención a los gustos de la época, pues mientras el primero utiliza recursos barrocos, el neoclásico domina en el segundo.
El templo se levantó sobre un esquema de planta en forma de cruz latina y en su interior lo más notable es que se hayan resuelto las cubiertas empleando la solución gótica de las nervaduras las cuales descansan sobre una cornisa perimetral de cantera, apostada en pilastras adosadas; otro elemento asimismo interesante, es la cúpula con nervaduras que arranca sobre un tambor de ocho lados apoyado a su vez en pechinas cuya decoración sugiere un cierto afrancesamiento.
Los altares principal y laterales son todos neoclásicos y de mediana calidad aunque de ellos destacan las esculturas que representan a San Felipe Neri y al Beato Sebastián Valdré; una tercera imagen de valor es la de la Inmaculada Concepción que regaló el padre Luis Felipe Alfaro, congregante en el oratorio de San Miguel de Allende.
Entre los objetos de valor artístico relevante que se conservan en el templo de San Felipe destacan varios de los retratos de padres del Oratorio, como el de Francisco Laureano Oliván, firmado en 1766 por Marcos Fernández. Es también notable la colección de catorce cuadros sobre láminas de cobre que recrean escenas de la vida de la Virgen y que proceden también del siglo XVIII; hoy se les guarda, enmarcados con piezas de madera calada y dorada a la manera barroca, en la capilla posterior al presbiterio (33).
Los padres jesuitas se han encargado de que tanto el edificio como la mayor parte de los muebles y objetos que aloja se mantengan en buen estado de conservación y ocupando los lugares que fueron previstos para ellos.
5.-NOTAS Y BIBLIOGRAFIA
(1) OBREGON, Gonzalo, San Felipe Neri, en Iglesias y Edificios Antiguos de Guadalajara, edición preparada por Ramón Mata Torres para el Ayuntamiento de Guadalajara y la Cámara Nacional de Comercio de Guadalajara, p.17. Jalisco, 1979.
(2) OBREGON, Gonzalo. Op. cit., p.198.
(3) OBREGON, Gonzalo. Op. cit., p.198.
(4) DAVILA Garibi, José Ignacio. Apuntes para la Historia de la Iglesia en Guadalajara, tomo II, Editorial Cultura, T.G., S.A., p.647. México, 1961.
(5) Enciclopedia de México, tomo V, segunda edición, p.563. México, 1977.
(6) OROZCO, Luis Enrique. Iconografía Mariana de la Arquidiócesis de Guadalajara, tomo I, p.53. Jalisco, 1954,
(7) OROZCO, Luis Enrique. Op. cit., p.53 y 54.
(8) PALACIO y Basave, Fray Luis del Refugio de. Recopilación de noticias y datos que se relacionan con la milagrosa imagen de Nuestra Señora de Zapopan y con su colegio y santuario.Tomo I, p. 309. Jalisco., 1942,
(9) GOMEZ Partida, Carlos. Guadalajara: sus viejos templos, Ayuntamiento de Guadalajara. p.61. Jalisco, 1982.
El investigador cita informaciones proporcionadas por José Cornejo Franco, pero no menciona la obra ni la fecha.
(10) Enciclopedia de México, tomo V, op. cit., p.563.
(11) DAVILA Garibi, José Ignacio. Op. cit. p. 771 a 1774.
(12) PALACIO y Basave, Fray Luis del Refugio. Op. cit., p.309.
(13) GOMEZ Partida, Carlos.Op. cit., p.61.
El dato está tomado de la cita que hace el investigador Gómez Partida de materiales de José Cornejo Franco.
(14) Enciclopedia de México, tomo V, op. cit., p.563.
(15) Enciclopedia de México, tomo V, op. cit., p.563.
(16) OBREGON, Gonzalo. Op. cit., p.199.
(17) Historia de Jalisco, Gobierno del Estado de Jalisco. Tomo II, p.300 y 301.
Jalisco, 1981.
(18) GARCIA Oropeza, Guillermo. Guadalajara: sus plazas, parques y jardines, Ayuntamiento de Guadalajara. p. 53. Jalisco, 1980.
(19) Historia de Jalisco. Op. cit., p.282.
(20) PALACIO y Basave, Fray Luis del Refugio de. Op. cit., p.309.
(21) DAVILA Garibi, José Ignacio. Op. cit., tomo IV, p.179 y 180.
(22) Enciclopedia de México, tomo V, op. cit., p.570.
(23) PALACIO y Basave, Fray Luis del Refugio de. Op. cit., p.309.
(24) DAVILA Garibi, José Ignacio. Op. cit., p.180.
(25) DAVILA Garibi, José Ignacio. Op. cit., p.180.
(26) DAVILA Garibi, José Ignacio. Op. cit., p.181.
(27) PALACIO y Basave, Fray Luis del Refugio de. Op. cit., p.311.
(28) PALACIO y Basave, Fray Luis del Refugio de. Op. cit., p.310.
(29) Dato proporcionado por el Sr. Lic. Héctor Antonio Martínez González, miembro de la Comisión Diocesana de Liturgia, Música y Arte Sacro del Arzobispado de Guadalajara.
(30) Vocabulario Arquitectónico Ilustrado, Secretaría de Asentamientos Humanos y Obras Públicas, tercera edición, p. 436 y 437. México, 1980.
(31) Enciclopedia de México, tomo V, op. cit., p.570.
(32) Enciclopedia de México, tomo V, op. cit., p.570.
(33) Datos proporcionados por el Sr. Lic. Héctor Antonio Martínez González.
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